Por Ildefonso Portobanco
El nuevo estancamiento de las negociaciones entre la dictadura orteguista y la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), que se llevaban a cabo en las instalaciones del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE), ha provocado diversas repuestas, a veces encontradas.
No negociar hasta que se arrodille
Unos sectores se rasgan las vestiduras, y afirman que se debe romper cualquier tipo de negociaciones, hasta que se liberen todos los presos políticos, y solo hasta que se restablezcan todos los derechos fundamentales establecidos en la Constitución. Esta posición gusta a muchos, porque refleja el rechazo total a la trampa de las negociaciones, tal como fueron acordadas entre los empresarios y el propio Daniel Ortega, pero en el fondo se quedan a medio camino.
La crítica correcta se transforma en una especie de auto realización, niegan las negociaciones y con ello la realidad tal como existe. El problema de este tipo de criticas es que antepone un esquema abstracto, ideal, pero irreal e inexistente, a la dura realidad que ha provocado el aplastamiento de los tranques y las subsiguientes oleadas represivas de la dictadura.
Bajar el tono y suavizar posiciones
Otros sectores, especialmente los empresarios, y el propio nuncio apostólico, consideran que se debe bajar el tono de las críticas, que se debe ser mas conciliador, y no realizar marchas ni ningún tipo de protesta, para no provocar reacciones duras por parte de la dictadura. Esta es la posición predominante en la ACJD y en muchos medios de comunicación.
No es una causalidad que los voceros de la ACJD hayan declarado que las negociaciones estaban rotas, y días después dijeran que estaban meditando y, poco a poco, de manera intermitente, a veces con declaraciones altisonantes que desconciertan, se han sentado nuevamente en la mesa de negociaciones en el INCAE. Lo que si es claro es la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), una organización amplia en la que la mitad de sus componentes forman parte u obedecen a la ACJD, ya no impulsan mas movilizaciones. Hasta los plantones, las sentadas, y la tirada de globos azul y blanco en las calles, han finalizado. Esta es la posición que se ha impuesto en los hechos, aunque la mayoría del pueblo la rechace.
Negociaciones y correlación de fuerzas
Cuando se instaló el primer Dialogo Nacional en mayo del 2018, la dictadura estaba en aprietos, por eso dio largas hasta que logró montar la ofensiva militar contra los tranques. Pero aun bajo esa situación favorable para la lucha democrática, la ACJD había firmado un acuerdo para desmontar los tranques, aunque después se echó para atrás.
Después del aplastamiento militar de los tranques en julio del 2018, y de instaurar el terror, la dictadura cambió la correlación de fuerzas a lo interno a su favor. La dictadura logró desarticular, a punta de balazos, la resistencia del movimiento campesino y del movimiento estudiantil, dos sectores sociales de vanguardia en la lucha democrática.
Al reanudarse las negociaciones en el INCAE, en marzo del 2019, en realidad la ACJD está negociando con los pies en el aire, no tiene nada a su favor, ya no hay manifestaciones ni protestas ni nada. Por eso las negociaciones se estancan cuando Ortega-Murillo dan la orden, y solo gemidos y llantos se escuchan por parte de la ACJD. Mientras no se comprenda que para negociar se debe tener fuerzas sociales en movimiento, para doblarle el brazo a la dictadura, estaremos solo oyendo lamentos por todos lados.
Retomar los mecanismos de presión social
¿Cómo podemos cambiar la actual correlación de fuerzas? ¿Cómo se puede doblegar a la dictadura? Muy sencillo, retomando los mecanismos que ejercen real presión sobre la dictadura en crisis. Uno de ellos, el más odiado por los empresarios, es la convocatoria a un Paro Nacional Indefinido, pero convocado desde los territorios, desde las comunidades, llamando a los trabajadores que todavía tienen empleo, a sumarse al mismo. Los paros nacionales a cuentagotas, convocados por los empresarios, fueron y siguen siendo ineficaces.
Otro mecanismo de presión real, en momentos en que la dictadura hace maromas para conseguir fondos, es una campaña nacional por la desobediencia fiscal. Los paros de consumo son también ineficaces. Debemos emplazar a los empresarios del COSEP y AMCHAN, que hablan tonterías sobre la democracia, que sean consecuentes y que dejen de pagar impuestos, porque con ese dinero se financia la dictadura.
Sin presión social en las calles, cualquier negociación se vuelve una trampa, y la ACJD lo sabe y aceptado voluntariamente colocarse la soga al cuello.