Por Sebastián Chavarría Domínguez

Es un hecho incuestionable. La fórmula presidencial del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), encabezada por el sempiterno candidato Daniel Ortega y ahora acompañado por Rosario Murillo, su influyente esposa, formaliza muchos de los cambios que en los hechos se operaron en el régimen político desde el 2007 en adelante.

Concentración de poder

La concentración del poder en manos de una sola persona, Daniel Ortega, por encima de otras personalidades y corrientes dentro del FSLN, no es un hecho nuevo. Es un proceso que arrancó desde 1990, cuando el FSLN perdió el gobierno, pero conservó importantes cuotas de poder dentro del Estado, especialmente en el Ejército y la Policía.

En un sinuoso y complejo proceso político, repleto de pugnas internas y conspiraciones palaciegas, de reagrupamientos y rupturas, la figura de Daniel Ortega se convirtió en el eje de poder dentro del FSLN y, por lo tanto, en la principal figura con la cual debieron negociar los gobiernos del periodo neoliberal (Violeta Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños).

Este proceso fue facilitado por un hecho objetivo, la crisis del FSLN después de la derrota electoral de 1990. Daniel Ortega se encargó de controlar los sellos y el aparato del partido FSLN, y desde esa posición mantuvo la estrategia de recuperar el poder por pedazos, manteniendo la cuota de poder de los diputados dentro de la Asamblea Nacional, que le permitía vetar leyes; recuperando poco a poco el número de alcaldías, desde de donde fortalecía y ampliaba su clientela electoral; retomando el control de las instituciones, atrincherándose de manera privilegiada en el poder judicial.

La astucia política se combinó con una prodigiosa habilidad para realizar componendas y maniobras, como el famoso y criticado pacto Alemán-Ortega en 1999, que le permitió obtener el 50% de las cuotas de poder en las instituciones del Estado. ¿Cómo puede un individuo llegar tan largo? En realidad, no se trata de un individuo aislado. Daniel Ortega es el máximo representante de un grupo económico y de poder que surgió de la derrota de la revolución, la burguesía sandinista, que tiene como núcleo central a la alta oficialidad del Ejercito y de la Policía y que se ha convertido en la burguesía hegemónica.

El rol de Rosario Murillo

La concentración de poder pegó un salto de calidad en 2007, cuando, habiendo dividido al liberalismo, logró ascender limpiamente al poder. En este proceso, Daniel Ortega se había quedado prácticamente solo, acompañado únicamente por Bayardo Arce y Tomas Borge, pero estos estuvieron realmente alejados de las principales decisiones políticas.

El retorno de Daniel Ortega al poder en 2007, elevó al estrellato político a una nueva figura, su esposa Rosario Murillo, quien hasta ese momento se había desempeñado como maestra de ceremonias de los actos sandinistas. El rol de Rosario Murillo ha sido parte de este proceso de concentración de poder.

Rosario Murillo ha sido, de hecho, una primer ministro que maneja al gabinete de gobierno, aunque siempre subordinada a las decisiones del comandante Ortega. Murillo se transformó en la nueva ideóloga del FSLN, dándole un nuevo rostro al sandinismo en el poder, cambiando los colores rojo y negro por el rosado chicha, desechando el discurso antiimperialista por letanías a favor del cristianismo, la solidaridad y “socialismo”.

En el periodo 2007-2016 se produjeron intensas luchas por el control del FSLN, caracterizada por el avance sistemático de la corriente de Murillo, que gozó siempre del apoyo de Daniel Ortega, y el desplazamiento de líderes históricos como Bayardo Arce y Lenin Cerna y otros.

El reclutamiento de jóvenes, una necesidad en cualquier partido, se convirtió en una fuerza de choque contra la vieja guardia guerrillera. El FSLN de tradiciones guerrilleras no existe, ahora tenemos un aparato electoral que mastica las tradiciones de lucha del sandinismo pero que obedece al nuevo grupo de poder dentro del FSLN.

El inicio de la sucesión

El nombramiento de Rosario Murillo como candidata a la vice presidencia de la Republica, indica claramente que se ha abierto la sucesión de poder dentro del FSLN. Daniel Ortega, con 71 años de edad, muy enfermo, comprende que éste próximo periodo presidencial puede ser el último. Nadie es eterno.

A diferencia de Hugo Chávez, que a última hora nombró a Nicolás Maduro como sucesor político, Daniel Ortega viene preparando su sucesión desde hace muchos años, y la elegida es Rosario Murillo, la “eternamente leal” como dijo el propio Ortega en el acto de celebración del 19 de julio. Esta elección no es casual, si los otros dirigentes históricos del sandinismo han sido desplazados, lo único que queda es la sucesión dinástica.

La candidatura de Murillo disipa cualquier duda, si acaso existían. Inmediatamente el subconsciente nos lleva al somocismo, es decir, la sucesión dinástica del poder. Este es un tema polémico dentro del sandinismo y la sociedad nicaragüense. Todo indica que la vicepresidencia de Murillo, ante una factible muerte repentina de Daniel Ortega, será una regencia del poder, que seguramente le abrirá el paso a uno de los hijos, probablemente Laureano Ortega Murillo, iniciando una dinastía orteguista.

El problema es que la sucesión se inicia en vida y al lado de Daniel Ortega, en momentos en que existe un agotamiento del modelo sandinista después de 11 años de gobierno, cuando el valioso aporte de la ayuda petrolera venezolana está finalizando y cuando el panorama internacional se oscurece ante una probable presidencia de Donald Trump en Estados Unidos.

El remate de la oposición

Antes de dar a conocer la fórmula presidencial del FSLN, el gobierno sandinista asestó dos golpes demoledores a la oposición burguesa liderada por la Coalición Nacional por la Democracia (CND), conformada por el Partido Liberal Independiente (PLI) en alianza con el Movimiento Renovador Sandinista (MRS).

El primer paso fue la sentencia de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia que resolvió un recurso de amparo que disputaba la representación legal del PLI, arrancándosela a Eduardo Montealegre para entregarla a Pedro Reyes, un desconocido dirigente de la minoritaria corriente del expresidente Virgilio Godoy. De esta manera, la CND se quedó sin casilla electoral, y de repente otro sector tiene la bandera y los sellos del PLI, dejando fuera de la pelea electoral al sector de Montealegre en alianza con el MRS.

La razón de ser de los partidos burgueses es la participación electoral, del resultado de las elecciones depende en gran medida ascender al gobierno u obtener cuotas de poder. Bayardo Arce justificó la decisión de la sala Constitucional por el hecho que, al parecer, Montealegre tenía planes de retirarse en medio de la campaña electoral, para restarle legitimidad a un casi seguro triunfo del FSLN.

El sector de Montealegre había montado una gran campaña nacional e internacional a favor de elecciones libres, vigiladas por la OEA y la ONU, un tema muy sensible para el sandinismo.

El segundo paso fue la reciente destitución de 28 diputados del PLI (16 diputados propietarios y 12 suplentes), electos bajo la bandera del PLI que dirigía Montealegre. Pedro Reyes, el nuevo presidente del PLI, en abierta alianza con el FSLN, demandó que los diputados le fueran fieles a las nuevas autoridades, basándose en la reforma constitucional del año 2014, que modificó el artículo 131 de la Constitución, de la siguiente manera: “(…) Los funcionarios electos mediante sufragio universal por listas cerradas propuestas por partidos políticos, que se cambien de opción electoral en el ejercicio de su cargo, contraviniendo el mandato del pueblo elector expresado en las urnas, perderán su condición de electo debiendo asumir el escaño su suplente”.

Pedro reyes denuncio a los diputados del PLI de “transfuguismo”, y el Consejo Supremo Electoral (CSE), bajo absoluto control del FSLN, le dio la razón y ordenó la destitución de aquellos que permanecían fieles a Montealegre.

Obviamente, hay un truco legal de parte de Pedro Reyes. Los diputados del PLI fieles a Montealegre no cambiaron de opción electoral, no se fueron a otro partido, no hicieron transfuguismo, sino que fue la dirección del PLI la que cambio de manos. Entonces, observamos toda una maniobra política con el objetivo de liquidar a la más importante opción electoral de la oposición burguesa.

Pero esta maniobra es totalmente antidemocrática, porque los diputados del PLI (incluidos los del MRS) recibieron 800,000 votos que reflejan la voluntad de un sector la población en las pasadas elecciones generales. este sector votó por una opción derechista contra del FSLN, pero ahora el gobierno sandinista los despoja a sus representantes, aunque nombre a los suplentes. Independientemente de que hayan votado por una opción derechista, se debe respetar la voluntad popular hasta las nuevas elecciones. Quien debe destituir a los diputados debe ser el pueblo, y no el gobierno y sus instituciones, amparados en un falso legalismo. El bonapartismo sandinista ha concentrado todo el poder, incluida la Asamblea Nacional.

Detrás de los golpes contra Montealegre y el MRS, lo que está haciendo en realidad el sandinismo es demoliendo principios básicos de la democracia burguesa, como es el respeto a la voluntad popular expresada en la votación.

Debe quedar claro cuál es nuestra posición. No defendemos a la derecha, mucho menos a Montealegre y al MRS. Pero alertamos sobre la evolución del régimen político concentrado en manos de la familia Ortega-Murillo.

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