En 1968 se fundó la CENTRAL NACIONAL DE TRABAJADORES (CNT), mediante la unión de tres federaciones sindicales: la Federación Central de Trabajadores de Guatemala (FECETRAG), la Federación Nacional de los Obreros del Transporte (FENOT) y la Federación Campesina de Guatemala (FCG). La CNT nunca contó con personalidad jurídica, pero se afilió a la Confederación Latinoamericana de Trabajadores (CLAT), de orientación socialcristiana. Desde su origen estuvo integrada por sindicatos industriales, ligas campesinas y cooperativas.

La CNT era el núcleo de la actividad sindical y la organización mayoritaria durante la década de los setenta. En 1974 contaba con siete sindicatos adheridos. En 1979 sumaban 69 sindicatos. Dado su importante rol en la organización social la CNT se convirtió en un espacio de influencia no sólo notable entre las distintas corrientes sindicales existentes en el momento, sino también entre las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), que tenían influencia política en el sector. En 1978, después de mucho debate, la CNT rompió con la CLAT, lo que la dejó carente de vínculos internacionales. En 1980 la CNT contaba con una estructura integrada por diferentes secciones que a su vez se interrelacionaban: organización, propaganda y asuntos jurídicos, que apoyaban a los sindicatos en sus reivindicaciones.

El 21 de junio de 1980, durante el régimen oligárquico militar presidido por el militar genocida Fernando Romeo Lucas García, fueron secuestrados y desaparecidos 27 sindicalistas, sobre los hechos, la antropóloga Marta Gutiérrez, en el estudio Sindicalistas y Aparatos de Control Estatal: Elementos Para Una Historia Del Movimiento Sindical, da a conocer cómo las fuerzas represivas del Estado guatemalteco cometieron este crimen de lesa humanidad.

Por Martha Gutiérrez

Al filo de las 15:30 horas del 21 de junio de 1980, apareció por la cuarta calle y sobre la novena avenida de la zona 1 de la ciudad de Guatemala, un grupo de sesenta hombres vestidos de civil, que usaban sombreros y otros cuantos, gorras deportivas. Todos portaban armas de fuego. Los sombreros y sacolas eran usados por la Policía Judicial y las gorras deportivas era un distintivo asociado a los recién entrenados miembros de la Sección de Narcóticos de la Policía. Sin excepción, para ocultar su identidad se taparon los rostros con pañuelos.

Se apostaron en forma de media luna frente a la sede de la Central Nacional de Trabajadores (CNT), con las metralletas y fusiles en la mano, los hombres apuntaban hacia las ventanas de arriba y debajo de la casa de doble nivel. Entre todos los agentes se podía identificar, por su uniforme y sus insignias, a tres oficiales del Ejército. En este operativo, eran ellos quienes llevaban la voz de mando. Constantemente, éstos mantuvieron comunicaciones por radio, se supone, con sus superiores.

Tras este despliegue, con el cual las tropas gubernamentales aseguraron la entrada a la oficina de la Central Nacional de Trabajadores, se presentaron por lo menos otros siete vehículos que se encontraban a la espera, en la quinta calle y novena avenida. El primer vehículo que apareció era un vehículo tipo bronco. Le siguió un microbús Toyota Hiace de la Sección de Narcóticos de la Policía, una camioneta Pájaro Azul, donde las fuerzas de Policía solían trasladar a los detenidos después de las operaciones limpieza; un vehículo pequeño, color corinto, y otros más.

Mientras tanto, otros agentes, uniformados y vestidos de particular, habían paralizado el movimiento de vehículos entre la décima y séptima avenidas, y entre la tercera y quinta calles. La zona congelada alcanzó un perímetro de 300 metros cuadrados; adentro de aquella área se encontraba la Prisión de Mujeres Santa Teresa y la principal sede del Cuerpo de Detectives al mando del coronel de policía Manuel de Jesús Valiente Téllez. A dos cuadras estaba la vigilancia armada del Segundo Cuerpo de Policía y la sede de la Sección de Investigaciones Especiales –conocida                     popularmente como Comando Seis– dirigida hasta entonces por el coronel de policía Pedro García Arredondo. A pocas cuadras iniciaba el perímetro de seguridad del presidente de la República y del Palacio Nacional –principal sede del ejecutivo–. Aquí también te nía su oficina el jefe de la Dirección de Inteligencia Militar, general Manuel Antonio Callejas y Callejas; el jefe del EMP, el coronel Héctor Montalván Batres, y el ministro del Interior, Donaldo Álvarez Ruiz. A me nos de un kilómetro, hacia el Sur estaban las oficinas del director general de la Policía, puesto ocupado por un oficial de inteligencia militar, el coronel de infantería Germán Chupina Barahona.

Adentro, en la sede sindical, en una sala del segundo piso de la casa, se encontraban 29 sindicalistas, casi todos delegados de los comités ejecutivos de los sindicatos de la industria. La reunión había sido convocada esa misma semana, el 16 de junio, por el Departamento de Organización de la CNT, con el propósito de tratar problemas internos que se arrastraban desde meses atrás entre los sindicalistas.

Aunque ese mismo día, por la mañana, la misma reunión había sido suspendida por miembros del Departamento de Organización de la CNT, después de que hombres armados asesinaran dentro de la planta de la Coca-Cola al joven sindicalista Edgar René Aldana. Ya en horas de la tarde fue imposible evitar el intento de realizar aquella reunión. Una serie de hechos aparentemente casuísticos, el ímpetu sindical y el alto nivel de disputa política al interior de la CNT, se impusieron sobre cualquier medida de seguridad.

Nunca inició formalmente la reunión. Cuando las fuerzas del régimen procedieron al asalto, aún los sindicalistas confiadamente deliberaban qué decisión to mar en un momento de alta tensión política ¿Suspender el encuentro o realizarlo en otro lugar? En el lugar se encontraban: 1. Agustín Chitay Chapetón, miembro del Sindicato de Industrias Plásticas de Guatemala (Induplastic); 2. Héctor Manuel Sánchez González, miembro del Sindicato de Induplastic; 3. Irma Candelaria Pérez Osorio, 19 años, miembro del Sindicato de Induplastic; 4. Álvaro Orlando Estrada, miembro del Sindicato de Comercio de Material de Construcción (Cermaco); 5. Erwin –o Erquien– René Hernández Paiz, miembro del Sindicato de Cermaco; 6. Selvin Arnoldo García López, 21 años, miembro del Sindicato de Cermaco; 7. Bernardo Marroquín Salazar, 29 años, secretario general del Sindicato de la fábrica de alimentos Kerns; 8. Manuel Antonio Rodríguez, miembro del Sindicato de la fábrica de alimentos Kerns; 9. Sonia Elizabeth Alecio, miembro del Sindicato de Vicks Vaporub, compañía norteamericana; 10. Florentino Gómez López, secretario de Prensa del Sindicato de Trabajadores de la Embotelladora Guatemalteca (STEGSA); 11. Ismael Vásquez Ortiz, secretario de Conflictos del STEGSA y de la Comisión de Conflictos de la CNT; 12. Crecencio Cornel Ordóñez, miembro del Sindicato Enlozados Nacionales; 13. Jorge Luis Serrano, miembro del Sindicato Enlozados Nacionales; 14. Cristina Yolanda Cabrera, miembro del Sindicato Sistemas Electrónicos; 15. Rafael Antonio Aguilar Pérez, 26 años, miembro del Sindicato Sistemas Electrónicos; 16. Florencia Xocop Chávez, 24 años, miembro del Sindicato de las Industrias Acrílicas de Centro; 17. América (Acricasa) y miembro de la Comisión de Organización de la CNT; 18. Hilda Carlota Pérez Menéndez, miembro del Sindicato de Acricasa; 19. Sara Cabrera Flores con cinco meses de embarazo, secretaria general del Sindicato de Acricasa; 20. Manuel René Polanco Salguero, secretario general del Sindicato de Trabajadores de Prensa Libre; 21. Oscar Amando Salazar, miembro del Sindicato de Trabajadores de Prensa Libre; 22. Mario Campos Valladares, 23 años, secretario general de la fábrica de Productos Alimenticios Diana y secretario general de la CNT; 23. Mario Martínez, miembro del Sindicato de Foremost Dairy, compañía norteamericana; 24. Orlando Antonio García Rodríguez, 29 años, miembro del Sindicato de Transportes Urbanos Reforma (Tursa); 25.Pedro Ramos Micatu, miembro del Sindicato de la Federación Nacional de Obreros del Transporte (Fenot); 26. Tomás Roberto Pol, miembro del Sindicato de Fenot; 27. El Repollo, miembro del sindicato de Incesa Standard (Industria Cerámica Centroamericana); 28. El Bananito, estudiante de secundaria.

Los asaltantes usaron un carro tipo bronco para abrir el portón de las oficinas, lo que dio paso para que los demás agentes penetraran al lugar.… La Policía Judicial allanaba frecuentemente la sede de la CNT. Ya había ocurrido el 25 de junio de 1976, el 20 de julio de 1979, el 22 de febrero y el 30 de abril de 1980. También en esas ocasiones, la Judicial entró haciendo uso de la fuerza. Después de registrar y robar los papeles de los archivos sindicales, capturaban a los sindicalistas que allí se encontraran. Antes de ser presentados a los tribunales, la policía política.

Ese día, sólo el Repollo y Bananito, lograron escapar haciendo uso de la escalera que los sindicalistas acostumbraban mantener en la pared del fondo de la casa, para cuando se presentaran situaciones de emergencia, como la de ese 21 de junio. Se mantuvieron escondidos en el tejado de la casa vecina. Desde allí escucharon las voces a gritos de los agentes gubernamentales que retaban a los sindicalistas cercados a entonar las consignas sindicales y revolucionarias. Los obreros guardaron silencio. No se escucharon disparos. La operación duró pocos minutos

Milquicidet Miranda y Willy Mijangos Celis (el Mozote), testigos de lo que ocurrió fuera de la sede, observaron la agitada retirada de los secuestradores, algunos de ellos botaron los pañuelos con los que se cubrían el rostro, entre ellos se encontraba el jefe de la Sección de Narcóticos, José de Jesús Castro, que ocupó el cargo hasta el 13 de octubre de 1982.

Al abandonar las oficinas de la Central los vehículos gubernamentales, llevaban en su interior a los sindicalistas, aperchados, tirados en el piso de los vehículos, unos encima de otros. Se dirigieron hacia la tercera calle, y luego cruzaron por la octava avenida, pasando frente a una de las principales sedes de la Judicial. El mismo sitio, donde días más tarde, los familiares llegaron a recoger las motocicletas de los sindicalistas secuestrados.

La sede sindical quedó desolada. En el segundo nivel de las oficinas se veían manchas de sangre. Los secuestradores habían roto las puertas, las ventanas y los teléfonos. Habían desaparecido tres máquinas de escribir, robadas por los agentes del gobierno, así como las placas del jeep Toyota propiedad de la CNT, que se encontraba estacionado en el garaje; y los archivos de la Central.

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