Por Melchor Benavente
La lucha contra la dictadura somocista estuvo plagada de fracasados intentos de lucha, que costaron la vida a muchos de sus participantes. El 4 de abril de 1954 se produjo un intento de ajusticiar al tirano Somoza García.
El pacto de los generales de 1950
La consolidación del general Anastasio Somoza García en el poder, fue producto de un largo y sinuoso camino que contempló, en muchos casos, las negociaciones y componendas con la oposición conservadora. Somoza utilizaba a menudo un refrán que refleja la combinación de métodos para lograr sus objetivos: “plata para los amigos, palo para los indecisos y plomo para los enemigos”.
El 3 de abril de 1950 Somoza García firmó un pacto con el general Emiliano Chamorro, para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente que redactara una nueva Constitución, previamente acordada, que sustituiría a la de 1948. Entre los acuerdos estaba la no reelección presidencial. El incumplimiento de este tipo de acuerdos generó malestar en una parte del Partido Conservador, sobre todo en su ala radical o jacobina.
Alas dentro del Partido Conservador
La oposición conservadora se había institucionalizado como parte del régimen y sus instituciones. Una parte de sus dirigentes eran comparsas del somocismo, pero otra parte minoritaria conspiraba contra Somoza. La base social de esta ala jacobina era un sector de la oligarquía, cuyos negocios habían sido arruinados por el avance del somocismo, y por sectores de una clase media pujante, producto del boom algodonero de la postguerra.
Las contradicciones dentro del Partido Conservador, entre corrientes que luchaban entre sí, oscilando entre la colaboración con el somocismo o constituir una verdadera oposición, en algunos casos terminaban pariendo nuevos grupos o corrientes. Una de ellas fue la UNIÓN NACIONAL DE ACCIÓN POPULAR (UNAP) cuyos principales dirigentes fueron jóvenes provenientes del conservatismo como Emilio Álvarez Montalván, Pedro Joaquín Chamorro, Reynaldo Antonio Téfel, Francisco Frixione, Eduardo Rivas Gasteazoro y los hermanos Córdoba Rivas, entre otros. En la UNAP participó Carlos Fonseca Amador, fundador del FSLN.
Se inicia la conspiración
La conspiración armada para derrocar a Somoza García fracasó, entre otros factores, por la amplitud de fuerzas e individuos que participaron en los detalles de la misma. Era tan amplia que el aparato de seguridad del somocismo terminó detectando a los rebeldes.
En este amplio movimiento participaron dirigentes del ala anti somocista del Partido Conservador, liberales independientes, oficiales disidentes de la Guardia Nacional, miembros de la UNAP, incluso participaron miembros de la Legión del Caribe (una organización regional que luchaba contra las dictaduras).
El vuelco del plan inicial
El plan inicial no tenía una meta concreta. Pretendían realizar ataques militares a cuarteles de la Guardia Nacional y Casa Presidencial, y después los rebeldes, no teniendo una retaguardia donde esconderse, se asilarían en algunas embajadas previamente seleccionadas.
Ante los tropiezos objetivos que se toparon los rebeldes, el plan inicial fue convirtiéndose rápidamente en una conspiración armada para asesinar al general Anastasio Somoza García. El criterio predominante que existía en esa época era que, desapareciendo el dictador Somoza, la Guardia Nacional volvería a transformarse en ejército al servicio del Estado y no de la familia Somoza.
Adolfo Báez Bone, ex oficial de la GN y ex miembro de la Legión del Caribe, fue quien más impulsó la idea de ajusticiar al dictador Somoza García. El Plan era sencillo: Somoza García viajaba cada domingo a descansar a su finca Montelimar, en las afueras de Managua, la emboscada se realizaría a la altura del kilómetro dieciocho de la carretera Sur, en zona boscosa de las Sierras de Managua.
Somoza cambió la ruta
Los planes de los rebeldes se vinieron al suelo cuando se enteraron que la caravana de Somoza García no pasaba a la hora prevista. Todavía no se sabe si fue una casualidad del destino (Somoza fue al aeropuerto a revisar el desembarque de una manada de caballos de pura raza que le había regalado el general Juan Domingo Perón) o si había sido alertado por el aparato de seguridad de la conspiración en curso.
Ante el fiasco de la operación militar, sin un mando centralizado, sin planes contingentes, y ya descubierta la conspiración por parte de la GN, los rebeldes debatieron cómo refugiarse en Costa Rica (tenían que recorrer más de 100 kilómetros para llegar a la frontera). En el proceso de repliegue fueron detenidos por un retén de la GN que inspeccionaba los vehículos, creyéndose descubiertos se produjeron los primeros disparos, cayeron los primeros muertos y el resto se refugió en los cafetales, donde fueron cercados por la GN, capturados vivos y fusilados inmediatamente en el mismo lugar.
Este movimiento armado del 4 de abril de 1954 fue la primera rebelión seria contra el somocismo, sentó las bases para otra rebelión el 11 de noviembre de 1960, con la toma de los cuarteles de Jinotepe y Diriamba, la misma zona donde fueron masacrados los rebeldes de 1954. Estas rebeliones sirvieron de fuente de inspiración, veinte años más tarde, para el surgimiento de la corriente tercerista dentro del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), la que encabezó la insurrección de masas en 1979.