Por Andrés Pavón

El primer Estado liberal surge en el siglo XVII, surge como contracorriente del absolutismo; en este contexto surge el liberalismo como consecuencia de la negación de la burguesía al absolutismo, en el marco de las contradicciones de clase surgen pensadores como John Loke, los liberales se inspiran en él.

En Inglaterra se conoce la Carta Magna, y en el siglo XVIII (1787) se conoce La Constitución de Virginia (EE.UU), años después (1789) se conoce la Constitución Francesa en el marco de una Revolución impulsada por la Burguesía (personas que vivían en los burgos); esta Revolución universaliza derechos humanos como: libertad, igualdad y fraternidad, así el liberalismo se posesiona del imaginario social y político apoyado por el positivismo que encuentra en el derecho la ciencia para desarrollar las contradicciones sociales y provocando la firma de pactos o contratos sociales que tienen su influencia en países como Grecia, Holanda y Suecia a comienzos del siglo XIX (1808); los liberales siguen sus contradicciones confrontados con los de mayor inspiración democrática, el derecho a la igualdad continua siendo fuente de contradicciones, revoluciones y otros conflictos que terminan en la firma de pactos, convenios, contratos (todos llamados Constituciones).

Centroamérica se independizó de España en 1821, de colonia pasa a ser Estado Clerical, es hasta la Constitución de 1848 que, en Honduras, aparece en el texto el concepto de República, pero a la vez manifiesta que hay que pedir permiso a la Iglesia Católica para reformar el pacto constitucional y limita la práctica de otros cultos, en 1871 se da la Revolución Liberal en Guatemala, (igual se da el primer Estado proletario, La Comuna de Paris), lo que genera la insostenibilidad del Estado Clerical en Honduras, el que se derrumba a partir de 1880.

Desde entonces tenemos Constituciones que al perder su vigencia, por golpes de Estado o conflictos sociales, se mueren pues estas constituciones son, en su mayoría, reales (papel) o sea responden a intereses de grupos de poder que se vuelven absolutos y muchas veces sanguinarios (caso Micheletti-Romeo), no son soberanas entendiendo la soberanía como la participación de todos/as los/as sectores de una sociedad, en Honduras la posibilidad de pactos sociales que surgen como resultado de la evolución de la contradicción de clase se dan hasta 1965, último pacto que le da mediana libertad al soberano.

En el año de 1982, un pacto entre militares, políticos y oligarcas en Honduras firman un pacto que da como resultado una Constitución real absoluta y esclaviza al soberano generando una involución en materia de derechos humanos jamás vista en los países del sistema interamericano: menoscaba, limita y criminaliza derechos como: Opinar, organización (es delito organizarse para proponer disminuir o aumentar los años de gobierno), la participación (queda segregado el derecho a la reelección), la evolución de las ideas (no se pueden proponer formas de gobierno diferentes). Promover estos derechos (entre algunos) caracteriza el tipo penal de Traición a la Patria, no caracteriza la patria de quien. Todo este proyecto de dominación surge como consecuencia del miedo al comunismo que recorría América.

En Honduras el Partido Liberal y el Nacional, el PINU, La Democracia Cristiana y la UD, se fundamentan en la doctrina liberal y la corriente positivista, es esta una de las razones del porque trasladan el tema de la Constituyente a supuestos/as juristas “expertos” en el tema; está claro que la lucha por la Constituyente no es revolucionaria, es una oferta en el marco de las mismas contradicciones del liberalismo como corriente que aún controla el pensamiento crítico de políticos y líderes sociales.

Pensando así el FNRP se fundamenta en la misma corriente, su desafío es inmediato y construye las bases para una Asamblea Nacional Constituyente inspirada en la doctrina liberal y el positivismo; con una característica visible, sus líderes lo impulsan a un proyecto excluyente bajo la idea equivocada que corren hacia la construcción de un Estado que pretende modificar las relaciones de producción, lo que solo es posible si hay una revolución y esta no se construye de un pestañazo o en su defecto reconocer al contrario y empezar a caminar en un proyecto a largo plazo.

Considero que debemos caminar hacia un gran pacto social que nos incluya a todos/as, a Mel y a Pepe, a Reina y a Rassel, a Juan y Andrés y así sumaremos las necesidades para la construcción de la patria con equidad social que inicie una reforma educativa de lo formal a lo no formal que nos lleve a la confrontación de grandes desafíos que ha de generar la plataforma de una infraestructura de nuevas relaciones de producción.

Tegucigalpa 05 de octubre de 2010

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