Pintura y artes plásticas

Por Leonel Obando Rosales

Pintor/Lic. Artes Visuales.

Escuela Nacional de Bellas Artes, Honduras, C.A, 2023

El arte forma parte del discurso de las sociedades, quienes lo utilizan en la medida que lo requieren, pero su comprensión e importancia es desafortunadamente muy

limitado y su función es mucho menos entendida, esto, debido a la poca información que se maneja y al poco uso práctico que le observan, tal parece que al final todo se reduce a la presunción de tener obras con fines de decoración, llenar un espacio arquitectónico, proyectar un status, o usarlo como símil de cultura y un poco más

arriba cuando se toma como inversión. Pero el arte es la manifestación cultural de una nación y como cultura, representa a la sociedad que lo crea, esa es una de las razones por las que se convierte en reflejo transversal de un grupo social.

La importancia del arte, más allá de proporcionar goce estético, enriquecimiento espiritual y satisfacción personal al recrear la realidad en sus diversas formas de expresión nos transforma y nos hace mejores seres humanos al contribuir al desarrollo cognitivo, afectivo y emocional. Además, gracias al uso del arte se estimula la imaginación, la creatividad, la expresión auténtica e individual de ser social, el arte también se constituye en registro social, que pone a las culturas y sus formas de vida en la historia, sin olvidar que también tiene el poder de moldear el pensamiento colectivo de su tiempo, contribuyendo a los cambios sociales.

Pero el artista no crea el arte solo, sino que es producto de la interacción y retroalimentación con la sociedad que lo alberga y lo utiliza, así ha contribuido al establecimiento de ideologías, se ha encargado de perpetuarlas y difundirlas para el establecimiento de conductas y cánones que la sociedad quiere imprimir en el colectivo. Por ejemplo, es imposible subestimar el rol del arte en el establecimiento de la ideología religiosa medieval y colonial.

Así que consciente o inconscientemente, el arte refleja la sociedad y sus integrantes, de esta manera es que podemos visualizar el uso de la figura femenina, como una constante en el arte nacional y que vale la pena darle una reflexión ilustrativa, para tomar lectura del papel que juega en nuestra producción estética y las motivaciones autorales de los creadores, sin criminalizarlos, sino destacando realidades objetivas encontradas en nuestra pintura, respecto a la mujer como sujeto u objeto del artista y su obra.

La aparición de la figura femenina dentro del arte universal occidental, se remonta a la prehistoria, detallar sus roles ameritaría todo un tratado, pero a grandes rasgos destacaré algunas significaciones básicas; Las "Venus"' del paleolítico representan la procreación y supervivencia de la especie y hasta la existencia matriarcados, en Egipto denotan igualdad con el hombre, por lo menos en la estructura de las clases nobles, en Grecia desde las “Koré” hasta la “Venus de Milo”, se convierten en máximas canónicas, representando cualidades como lo justo, lo bueno, la armonía entre cuerpo y alma, el orden y moderación social. En Roma, los mosaicos son los que mejor relatan los papeles desempeñados por las mujeres, esposa e hija que conllevan la fidelidad, crianza

de los hijos, obediencia y también los castigos, hay representaciones de desnudos eróticos estimulantes y hay mujeres heroínas mitológicas, también se las indica, como causantes de males y guerras, siguiendo la tradición del mito de Pandora. Por el medio donde están los mosaicos, retratan el pensamiento y aprobación de la élite. En la Edad Media se da una invisibilización de la mujer en la iconografía reinante, llegando a destacar sólo como la madre del cristo en un papel secundario, aunque hay fuentes que las ubican como posibles ilustradoras de manuscritos, por su relación con varias artesanías y artes manuales dentro del hogar, al cual están básicamente circunscritas.

En el arte moderno, comprendiendo el renacimiento, manierismos, barroco, rococo y neoclásico, a pesar de las enormes expectativas difundidas, las apariciones de la figura femenina no se dieron, como creeríamos, aparen en escenas vinculadas a temas religiosos, las esposas de alguien o la vida en las cortes y hasta en escultura algunas mujeres muestran la anatomía del hombre, el antropocentrismo y visiones al pasado clásico lo colmaron todo. Se tuvo que esperar hasta mediados del siglo XIX, con el surgimiento del romanticismo y sobre todo el realismo, para que aparecieran en los duros entornos de la vida en el campo, trabajando pobres y desoladas, al lado del hombre.

Desde sus inicios, las vanguardias nos dan una perspectiva, novedosa del mundo comparada con todos los siglos anteriores, su figuración, técnicas y temas rompe con lo establecido, al captar la cotidianidad de la sociedad, haciendo instantáneas de las actividades en la vida común, donde podemos ver con mayor soltura y en varias de sus dimensiones a las mujeres en sus roles, ya no son de la realeza, es la mujer que comparte la vida marginal y cuasi rechazada de los artistas, que atrevidos retaron las normas sociales establecidas, podemos apreciar con mucho entusiasmo a las mujeres pintoras, como la exquisita impresionista: Berthe Morisot, mucho más visualizada que sus antecesoras: Sofonisba Anguissola (1532-1625 Artemisia Gentileschi (1593-1653) Judith Leyster (1609-1660) Élisabeth Vigée Le Brun (1755-1842) Rosa Bonheur (1822-1899) Mary Cassatt (1844-1926) Hilma af Klint (1862-1944) entre otras, que debemos conocer y estudiar con más detalle.

En el siglo XX el arte padece los estragos de las dos guerras mundiales, pero tras ellas los convenios de los derechos humanos, servirán de base a las exigencias de los derechos civiles, que incluyen los movimientos sufragistas de las mujeres, incluyendo en su empoderamiento para reclamar espacios en otras actividades de la vida en sociedad. En el ambiente de la modernidad la prostitución cobra un papel más visible, aunque ya se venía explotando desde siglos atrás, y muchos artistas se inspiraron y utilizaron esas mujeres para crear sus obras, así fueron tema: Les demoiselles d'Avignon de Picasso, Olympia de Manet, Rolla de Henry Gerveux, entre otras, figuraron también las cortesanas, ponderadas por su clase, como Apollonie Sabatier, una proxeneta connotada, asidua de varios artistas como Delacroix, Flaubert o Baudelaire. Aunque dada sus propias condiciones los artistas solían preferir la prostituta, que elegía su trabajo, considerada de alguna forma, artistas pobres de cabarets, como las realidades que nos mostró un Toulouse-Lautrec.

En el contexto de la revolución industrial, surge el avance de la fotografía y el cine, donde las mujeres se destacarán y obtendrán cierta independencia, así surgen Joan Mitchell, quien integra el grupo de pintoras americanas de su época (1925-1992) logrando reconocimiento crítico público. Su figura trasciende hasta la generación del expresionismo abstracto. Algunas asumen como estrategia un silencio, pero sin dejar de trabajar en sus propias propuestas, más adelante caerán, al igual que los artistas varones en las garras del arte burgués del objeto, lo efímero, lo conceptual y demás degradaciones del llamado “arte contemporáneo”, capaz de vender mierda en lata, para comenzar a autorretratarse.

La iconografía del arte, muestra que la figura de la mujer no ha transitado por un camino de rosas, acercándonos a nuestro patio, observamos en las tendencias figurativas y simbólicas, provenientes del arte precolombino, están reforzadas por el sincretismo colonial, que después del aletargamiento religioso, continúa con el academicismo europeo, y se libera en un manierismo contemporáneo pasando por el muralismo mexicano y perdura en los expresionistas y manieristas como Guayasamín, Botero y los miles de artistas de pintura de caballete de hoy día. Es significativo que en esos estadios perdura el grafismo de la figura femenina, que históricamente van desde Ixcell, la virgen de Guadalupe, las demás versiones locales, madonas, hasta las estilizaciones, parten de la aceptación y manipulación social de las formas femeninas que permiten a los artistas desbordar con sus versiones, para llegar más fácil al éxito de venta.

En el arte occidental la utilización de la figura femenina es muy bien estudiada y configurada críticamente por la autora Patricia Mayayo en su obra "Histona de mujeres, historia del arte” quien refiere los roles que son asignados a la mujer y su contexto histórico, así apunta que el arte le adjudica y pondera papeles virtuosos (virgen, madre, amante esposa, entre otros) pero también deplora otros (puta, bruja, mujer fatal, entre otras.) promoviendo una feminidad ideal y otra desviada, según la perspectiva patriarcal burguesa, que predomina hasta nuestros días.

Continua la autora: "Las mujeres y la creación artística en la cultura occidental mantienen una relación anecdótica en la que ellas son hipervisibilizadas como objeto de la representación y al mismo tiempo invisibilizadas como sujeto creador" (Mayayo, 2003. 21). Cabe destacar que la escritora no se desborda en el sexo del artista, como debe ser, más bien en su momento le cuestiona a las artistas, por asumir en sus obras el mismo discurso masculino y por evadir la perspectiva femenina que le corresponde dentro de sus creaciones.

Pero el artista actual no es ingenuo, pinta lo que se vende, así usa la imagen de la mujer, indagando su biografía, encontramos que, aunque todo el contexto familiar, desde su infancia estuvo rodeado y fue creado por mujeres, éstas no forman parte de su obra, son como visiones anecdóticas, reminiscencias sentimentales que ocupan un rincón casi olvidado en su pasado.

La figura femenina aparece representada fuera de su contexto cultural, por el contrario, sus rasgos están estereotipados, así como sus actividades, posiciones y vestuarios, son seres despersonalizados, ambientadas en atmosferas refinadas o fantásticas. Lejos están de denotar una imagen idealizada obtenida de su realidad formal racial o étnica.

Las figuras parecen estar confeccionadas con cánones occidentales idealizados y clichés, como ocurre en la publicidad, listas para encajar en todos los esquemas mentales alienados por lo mediático.

Recurrentemente y en abundancia desmedida, son ataviadas de flores, frutos y demás elementos de la flora y fauna local o elementos barrocos, en una constante yuxtaposición o sobreimposiciones de imágenes, muchas veces forzadas y ausentes de ritmo estético. No es difícil ver que los recursos gráficos referenciales, son procedentes del reusado mundo del internet, que llegan a transgredir su obra en demasía.

Lejos quedaron aquellas formas regordetas y toscas, que se confunden con la representación naturalista y una extraviada imitación del naturalismo indígena o de algún intento de estilización catracha, que a pesar de todo es lo más cercano que hemos estado de esa mujer rural y su cotidianidad, tan presentes en autores como: López Rodezno, Zelaya Sierra, Moisés Becerra, Dante Lazzaroni.

Mas adelante podemos encontrar representaciones estilizadas, más refinadas, con influencia de las vanguardias en: Arturo Luna, Mario Castillo, Max Euceda, Gelasio Jimenes, Benigno Gómez, Gregorio Sabillón, Julio Vizquerra, Armijo Maltez, Rony Castillo, JR Laínez, Luis H. Padilla, Cesar Rendon, Dino Fanconi y el magnífico Álvaro Canales.

Lo que todo pintor maneja es que mientras pinte ese tipo de féminas, tiene asegurada una venta, es como la casa en el paisajito, un objeto sustituyó a otro en una franca des carnación de la mujer, sin ningún remordimiento o empatía con la mujer humana, sujeto con conciencia existencial. Pero en su descargo cabe aclarar que el pintor no lo hace por afectar a la mujer o menospreciarla, sino que también está impulsado por las circunstancias. Vivimos en una sociedad de poca educación artística, de tal forma que aventurarse a realizar propuestas artísticas demasiado personales o muy atrevidas, pues tendrían muy poca perspectiva de éxito y venta, el artista no vive de sus sueños o aspiraciones de ser arte puro, sin máculas.

Curioso y digno de un estudio es la manifestación plástica de la mujer artista, quien también se aleja de la visualización de la mujer como su par y digna de ser exaltada, por lo general sus propuestas se diluyen en lo superfluo y también en una auto minimización que se somete a las reglas del mercado, predominando estos fines, dejando de lado los enormes retos que enfrentan como género y como autoras. Sus creaciones no incluyen representaciones reales de los roles de la mujer en la sociedad, se desconectan de sus contextos sociales, tampoco hay reflejo estético de su feminidad como aspiración de belleza.

Pero nuestros artistas y pintores, propiamente, no traspasan desmedidamente ciertas barreras intimas de la mujer sujeto, como si se hizo la cultura eurocéntrica, donde la explotación, uso y reúso de la mujer fue desde la musa, modelo, concubina y objeto lascivo de la masculinidad, el arte se llenó de desnudos femeninos sin otro propósito más que el delite. En nuestro contexto social de creencias hipócritas y timoratas, no se permitió ente abordaje, porque como lo apunte antes, nunca ha sido una intención la degradación de la mujer, la representación femenina en nuestro entorno se centra más en los rostros que en el desnudo, ya que la monetización priva.

En general se pude observar cierto rechazo a la imagen de la mujer en su pobreza, su trabajo y ver belleza en lo marginal y esto no ocurre puntualmente en los campos del arte, sino en toda la sociedad, donde nadie admite ser quien es, ni se esfuerza por ser diferente, prefiere la enajenación y proyectarse en otros, en una comprometida desculturización.

Cambiar estas realidades debe ser una meta transversal en nuestra estructura social, pero, serán las mujeres las que deberán jugar un papel trascendente en la producción artística y estética femenina, pues la masculinidad ya discursó demasiado tiempo con autoridad y poder, deberemos volver la marida a las perspectivas femeninas sobre arte y sociedad escritas y sostenidas desde los años setenta y sus recomendaciones. Que sostienen entre otros argumentos valiosos, que el lienzo deberá ser el campo de batalla donde se conquistará la liberación femenina en el arte y el auto-retrato su medio de búsqueda para encontrarse con su realidad, su naturaleza y su sociedad, sin la óptica y conducción masculina, de la que debe desprenderse.

Para lograr un verdadero cambio, la mujer debe, accionar y replantear su visión del arte: “El arte es una plasmación figurada, un retratar, una reconsideración con vistas a plantear y solventar conflictos de realidad y concepto, una resolución a nivel literal y metafórico del mundo, y por ello una actividadfundamental del ser humano. Como en el caso de los hombres, las mujeres artistas manifiestan un inconformismo con el mundo que las rodea, o al menos un distanciamiento, propiciado precisamente por su capacidad para imaginarlo de modo diferente. ” (Amparo Serrano de Haro, Imágenes de lo femenino en el arte: atisbos y atavismos.).

Mejorar las percepciones y realidades dentro del mundo del arte, respecto a la mujer, es una tarea pendiente y que nos corresponde a todos, cada uno deberá asumir su papel desde su trinchera, autores, funcionarios, galeristas, escribidores, vendedores, intermediarios, educadores, compradores y la sociedad en general. Todo se detonará desde esa auto visión femenina frente a su espejo, desde allí deberán encontrar su discurso, su nueva simbología para definir su identidad y cambiar lo establecido en la tradición representativa histórica, ese cambio de paradigmas, como todo en la vida, tiene que encontrarlas trabajando, no absortas por una ideología de género o entregadas a la enajenación de la facilidad contemporánea, burguesa y patriarcal, los enfoques críticos deben ser más objetivos y basarse en argumentos de las obras en cuestión y no en el sexo de quien escribe y señala

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