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Por Maximiliano Fuentes

El día  miércoles 2 de diciembre del año 2009 pasará a los anales de la historia como el día de la ignominia, ese día se discutió en el Congreso Nacional de Honduras el Acuerdo de Guaymuras, pactado por el depuesto Presidente Manuel Zelaya Rosales y el gobierno golpista de Roberto Mucheletti Bain.

Tal como se vislumbraba en el panorama político, la pretendida restitución fue una de las tantas trampas tejidas por la oligarquía, la burguesía nacional bajo el beneplácito del imperialismo norteamericano. Todo lo anterior tenia  la iniciativa de ganar todo el tiempo posible para imponer las elecciones que legitimarían al nuevo gobierno.

Los errores de Zelaya y de la izquierda hondureña

Uno de los enormes errores del Frente Nacional de Resistencia, y en esto hemos insistido, fue plegarse al Melismo. Eso impidió que los sectores populares se distanciaran de las corrientes del nacionalismo burgués de Zelaya. De igual forma, que  impusieran sus políticas partiendo de las necesidades más sentidas, desde las democráticas hasta las de carácter económico. Por cierto, la razón anterior determino en gran medida, que sectores de la población hondureña que repudiaban el golpe de Estado no se sumaran a la lucha, dado que tampoco simpatizaba con la política populista de Zelaya.

Por otro lado, los zelayistas estaban al frente de la coordinación del frente, hecho que condiciono los métodos de lucha. Por todo ello, no se concretizo el paro general, los piquetes de huelga, las expropiaciones de las empresas golpistas, pero sobre todo, nunca llamaron a constituir comités de autodefensa, aun cuando el ejército y la policía de los golpistas cercenaba y acribillaba a millares de manifestantes. A pesar de la encrudecida represión, los zelayistas siempre llamaron a manifestarse de forma pacífica, ya que la intención era acelerar los acuerdos y no el derrocamiento a través de la insurrección popular del gobierno ilegitimo de Micheletti.

Es lícito señalar, que para nosotros y los intereses del pueblo, el verdadero  sentido de la lucha era el derrocamiento de Micheletti para desde allí impulsar la transformación de Honduras, no para instalar a Zelaya a través de las instituciones de la burguesía y oligarquía golpista. No obstante, los dirigentes populares, plegados como fieles seguidores del liberalismo, no entendieron lo anterior y se dejaron llevar de la mano del depuesto Presidente, llevándolos con todo un movimiento social, por cierto sin precedentes en nuestra historia social y política, al precipicio.

La enorme ingenuidad de Zelaya y su poca astucia política lo llevo a creer en las promesas del Departamento de Estado, quienes lo mantuvieron como un fiel discípulo, esto mas, como alguien quien confiaba en las promesas del gobierno de Obama obedeciendo hasta los llamados de atención de Hillary Clinton. Por su enorme credibilidad en la política de la burguesía imperialista, hoy por hoy, Zelaya esta condenado a mantenerse en el exilio político.

Las reacciones de las masas

Tras la firma del acuerdo de Guaymuras, cientos de hondureños salieron a las calles a celebrar la restitución del depuesto Presidente, por cierto derrocado por un golpe militar el pasado 28 de junio. Sin embargo, esta alegría duraría tan solo unas horas, dado que en los hechos la pretendida restitución nunca fue una realidad concreta.  Lo que no entendieron, es que todo respondía a una estrategia diseñada por el Departamento de Estado y la burguesía nacional, que por cierto querían ganar todo el tiempo posible para imponer el proceso electoral, eso por un lado, pero también desmovilizar a la izquierda y canalizar la lucha a través del tramposo y reaccionario acuerdo de San José.

Después del fallo del Congreso Nacional y de la celebración de los comicios electorales todo pareciera que está consumado: los golpistas se fortalecieron e impusieron a su candidato en un proceso fraudulento y anti democrático.

No obstante, el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) exhorta a todas las organizaciones populares, gremios magisteriales y otros organismos políticos del los trabajadores para que realicemos un riguroso balance que nos permita apuntar todos los errores cometidos y de esa forma saldar -en otra oportunidad- la deuda con el pueblo hondureño.

También exhortamos para que recojamos lo mejor de esta lucha, rescatemos las organizaciones que se dieron de manera espontánea en los barrios y las colonias para emprender la lucha por la refundación de Honduras, de igual forma para prepararnos para el ataque a nuestras conquistas del gobierno constituido de forma fraudulenta, es decir, el gobierno de Porfirio Lobo. No olvidemos, que por fuerte que parezca, el nuevo gobierno tendrá que reconstruir el estado  a partir de trancazos y paquetazos económicos. El enorme déficit fiscal, el consumo de las divisas internacionales y las pérdidas ocasionadas por la crisis política serán cobrados a los trabajadores a través de medidas económicas que atentan contra las conquistas sociales, por lo que desde hoy podemos afirmar, que el nuevo gobierno será un gran enemigo de los intereses de los trabajadores.

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