Historia


El presente artículo es un resumen de fragmentos, muy apretados, del Libro “octubre de 1934 y sus lecciones”, del escritor Antonio Liz. La version completa saldrá proximamente como un nuevo Cuaderno de El Socialista Centroamericano.

La dimisión de Primo de Rivera el 28 de enero de 1930 dejaba a la monarquía presidida por Alfonso XIII herida de muerte. Rápidamente los republicanos de todas las tendencias llegaron a un acuerdo a través del Pacto de San Sebastián, el 17 de agosto, con la intención de traer la República, conservadora para unos y democrática para otros.

Republicanos y socialistas fueron coaligados a las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Lejos de esto, en las elecciones municipales triunfaron las candidaturas republicanas y socialistas en todas las grandes ciudades y en cuarenta y una de las cincuenta capitales de provincia. A pesar de que en el campo ganaron las candidaturas monárquicas gracias al aparato caciquil, fue un hecho asumible hasta por el propio Alfonso XIII que la Monarquía había perdido realmente las elecciones. Así, el rey partió para el exilio y el 14 de abril de 1931 se proclamaba la II República y el Comité Revolucionario se convirtió en el Gobierno Provisional presidido por Alcalá Zamora y en el que había tres socialistas: Largo Caballero, Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos.

Se fue rápidamente a elecciones a Cortes constituyentes el 28 de junio de 1931.(…)  Alcalá Zamora será sustituido en la presidencia del gobierno por Manuel Azaña. Aprobada la Constitución el 9 de diciembre de 1931, el día 10 las Cortes, con mayoría republicano-socialista, eligen a Niceto Alcalá Zamora como presidente de la República y Manuel Azaña sigue a presidir el gobierno republicano-socialista.

Corrientes del movimiento obrero

Las dos grandes fracciones del movimiento obrero, la socialista y la anarcosindicalista, tenían proyectos divergentes. Los socialistas se presentaban a las elecciones en solitario y con un discurso de Largo Caballero girando a la izquierda después de su experiencia en el gobierno, donde sacó la conclusión de que el gradualismo reformista no lo permitía la burguesía. Por su parte, los anarcosindicalistas diseñaron la táctica de la abstención activa a través de la consigna “frente a las urnas, la revolución social”. Los comunistas eran minoritarios y, además, estaban divididos por influencia directa de lo que ocurría en el movimiento comunista a nivel internacional. El republicanismo de izquierda de Manuel Azaña era poca cosa sin la cobertura de masas del PSOE/UGT, tanto fue así que Azaña saldrá elegido “gracias a los socialistas de Bilbao que, sacrificando a un correligionario, lo llevaron al Parlamento”. Por el contrario, el republicanismo de derechas sí tenía un partido con influencia de masas, el Partido Republicano Radical de Lerroux.

La derecha retoma la ofensiva

Las elecciones legislativas se convocaron para el 19 de noviembre de 1933. Esta vez la derecha pura y dura, claramente antirrepublicana, se presentaba aglutinada en la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) con un discurso protofascista.

  (…) El 19 de noviembre de 1933 votaron 8.711.136 de personas, el 67, 46% del censo electoral7. Era la primera vez que la mujer votaba y además tenía más peso en el censo que los hombres, pero esto no varió la tendencia general del voto, que lo marcó la coyuntura. El 3 de noviembre se celebró la segunda vuelta en aquellas circunscripciones en que ninguna candidatura había alcanzado el mínimo del 40 por 100 del total de votos emitidos, tal y como exigía la ley electoral. Al final del escrutinio, la CEDA consiguió 115 diputados, 102 el PRR, 58 el PSOE y 1 el PCE. Los nacionalismos periféricos democráticos estaban representados por ERC, 19 diputados, en el caso catalán; por el PNV, en el caso vasco, con 12 escaños, y por la ORGA, en el caso gallego, que representaba más al republicanismo que al galleguismo, con 6 diputados. La cámara tenía un total de 470 escaños. La ley electoral premiaba a las coaliciones y penalizaba a los partidos que se presentaban en solitario. La burguesía había recuperado el poder político

Fracasa la Insurrección anarquista de diciembre de 1933

(…) Ante la nueva coyuntura política que se abrió en noviembre de 1933 con la victoria electoral de un partido antirrepublicano, la CEDA, y de un partido republicano de derechas, el PRR, el movimiento obrero va a accionar por separado. Las dos grandes fracciones, la anarcosindicalista y la socialista, llamarán a su insurrección. (…) El epicentro de la insurrección estuvo en Aragón. En Zaragoza capital se luchó por las calles, se descarriló un tren proveniente de Barcelona. En poblaciones de Huesca, como fue el caso de Barbastro, se tomó el poder local y se proclamó el comunismo libertario. Pero fuera de Aragón sólo hubo escaramuzas ya que la insurrección no había sido asumida en la práctica por todas las regionales de la CNT, que dijeron sí a la Regional aragonesa sin íntima convicción. (…) El movimiento libertario se había vuelto a desangrar sin perspectiva alguna de victoria.

Auge revolucionario de los trabajadores

(…) Las movilizaciones del movimiento obrero continuaban, destaca la huelga general convocada por la CNT en Zaragoza el 4 de abril de 1934, que se prolongó hasta el 9 de mayo, y a la que también se sumó la UGT. Fue una huelga que empezó en protesta por los malos tratos propiciados a presos obreros y en la que participaron los diversos sectores.

(…) El 5 de junio empieza una huelga general campesina en Andalucía, Extremadura y Castilla la Nueva dirigida por la FETT, el sindicato socialista del campo. La cosecha de trigo se había declarado por decreto “servicio público nacional”. (…) Así, la huelga general en el campo fue derrotada, la FETT desmantelada temporalmente, hubo unos 10.000 detenidos, alrededor de 13 muertos y todo ello imposibilitará a los trabajadores campesinos participar en la insurrección de octubre.

La CEDA entra al gobierno

Alejandro Lerroux y Ricardo Samper, ambos del PRR, habían presidido gobiernos de republicanos de derechas con el apoyo de la CEDA pero sin su participación. Pero ahora Gil Robles ya presionaba para que la CEDA entrase en el gobierno. (…) Gil Robles dio una vuelta de tuerca y forzó la entrada de la CEDA en el gobierno el 4 de octubre, con tres ministros, aunque sin la participación del propio Gil Robles. La izquierda entendió que esto suponía el intento de traer el fascismo de manera institucional como había ocurrido ya en la Alemania de la República de Weimar y tocó a rebato porque suponía la “primera victoria oficial del fascismo. Aceptar esto, sin resistencia, sin lucha, sería tanto como prepararse la derrota, el aplastamiento, la tumba”.

La clase trabajadora cierra filas

(…) la UGT y la CNT asturianas llegan a acuerdos muy concretos que plasman en el Pacto de Alianza Revolucionaria del 28 de marzo. (…) La unidad de acción entre la CNT y la UGT/PSOE de Asturias posibilitó que las otras fracciones del movimiento obrero se sumaran al Pacto de Alianza Revolucionaria. El BOC y la ICE lo hicieron de inmediato, el PCE, que había afirmado que “la Alianza Obrera es el nervio vivo de la contrarrevolución.

La insurrección de octubre de 1934

Si el día 4 de octubre de 1934 ya estaba formado el gobierno con tres ministros de la CEDA, el 5 de octubre, por orden del Comité Revolucionario socialista, ya estaba en marcha la huelga general y el paro era total en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Oviedo y Bilbao, entre otras. El 5 de octubre Madrid amaneció en huelga general, movilización que será una de las más prolongadas en la capital del Estado, hasta el día 12. La clase trabajadora estaba tan decidida a que la CEDA no entrase en el gobierno que “el 4 de octubre (en Madrid) no hubo necesidad de llamar a la huelga general, la gente la hizo espontáneamente. Así, en Madrid por la falta de distribución de armas a la clase obrera hubo muchas “milicias desarmadas”.

El gobierno republicano-cedista intentó que los trabajadores de la administración estatal y municipal no fueran a la huelga. (…) La derecha también movilizó a sus juventudes para hacer de esquiroles, fue el caso de las juventudes de Acción Popular, el núcleo de la CEDA, las JAP, y también a los señoritos y a los lumpen de Falange Española de las JONS (…) a realidad fue que la clase trabajadora no contó con programa, coordinación y armas por lo que los brotes insurreccionales en Madrid fueron en gran parte producto de las juventudes socialistas. (…) El día 8 ya empezaron a ser detenidos miembros del Comité Revolucionario Nacional y dirigentes de las organizaciones obreras. Largo Caballero terminó yéndose a instalar en su propia casa, allí le detendrán el día 14.

La Comuna asturiana

Asturias será el epicentro. El primer Comité Revolucionario Provincial es el Comité Ejecutivo Regional de la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias, compuesto por seis militantes del PSOE/UGT, tres de la CNT y uno del BOC, que también representa a la ICE.

(…) A las diez de la noche del día 4 de octubre de 1934 se decide desencadenar la insurrección obrera para el 5, (…) a la una de la madrugada del día 5 ya empiezan los disparos en Mieres, aunque la insurrección no se generalizará hasta las 05.00 horas. Se organizan las Milicias Obreras con dinamita de la cuenca minera, escopetas de caza, fusiles que se habían ido sacando de las fábricas de armas y municiones de fardos del barco Turquesa, que había conseguido desembarcar parte del material que traía en sus bodegas. Un armamento primario y escaso, muy inferior en cantidad y calidad al que cuentan las tropas del gobierno.

El día 5 la lucha se generaliza por toda la cuenca minera asturiana y se extiende a León y Palencia.

(…) La lucha llevó a que el movimiento obrero creara comités y milicias, lo que en la práctica suponía el embrión de un Estado socialista. El gobierno central que se dará la clase trabajadora asturiana, a través de los acuerdos de sus fracciones políticas, será el Comité Revolucionario Provincial.

(…) Nada estuvo parado, se aprovisionaba, se transportaba, se atendía a los heridos sin discriminaciones, se producía, se cuidaban las minas, se mantenían los hornos en funcionamiento, se cuidaba la retaguardia. Toda una estructura de un poder obrero embrionario en marcha.

(…) El número efectivo de milicianos armados rondarían los 15.000, suficientes para derrotar a las fuerzas del gobierno republicano en Asturias, cuyo número de efectivos andarían por los 2.700.

La contraofensiva gubernamental

(…) el domingo 7 puede desembarcar en el puerto de Gijón 600 soldados del 29 Regimiento de Infantería de Ferrol. El día 9 desembarcan fuerzas del Tercio, de los Regulares y Artillería. El Musel, puerto de Gijón, queda convertido en cabeza de playa de las tropas gubernamentales. Mientras, las tropas revolucionarias no reciben ninguna ayuda exterior ya que la revolución ha quedado aislada. Así, las tropas gubernamentales pueden lanzarse en masa contra las fuerzas proletarias que resisten en la barriada de El Llano. Las fuerzas obreras sólo le pueden oponer pistolas y sesenta fusiles con pocas municiones a las fuerzas gubernamentales.

(…) Las fuerzas obreras, que están escasas de municiones, problema general permanente que tuvieron siempre todas las tropas proletarias, van a retirarse. (…) Pero ya el gobierno puede enviar más fuerzas a Asturias. Así, van a ir llegando tropas del gobierno, tantas que el día 20 estarán cifradas en más de 20.000 efectivos.

(…) se reúne el Comité Revolucionario Provincial y los representantes de los comités locales. Se convoca asamblea y desde el balcón del ayuntamiento, Belarmino Tomás, en nombre y en compañía de los miembros del Comité Revolucionario Provincial, expone su entrevista con el general López Ochoa y defiende deponer las armas dado que la relación de fuerzas es desfavorable para los trabajadores, (..) La asamblea está cargada de tensión, no se quiere la rendición. (…) Ante la evidencia del aislamiento y de la falta de municiones la asamblea de trabajadores armados va asumiendo la necesidad del pacto.

El acuerdo tomado se comunica por toda la geografía revolucionaria, después el Comité Revolucionario de Asturias publica su último manifiesto: "El día cinco del mes en curso comenzó la insurrección gloriosa contra la burguesía, y después de probada la capacidad revolucionaria de las masas obreras para los objetivos de gobierno (...), estimamos necesaria una tregua en la lucha. Por ello, reunidos todos los comités revolucionarios con el provincial se acordó la vuelta a la normalidad, encareciéndoos a todos os reintegréis, de forma ordenada, consciente y serena, al trabajo. Esta retirada nuestra, camaradas, la consideramos honrosa por inevitable. La diferencia de medios de lucha (...) nos llevó por ética revolucionaria a adoptar esta actitud extrema. Es un alto en el camino, un paréntesis, un descanso reparador después de tanto surmenaje. Nosotros, camaradas, os recordamos esta frase histórica: «Al proletariado se le puede derrotar, pero jamás vencer». ¡Todos al trabajo y a continuar luchando por el triunfo! (18-10-1934)"

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