Venezuela en la Encrucijada: “Si te corres te tiro, y si te paras te mato”
Lo que ocurra en Venezuela en los próximos meses tendrá profundas repercusiones en América Latina, un continente que oscila permanente entre dictaduras militares y gobiernos derechistas y revoluciones democráticas que son asfixiadas por gobiernos de “izquierda”.
Con el carisma de Hugo Chávez, una capa de oficiales nacionalistas, de origen plebeyo, lograron ascender al poder y convertirse en una poderosa fuerzas de masas. En esta primera fase, el chavismo cometió el error estratégico de no fomentar su propia industrialización y autosuficiencia alimentaria, y prefirió mantener negocios con sectores de la burguesía latinoamericana, bajo la careta del proyecto “bolivariano” del ALBA. Mientras el chavismo vendía petróleo al crédito y a precios bajos, muchos gobiernos se mantuvieron como aliados, pero cuando comenzó la crisis cambiaron de bando.
En 2013, con la prematura muerte de Chávez, y bajo el gobierno de Nicolas Maduro, se inició un periodo de crisis y declive. Varios factores objetivos contribuyeron a esta caída: el desplome de los precios del petróleo, el principal ingreso de divisas, y el recrudecimiento de las sanciones y bloqueo financiero de Estados Unidos y sus aliados, que aceleró la quiebra de la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Esta fue una estrategia macabra: al disminuir los ingresos de la principal fuente de divisas, era obvio que el pueblo venezolano aguantaría hambre y calamidades, lo que se traduciría directamente en descontento popular y estallidos sociales contra el chavismo.
El gobierno de Nicolas Maduro intentó revitalizar la economía, haciendo enormes concesiones a los empresarios, aplicando ajustes neoliberales, que agravaron aún más el hambre y la miseria. Por un lado, tenemos la agresión real del imperialismo norteamericano y sus aliados y, por el otro, a nivel interno, las políticas neoliberales aplicadas por Maduro, que ha traído una represión sistemática contra las dirigencias sindicales y sectores populares que no quieren pagar los platos rotos. “Tras cuernos, palos”, como dice el sabio refrán popular.
Para sostenerse en el poder, y defender la riqueza petrolera, no hay duda que el chavismo ha asumido, en determinadas coyunturas, rasgos dictatoriales. Bajo estas terribles condiciones de crisis económica y agresión imperialista, el gobierno de Maduro ha intentado mantener el juego político de la democracia burguesa.
El chantaje imperialista es brutal: para detener las sanciones y el bloqueo financiero, exigen al chavismo convocar a “elecciones libres”, bajo “vigilancia internacional”. Es una trampa estratégica, bien diseñada: si el chavismo impulsa una mínima apertura democrática corre el alto riesgo de perder el poder, pero si no lo hace, también puede perder el poder, producto de un estallido social. El cerco imperialista sobre el chavismo se cierra cada vez más.
Las cuestionadas elecciones del pasado 28 de julio, son solo un episodio de la situación descrita anteriormente, en la lucha subterránea para controlar el petróleo y las riquezas naturales de Venezuela. Muchos creen que Estados Unidos busca derrocar al gobierno de Maduro. En realidad, lo que quiere es arrodillar al chavismo para obligarlo a negociar con la oposición burguesa, un gobierno de transición.
Maduro es apoyado incondicionalmente – por el momento--, por la alta cúpula militar de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), la única fuerza que puede mantener el orden en Venezuela.
La contradicción maniquea “dictadura versus democracia” oculta que, el hecho central en esta pelea política, no es la democracia la que está en juego, sino quien maneja los cuantiosos recursos petroleros de Venezuela. A Estados Unidos nunca le ha interesado la democracia, sino la defensa de sus intereses. Recordemos como fomentó y apoyó por décadas las dictaduras militares en América Latina.
Tampoco podemos avalar la dictadura de Maduro, la salvaje represión contra los sindicalistas y contra la gente que protesta en las calles. Venezuela está nuevamente en la encrucijada y bajo fuego cruzado: las presiones imperialistas, la ofensiva de la oposición burguesa y la incapacidad del gobierno de Maduro de satisfacer las necesidades del pueblo y de garantizar las libertades democráticas.
Por el momento no hay alternativa revolucionaria que suplante al chavismo. Si este no logra reconectarse y reconciliarse con la base social que lo llevó al poder, existe el peligro real que el cerco imperialista se cierre aún más, pudiendo provocar una derrota histórica.