ESCA

¿Qué viene después del triunfo electoral de la izquierda reformista en Francia?

Tanto en América Latina como en Europa, observamos un constante bamboleo de los resultados electorales, en unas ocasiones los partidos derechistas logran canalizar el descontento popular, en otras ocasiones los partidos nacionalistas burgueses o pequeños burgueses, así como la izquierda reformista, logra recapturar las simpatías populares.

Estos constantes giros desgarradores, hacia la derecha o hacia la izquierda, demuestran que la democracia, sofisticado mecanismo de dominación de los capitalistas sobre las masas, sufre una profunda crisis en todos los continentes. Esta crisis de la democracia la reconocen hasta el decrepito presidente Joe Biden y el propio Papa Francisco.

En septiembre del 2023, Biden muy preocupado dijo “(…) Algo peligroso está ocurriendo en Estados Unidos. Hay un movimiento extremista que no comparte las creencias básicas de nuestra democracia. El movimiento MAGA (que encabeza Donald Trump). Las democracias pueden morir cuando la gente está en silencio”. La crisis de la democracia en Estados Unidos es brutal. Lo que Biden llama silencio es  la aceptación del Trumpismo, como un nuevo régimen político en que el presidente tenga poderes de monarca o emperador

Recientemente, el papa Francisco, el más alto representante de la Iglesia Católica, ha declarado que la “democracia está enferma”. Utilizando las parábolas, dijo que “(…) La dificultad de las democracias de hacerse cargo de la complejidad del tiempo presente -pensamos en las problemáticas vinculadas a la falta de trabajo o al poder del paradigma tecnocrático- parece a menudo ceder paso a la fascinación del populismo”.

Efectivamente, las masas trabajadoras y la clase media, en todos los países, están desesperadas por la crisis económica del capitalismo, que cada día le trae más sufrimientos en la vida cotidiana. Por eso ya no creen en los partidos tradicionales, y se inclinan, desesperadas, a la “fascinación del populismo” de Javier Milei en Argentina, del Trumpismo en Estados Unidos, o de los partidos de extrema derecha en España, Francia y el resto de Europa.

El vertiginoso crecimiento de la extrema derecha en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo,-- obtuvo 178 diputados ( uno de cada cuatro)--, fue un síntoma alarmante de la crisis del capitalismo y de la desesperación de las masas: Aunque no lograron la mayoría en el Parlamento Europeo, crecieron muchísimo. Las consecuencias se hicieron sentir inmediatamente en Francia e Inglaterra.

El presidente francés, Manuel Macron, hizo una maniobra política: disolver al parlamento y convocar a nuevas elecciones legislativas. La maniobra consistía en asustar a las masas, con un posible triunfo de la ultraderecha, para que le terminaran apoyando como el mal menor.

El ultraderechista partido Reagrupamiento Nacional (RN), que encabeza Marine Le Pen obtuvo el primer lugar con el 33%, en segundo lugar, los partidos de izquierda con un 28%, en tercer lugar, el partido de Macron (Emsemble) y en último lugar la derecha tradicional con un 10,2%.

El terror que produjo una posible victoria de RN en la segunda vuelta, provocó una serie de alianzas entre los partidos de izquierda reformista con las agrupaciones que apoyaban a Macron, y se conformó el llamado Nuevo Frente Popular (NFP).

En cierta medida, la maniobra política de Macron funcionó porque el temor a un gobierno de ultra derecha, obligó  a los reformistas de izquierda a aliarse con los residuos del macronismo y contener momentáneamente a Marine Le Pen

Las masas francesas han cerrado filas. No quieren un gobierno de ultraderecha, pero tampoco apoyaron la revitalización del macronismo. El resultado ha sido un triunfo contradictorio y relativo del NFP, una improvisa alianza de izquierda reformista muy heterogénea, entre los que participa en Partido Socialista Frances (PSF), que ya ha sido gobierno en varias oportunidades y que no ha resuelto los principales problemas.

Se frenó a la ultraderecha, es una importante victoria política, pero la maniobra de Macron sigue dando frutos. El parlamento francés quedó dividido en tres grandes segmentos: 182 diputados por el NFP, 168 por la alianza Juntos por la república, que incluye a la derecha tradicional y los macronistas, y 143 diputados por la RN de Marine Le Pen. Nadie tiene la mayoría. Para conformar un nuevo gobierno, obligatoriamente debe haber una coalición o, como dicen en Francia, un gobierno de “cohabitación”.

Esta fue la trampa, el objetivo central, de la maniobra de Macron. Siempre con el argumento de frenar a la ultraderecha, Macron promueve un gobierno de coalición entre el decadente macronismo y el NFP. Esto último seria mortal, una puñalada por la espalda a los millones que votaron por frenar a la ultra derecha.

La izquierda revolucionaria dentro del NFP debe continuar la lucha en las calles, y negar apoyo político a cualquier gobierno de cohabitación en Francia.

Hemeroteca

Archivo