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Desafíos y contradicciones del triunfo electoral de Petro-Márquez en Colombia

El triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez durante la segunda vuelta electoral el Colombia, es un verdadero acontecimiento histórico. Refleja, en primer lugar, la derrota del Uribismo, la corriente de ultraderecha que lidera el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010). El Uribismo surgió como una alternativa de ultraderecha ante el derrumbe del sistema bipartidista tradicional, basado en el Partido Liberal y el Partido Conservador.

Bajo el Uribismo se implementó el “Plan Colombia” con el objetivo supuesto de contener al narcotráfico, pero en realidad perseguía destruir a la guerrilla de las FARC y al final lo logró. Estados Unidos invirtió más de 10,000 millones de dólares en apoyo militar a Colombia para combatir a los carteles del narcotráfico y la guerrilla. Este fue el periodo de auge del paramilitarismo que provoco más de 95.000 asesinatos, de los 260.000 que dejo el conflicto armado.

En segundo lugar, la victoria electoral de Petro-Márquez refleja el reagrupamiento de los sectores de izquierda y movimientos progresistas, incluidas corrientes del liberalismo, alrededor de la alianza “Pacto Histórico, conformada por Colombia Humana, Unión Patriótica-Partido Comunista, Polo Democrático Alternativo, Movimiento Alternativo Indígena y Social, Partido del Trabajo de Colombia, Unidad Democrática y Todos Somos Colombia, etc.

Contradictoriamente, bajo el Uribismo se desarrollaron en Colombia, varios paros cívicos nacionales (2019), huelgas generales contra el paquetazo fiscal en 2020, etc. En las elecciones presidenciales del 2018, Gustavo Petro logró entrar en la segunda vuelta electoral, pisándole los talones al Iván Duque, el candidato ganador del uribismo, reflejando el claro fenómeno de radicalización de la clase media y los sectores populares que luchaban contra los desmanes del uribismo.

En tercer lugar, la firma de los Acuerdos de Paz con las FARC en 2015, aunque redujo significativamente la lucha guerrillera, que solo es sostenida actualmente por las disidencias de las FARC por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), no detuvo la ola de continuos asesinatos de lideres campesinos y populares en manos de las bandas de paramilitares que todavía existen impunemente en Colombia.

Se produjo un hartazgo de la mayoría de la población, cansada de los asesinatos selectivos contra lideres sociales. La guerrilla había sido destruida, pero el paramilitarismo continuaba existiendo.

En cuarto lugar, el triunfo de Petro-Márquez fue posible porque reflejaron las profundas aspiraciones democráticas de la mayoría de la población, que pide a gritos un cambio. En Colombia el poder siempre lo ha ejercido una oligarquía libero-conservadora, que tuvo que recurrir al Uribismo en los últimos 20 años para poder aplicar el Plan Colombia.

Ahora la principal preocupación de esta oligarquía es como contener la radicalización popular, cuando ya no existe el pretexto de la guerrilla. Ahora predomina otra estrategia de control a partir de la reacción democrática, es decir, llevar al movimiento de masas al laberinto de la democracia, que en el caso de Colombia ha adquirido una característica especial: sin necesidad de golpe de Estado, manteniendo las formalidades de la democracia burguesa, se ha desatado un furor contrarrevolucionario contra los sindicalistas, movimientos de izquierda y lideres sociales, produciendo un verdadero genocidio.

En quinto lugar, la victoria de Petro-Márquez forma parte de la continua ola de movimientos progresistas en América Latina, que ante la debilidad de la izquierda revolucionaria, los reformistas terminan robándose el discurso y las banderas, creando confusión.

Petro ha dicho claramente que respetará el capitalismo, y que más bien promulga por un “capitalismo democrático”. Existe una contradicción entre el discurso conciliador de Petro, y la radicalización democrática de sus electores.

En sexto lugar, la victoria de Petro refleja la profunda crisis del imperialismo norteamericano que, aunque lo ha felicitado, inevitablemente tendrá contradicciones con el nuevo gobierno de Colombia, sobre todo en relaciona las bases militares yanquis que existen en ese país, y al rol de gendarme regional que ha jugado el ejército de Colombia en América Latina

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