América Latina: nuevamente soplan vientos revolucionarios
El auge de los mal llamados “gobiernos progresistas” de América Latina fue posible por el boom de los precios de las materias primas (cereales, petróleo y minerales) en la primera década del siglo XXI. Hubo un excedente de recursos externos para financiar los programas de asistencia social y fortalecer el clientelismo políticos de muchos gobiernos nacionalistas burgueses. La expresión máxima de este fenómeno populista fue el chavismo en Venezuela.
No obstante, el “progresismo” pareció llegar a su fin, con el ascenso al poder de Mauricio Macri en Argentina en el año 2015. EL ascenso de Lenin Moreno en Ecuador, en el año 2017, representó una ruptura con el correísmo. El encarcelamiento de Lula en 2018 y el posterior ascenso de Jair Bolsonaro en Brasil, en el año 2019, fortaleció esta tendencia.
En Centroamérica, esta derechización se expresó en el surgimiento de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario y Murillo en Nicaragua, y en las masacres cometida contra la insurrección cívica del año 2018, aunque ambos dictadores se ufanen de pertenecer a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), ahora sumida en una profunda crisis. La derrota electoral del Frente Farabundo Martin para la Liberación Nacional (FMLN) y el ascenso al poder de Nayib Bukele en 2019, es parte de este proceso.
Aunque la dictadura de Nicolas Maduro ha resistido las embestidas de la administración Trump, poco queda de la revolucion bolivariana impulsada por el difunto Hugo Chávez. Todas las conquistas se han perdido. La realidad demostró que el “Socialismo del Siglo XXI” no podía construirse con un sistema capitalista dependiente de los petrodólares. Venezuela se hunde en la barbarie y la miseria, y con ello se hunde también el proyecto del ALBA-TCP.
Como una excepción a la regla, solamente Evo Morales sobrevive, muy calladito, a este desplome del progresismo burgués, aunque todavía no están seguros los resultados de las elecciones del 20 de octubre del 2019, donde se juega su futuro político.
Pero este ciclo de surgimientos de gobiernos derechistas parece tener vida corta. Macri no logró recomponer la economía de Argentina, sus políticas económicas trajeron más pobreza y desilusión, al grado que bajo su gobierno se han producido cinco huelgas generales y se mantiene un ascenso de luchas populares. El desplome de Macri parece ser aprovechado políticamente por el peronismo, y que también es responsable del hundimiento de la economía argentina.
Desde el año 2018, en la olvidada Haití, el país más pobre de América, se producen enormes manifestaciones, exigiendo la renuncia del corrupto presidente de Jovenel Moise y la rendición de cuentas sobre el subsidio petrolero de Venezuela. Las movilizaciones obligaron al parlamento a imponer una moción de censura al primer ministro Jean-Henry Céant, siendo sustituido temporalmente por Jean-Michel Lapin.
En Ecuador, las recientes movilizaciones populares lograron derrotar el paquetazo económico que el gobierno de Lenin Moreno había acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Nuevamente las masas ecuatorianas demostraron que son capaces de doblegar el gobierno de turno.
Los ejemplos de Argentina, Haití y Ecuador, aunque existen similitudes y diferencias entre estos tres países, muestran claramente que el ciclo derechista está llegando a su fin, y que se avecinan tiempos de lucha revolucionaria en todos los países del subcontinente latinoamericano.
El último informe del FMI sobre las perspectivas de la economía mundial para el año 2019, indica que las economías de América Latina crecerán apenas un 0,2% en el año 2019, un recorte de 0,4% en relación al mes de julio.
Sin caer en el catastrofismo, todos los datos de la economía mundial indican que se avecina una nueva recesión mundial, más grave que la gran depresión de 1929-1930. América Latina no será la excepción, ya es una de las primeras víctimas.
No es una casualidad que Donal Trump se muestre más tolerante con las dictaduras de Nicolas Maduro y Daniel Ortega. En tiempos de inminente crisis económica y explosiones sociales, las dictaduras mantienen el control y la estabilidad que tanto añora el imperialismo norteamericano, además que contienen el flujo migratorio.
Debemos de prepararnos para lo que viene, estamos a tiempo.