EL PROGRAMA ECONÓMICO DE TRUMP: HEGEMONÍA IMPERIALISTA Y REESTRUCTURACIÓN CAPITALISTA
El pasado 20 de enero, el multimillonario Donald Trump asumió como 45avo presidente de los Estados Unidos, teniendo como trasfondo enormes protestas callejeras en las principales ciudades, encabezadas en su mayoría por organizaciones de mujeres. También hubo muchas pequeñas, pero significativas movilizaciones en otros países, en todos los continentes.
Trump asume el mando de la principal potencia imperialista con un 40% de rechazo popular. La polarización de la campaña electoral todavía persiste, y este descontento anuncia nuevas luchas, resistencias y movilizaciones en Estados Unidos.
En su discurso de toma de posesión, Trump tuvo el cuidado de referirse nuevamente los grandes problemas que preocupan a los trabajadores y la clase media: el empleo y el descenso del nivel de vida. Su demagógico discurso estaba destinado a calmar la ansiedad de estos sectores sociales, que lo votaron masivamente.
Para que un multimillonario, con escasa reputación de honradez, haya llegado intempestivamente al gobierno de Estados Unidos, significa que ese país vive una crisis económica y una decadencia social sin precedentes.
Tal como lo expresamos en su oportunidad, Trump no estaba solo, sino que representaba el programa económico de las grandes corporaciones. Ahora es cada vez más claro que representa a los industriales, y no necesariamente, aunque también, a los voraces grupos financieros que dominan el mundo.
El programa económico de Trump pretende dar una salida a la agónica crisis y decadencia del capitalismo norteamericano, iniciando una recomposición de la industria y del mercado interno a nivel de Estados Unidos y con ello una reestructuración capitalista a nivel mundial. Este último aspecto generará enormes contradicciones en todos los países, especialmente en Centroamérica y América Latina.
Trump está retomando en muchos aspectos las formulas expresadas por Keynes, durante el crack de los años 30 del siglo XX; se ha inclinado por fortalecer el mercado interno de Estados Unidos, prometiendo iniciar grandes obras de infraestructura, que generen empleo, protegiendo al mismo tiempo, con medidas arancelarias y proteccionistas, a los sectores de la industria norteamericana que se han quedado rezagados en la competencia mundial, especialmente ante los baratos productos manufacturados en China.
Tenemos, pues, una combinación de neokeynesianismo con proteccionismo. Para el equipo de Trump, la apertura neoliberal iniciada en 1990 que le permitió a muchas corporaciones norteamericanas apoderarse de segmentos del mercado mundial, ya ha dado todos sus frutos, ya no debe continuar porque también, en este proceso, existen otros competidores que se han apropiado de segmentos del mercado norteamericano. Estados Unidos se vuelve proteccionista mientras China es el adalid del libre comercio. Las medidas proteccionistas implicarían nuevos aranceles para los productos extranjeros y regulaciones más duras para su ingreso al mercado norteamericano. Una prueba de ello es la reciente restricción a la importación de limones de Argentina, que ha metido en aprietos al gobierno de Macri.
Recordemos las quejas de muchos empresarios gringos contra la cerveza, productos agrícolas y los camioneros mexicanos. Igual ocurre con los productos chinos. La maquinaria pesada de origen chino, por ejemplo, tiene igual o mejor calidad que Caterpillar o John Deere.
Al reestructurar el mercado interno de Estados Unidos, Trump causará desastres en otros lados. En los últimos 30 años, casi todas las economías de los países semicoloniales se han entrelazado con la economía norteamericana.
Trump es ahora el conductor de la locomotora, y comenzará a decidir que vagones serán remolcados por este tren, y por qué vías los conducirá.
Para impulsar su reestructuración capitalista, la administración Trump no quiere pelear en varios frentes, por eso guiña el ojo a Rusia. Pretende detener el desarrollo económico de China, aliándose temporalmente con la Rusia imperial de Putin, ofreciéndole una coexistencia pacífica, que detengan la carrera armamentista, mientras concentra sus esfuerzos en la reestructuración del capitalismo norteamericano.
La anunciada renegociación del NAFTA con México tendrá repercusiones en las frágiles economías de Centroamérica. Es muy probable que en la nueva división internacional del trabajo que Trump pretende imponer, los países de Centroamérica queden sujetos al mercado mexicano. Muchas cosas van a cambiar, debemos prepararnos para fortalecer la lucha antiimperialista.