Por Nicolás Brum
Desde finales del 2010, la situación en Túnez ha ido creciendo en las movilizaciones en contra de la dictadura de Zine El-Abidine Ben Alí.
Este sombrío personaje ha huido desde el 14 de enero como producto del enorme ascenso popular que llevó a gigantescas manifestaciones y la paralización del país.
Dentro de este contexto existen muchos temas que se desbordan de la caída del tirano más no de su régimen que sigue funcionando con un gobierno de coalición que ha asumido las riendas del poder desde el abandono del dictador.
Ben Alí, el mimado de la Unión Europea y del imperialismo
Todos los tiranos y genocidas son buenos hasta que los negocios e intereses demuestren lo contrario. Esta parece ser la máxima de los gobiernos imperialistas cada vez que sucede un conflicto. En la historia reciente tenemos sobrados ejemplos como el Sadam Hussein, Noriega, los talibanes, que luego de prestar servicios al imperialismo se convirtieron en enemigos luego que los intereses de estos últimos se vieran amenazados o en contradicción.
Sin embargo el caso de Túnez posee una importancia particular: el gobierno ha caído como consecuencia de la movilización de las masas. Esto es una bomba de tiempo sobre todo porque la zona se encuentra llena de figuras similares a Ben Alí y el ejemplo puede adquirir categoría de epidemia como ya se está dando en los últimos días con la movilización de las masas en Egipto, Algeria.
Ben Alí y sus aliados se han comportado como los verdugos de sus pueblos para impedir el ascenso revolucionario de las masas que pone en el tapete la vieja aspiración de las masas árabes de una revolución nacional que borre las fronteras nacionales impuestas por los países colonialistas en los siglos precedentes.
Esta legítima aspiración de los pueblos del norte de África rivaliza con el interés imperialista de contar con el control, no sólo del petróleo sino de las rutas que los lleven a los países desarrollados que tienen mayor necesidad de consumo de los mismos. El petróleo de la vecina Argelia es muy importante en la trama geopolítica.
En el caso de Túnez, es un centro de industrias a buen precio, es decir de con ventajas para las grandes empresas con respecto a los salarios y cargas sociales. En Túnez se albergan cerca de 1250 empresas francesas y el 80% de ellas son industriales. Esto no impide que para garantizar el éxito de las operaciones financieras de las empresas en cuestión, el desempleo y los salarios de hambre son los que abundan. Es la garantía para contar con un ejército de desempleados para mantener las pésimas condiciones inalterables.
Esto ha llevado a los gobiernos “democráticos” de occidente a financiar y sostener a estos regímenes. La participación en la preparación de las fuerzas armadas y policiales por parte de los diferentes gobiernos franceses (de derecha o “socialistas”) ha sido constante desde al asunción al poder en 1987, luego que diera un golpe de estado “técnico” a Habib Bouguiba, el antiguo dictador, padre de la independencia obtenida en el año 1956. Por ejemplo en 1989, el ex presidente Mitterrand elogió los progresos de la “democracia tunecina” en el marco de una visita oficial. Luego Lionel Jospin durante una visita del verdugo tunecino a Francia, diez años después, catalogó al gobierno de Ben Alí como partícipes de los mismos “ideales de tolerancia y de tolerancia” que “hacen nuestros países socios próximos” Pero estos elogios no provenían únicamente de la Francia republicana sino también de Alemania y Reino Unido que veían al régimen como garantía en contra de los “brotes islamistas”. No es casual, que los eurodiputados se halla abstenido de hacer declaración alguna sobre el asunto hasta que se aclaren los nublados del día.
Todo esto de conjunto hizo posible y una cuestión principista para el imperialismo el financiamiento de la dictadura tunecina.
Régimen de transición: una trampa que las masas no aceptan
Una vez iniciada la huida de Ben Alí, con las maletas cargadas con una enorme fortuna, se puso en marcha una maniobra típica de la clase gobernante: cambiar algo para que todo siga igual. De esta manera integraron a una velocidad meteórica un gobierno de transición sin plazos fijos y cargado con figuras de la oposición pero también del gobierno anterior. Esto las masas no lo han aceptado y no cesado de marchar hasta que los personajes de la dictadura renuncien o dimitan.
Los enfrentamientos con las fuerzas policiales no han dejado de sucederse y las fisuras en estas fuerzas se manifiestan de manera atomizada, como los casos en los que los policías se integran a las manifestaciones.
Las masas han creado embriones de fuerzas de seguridad en las barriadas y ciudades para hallar a provocadores y miembros de las fuerzas de seguridad del régimen implicados en las torturas y violaciones a los derechos humanos. Estos son perseguidos para ajusticiarlos de la forma en que las masas insurrectas lo hacen.
Para los gobiernos imperialistas parar la revolución democrática es de vital importancia porque ya las ondas expansivas se extienden en Argelia y Egipto.
Es urgente que las organizaciones obreras y populares en el mundo y sobre todo en los países cercanos organicen movilizaciones en contra de los gobiernos cómplices del régimen de Ben Alí y el gobierno marioneta.
El Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) pone su página y sus fuerzas militantes en función de la solidaridad con el pueblo tunecino y los pueblos del Magrheb que luchan en contra de las condiciones de miseria y opresión que imponen los gobiernos títeres de occidente.