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Por Nicolas le Brun

Luego de la ola tunecina, el Norte de África y el Medio Oriente se ha convertido en un polvorín. Inmensas movilizaciones transformadas en insurrecciones, han sido la tónica desde finales del 2010 hasta ahora.

Estas insurrecciones han comenzado reclamando aperturas democráticas en regímenes que llevan 10, 20, 30 o como en el caso de Kadafi, 42 años en el poder.

Sin embargo, existen otros factores como la enorme pobreza que se ha apoderado de la población, como producto de los planes de ajuste y reconversión productiva que han sido implementados por estos gobiernos.

Las verdaderas aspiraciones se encuentran lejos de las hipócritas posiciones de las potencias imperialistas, al fin y al cabo responsables del “orden” económico al cual se encuentran sujetas.

En el artículo anterior dimos un vistazo a las desventajosas relaciones comerciales que era sujeto Egipto y en otro artículo Túnez.

La riqueza petrolera en manos imperialistas

El panorama en Libia y los otros países del área no es diferente. Una gran dependencia de los países occidentales, como productores de petróleo, maquila de diversa índole y servicios, ha hecho que con la crisis abierta en las metrópolis, los efectos hayan sido más devastadores que en otros países. En todos estos países hubo un crecimiento impresionante del PIB  a partir del año 2005 hasta el 2007 cuando cayó en forma vertiginosa. De las misma forma, el crecimiento de los precios de consumo ha sido sostenido a la alza. En el caso de Libia, mientras el PIB retornó al alza en el 2010, el crecimiento de los precios al consumidor ha sido uno de los más altos. Es decir, la receta que el costo de la crisis ha recaído en las espaldas del pueblo.

La anterior baja de los precios del petróleo sumada al alza de los precios de los alimentos hizo que se hiciera más grande el déficit en la balanza comercial y la caída del PIB.

Como consecuencia de estos factores, las alzas en los precios no se hicieron esperar y por ende las primeras grandes protestas que fueron sofocadas por la enorme represión desatada. Un enorme componente de jóvenes en la población, que sin acceso a servicios de educación, salud y oportunidad de empleo, ha sido el principal contingente de estas movilizaciones. Jóvenes que sin un acicate en sus países de origen, deben tomar el camino de la inmigración en Europa. Sin embargo, esta salida es cada vez más riesgosa debido al aumento de los controles migratorios y por el fenómeno de la derechización de los gobiernos de Europa y el creciente racismo y xenofobia.

El 79% de las exportaciones de hidrocarburos libios se hacen hacia Europa. De esa misma forma, las inversiones europeas y estadounidenses no cesan de llegar. Estas inversiones se hacen en todos los campos, desde el desarrollo nuclear por parte hasta obras de infraestructura y evidentemente en el campo de explotación petrolera. Entre las inversiones de estos países se encuentran las grandes compañías como BP, Shell, Total, Wintershall, RWE sólo en hidrocarburos. En esta danza, las compañías de todos estos países han visto en Kadafi un socio estratégico para sostenerlas. Sólo los franceses, en el año 2007 hicieron acuerdos de inversión por cerca de 10 millardos de euros.

Además, estos países han abastecido del mejor armamento a la dictadura, por ejemplo Libia ha comprado helicópteros, misiles anti tanques y otros pertrechos que han sido vendidos sin el menor pudor al régimen. Luego de las sanciones impuestas en la década de los noventa, se han abierto las tuberías.

Dentro de este marco y bajo la égida de las potencias imperialistas, los gobiernos dictatoriales se habían mantenido “estables”, hasta ahora.

La Libia de Kadafi

Hace 126 años, en Berlín, las potencias imperialistas,  se repartieron el continente africano y formaron países de acuerdo a sus intereses y necesidades de rapiña. Organizaron el continente sin tomar en cuenta las poblaciones nativas, trazaron fronteras para luego pasar a tomar los enormes recursos naturales que posee el continente.

Esto no ha cambiado mucho desde esa época, a pesar de la ola de independencias que se dio luego de la Segunda Guerra Mundial, como un síntoma del debilitamiento de las potencias europeas en relación con el nuevo amo del mundo: Estados Unidos.

Vía las grandes transnacionales, los mercados y sobre todo la fuerza militar presente en el área. La OTAN realiza la Operación Activa Endeavour,  un patrullaje conjunto desde el año 2001, con el pretexto de la lucha anti terrorista con el fin de garantizar el suministro energético a los países metropolitanos así como de garantizar los propósitos políticos y económicos del conjunto de estos países.

El caso de Libia, antigua colonia italiana, ha sido similar al de otros países del área. Luego de la independencia obtenida en el año 1951, luego de cruentos combates, se instaló una mornarquía con el rey Idris. Libia fue el primer país del Maghreb en obtener la independencia, luego de la ocupación por parte de las fuerzas aliadas posterior a la Segunda Guerra. El país se basa en la unidad de tres grandes regiones, la Cirenaica, la Tripolatania y la Dodecanesa.

En el año 1969, el coronel Muamar Kadafi da un golpe de estado e instala un gobierno nacionalista burgués de partido único, el Yamahiriyya o Estado de las Masas.

El gobierno de Kadafi tuvo varios vaivenes que lo llevó a distanciarse del imperialismo en los años 80. Esto lo llevó a ser considerado como parte del “eje del mal” por la administración yanqui.

Sin embargo, la prueba de fuego fue la guerra del Golfo, donde poco a poco empezó el alineamiento con el imperio al poner signos iguales entre la invasión a Kuwait y la invasión de las fuerzas aliadas a Irak. Poco a poco, el gobierno nacionalista fue cediendo, dando “signos de buena voluntad” hacia las potencias hasta lo que se expone en la primera parte de este artículo, los enormes negocios que fagocitan de la población y de los recursos naturales del país.

La insurrección y guerra civil libia

Luego de la revolución democrática en Túnez y luego en Egipto, la situación se ha mantenido caliente. Las movilizaciones que reclaman aperturas democráticas y el fin de largos regímenes golpean las puertas de todos los países del Maghreb y el Medio Oriente.

El caso de Libia tiene hasta el momento los ribetes más dramáticos. La insurrección que comienza por medio de movilizaciones pasa a ser reprimida por medio de las fuerzas del régimen, sobre todo por un contingente de mercenarios africanos contratados por Kadafy y que tienen amplia experiencia en guerra civiles como la del Tchad, Sudán, otros países del área y de los Balcanes. Además la estructura de mando de estos grupos contiene elementos que han servido en organismos militares profesionales en varios frentes.

La insurrección se ha focalizado en diferentes ciudades, tanto al este como al oeste del país. Esto se debe en principio a que el diseño del país se hizo con base a tres grandes regiones, las cuales han sido objeto de maniobras por parte del régimen para favorecer esos localismos y utilizarlos a su favor.

Por eso las zonas liberadas hasta el momento, pertenecen a dos regiones distintas, la Tripolitania y la Cirenaica, las ciudades y pueblos de estas zonas se encuentran bajo el control de los rebeldes. Pero no todo está decidido, la batalla final por Trípoli no se ha dado aunque el cerco sobre la ciudad se mantiene. Parte de las fuerzas armadas se ha pasado al bando de los insurrectos y han dejado pertrechos y equipos militares tirados, desobedecido órdenes de tirar o bombardear ciudades. El régimen puede desmoronarse en cuestión de días.

El imperialismo ha mantenido una política “prudente” que busca salvaguardar a toda costa sus inversiones e intereses. El espejismo de una intervención armada no es prioritaria por el momento, porque la base que sostiene esta insurrección tiene un sentimiento anti imperialista profundo. Cuando decomisan armas a los asesinos a sueldo del gobierno, señalan que son armas dadas por los yanquis y los sionistas, argumento que es cierto.

Además la OTAN se ha manifestado por una “preocupación” sobre los hechos que acontecen y los yanquis dan un compás de espera. La amenaza de una intervención militar por el instante no es probable. El imperialismo ha sacado enseñanzas importantes como el caso de Somalia, guardando las distancias,  provocó un rechazo por parte de los bandos en pugna y una pequeña derrota

Contra el imperialismo y por la revolución democrática

Los socialistas centroamericanos no podemos depositar ninguna confianza  en intervenciones militares salvadoras de los mismos pillos imperialistas que saquean las riquezas de los países de los países semi coloniales.

Mientras no haya intervención militar del imperialismo, apoyamos sin reservas la lucha heroica del pueblo libio por conquistar las libertades políticas. Y en la guerra civil en curso, debemos apoyar militarmente al bando que lucha contra el gobierno opresor.

Kadafy debe caer y las posibilidades que se abren para que esta lucha democrática pase de esta etapa y logre resolver las necesidades básicas de la clase trabajadora y del pueblo.

Esto implica una serie de medidas como:

Por una Asamblea Constituyente que discuta en igualdad para todas las etnias y naciones la creación de un nuevo estado.

Expropiación de las multinacionales: Control obrero sobre las industrias y pozos petroleros. Libia posee las más grandes reservas petrolíferas del continente africano.

Creación de una República Socialista Árabe del Magrheb: los trabajadores y el pueblo no pueden aspirar a enfrentar al imperialismo que ha sumido en la pobreza y el atraso a los pueblos del Maghreb.

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