Europa


Por Nicolás Le Brun

Hace cinco años, las masas francesas votaron con entusiasmo por el Partido Socialista y eligieron a François Hollande, el “presidente normal”, según él mismo se definió. El romance del movimiento de masas con la administración duró muy poco. Los que vieron en este gobierno, la posibilidad de romper con la austeridad y los ataques al nivel de vida, vieron sus expectativas frustradas. En cierta forma, el quinquenio de Hollande fue la continuidad del gobierno Sarkozy y fue todavía más lejos. Esta ofensiva se intensificó con el nombramiento como primer ministro de Manuel Valls, que hasta ese momento ocupaba el puesto de ministro del Interior. Fue ahí donde entró en escena el actual presidente, Emmanuel Macron, que obtuvo el puesto de Ministro de Economía.

Este periodo se caracterizó por la intensificación de medidas de corte represivo y neo-liberal. La represión de las manifestaciones de los estudiantes y de los trabajadores bajo el manto del estado de excepción adoptado en el contexto de los atentados y prolongado casi ad-eternum por el ministro Valls fue uno de los aspectos. Por otro lado, como origen de las manifestaciones contra el gobierno, la adopción de la ley de trabajo, la ley El Khomri, que asegura la flexibilidad laboral, además de fragmentar las negociaciones colectivas y en segundo plano la ley Macron que abona en el mismo sentido, desregulando entre otros aspectos, la jornada laboral en los fines de semana.

Como vemos, la burguesía francesa se encontraba ante un dilema, encontrar un candidato que pudiera garantizar el relevo, sin que estuviese “quemado” para poder hacer frente al ala radical de derecha burguesa liderada por el Frente Nacional.

La crisis de los viejos partidos: un reflejo de la crisis a nivel continental

Desde hace casi treinta años que las burguesías de la Unión Europea, lideradas por Alemania, como la primera potencia de la región, han llevado una ofensiva contra las masas sin antecedentes en la historia reciente del viejo continente. La base de esta reforma es el tratado de Maastricht, donde se fijan los aspectos fundamentales de la Europa neo-liberal.

Ante esta ofensiva, las principales potencias, Alemania y la Gran Bretaña ya llevan una ventaja en la liberalización de sus mercados. Las reformas, fueron encabezadas indistintamente por gobiernos de derecha (como Thatcher, Major y Kohl, Scröeder). En todos los casos, la flexibilización de las condiciones de trabajo, la destrucción de las conquistas laborales, como la seguridad social, los subsidios de desempleo, amén de la privatización de los servicios públicos más rentables. El caso más ejemplar en todo esto fue la privatización del servicio de ferrocarriles inglés que resultó a la postre, lejos de la demagogia liberal, mucho más caro que antes y mucho más ineficiente.

Sin embargo, lo que consiguieron los socios británicos y alemanes no ha estado lejos de dejar su marca. La crisis de los partidos políticos se ha evidenciado de diferentes maneras. El Brexit votado en el mes de junio del año pasado y el avance de los grupos de la ultra derecha nacionalista no son más que un reflejo refractado de la bronca no solo del movimiento de masas, sino que también de sectores productivos que han visto sus posibilidades de crecimiento disminuidas por las políticas dictadas por Bruselas.

En el caso francés, los líos legales de las principales figureas de la derecha como el ex –presidente Sarkozy, acusado ante los tribunales y de la misma forma el ex -candidato presidencial del mismo partido, Los Republicanos, François Fillon, envuelto también en casos de corrupción que salpicaron en medio de la campaña.

Ante todo esto, el Partido Socialista no tenía mucho que ofrecer. En la convención interna se enfrentaron dos alas que venían confrontándose durante los debates parlamentarios, pero sin ir mas lejos. El representante del ala derecha, Manuel Valls, que promovió el voto de las leyes que mencionamos anteriormente, mediante un mecanismo denominado el 49.3. Esto no es ni más ni menos que permite pasar la ley sin pasar por los mecanismos tradicionales del parlamento, es pasar a la fuerza los proyectos. Por otro lado, el ala izquierda representada por Benoît Hamon, que también fue parte del gobierno Valls, ocupando carteras diferentes, siendo la ultima la de Educación Nacional.

La convención fue ganada por Hamon, por amplia ventaja. Esto no fue aceptado en la práctica por el ex –ministro Valls que no tardó en darle el apoyo a Macron , así como muchos de los ministros del gobierno y de diputados de la asamblea.

Este clima tuvo su repercusión en el fortalecimiento de la ultra derecha, que levantó un demagógico discurso anti-instituciones europeas. Este decantamiento a la derecha de un sector del electorado, se expresó de forma contundente cuando la candidata del FN, Marine Le Pen, heredera del puesto, logró avanzar a la segunda vuelta.

Este contexto le favoreció a Macron, que vio su cuota de votos aumentar por parte del denominado “frente republicano” para impedir la llegada al palacio de los Eliseos.

Pero en los hechos, el frente que ha logrado levantar Macron, no es ni menos que un frente burgués que ya ha venido funcionando en los hechos desde la pasada administración. Cuando el antiguo primer ministro Valls logró que se adoptaran varios proyectos de ley por medio del 49.3, lo único que podría habérselo traído abajo, en términos parlamentarios, hubiera sido una moción de censura por parte del Senado. Sin embargo esto no fue posible, no solo por el apoyo que tuvo dentro de los miembros del PS, sino que también por parte de los miembros de LR.

La composición del gobierno del primer ministro Edouard Philippe, proveniente de las filas de LR, de la tendencia de Alain Juppé, es un claro mensaje que este gobierno tiene el timón bien marcado a estribor. Este personaje proveniente, al igual que el nuevo presidente (y otros miembros del gobierno, de la ENA. Esta institución educativa es el equivalente de Yale, Oxford y otras universidades donde los miembros de la élite se codean y en el caso francés, es casi un requisito indispensable para acceder a los campos Eliseos o bien el Hotel de Matignon. Como si esto no fuera suficiente, M Philippe ha sido también miembro de AREVA, una empresa del sector energía, especializada en la energía nuclear.

Otros puestos claves fueron dados a pesos pesados de los partidos tradicionales; este el caso de la Economía, donde fue nombrado Bruno Le Maire, proveniente también de LR y negociador experimentado en asuntos europeos. Fue anteriormente ministro de agricultura de la administración Sarkozy. Siguen en la lista Jean Yves Le Drian, en las relaciones exteriores, hombre de confianza de Hollande y antiguo ministro de defensa.

Otro aspecto que demuestra que Macron representa un paso más en el proyecto de destrucción de las conquistas de los trabajadores franceses, es el proyecto de gobernar por “receta”. La constitución francesa permite la utilización de este mecanismo que permite abreviar los procedimientos y darle un carácter más “ejecutivo” a la gestión parlamentaria. Esto no es ni más ni menos que avanzar un poco más en el sentido que ya marcó el gobierno Hollande-Valls. Esto reduciría la posibilidad de debatir y grosso-modo sería un avance más dentro de aumentar el carácter bonapartista del gobierno. Este mecanismo perverso solo podría ser derrotado por una intensa movilización y no por mecanismos puramente parlamentarios.

En el contexto anterior a las elecciones francesas, hubo toda una serie de triunfos de la extrema derecha, no solo en el caso del referendo que dio a la postre el Brexit, si no que en Austria, los Países Bajos, Polonia, Hungría, y otros países más donde, ya sean los partidos extremistas tuvieron un aumento importante en las votaciones, o bien pudieron llegar al gobierno, desatando una crisis institucional a nivel regional.

Todo esto combinado hizo posible el triunfo del partido “En Marche” aunque en términos absolutos, la votación no es lo suficientemente contundente para poder afianzarse con fuerza.

La etapa siguiente, lo que denominan la tercera vuelta, va a desarrollarse en junio, cuando los franceses vayan de nuevo a las urnas para elegir los diputados que compondrán la Asamblea Nacional.

El papel de la izquierda

La izquierda representada por Jean-Luc Mélenchon y el partido “Francia insumisa” estuvo cerca de poder pasar a la segunda ronda. No obstante, hubo otras corrientes que se presentaron como el NPA, corriente trotskista del lambertismo y Lucha Obrera, también organización que se reclama del trotskismo. El candidato del PS hizo una campaña más a la izquierda para tratar de marcar el terreno y diferenciarse de los otros miembros de su partido que corrieron a dar su respaldo a entonces candidato Macron. El partido de Mélenchon obtuvo siete millones de votos, un record de votación. Sin embargo, la izquierda perdió el tren para presentarse en frente común y poder pasar a enfrentar en la segunda ronda al banquero Macron.

Si bien nosotros somos muy críticos con el programa levantado por la “Francia insumisa” esto hubiera abierto las posibilidades para aumentar la movilización e incidir en este desarrollo de la conciencia de un país que se polariza. Un programa keynesiano y nacionalista no es lo que puede resolver la crisis de los trabajadores franceses, que al igual que sus hermanos de todos los países del continente tienen que enfrentar a diario los diktats de la Comisión Europea, el BCE y el FMI. La crisis solo podrá ser resuelta cuando las masas del continente se traigan abajo estos planes y para esto es necesario romper con este cerco nacionalista. En esto, la burguesía lleva la ventaja puesto que cuenta con los mecanismos y las herramientas para llevar a cabo sus objetivos, a pesar de las contradicciones que pueda haber en su campo, todos avanzan estratégicamente en la misma dirección.

En esta tercera vuelta, las elecciones parlamentarias, desde el PSOCA nuestro llamado es para votar críticamente por los candidatos de la “Francia insumisa”. Estas diputaciones deben ser puestas al servicio de las movilizaciones que desde ya se preparan para enfrentar al gobierno y no para quedarse en los escaños de la asamblea. Desde ya, los trabajadores franceses, con el auxilio de sus camaradas de clase del resto de Europa deben preparar las movilizaciones, no solo para derrotar a la dupla Macron-Philippe, sino que a la troika CE-BCE-FMI.

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