Por Amílcar Valle y Gregorio Mateo Raudales

El Movimiento Estudiantil Universitario, por definición, ha constituido dos campos de acción política-académica dentro de la lucha universitaria: por los principios democráticos, por un lado, y el replanteamiento crítico de las normativas académicas por otro. Hoy día el terreno preparado por el movimiento sugiere el trabajo arduo por la organización de las Asociaciones de Carreras, Facultades y Centros Regionales.

Estudiantes-autoridades o un ferviente combate de ideas

En el plano académico el MEU figura como la reacción a un modelo «moderno» de administración que –bajo los principios degenerativos de la participación estudiantil y una retórica «tecnócrata» del quehacer universitario– brindó las condiciones para una reforma universitaria incrédula del papel de una generación de estudiantes que tomaron para sí, un proyecto de gran importancia como lo es una reforma. Esta generación de estudiantes proclives a la organización cuestionó los intentos determinantes, llenos de arrogancia, y sentido errado que tenían las autoridades del genio y predisposición de los jóvenes universitarios que acuerpan al MEU.

¿El reto actual para el MEU en cuanto a la academia se refiere? Sostener discusiones prolongadas; debates que evidencien y profundicen los elementos contradictorios de la normativa académica en cuanto al papel del estudiante, su definición, y la aplicabilidad de normas que verdaderamente tomen la realidad y condiciones de los jóvenes hondureños; todo esto en espacios cercanos de organización –asociaciones de carreras– y espacios amplios que aglutinan variedad de carreras como las facultades. El reto también es asegurar los espacios para la discusión con los docentes, quienes también son partícipes en la construcción de las nuevas normativas académicas. En suma, edificar y defender ideas que propicien un verdadero embate con las ideas subyacentes en esta reforma universitaria.

Política nacional o el próximo terreno de lucha del MEU

Qué es el Movimiento Estudiantil Universitario sino una serie de ensayos de democracia directa, que se desarrolló por medio de asambleas de carrera y facultad y de proponerse, a su vez, desde la legitimidad de la resistencia estudiantil, el rescate del espacio de dirección política-académica en la Universidad, como lo es el Consejo Universitario. El intento por resguardar y hacer notar valientemente la voz de las asambleas estudiantiles, y además condensar en propuestas el sentir de todas las bases de las carreras, he ahí algunas prácticas organizativas del movimiento.

Sin embargo, siendo estas prácticas rupturas significativas hacia una nueva concepción critica de la democracia –surgida desde la experiencia de resistencia y autonomía estudiantil–, es crucial en este momento dar vida orgánica al denominativo «político» –además de académico– que da consistencia y sentido al MEU, pero esta vez en los parámetros de la situación nacional: es decir, cuestionar tanto como lo fue con la 4arta Reforma Universitaria, los raquíticos proyectos del actual gobierno de Juan Orlando Hernández y sus intentos caudillescos de gobernabilidad prolongada e indefinida como lo es la reelección.

Continuar la lucha

Es necesario combatir las nefastas políticas de la actual administración nacionalista, que se orientan y se reducen en un patético asistencialismo como forma mesiánica en la solución de problemas sociales extendidos, como es la pobreza extrema y la marginalidad; es precisa en este momento, la movilización, los debates y las genuinas intervenciones artísticas de contenido combativo de parte del Movimiento Estudiantil Universitario; ¡claro!, todo sin abandonar la crítica, la raíz creemos, de la existencia del MEU.

El MEU construyó un ensayo ejemplar de lucha, movilización, crítica y claridad política a nivel nacional. Combatió una normativa desde el cuestionamiento a un proceso reforma que supone desvirtuar la responsabilidad de la UNAH con la sociedad, e implantar un modelo de exclusión a la política universitaria, como acreditación nacional e internacional. El movimiento estudiantil ha tenido un papel histórico destacado en la lucha por una transformación de la realidad social y cultural. La actual fortaleza del MEU no puede reducirse al ámbito –sectorizado– universitario; debe, más bien, comprender una conciencia y compromiso con la actual crisis política, social y económica del país, acuerpando la resistencia de los sectores más combativos, impulsando un ejemplo, por otra parte, a los que se encuentran desarticulados, y en general, siendo una vanguardia en la defensa de la voluntad popular.

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