Por: Salvador Belloso

En El Salvador sin mostrar disimulos se ataca a personas y medios de comunicación que no alaben la gestión de Nayib Bukele. La crítica si bien es permitida aparentemente, sin embargo, es batallada a través de diversas formas, desde espionaje, acoso policial, troles y fakenews distorsionadoras de la realidad, y recientemente con el haber elevado a los llamados influencers y generadores de contenido, los que reciben por el Gobierno reconocimiento mayor que al de los periodistas de carrera. El Derecho a informar discurre entre quienes reclaman tener la libertad de expresión y libertad de prensa, y la voz oficial vertida y repetida de diversas formas en los medios y portavoces del Gobierno en las redes sociales, donde los influencers y generadores de contenido progobierno corren con amplia preeminencia, por encima de quienes se supone tienen la formación para el ejercicio periodístico y de comunicación.

Debemos ver dónde está el problema

El problema con el ejercicio de los derechos de prensa e información, no parte por la idoneidad de quienes tienen formación académica pertinente y quienes no la tienen, con el advenimiento de las redes sociales la noticia y la información han tomado otra dinámica, cualquier persona con acceso a internet puede mostrar información relevante de manera instantánea y no por ello se ha quedado superado el periodismo como profesión, ni ha pasado la prensa a un segundo plano de la información, sino que las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), contribuyeron al cambio de las interacciones entre las personas y los medios de comunicación, el binomio emisor-receptor ya fue superado por un intercambio más fluido entre quienes publican y quienes llegan a conocer tal contenido.

El problema está relacionado con la utilidad de la noticia, donde tiene que ver el interés por dar a conocer u ocultar determinada información y aquí es donde el Gobierno de El Salvador coarta a medios independientes y opositores y en cambio confiere a sus medios oficiales y no oficiales la repetición de lo que desea tenga por conocida la población salvadoreña, por eso los influencers y generadores de contenido alineados al bukelismo, tienen un enorme reconocimiento por parte del oficialismo en su rol de dar a conocer lo que el Gobierno desea, cumplen una función de extensión de la propaganda oficial y robustecen la campaña de desprestigio enfocada en contra de los medios independientes y opositores.

La expresión política de los medios

Algunos de los medios de la derecha tradicional ahora críticos u opositores, fueron durante la posguerra los medios de la propaganda oficial y portavoces de la oposición parlamentaria (cuando ARENA pasó a serlo), y por tal motivo han perdido credibilidad. La izquierda legal representada en el FMLN, en un menor grado tuvo sus medios, pero no han perdido tanto prestigio como sus pares derechistas. El caso del periódico El FARO merece mención especial, expuso tanto a los Gobiernos de ARENA como del FMLN, eso si bien da cierta identidad diferente, sin embargo, por haber sacado trapos al sol de la corrupción del Gobierno de Bukele, eso le ha valido para recibir persecución y coacción en la práctica del ejercicio periodístico, sin respaldo político fuerte ha tenido que mover sus operaciones hacia Costa Rica.

Las mentiras se pagan, la realidad se distorsiona

En lugar de enumerar de las diferencias que existen, porque son muchas, entre periodistas de carrera y los influencer, streamers, etc, debemos centrar atención al contenido que producen en sus espacios, para identificar al servicio de quienes están. Los llamados youtubers, streamers, etc, fungen un papel como reproductores de la alienación y son vitrinas de pluralidad publicitaria, por el que cobran dinero, no es extraño que para el caso nuestro ocupen un rol dentro de la extensión de la propaganda bukelista. Al carecer de ética profesional, fácilmente vierten descaradamente la desinformación y el linchamiento mediático que dirige el Gobierno contra quienes le hagan críticas u observancias. Para ponerse a este gran aparato es necesario contemplar no solo los espacios de las redes sociales sino además retomar las tradiciones revolucionarias de propaganda y agitación, allí el enemigo de clase, sea este rosado, tricolor o celeste no nos supera.  

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