Por: Salvador Belloso
Recientemente fueron publicados unos audios en los que el Carlos Marroquín, Director de Reconstrucción del Tejido Social de El Salvador, en una conversación con un negociador que parece ser miembro de una de las estructuras criminales arraigadas en el país, donde le da a conocer sobre las discrepancias del Gobierno con dichos grupos.
Se sabe por medio del mismo medio informativo sobre las negociaciones ocultas que la actual gestión hace con las principales maras y pandillas, de modo que no son recientes, lo cual no resuena con extrañeza, lo trascendente en esto es que fue a raíz de las desavenencias entre el Gobierno con las Mara Salvatrucha (MS-13), lo que ocasionó la ola de asesinatos que dejó un registro de más de ochenta muertes entre el 25 y 27 de marzo del presente año, siendo el registro más grande en la historia reciente de El salvador, viéndose involucrado directamente el Gobierno en todo.
¿Se negocia la vida o se negocia la muerte?
Bukele ha sido fuertemente crítico con las negociaciones y mediaciones hechas por las gestiones gubernamentales anteriores con las principales maras y pandillas, llegando al punto de maldecirles; en un tweet del 2 de febrero de 2020 decía: ‘’ARENA y FMLN no son basura, son peor que eso. Negociaron con la sangre de nuestro pueblo. Mil Veces malditos’’. A dos años de haber escrito eso, no da muestras públicas de haber cambiado de parecer, más aun se ha mostrado fiel a sus palabras erigiéndose en la linea de lo que dice, ahora bien, hay muchas diferencias entre lo que dice y hace, por un lado ha sabido mantener al pie de la letra su discurso combinado con acciones públicas que calzan bien en la presentación publicitaria, pero detrás de cámara hace otras cosas que sus seguidores desconocen, ignoran o hacen de la vista gorda.
En el 2020 el entonces Fiscal general de la República, German Arriaza, llevaba una investigación acerca de las negociaciones entre el Gobierno con las maras y pandillas llevadas acabo en los recintos carcelarios, donde tenia cierta injerencia el Director de Centros Penales, Osiris Luna. Con el asalto del Gobierno en la Fiscalía General República (FGR), cualquier investigación hacia el presidente y sus funcionarios queda archivada, pues el Fiscal actual es un esbirro al servicio del oficialismo. Desde los EEUU también se llevó a cabo una investigación, en donde surgieron muchos indicios sobre las negociaciones, también El Faro publicó imágenes en las que se muestra a una persona cubierta con características físicas con mucho parecido al presidente.
Las negociaciones han estado presentes desde los Gobiernos anteriores, recordemos que las maras y pandillas son organizaciones criminales transnacionales, con enorme poder y estructura, mantienen el dominio de muchos territorios, siendo una especie de poder dual, por lo que el establecimiento de diálogos y negociaciones no debería de resultar nada de extraño, y por lo tanto no es en sí lo incorrecto, sino que el contenido de sus propios términos y parámetros lo observable, es decir si llevan por medio la búsqueda de salidas al problema social como mira.
Las negociaciones que tuvieron las diferentes gestiones gubernamentales anteriores con las maras y pandillas, pasaron por diferentes etapas, siendo la más vistosa aquella del 2012 durante el Gobierno de Mauricio Funes, en la siguiente gestión (Cerén-FMLN), se quedó atrás la mediación volviéndose a los tiempos del manodurismo. Esto en parte por se debe a ciertos factores, como por ejemplo el desinterés de los lideres de las organizaciones criminales por asumir el compromiso que implique su desarticulación, contrario a ello aprovecharon la coyuntura para fortalecerse y ampliar territorios bajo control, por otro lado, la presión de los EEUU es fuerte y tajante cuando se habla de este tipo de negociación. Bukele no ha sido sincero con el pueblo salvadoreño en cuanto al problema causado por el fenómeno de las maras y pandillas, hace lo mismo que criticó, tampoco ha realizado algo diferente en cuanto al tratamiento de las causas que causan el problema, muy por el contrario solo ha visto en la criminalización estigmatizada de jóvenes pobres, y la normalización de un estado de excepción permanente en los sectores populares como la solución, pero todo lo contrario ha hecho la brecha más grande.