Por Juan Quintanilla
La inseguridad es uno de los problemas más sentidos por la población salvadoreña, lo cual es una realidad independientemente de lo señalado por los sondeo de opinión pública. Las causas de la violencia y la delincuencia son estructurales, siendo la causa fundamental el sistema económico capitalista. Estas causas se ven agudizadas con la crisis financiera que atraviesa el capitalismo a nivel internacional y nacional, llevando aparejada una crisis del sistema de valores y de la moral capitalista y de todas las instituciones que conforman la superestructura del estado burgués.
La derecha busca culpar al FMLN
Un sondeo realizado por JBS a nivel nacional señala que “La percepción del 83.9 % de los encuestados es que la delincuencia se ha elevado desde que el presidente Funes y el FMLN asumieron el poder en marzo de 2009” (EDH. 18/01/ 2012). Lo anterior ha sido parte de la campaña mediática realizada por la derecha arenera, la cual es utilizada en la misma campaña electoral. Sin embargo se debe recordar que los 20 años de gobierno de la derecha arenera sentaron las bases para el incremento de la violencia y la delincuencia debido a sus planes neoliberales, pero ahora en sus discursos hablan como que si nunca gobernaron. Este incremento es aprovechado por la disidencia derechista de GANA quienes lanzan propuestas ultraderechistas, como la implementación de la pena de muerte.
El Gobierno de Funes-FMLN busca solución mediática
Como era de esperarse y dado que la inseguridad es uno de los problemas más sentidos por la población, el gobierno de Funes y del FMLN se ha visto en la necesidad de implementar soluciones mediáticas represivas para resolver este flagelo, respuestas que tienen como finalidad generar la opinión pública de que el gobierno está dando solución al problema. Como consecuencia, está recurriendo a la militarización de la seguridad pública.
Los planes mediáticos y represivos de combate a la violencia y delincuencia no son nada nuevo. A ellos recurrían los gobiernos areneros, con manos duras o súper mano duras, los cuales ya demostraron su inefectividad, debido a que no atacan la verdadera causa del problema, pero lograban el objetivo propagandístico electorero.
Una nueva guerra se ha iniciado
El ministro de seguridad general David Munguía Payes ha expresado que “la guerra de esta nueva administración es contra las pandillas, que son a su juicio las que cometen el 90% de los homicidios… Sin embargo, otros estudios, incluso informes de la PNC, creen que las pandillas son responsables solo del 30% de los crímenes” (Colatino, 25/01/2012). Como militar, el ministro emplea hasta un lenguaje guerrerista, lo que deja claro la concepción que ellos tienen respecto al combate a la delincuencia a la cual le declaran la guerra. Sin duda será la población la que pagará los efectos negativos de estos planes de combate a delincuencia, que no responde a los intereses de la clase trabajadora.
Todos tenemos derecho a la vida
En los últimos meses los medios de comunicación reportan un aumento de crímenes. En muchos casos las víctimas aparecen con sus cuerpos desmembrados o en bolsas plásticas, llegándose en ocasiones hasta la saturación de la morgue de medicina legal. Por la forma en que son llevados a cabo, existe gran parecido con los asesinatos cometidos por organismos paramilitares, aunque informes policiales siempre reportan que son productos de pugnas entre maras y pandillas aunque la realidad sea otra.
¿Pueden las maras y pandillas redireccionar su violencia contra los ricos?
Inicialmente las maras y las pandillas le eran inofensivas al imperialismo norteamericano y a la clase dominante de El Salvador. El accionar de aquéllas estaba dirigido contra miembros de otros grupos juveniles, conflictos en los que se defendían letras, el barrio, etc. Posteriormente, su accionar llegó a afectar al resto de la población. En la actualidad existe gran interés del imperialismo en combatir a las maras y pandillas en El Salvador y Centroamérica.
Pero no es por el hecho de que al imperio le interese la seguridad de la población, sino que todo apunta que a la fecha las maras y las pandillas ya representan una amenaza indirecta a los intereses económicos imperiales y la implementación de sus planes económicos. Además, con el pretexto de combatir a estos grupos violentos institucionalizan el militarismo, con el cual responderán cuando los intereses de la clase dominante estén en riesgo.