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El comienzo de 2011 marca no sólo el inicio de un nuevo año cronológico, sino el final de una etapa política y el inicio de otra, la que nos trazamos en el I Encuentro Nacional del MPU (agosto de 2005): el Partido Alternativa Popular, nuestro esfuerzo central del último lustro, concluye su etapa como partido en formación sin poder cumplir los antidemocráticos requerimientos del Código Electoral.

Aunque es innegable que hay continuidad, también lo es que hay un nuevo comienzo y, como tal, se requiere una reflexión conciente sobre dónde estamos y hacia a dónde queremos ir, para que no nos perdamos por el camino. De ahí la necesidad de este documento y del II Encuentro Nacional del Movimiento Popular Unificado (MPU).

La acción política que no esté fundamentada en un análisis de la realidad y orientada por un programa que salga de ella para transformarla, está condenada al movimientismo, es decir, andar corriendo para todos lados sin rumbo fijo y, lo que es peor, sin construcción organizativa. Como decía Lenin: “No hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria, y viceversa”.

Situación internacional: crisis económica y confusión ideológica

Analizar la situación de cualquier país, en especial en este momento de la historia llamado de globalización neoliberal, requiere el marco general de la situación mundial. Porque ninguna nación define su situación interna de manera aislada, al menos desde el surgimiento del sistema capitalista en el siglo XV y XVI.

Nada caracteriza mejor el momento internacional de 2011 que la crisis económica del capitalismo, crisis que no es sólo financiera, sino estructural y sistémica. Crisis imposible de cerrar pese a todas las medidas tomadas por los países imperialistas. Crisis que cambia de vestido o lugares pero que en el fondo sigue siendo el mismo mal crónico que se mantiene y se extiende porque, como expresara Carlos Marx, el capitalismo esconde una contradicción básica entre la alta socialización de la producción y la cada vez menor apropiación privada de los beneficios.

Pese a la desaparición de la Unión Soviética y el llamado “campo socialista”, en 1990, con la consiguiente expansión del sistema capitalista esos países y China, el sistema sólo ve recurrentemente momentos de crisis: en América Latina, en el 94, el “efecto Tequila”; en 2000-01, la crisis de las “puntocom”; en 2007-08, la de las “hipotecas basura”; en 2010, la insolvencia financiera de estados como el griego, irlandés, español, junto a la crisis del “euro” y la “guerra de divisas”.

Detrás de esas denominaciones, la palabra crisis sólo significa incapacidad del sistema capitalista para funcionar de manera “normal”, es decir, acumular plusvalía de manera creciente explotando el trabajo salariado. Porque, no lo olvidemos ni por un segundo: el sistema capitalista es un sistema de explotación de clase, es decir, de explotación del trabajo en beneficio de una minoría. Explotación de la gente y de la naturaleza, el saqueo de naciones enteras, para beneficio privado un puñado de empresas.

Por ello, mientras las crisis significan para la clase trabajadora mayor sufrimiento y explotación (desempleo, bajos salarios, carestía y pobreza creciente), los períodos de prosperidad capitalista tampoco implican una mejoría significativa en su nivel de vida. Panamá es la prueba fehaciente, con un alto crecimiento económico (promediando el 7%), iniciado en 2004 y que dura hasta el presente, la clase trabajadora (entendiendo por ella a todos los asalariados) ha visto cómo pierde un tercio de su capacidad adquisitiva y el subempleo se mantiene más allá del 40% de la fuerza laboral.

Sin embargo, crisis no significa el final del sistema capitalista, ni que veremos su colapso y la instauración de una sociedad mejor, el socialismo, por la fuerza ciega de la economía. No, la transformación política y social que se requiere para superar los sufrimientos que el sistema capitalista está causando a la mayor parte de la humanidad y a la naturaleza, sólo se puede lograr con un esfuerzo consciente de la clase trabajadora. De lo contrario el sistema sigue y se recrea.

En ese sentido, la otra cara de la moneda es que vivimos en un mundo marcado por la gran confusión ideológica. La gente comprende o intuye que el sistema capitalista está mal, pero no sabe cómo y por qué cosa debe cambiarlo. Mientras que las generaciones que nos precedieron, hasta el 90, fueron capaces de emprender grandes gestas épicas (como las revoluciones rusa, china, cubana, vietnamita y superar dos guerras mundiales) con la convicción de que el socialismo debiera significar una economía racional al servicio de la gente, la generación actual carece de esa perspectiva porque sabe que algo fracasó en la URSS, que la economía cubana marcha mal, pero no está claro qué ni por qué.

En esta confusión ideológica reinante tienen responsabilidad, tanto los que fueron aduladores por conveniencia de los regímenes totalitarios y burocráticos de los partidos comunistas (stalinistas), como aquellos que aprovecharon para tirar las banderas del socialismo y reemplazarlas por un proyecto de reformas al sistema capitalista bajo diversos signos políticos, proyecto reformista reiteradamente fracasado con la socialdemocracia desde inicios del siglo XX.

Pero como la realidad es más rica que cualquier esquema, en América Latina, la lucha de las masas populares contra el capitalismo neoliberal de los 90, parió movimientos sociales y políticos nuevos, aunque ambivalentes: revolucionarios por cuanto confrontaron con la lucha al neoliberalismo, sus regímenes y gobiernos; pero reformistas en cuanto a sus objetivos políticos.

De ahí surgieron  Chávez, Evo, Correa, y el llamado “socialismo del siglo XXI”. Estos movimientos y sus gobiernos, si bien se mantienen en los cauces del sistema capitalista, en lo económico, y en la democracia burguesa, en lo político, han tenido su cara positiva en devolver a los explotados la confianza en sus propias fuerzas y su movilización, así como la esperanza de que su acción política puede crear “otro mundo posible”, distinto al capitalismo en su fase neoliberal.

Estamos, pues, en una fase intermedia, en la que la realidad dirá si la clase trabajadora latinoamericana se mantiene movilizada y profundizando estos procesos hacia el único camino posible, el socialismo (pero distinto al burocratismo stalinista, por eso gusta el concepto de “socialismo del siglo XXI”) o si se estanca y retrocede manteniéndose en el cauce capitalista. La crisis europea y la entrada en escena de la clase obrera de ese continente da para ser optimistas, y el optimismo es lo último que puede perder un revolucionario.

Sin la pretensión de que nuestra pequeña organización, desde este pequeño país de Centroamérica, tenga todas las respuestas que el momento histórico requiere, sostenemos la convicción de que el capitalismo ha fracasado, y fracasa todos los días, por ello luchamos por un sistema económico y social donde cese la explotación de clase y que se administre racionalmente a favor de la gente y la naturaleza: el socialismo.

En ese sentido, el socialismo no es sinónimo de economía estatizada (capitalismo de estado o socialismo de mercado) sino de poder de decisión político en manos de las mayorías: la clase trabajadora.

Panamá: crecimiento económico con empobrecimiento generalizado

Si algo ha caracterizado la década que concluye es la gran prosperidad capitalista con un el empobrecimiento generalizado del pueblo panameño. En Panamá, a los negocios y los empresarios no les ha podido ir mejor; pero a los asalariados y al pueblo en general, no les ha podido ir peor.

En esta década ha habido un alto crecimiento económico que promedia el 7% anual, con un salto del PIB anual desde cerca de 12 mil millones a cerca de 20 mil millones, una prosperidad de la ganancia capitalista evidente; pero el reverso es la precarización laboral de los trabajadores, 42% en la informalidad (desempleo encubierto) y otro 7% en el desempleo abierto; con 90 mil menores de edad obligados a trabajar; con una disminución de los salarios en el PIB, desde el 38% al 30%; una polarización de la riqueza entre la gente de mayor ingreso; un aumento de la canasta básica superior al 30%; todo lo cual ha derivado en un aumento de la inseguridad y la delincuencia.

Visto de conjunto el modelo económico sostenido a través de los gobiernos “democráticos” de la post invasión, tenemos que se han exacerbado los rasgos históricos que fomentan el subdesarrollo y la dependencia. La agricultura y la industria se siguen deteriorando a favor de del sector terciario (comercio y servicios). Los únicos cambios de énfasis han sido hacia la promoción del sector turismo y la minería (la que más afecta al medio ambiente, como la de cielo abierto).

El país ha perdido un tercio de la tierra cultivable, pasando a la dependencia total de las importaciones de alimentos, incluso en rubros claves como arroz y maíz. La industria sigue más raquítica que nunca con el agravante de que ha sido vendida a intereses extranjeros. La única industria que crece es la construcción, pero por ser  el refugio del capital financiero y el sector turismo asociado a intereses foráneos (“pro mundi beneficio”).

En fin, el país sigue siendo altamente dependiente del canal y las reexportaciones portuarias o vía la zona libre de Colón. Es decir, un modelo económico que fomenta poco empleo y de baja especialización (lo que implica bajos salarios). Para no mencionar tópicos que nadie cuestiona como el deterioro de los servicios de salud pública o de la educación nacional.

La experiencia demuestra que el modelo capitalista panameño ha fracasado desde el punto de vista de la calidad de vida de la mayoría de la población. Por lo cual, se requiere un verdadero cambio (pero no el de Martinelli) hacia un sistema económico que, partiendo de la nacionalización de sectores clave de la economía, como los servicios públicos (incluyendo telefonía, electricidad y combustibles), así como un canal realmente al servicio del desarrollo nacional, fomente el empleo fortaleciendo la agricultura (garantizando la seguridad alimentaria) y la industria nacionales, priorizando la educación y la salud públicas.

Un régimen político oligárquico y antidemocrático

Este retroceso en la calidad de vida del pueblo y la clase trabajadora ha sido posible por un ataque sistemático a las conquistas sociales y a los derechos adquiridos en los 30 años anteriores, lo que se conoce como modelo neoliberal, en el cual han sido partícipes todos los gobiernos de la “era democrática” impuesta por la cruenta invasión norteamericana de 1989.

Todas las reformas lanzadas por los gobiernos del Panameñismo, PRD y Cambio Democrático, desde el Código de Trabajo a la Caja de Seguro Social no son más que recortes a derechos adquiridos y saqueo privado de las arcas públicas.

Para poder ejecutar estas medidas impopulares, el imperialismo norteamericano impuso en 1990 un régimen político que, con apariencia democrática (elecciones cada cinco años), es en realidad una plutocracia (un gobierno de los ricos) en la que se alternan los mismos políticos y sus partidos al servicio de la oligarquía que en verdad gobierna.

Para ello han impuesto un Código Electoral restrictivo que impide el surgimiento de reales opciones de cambio, impidiendo el surgimiento de partidos políticos no sólo de la clase trabajadora, sino incluso provenientes de las capas medias de la sociedad. Bajo una apariencia de “alternabilidad democrática”, en realidad la ciudadanía sólo puede elegir en un menú cerrado de candidatos millonarios o financiados por ellos, con campañas electorales multimillonarias, que sirven para el clientelismo político, es decir, la compra descarada de votos.

El propio Tribunal Electoral reconoce esta situación al admitir que, en la elección presidencial de 2009, el Sr. Martinelli gastó de fuentes privadas más de 19 millones de balboas, mientras que la Sra. Balbina Herrera reconoció gastos por mas de 9 millones, para no mencionar gastos en campañas a diputados y alcaldes que oscilaban entre los 100 mil y el millón de balboas.

Pero el engaño funciona porque la mayor parte de la ciudadanía cree vivir bajo un régimen democrático y porque está presa de la lógica impuesta por el sistema de gobierno burgués/oposición burguesa. Es decir, cuando la ciudadanía se decepciona del gobierno imperante, su descontento es canalizado y neutralizado hacia el partido burgués opositor de turno, creyendo que así vendrá el cambio que tanto anhela.

Hasta 2005, ayudó a que esa lógica burguesa se impusiera la ausencia de una alternativa político electoral popular, antiimperialista, antineoliberal y bolivariana. Las dirigencias sindicales fueron cómplices de esta situación por acción u omisión. Unos porque crean la falsa expectativa que el PRD y el “torrijismo” representan los intereses de los explotados; otros porque se contentan con la lucha social negándose a una lucha en el plano político con el falso argumento de que “las condiciones no están dadas”.

La urgencia de un partido alternativo de los trabajadores y el pueblo

Sin embargo hay síntomas que permiten avizorar una ruptura creciente de sectores de la ciudadanía con el régimen político. Mucho de ese descontento fue canalizado por la campaña electoral del empresario Ricardo Martinelli, en 2009, ante la ausencia de una alternativa política de los sectores populares con participación concreta en los comicios.

Para subsanar parcialmente este déficit, tanto el PAP como ULIP, lanzamos la idea del candidato presidencial por libre postulación, con la reconocida figura del Prof. Juan Jované. Lo cual ayudó a crear un referente y educar a sectores significativos del pueblo en la necesidad de una alternativa popular frente a los candidatos de la oligarquía. Ese fue un paso, pequeño, pero importante.

Para ayudar al proceso de conformación de una alternativa política popular, y como parte de la educación política que requieren los trabajadores panameños, hacia una toma de conciencia de clase (“para sí”), el I Encuentro Nacional del Movimiento Popular Unificado lanzó la urgencia de construir un partido electoral de los trabajadores y el pueblo que se erigiera como alternativa a los partidos de la burguesía plutocrática. En confluencia con otras fuerzas políticas, y luego de un largo debate, nació en 2006 el Partido Alternativa Popular.

El Partido Alternativa Popular marcó un hito histórico en Panamá, en varios sentidos: fue la primera ocasión, desde 1984, en que se constituyó un partido político electoral de izquierdas con reconocimiento legal; ese esfuerzo se logró con un método democrático y de consenso que permitió la unidad de sectores de la izquierda panameña; abrió una trocha en la maraña tramposa del Código Electoral, demostrando que sí es posible hacer la lucha política a los partidos de la oligarquía en ese terreno y no sólo en la lucha social; finalmente, el PAP se convirtió en un referente político organizativo para un sector de la vanguardia popular y su sigla empezó a ser reconocida por algunos sectores de las masas.

El éxito del Partido Alternativa Popular fue tal que, incluso sectores organizados del movimiento popular y social que hasta el 2009 nos criticaban, como la dirigencia de SUNTRACS-FRENADESO, se han decido  a seguir nuestros pasos e iniciar la inscripción un “instrumento político”. Desde el MPU-PAP saludamos esa iniciativa porque es correcta y necesaria.

El Partido Alternativa Popular logró una importante victoria política al sobrepasar los 5,000 adherentes a nivel nacional y constituir equipos de trabajo en todas las provincias. Aunque esa cifra, que es suficiente para ser reconocidos como partido legalmente constituido en el 90% de los países de América Latina, en Panamá con su Código Electoral antidemocrático, es insuficiente para sostenerse como partido en formación. En ese sentido podemos afirmar que el PAP no ha fracasado, sino que los obstáculos que impone el régimen oligárquico requieren condiciones de movilización y unidad todavía mayores, que lamentablemente no se han dado.

Contrario a lo que afirman algunos, que se negaban a constituir un partido en 2005-06, alegando que las “condiciones no estaban dadas”, y que dicen que ahora “sí están dadas”, el problema es que en 2005 se vivió la mayor lucha social en 20 años, en defensa de la Caja de Seguros Social. Ese año la ruptura en la conciencia de las masas  con el régimen y sus partidos tal que, si la dirigencia de FRENADESO hubiera asumido la tarea, en pocos meses habría conseguido superar las firmas que exige el Código Electoral.

De entonces a acá, la lucha de clases ha venido a menos, lo cual es evidente en las calles, en las luchas y en el vaciamiento de muchos organismos. La explosión de Changuinola contra la Ley Chorizo de julio pasado fue demasiado sectorizada y no tuvo continuidad como para cambiar el signo del momento político. Por ello, ahora hay condiciones mucho más difíciles que en 2005 para inscribir un partido popular y de izquierdas.

Pero, pese a las dificultades, sigue siendo una necesidad urgente y sigue siendo posible construir ese instrumento político electoral que movilice a las masas en ese plano para enfrentar y derrotar al régimen oligárquico y abrir mayores espacios de democracia directa y participativa. La tarea sigue planteada.

¿Qué hacer?

En primer lugar, junto con las fuerzas políticas y sindicales que así lo comprendan, el Movimiento Popular Unificado (MPU) se compromete a sostener al Partido Alternativa Popular, al margen de su reconocimiento legal o no, como un referente político y orgánico con el programa de transformaciones que requiere la sociedad panameña. El PAP y su Comité Ejecutivo (con todas sus debilidades) expresa una realidad cualitativamente superior a la suma de sus partes.

En segundo lugar, el MPU sostiene su compromiso histórico con el movimiento social y sindical panameño, priorizando la unidad popular desde las filas de la Unidad de Lucha Integral del Pueblo (ULIP). Construida con un método democrático y sin exclusiones, la ULIP ha ido creciendo en prestigio y fuerza en el largo proceso de la lucha de clases nacional.

El MPU participa del PAP y ULIP como un componente que levanta un programa socialista porque las transformaciones que Panamá y América Latina requieren, van muchos más allá del marco estrecho de la democracia burguesa.

La misión fundamental del MPU consiste en ayudar al movimiento obrero y popular a racionalizar el proceso político desde la perspectiva de sus intereses de clase. En ese sentido, debemos fortalecer orgánicamente al MPU enfatizando la educación política de la vanguardia para que asuma el reto de las tareas históricas que tiene planteadas. Esa es la debilidad más grande de las organizaciones de izquierda panameñas, que se caracterizan por ser revolucionarias en la acción, pero confusas en el programa y la ideología.

Para ese objetivo, la educación socialista, nos proponemos sostener y mejorar la edición del periódico Voz Popular y, en la medida de lo posible, una revista política de propaganda de mayor peso.

Respecto a la lucha político electoral, lo importante a tener siempre presente es que, desde nuestra perspectiva, que es la de la tradición marxista, hay dos factores decisivos, uno de principios y otro táctico.

Lo de principios es que utilizamos las elecciones para crear conciencia política de clase (lo que El Manifiesto comunista llama “conciencia para sí”) promoviendo la independencia política de la clase trabajadora respecto a los partidos de la burguesía y educando en la necesidad de su propio partido.

Por eso no nos interesa cualquier acuerdo electoral, sino los acuerdos  que sirven a este objetivo. No promovemos campañas oportunistas bajo diversos disfraces políticos “porque el objetivo es ganar”. Eso no sirve para nada y le claudica al régimen político burgués.

Lo táctico es la forma como usamos las elecciones para promover el principio de la independencia de clase. Aquí el asunto dependen de las condiciones específicas del momento y puede oscilar desde el llamado voto nulo o blanco (como hemos hecho en estos 20 años) a la participación con un partido o candidatos propios (lo mejor y a lo que aspiramos).

En este sentido, hacia 2014, en el horizonte se avizoran dos o tres caminos posibles:

El primero, y más improbable, es que una crisis mayor del régimen político permita una apertura que de pie a una nueva legalización del PAP. Es improbable, mientras no haya un estallido popular, ya que la burguesía panameña y sus partidos, acaba de demostrar en la Comisión de Reformas Electorales su poca voluntad de apertura con reformas que faciliten la participación electoral de sectores populares.

La segunda y más probable, es que utilicemos la conquista (del PAP y ULIP) de la libre postulación presidencial, aprovechando el gran reconocimiento público alcanzado por la figura del Prof. Jované, para abrir por ahí un canal de participación. Esta opción tiene una cara positiva, por cuanto rápidamente puede sumar sectores diversos que confluyan a ella; y una cara negativa dada por quienes juegan a “independientes” para no comprometerse en un esfuerzo programático y partidario, que es el que se requiere y por el cual luchamos.

La tercera, difícil pero que no descartamos a priori, es que se llegue a un gran acuerdo que abarque todo el espectro popular, incluso al partido que ha anunciado FRENADESO. Decimos que es difícil porque los compañeros mantienen una perspectiva sectaria que no busca la confluencia de fuerzas populares, sino a la hegemonía exclusiva de su organización. Sin embargo, como nosotros no somos sectarios, preferimos dejar la puerta abierta, aunque con pocas expectativas.

Panamá, enero de 2011.

represion panama

Por Olmedo Beluche

Como buen exponente de los gobiernos de la derecha empresarial latinoamericana, y siguiendo los pasos de Felipe Calderón en México y otros colegas en el continente, el presidente panameño, Ricardo Martinelli fijó su doctrina frente a la delincuencia y les declaró formalmente “la guerra” en su discurso del “estado de la unión” criolla, el pasado 2 de enero de 2011: “Estoy en guerra con ustedes. No podrán contra el gobierno, contra la Policía, ni contra los panameños decentes. En nuestro gobierno les espera el hospital, la cárcel o el cementerio”.

Palabras admonitorias. Seis días después, ante los ojos atónitos del país, en vivo y a todo color por la televisión, siete adolescentes de entre 15 y 17 años, recluidos en la celda 6 del Centro de Cumplimiento de menores de Tocumen, fueron achicharrados mientras afuera un grupo de policías les gritaban: “aguanten, no querían ser hombrecitos”. El sadismo continuó (lo vimos todos por tv) cuando al fin fueron sacados de la celda en llamas y, con la piel despellejada, recibieron sus respectivos toletazos, mientras los mismos policías les decían: “niñas”, por estar llorando. Para colmo, estos siete fueron los únicos que no se habían sumado a la protesta de ese día contra las pésimas condiciones en que se les mantiene. Ninguno había matado. (La Prensa, 22 de enero de 2011).

Viendo la dantesca escena, “mi amigo Pepe” (el amigo de un amigo) me decía: “¿Será casualidad, y la vaina se les fue de las manos, o estos policías se inspiraron en el incendio ocurrido en un penal chileno pocos días antes? ¿Será casualidad que Martinelli y Piñera sean dos presidentes de la derecha empresarial y pase lo mismo en ambos países en tan corto lapso de tiempo?”. Pepe, que es muy suspicaz, agregó: “Lo que pasó es parte de un nuevo programa educativo para la juventud pobre: si te portas mal, mira lo que te puede pasar”.

Iniciaba de esta cruel manera la “guerra a la delincuencia” del gobierno panameño, en una ridícula y mala copia de lo que ya es un desastre en México, donde el pueblo pide que pare “la guerra de Calderón”, que ha causado decenas de miles de muertos y no ha resuelto absolutamente nada. Próximo a acabarse el “sexenio calderonista”, la “nación azteca” no es ni más segura, ni hay menos delito, ni menos narcotráfico.

Fracaso de Calderón, que será el de Martinelli, igual al fracaso de la llamada “seguridad democrática” de Uribe y su “guerra al narcoterrorismo” que no hicieron a Colombia un país más vivible, sino todo lo contrario: cuatro millones de desplazados, decenas de miles de muertos, centenares de ellos dirigentes sindicales y defensores de los derechos humanos, miles jóvenes inocentes “ajusticiados” (“falsos positivos”) para que algunos oficiales y soldados recibieran asuetos y premios que los ofrecían por matar supuestos guerrilleros.

Al igual que en todos los demás actos de gobierno de estos “cipayos” criollos, en esto no pasan de títeres de una política internacional dictada desde Washington hace décadas, y su “guerra al narcotráfico”. Guerra que, en cuanto a la disminución del tráfico de drogas y la delincuencia también es un rotundo fracaso, pero que da buenos réditos políticos, sólidos presupuestos militares, una política del miedo que ayuda a la dominación social y al control sobre su “patio trasero”.

Tratando de comprender, hice una relectura rápida de Michel Foucault (Vigilar y castigar, 1975): “La delincuencia, con los grandes agentes ocultos que procura, pero también con el rastrillado generalizado que autoriza, constituye un medio de vigilancia perpetua sobre la población: un aparato que permite controlar a través de los propios delincuentes, todo el campo social. La delincuencia funciona como un observatorio político”.

Y agrega Nayra (no aparece el apellido en Internet), una comentarista de Foucault para la revista Versus, que la delincuencia “legitima múltiples mecanismos de control sobre la población. Así la delincuencia se convierte en uno de los engranajes del poder”. Antes ha dicho, no sé si tomado de Foucault, que: “A finales del XVIII se soñó con una sociedad sin delincuencia, pero ésta era demasiado útil. Sin delincuencia no habría policía. La burguesía se burla completamente de los delincuentes, de su castigo o de su reinserción, que económicamente no tiene mucha importancia, pero se interesa por el conjunto de los mecanismos mediante los cuales el delincuente es controlado, seguido, castigado, reformado…”

Está claro, “la guerra a la delincuencia”, al narcotráfico o como la quieran llamar, para la clase dominante y la derecha ideológica enquistada en las fuerzas policiales y militares y, sobre todo en los medios de comunicación, nunca termina porque ella es el fin en sí (la guerra o estado de guerra) no la delincuencia. Está dirigida no sólo a los grupos delincuenciales, sino a toda la población. A través de esta “guerra” se busca legitimidad para el poder político. En nombre de la ciudadanía, y para “protegerla”, se gobierna contra el pueblo. Se “combate” la delincuencia, pero no se pretende acabarla, ni “reformar” al delincuente.

Eso se demuestra en el estado patético en que están las cárceles panameñas a las condiciones inhumanas en que viven los reclusos, el hacinamiento espantoso, la falta de agua, la pésima comida, la violencia tolerada y fomentada por las autoridades dentro de los penales, la ausencia casi absoluta de programas de resocialización porque a los gobiernos y a la burguesía les importa un pito con la vida de esa gente. Las cárceles, bajo la globalización neoliberal, han dejado de ser (o aspirar a ser) “reformatorios”. Las cárceles se han transformado en basureros humanos donde se echa a los indeseables.

Una comisión de diversos representantes de organismos de derechos humanos que visitaron el Centro de Cumplimiento en que ocurrió la tragedia o la masacre, no se como llamarla, corroboró el estado patético en que seguían recluidos los menores sobrevivientes quince días después de los hechos, es decir, días después de las promesas de “cambio” de la ministra y del llamado del presidente a que se haga “justicia”.

Al respecto dice Foucault que hay dos modelos de ejercer el poder, que se aplican bien al sistema penitenciario panameño: el modelo de la peste, es el ideal de las sociedades disciplinarias, donde el espacio está recortado, cerrado, vigilado y controlado; y el modelo de la lepra, que implica el tratamiento estigmatizador de exclusión y expulsión que se tenía en la Edad Media con los leprosos. Ambos son complementarios.

Pero me siento confundido, porque Foucault señala que la modernidad (capitalismo) inventó, a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, las prisiones como sistema de castigo a los delitos, algunos con la perspectiva de que el delincuente se reformara, otros como forma de pago (en tiempo de reclusión) a la sociedad por el delito cometido. Y que eso separa la racionalidad moderna, en el derecho penal, de la visión medieval por la cual la cárcel era sólo un lugar transitorio mientras el delincuente esperaba su castigo mediante el suplicio público (la muerte o los azotes).

Mi confusión deriva de que lo sucedido a los siete menores recluidos en Tocumen parece marcar una involución al siglo XVII. La sociedad panameña ha sido retrotraída a la época del suplicio como espectáculo público, instrumento predilecto del poder despótico. Se borró, perdón, se quemó toda la racionalidad burguesa sobre el delito y las penas. Volvimos a la “caza de las brujas” y a la “quema de ellas”. Ha renacido la Santa Inquisición. ¿Será por eso que no hemos visto protestar contra estos hechos a ninguno de esos grupos “provida”, tan interesados en los embriones e indiferentes con los niños?

Alguien dirá que estamos exagerando, que se trata de un hecho aislado y “casual” no implica una política pública, pero eso riñe con las respuestas de un sector de la ciudadanía, debidamente emborrachada por algunos “comunicadores” que han empezado a alzar la voz a favor de los policías. Incluso en la vigilia de apoyo a las familias de esos muchachos, realizada el 26 de enero, un idiota montado en una Toyota Prado del año se atrevió a gritarle a los presentes que “hay que matar más”.

Vuelvo a las notas de Nayra sobre Foucault, donde cita J.M. Servan (1767): “Cuando hayáis formado así la cadena de las ideas en la cabeza de vuestros ciudadanos, podréis entonces jactaros de de conducirlos y de ser sus amos. Un déspota imbécil puede obligar a unos esclavos con unas cadenas de hierro; pero un verdadero político ata mucho más fuertemente por la cadena de sus propias ideas… sobre las flojas fibras del cerebro se asienta la base inquebrantable de los imperios más sólidos”.

Estas “cadenas de ideas” han sido forjadas, desde hace varios años, mediante campañas en algunos medios de comunicación que cada mañana despotrican contra la “inseguridad” y culpan de la situación a los jóvenes de los barrios pobres. Un siquiatra diría que se ha fomentado una nueva sicosis social, y acuñaría el término “neolaiafobia” (odio a la juventud). Odio fomentado contra toda evidencia fáctica, pues está demostrado que los adolescentes sólo participan de una parte ínfima de los crímenes y que, cuando se da el caso, siempre hay adultos detrás manipulándolos.

Neolaiafobia que los gobiernos y los diputados hacen caso prioritario, pues ya que no pueden resolver ningún problema social sin tocar los intereses de quienes financian sus campañas electorales, sí es posible desviar la ira social contra los “menores infractores”. El resultado es que, desde el gobierno del socialdemócrata Martín Torrijos hasta el de Ricardo Martinelli, en menos de cinco años, se ha reformado la legislación tres o cuatro veces para aumentar las penas a los menores y bajar la edad de imputabilidad hasta los 12 años!!

El “gobierno empresarial” está resultando toda una escuela política para mucha gente. Una escuela dura, en que a la brava el pueblo más bajo, el que no tiene empleo fijo, el que nunca tendrá jubilación, el que no sabe cómo poner la paila cada día, el que no tiene agua en su casa, está aprendiendo que los banqueros y magnates les importa un bledo con sus vidas y la de sus hijos e hijas, sólo les interesan sus cajas registradoras.

Porque esos siete muchachos, más niños que hombres todavía, no eran hijos de la clase media alta, ni menos de la alta, ni vivían Punta Pacífica, San Francisco o Costa del Este. Ellos eran hijos del barrio, del “gueto”, como ellos mismos lo llaman. No es casualidad, esos siete, y los miles de jóvenes adscritos a pandillas o que pululan en los barrios, carne de cañón para el narcotráfico (dirigido por elites que nunca van a la cárcel), son el despojo de un sistema capitalista en crisis que sólo les ha ofrecido: miseria para sus familias y ninguna esperanza para su futuro, salvo el dinero fácil de los narcos.

Decenas de miles de jóvenes panameños deambulan por el barrio, sin ir a la escuela ni trabajar. La deserción en la educación media supera el 40%. El desempleo abierto se ceba en el rango de entre 18 y 25 años, pese a que en Panamá trabajan hasta 90,000 niños que deberían estar estudiando.

En realidad, esos siete jóvenes aunque hayan delinquido y sean responsables de sus actos son, en última instancia, víctimas por triplicado: de un sistema social que los condenó a la miseria antes de nacer, de un sistema judicial inhumano que los maltrató y de la hoguera de una “guerra” hecha para beneficio de unos vampiros sociales.


 

Deslave

Por. Edgardo I. Garrido Pérez (Panameño, dos veces Doctor en Ecología, científico de la Universidad de Goettingen -Alemania)

El gobierno de Ricardo Martinelli no parece cansarse de demostrar que oscila entre la crueldad y la incapacidad mental. La prueba más reciente de ello es el manejo incapaz de la disponibilidad de agua para beber mientras lo que más nos cae del cielo es precisamente agua, toda vez que estamos en un proceso meteorológico de "La Niña". Los meteorólogos de todo el mundo avisaron con muchos meses de anticipo que vendría la niña y que había que prepararse: almacenar agua y granos allí donde la niña trae sequía; ajustar las represas y alertar sobre inundaciones allí donde -como en Panamá, La Niña trae aguaceros torrenciales. Solamente un gobierno cruel o de retrasados mentales (donde los locos son más) podría no haber considerado las advertencias; lamentablemente eso es lo que hay en Panamá.

Los meteorólogos informan y Martinelli... ¿no se entera?

Es muy fácil obtener gratis de internet reportes y predicciones del clima de parte de los servicios meteorológicos como el de los Estados Unidos -que se basa en satélites de la NASA (http://www.cpc.noaa.gov/products/precip/CWlink/MJO/enso.shtml). Eso está allí, al alcance de Presidentes, Ministros de Estado, Sistemas de protección civil y alerta temprana e incluso Juntas comunales y locales. Esas instituciones deberían ayudar a alertar a la población, ajustar los canales de irrigación y las represas y organizar personas que eviten los daños y reparen rápidamente los acueductos, caminos y sistemas eléctricos y demás infraestructuras. Los cuerpos de bomberos, protección civil e incluso los maestros de escuelas y centros de salud podrían alertar a la población con muchas semanas -sin necesidad de incitar al miedo, de manera que nadie viera flotar en los ríos crecidos sus muebles o los cadáveres de sus animales de crianza e incluso personas. El gobierno del Sr. Martinelli cuenta con un amplio número de periodistas y personas que saben muy bien cómo acusar injustamente e insultar a cidadanos honorables (pregúntenselo a Irving Saladino!). Pero, a la hora de hablar con propiedad sobre algo tan elemental como la prevención de la muerte de sus ciudadanos estos imitadores de Goebbels brillan por su ausencia.

A mí el Sr. Martinelli me recuerda mucho al Sr. George W. Bush, que teniendo el mejor servicio de predicción de tormentas e inundaciones de todo el mundo dejó morir a los ciudadanos de su propio país a la vez que mantenía una guerra contra otros países. Del mismo modo, el Sr. Martinelli nos quiere meter en la guerra colombiana (le ha declarado la guerra a las FARC) en vez de ocuparse del bienestar de sus ciudadanos. Cabe recordar que al Sr. Bush también se le recuerda en el mundo tanto por su crueldad como por sus dudosas facultades mentales (http://hoehrmann.com/images/Binoculars.jpg). Esta comparación nos recuerda los peligros que se corren al determinar quién administra un país.

Informaciones meteorológicas de primera mano al alcance de todos

Les adjunto con este e-mail dos documentos. Uno es el informe que apenas hoy distribuyó gratuitamente el Centro de predicciones climáticas del gobierno de los Estados Unidos. Sí, aunque usted no lo crea, también de dicho país sale a veces algo bueno; es más, el reporte está en español (cortesía de sus productores), e indica que el fenómeno de la Niña continuará hasta bien entrada la primavera del hemisferio norte; por ahí de abril-mayo del año en curso. Así que prepárense: más aguaceros torrenciales son posibles; aunque la naturaleza es caprichosa y ninguna ciencia es 100% segura -como bien indica el informe. Pero los científicos serían irresponsables si tomaran la incertidumbre como excusa para no informar, porque más vale prevenir que lamentar.

Pero -ay! ¿De qué sirve que los científicos informen si las autoridades o no escuchan o no les importa? ¿Será acaso que el Palacio de las garzas lo ocupa un representante de millonarios comerciantes, de esos que hacen mucho dinero cuando los desastres naturales hacen que haya menos comida de manera que esta sube de precio y que los bancos mientras el ministerio de finanzas y la autoridad del canal los ocupan banqueros y empresarios de la construcción que hacen más dinero financiando y realizando reparaciones de infraestructuras dañadas por los desastres "naturales"? ¿O será simplemente que no manejan las informaciones técnicas que los científicos publican en un lenguaje que sí es comprensible para los tomadores de decisiones? Si lo primero es cierto, entonces son crueles; si es lo segundo es cierto, entonces no son mentalmente capaces para gobernar; por cualquiera de las dos razones deberían salir del poder inmediatamente.

El otro documento es un archivo en el cuya primera página reproduzco una figura del informe mencionado ariba. La figura muestra en color azul algunas zonas del mundo en las que las temperaturas oceánicas actuales son más frescas que lo usual para fechas similares entre los años 1971-2000. Por su parte, el color rojo muestra las zonas del mundo en las que tales temperaturas son más cálidas que lo usual; confirmando que nos encontramos en un período de La Niña. En la segunda página del documento hice una ampliación del mapa correspondiente a Panamá. Fíjense cómo el Pacífico y todo el área que va desde el territorio canalero hasta Chiriquí-Bocas del Toro tienen temperaturas más bajas que lo normal para estas fechas; mientras que el otro sector del país -sobre todo por el Caribe tiene temperaturas más elevadas que lo normal durante estas fechas.

Un gobierno que "olvidó" sus lecciones de la escuela primaria

Pues bien, la figura que acabo de mencionar es muy clara: cuando un viento cálido y húmedo choca con vientos más frescos, la temperatura de las nubes baja y se forman lluvias. Cualquiera que recuerde sus lecciones de la escuela primaria lo puede deducir, pero eso parece estar demasiado lejos de las buenas intenciones o de las neuronas del gobierno panameño. Ni  una sola palabra en la hoja web de SINAPROC sobre esto, ni sobre cómo deberían adaptarse las personas y los gobiernos locales para prevenir más muertes y destrucción. Hoy es seis de Enero de 2011 y la hoja web de Sinaproc sólo muestra propaganda y -lo que no es propaganda, son intentos de enfrentar los desastres cuando ya ocurrieron en vez de temas de prevención (http://www.sinaproc.gob.pa/). Así es el gobierno panameño. Pero -eso sí, a la hora de adjudicarles millonarios contratos a sus socios, allí sí que son generosos e inteligentes, capaces de recordar sus cursos de aritmética, o por lo menos cómo se aprietan los botones de una caja registradora.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) lleva ya muchos años fortaleciendo los sistemas de alerta temprana para evitar que los desastres naturales sigan matando gente. Es más, en la Ciudad del Saber están algunas instalaciones de la ONU así como un centro de estudios del Agua; lamentablemente los gobernantes no se han ocupado de visitarlos y dudo sinceramente de que hayan aprendido algo de ellos o que siquiera hayan leído un panfleto de dichas instituciones. Si los leyeron, o no les interesó o no aprendieron nada.

Conclusión: si el gobierno no te ayuda, ayúdate a tí mismo

Distribuyan por favor este correo electrónico a todas las personas que conozcan, incluyendo a los medios de comunicación y periodistas que no hayan sido corrompidos por el régimen. Porque hay que alertar al pueblo: hubo inundaciones en el 2008 y en el 20010 y las seguirán habiendo después. Los aguaceros no deberían ser algo a lo que le tengamos miedo: Panamá es un país lluvioso por naturaleza, nuestros indígenas tienen miles de años sobreviviendo aquí (deberíamos preguntarles qué hacer!) y los meteorólogos suelen informar con mucho anticipo. Pero es mejor que el pueblo se organice por su cuenta para guardar reservas de agua y alimentos; que en cada barrio y pueblito haya al menos una persona que visite periódicamente las páginas de internet de los servicios meteorológicos. Que cada barrio tenga un joven universitario -por ejemplo de la escuela de Geografía que lea los informes meteorológicos de primera mano para que la información que le llegue al pueblo sea real y sin manipulaciones alarmistas que vuelquen a la gente a los supermercados a comprar más de lo necesario. Que no cunda el pánico, sino que se organicen para salir de las casas a tiempo, salvando enseres, animales y personas. Que el pueblo lo haga por su cuenta porque el gobierno ha demostrado que no quiere o no puede hacerlo -ora por crueldad, ora por incapacidad mental.

Pero no olviden que a los ciudadanos corrientes se les prohibe entrar en las represas para controlar el flujo del agua en los ríos y que también se les prohibe tomar camiones, autobuses y helicópteros para transportar personas. También se les prohibe administrar la electricidad y el agua potable de modo que esta sea limpia y no tenga color chocolate. Precisamente por eso es que -mediante iniciativas como el Partido Alternativa Popular y el Profesor Juan Jované, hay que sacar del gobierno a los crueles y a los discapacitados mentales y reemplazarlo por un gobierno que complemente desde arriba a un pueblo bien organizado desde abajo.

Recuerdo que en los años noventa se quitó de la presidencia de Ecuador al señor Abdalá Bucaram, quien gobernaba llamándose a sí mismo loco. El Sr. Martinelli -tal vez asesorado por su amigo Papadimitriu confesó alguna vez que él también está loco. En lo personal la palabra loco no me gusta porque la psiquiatría moderna usa palabras menos ofensivas, pero cada quien tiene derecho a ponerse el apodo que más le guste. Pero si el propio Sr. Martinelli confesó su desequilibrio mental, entonces debería irse del poder y ser reemplazado por una Asamblea Constituyente en la que no haya espacio para los crueles ni los enfermos mentales que tanto dolor y muerte le causan al país.

¿De qué te vale tener si no sabes qué hacer con lo que tienes?

Rubén Blades & Willie Colón

Por Olmedo Beluche

Habíase una vez una ciudad que le decían “la tacita de oro” porque el único beneficio directo que sacó de vivir junto a un canal controlado por Estados Unidos fueron los servicios públicos (alcantarillado, agua potable, recolección de basura) de altos estándares, equivalentes a los de un país desarrollado.

La “tacita”, andando el tiempo hasta llegar a los años 70 de hace un siglo, llegó a mejorar todavía más la calidad de vida de sus habitantes, gracias a un régimen militar que le llaman “populista” que, siguiendo las doctrinas desarrollistas en boga, acompañó lo anterior con uno de los mejores servicios de educación y salud pública del continente, con telefonía y energía eléctrica baratas, gracias a la nacionalización, y con un Código de Trabajo que reconocía importantes derechos a la clase trabajadora.

Pero las malvadas brujas de un reino oscuro llamado capitalismo, corroídas por la envidia y la avaricia, no podían permitir tanta felicidad a tanta gente. El aquelarre se reunió en Washington por 1980, hicieron su consenso y empezaron a emitir conjuros nefastos contra todo el mundo, incluida la “tacita”. De sus labios brotaron palabras soeces que nadie comprendía muy bien pero que hacían nudos en los estómagos (literalmente hablando): neoliberalismo, ganancia, ajustes estructurales, libre mercado, privatización, reforma laboral, etc.

Enviaron por el mundo espíritus malvados (BID, FMI, Banco Mundial) obligando a los pueblos a morder las manzanas envenenadas. Poco a poco los pueblos empezaron a sentir el malestar y a caer en un sopor con alucinaciones opiáceas. Los derechos, las conquistas sociales, los avances económicos, empezaron a desaparecer por arte de magia. Todo aquel que se atrevía a resistirse recibía del cielo, digo, del norte, rayos y centellas: cárcel, bala, gases, represión; además se le marcaba en la frente: jurásico, troglodita, antimoderno, comunista, chavista.

El pueblo de la “tacita” no sabía qué hacer: se revolvió, salió a la callé, hizo huelgas y cada tanto tiempo elegía presidentes y diputados para que conjuraran el mal, pero éstos se volvían contra sus electores y, cual marionetas en manos de las brujas malas, retorcían un poco más el yugo en el cuello del pueblo. Endara, Balladares, Mireya, Martincito, PRD, panameñismo, PDC, Molirena, todo daba lo mismo, no, empeoraba. El pueblo no se deba cuenta que la manzana envenenada con aparentes bellos colores era el mismo sistema político. Pintada de supuesta “democracia” en su interior tenía el veneno de la plutocracia y la oligarquía.

Luego apareció un “loco” y se anunció como su “salvador”. El pueblo, en su desesperación decidió elegirlo  y nuevamente fue víctima del hechizo, pues el “loco” vestía saco fino y zapatos de empresario, pero las brujas le hicieron creer que tenía “zapatillas del pueblo”. Algunos sufriendo alucinaciones entreveían la realidad parcialmente: “como es millonario no va a robar”. Los pobres, de espíritu y bolsillo, no entendían que el latrocinio capitalista no es el que practican los burdos carteristas, sino algo más elegante: ganancia, mercado, privatización, reducciones de impuestos al lucro, contrataciones públicas.

Cuando ya el pueblo de la “tacita” pensaba haberlo visto todo, y haberlo perdido todo (con veinte reformas al código de trabajo, con carestía, con subempleo, con la destrucción casi total del sistema educativo y la salud, con cientos de millones en contrataciones directas, con un canal empeñado para una ampliación de ensueño, para las navieras internacionales, claro), resulta que el gobierno de “locos” y “mete la pata” decide sacarle el jugo (capitalista) a lo único que faltaba: la basura, transporte y el agua!!!

No se les puede culpar porque si de algo sabe un “gobierno empresarial” es de cómo lucrar. Durante un año y medio los habitantes de la tacita vieron sus calles inundarse de basura, mientras el alcalde gringo y el ministro griego se disputaban a quién le tocaba concesionar el negocio de su recolección. Se les prometió a los “taciteños” mejorar el transporte público, y creyeron que al menos eso sí. Pero el asunto traía premio: viaja de pie y paga más.

Para colmo de maldiciones, las madrecitas taciteñas en su día recibieron un regalo del cielo: un tremendo aguacero obsequiado por “la niña”. Por supuesto, los mercaderes del templo, perdón del gobierno, como buenos empresarios vieron una “oportunidad”: apropiarse de lo único que faltaba: el agua.

Desde ese día, por primera vez en más de un siglo, los habitantes de la tacita dejaron de ver fluir por sus tuberías lo que más sobra en este país tropical y que los periodistas llaman “el preciado líquido”. Resultó que ahora sí está “preciado” a precios de monopolio. Dice el gobierno que la culpa es del cielo porque nos manda la lluvia. Estamos “obrados”, dice María, porque aquí llueve casi todo el año.

Un oscuro funcionario, calvo él y de apellido González emitió el anatema: beban ese líquido amarillento, un día sí y dos no, o vayan y compren su botella en el supermercado (ya saben cuál).

A casi 500 años de fundada, los habitantes de la “tacita” le van a cambiar el nombre por la “bacenilla” o “bacinilla”, por los olores que emanan de sus escusados y los sobacos de los habitantes que viajan en el modernísimo “metrobus”.

Como el modelo económico que las brujas del norte junto con sus gnomos del patio han decido imponer un esquema inmobiliario y turístico, a ver si pescan incautos extranjeros (llamados “turistas”) se les va a pedir que cuando vengan a comprar lujosos apartamentos aquí traigan su propia agua, además de guantes y mascarillas, platos y vasos desechables (y muchos “pampers” si tienen bebés), por si el cólera o la hepatitis, enfermedades que pronto prosperarán, además de las tradicionales dengue, fiebre amarilla y malaria.

Y así, los habitantes de la bacenilla vivirán por siempre felices y comiendo perdices (de perdición, no las aves), a menos que decidan rebelarse contra las brujas y el reino del mal capitalista. Y que nadie llore, porque “vamos bien”, dicen los empresarios.

Por Olmedo Beluche

Las cartas están sobre la mesa: el actual bloque oficialista y el presidente Ricardo Martinelli aspiran a la reelección, para lo cual requieren una reforma a la Constitución Política. Pero al igual que los gobiernos de los últimos 20 años, el nuevo parche a la Constitución de 1972 pretenden hacerlo de manera controlada para que sus intereses sean preservados y, si algo cambia, sea para peor. Por ello el mecanismo elegido para las reformas es que lo haga la actual Asamblea Nacional, bien controlada desde el Ejecutivo, y que sus decisiones sean ratificadas por un plebiscito o referéndum.

Se trata de que el poder político siga en manos de la misma oligarquía y sus políticos de siempre. Además de la reelección presidencial, se avizoran en la agenda ataques puntuales a derechos sociales y a la soberanía nacional (como la extradición de nacionales o que estados extranjeros posean propiedad territorial, como en las minas). El objetivo, liquidar los últimos vestigios del estado desarrollista de los años 70 con su concepto de soberanía nacional, suplantándolos por el estado neoliberal que se ha venido construyendo durante tres décadas y su sometimiento al “libre mercado”.

La oligarquía que controla el país tiene claro su concepto de estado, y no podemos culparle por ello. El problema es de la clase trabajadora y sus organizaciones, sindicatos y movimientos sociales, que no han construido una concepción coherente sobre el estado y el régimen político panameños. Por ello, o avanzamos unidos en levantar una concepción del estado y el régimen desde la perspectiva de los intereses populares, alternativo al de la oligarquía, o seremos simples peones en el juego de intereses de la burguesía.

No debe volver a repetirse lo sucedido en la recién clausurada Comisión de Reformas Electorales (CNRE), donde era imperativo para el movimiento obrero y popular ganar espacios democráticos de participación política, como la rebaja sustancial en la cuota de adherentes para partidos y candidatos por libre postulación, entre otras reformas, lo que fue desaprovechado sin pronunciamientos contundentes, ni movilización, por parte de la organizaciones sociales. El resultado fue una “curita” que no cambia nada sustancial.

En la CNRE, luego que FRENADESO logró la importante conquista de acceder a un puesto en la mesa, no presentó propuestas de fondo y dejó la silla vacía la mayor parte del tiempo. Por su parte CONATO y CONUSI optaron por no ir más allá de las propuestas muy moderadas del Foro Ciudadano, convenientemente controlado por la APEDE y el CONEP, incluso con derecho de veto. La única voz solitaria que se alzó con propuestas independientes fue la del Partido Alternativa Popular.

Urge que FRENADESO, CONATO y ULIP discutan un plan de acción común frente al proyecto de reforma constitucional que se nos viene encima. El primer punto de ese acuerdo tiene que anteponer a las reformas controladas de Martinelli, la exigencia de una Asamblea Nacional Constituyente con delegados electos por el pueblo de manera que no sólo la partidocracia actual pueda postular, sino que también el movimiento social pueda llevar sus voceros a la constituyente.

(El autor es secretario general del Partido Alternativa Popular)

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