Carias y Tosta firman un pacto

Por Maximiliano Cavalera.

El 1 de febrero de 1924 en Honduras se debía llevar a cabo una transición democrática. Las elecciones presidenciales llevadas a cabo en octubre del año anterior quedaron en el limbo debido a un impase entre los tres candidatos que se postulaban para encabezar el Estado. Los candidatos que se presentaron a esa elección fueron el general conservador y futuro dictador Tiburcio Carias, el Dr Policarpio Bonilla y Juan Ángel Arias. Al igual que las pasadas elecciones del 2013, los comicios electorales de 1923 fueron muy reñidos, y ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría absoluta que exigía el artículo 79 de la ley electoral para elegir al nuevo presidente de Honduras. Sin embargo, la Constitución de 1894 le delegaba al Congreso la potestad de elegir al nuevo presidente, vicepresidente y magistrados. La misma Constitución establecía que éstos debían ser los más votados en las pasadas elecciones.

La nueva pelea se libraría en el Congreso, sin embargo, la división política del momento entre los partidos tradicionales impidió que se llegase a acuerdos políticos y el Congreso eligiese al nuevo presidente. La última sesión del legislativo fue la del 31 de marzo de 1924; en ésta no se alcanzó el quorum necesario para elegir a los nuevos funcionarios y fracasó el denominado “Plan de Paz de Barahona” por el cual se pretendía superar el impase entre las fuerzas políticas.

La escena estaba montada, y es cuando el presidente liberal Rafael López Gutiérrez decide perpetuarse en el gobierno. Éste decreta el estado de emergencia, anula las garantías constitucionales, disuelve la Constitución de 1894 y asume todos los poderes. El decreto decía: “Considerando que no habiendo presidente, vicepresidente ni designados, no hay funcionario a quien entregar la presidencia de la República para el nuevo período constitucional, y en este concepto es indispensable la existencia de nuevo gobierno, con facultades para evitar la anarquía y el desorden” (…) “decreta: convóquese a una Asamblea Constituyente que se reunirá en la capital en la fecha y con el número de que se expresará en el decreto especial” (…) “el presidente de la República asume todos los poderes del Estado los cuales ejercerá discrecionalmente, quedando suspenso el imperio de la constitución” (Diario de la Guerra de Honduras 30 de enero- 30 de abril 1924, Ribas Mario)

La revuelta por el poder

Unos días antes de finalizar enero, el general Carías partiría bajo la oscuridad para reclamar el poder político e iniciar una revuelta que él mismo denominaría revolución. Como es de esperarse, la convulsión provocada por los planes continuistas del General López Gutiérrez precipitaría una ola de renuncias en muchas carteras gubernamentales, entre ellas, la dimisión de Dionisio Gutiérrez en el Ministerio de Guerra. Las acciones militares de los partidarios de Carías no se harían esperar: el 4 de febrero el general Mariano Beltrán al mando de 125 hombres toma Siguatepeque.

La guerra plantea muchos problemas para los actores, uno de ellos, es cómo sostener económicamente las mismas. En este sentido los partidos conservadores en todo el istmo, al representar los intereses de las oligarquías, han tenido sus cimientos en los terratenientes locales y esto les ha permitido afrontar, no sin contradicciones las guerras civiles en que se han visto inmiscuidos. Cuando detonan las acciones bélicas, el gobierno de López Gutiérrez se da a la tarea de cobrar los impopulares impuestos; esto causaría el repudio de comerciantes extranjeros y del imperialismo norteamericano. Es decir, después de una nota de protesta del representante norteamericano, los impuestos solo fueron cobrados a comerciantes hondureños.

El 5 de febrero se dan escaramuzas en ciudades como La Esperanza, Marcala, Gracias y Santa Rosa de Copan. El 14 de febrero el general conservador Ferrara toma la ciudad de Comayagua. El 3 de marzo el general Tosta toma San Pedro.

Al transcurrir el proceso bélico, se enferma y luego muere el general López Gutiérrez quedando al mando del Estado un consejo de ministros. Los conservadores toman la ciudad de La Ceiba el 13 de marzo; unos días antes, el 9 de marzo ganan la batalla de Zambrano, quedando abiertas las puertas de Tegucigalpa: “Son las 5 de la tarde, jueves 13 de marzo, y en este momento vence el plazo del armisticio. Es la hora fatal, la hora histórica. La expectación y el pánico en Tegucigalpa son grandes. Se espera el ataque durante la noche. Muchas familias de Comayaguela y barrios retirados de la ciudad abandonan sus casas y se van a la Leona y otros lugares que ofrecen una seguridad relativa” (Ídem) La batalla por Tegucigalpa será la que decidirá este proceso histórico.

La revolución sin fecha

En el caso de Centroamérica, la derrota del Estado Federal significó que la modernización y las revoluciones liberales quedaron postergadas. Analizando concretamente el caso de Honduras es muy particular en la historia del área, sobre todo porque en el istmo centroamericano, a mediados o al finalizar el siglo XIX, se dieron movimientos revolucionarios liberales que introdujeron cambios importantes que llevarían a la consolidación y construcción de la burguesía nacional. En Honduras nunca se dio un proceso similar, fue Marco Aurelio Soto el impulsor de la reforma liberal. Esta reforma se hace desde la superestructura e intenta integrar la economía de Honduras al desarrollo capitalista de época. La visión de los reformadores es desarrollar el enclave bananero y minero para traer el capitalismo en el país. A diferencia de otros procesos revolucionarios liberales, en Honduras no se transformó el Estado ni se destruyó las instituciones conservadoras. Todo lo contrario, El Estado “se modernizó” aplazando hasta el día de hoy, los cambios en las instituciones estatales, económicas y mentales de la sociedad.

La intervención Norteamericana

El enclave minero y bananero tendría graves consecuencias para Honduras, sobre todo de cara a sus relaciones económicas y militares para el imperialismo norteamericano. En la zona norte del país se desarrollaron los enclaves bananeros. Poco a poco los campesinos vieron cómo eran desplazados por las grandes compañías bananeras. El gobierno incentivó a las mismas, ya que los gobernantes obtenían grandes beneficios de dichas compañías: “así el promedio de racimos exportados en el quinquenio 1922-1926 alcanzó la cifra de 13,764.511. Dicho promedio casi se duplicó para el quinquenio siguiente (1927-1931) al llegar a 25,879.390 racimos” (Honduras, de la guerra civil, al reformismo militar. Guillermo Molina Chocano) Sin duda alguna, los intereses del imperialismo norteamericano estarían centrados en defender la estabilidad de las compañías norteamericanas en Honduras. Así es que el 14 de febrero desembarcó en Amapala el buque norteamericano Milwaukee; cabe mencionar que ya en aguas hondureñas se encontraba el Rochester.

Se dio un primer desembarco de 125 marines, pero el 10 de marzo se ordenó el reembarque de los efectivos. Unos días después, so pretexto de establecer una zona neutral para civiles y proteger a los extranjeros, se ordenó el desembarque de 200 marines que llegarían a Tegucigalpa el día 19 de marzo, con el respaldo de las fuerzas conservadoras. A esta flagrante intervención no se opusieron las fuerzas beligerantes. En el caso del consejo de ministros, solo hizo una escueta nota de protesta. Solo Froylan Turcios publicó el “Boletín de la Defensa Nacional” en contra de la intervención imperialista.

El movimiento anti imperialista sería asumido por un sector de la intelectualidad, del cual el más grande representante es Turcios. Sin duda este fenómeno no es extraño, sobre todo si tomamos en cuenta que la escasa masa de trabajadores de Honduras estaba afiliada a la Federación Obrera Hondureña (FOH) y el Comité Ejecutivo de la misma, llamaría a votar por los liberales en los comicios electorales. Por otro lado, los sectores campesinos estaban bajo la sombra de ambas organizaciones políticas, y como se explicó anteriormente, existía un proceso embrionario de transformación social de campesinos con tierras a proletariado agrícola.

La guerra civil de 1924 sería decidida en Tegucigalpa bajo la intervención del imperialismo norteamericano, que se encargaría de defender el status quo y de que el proceso no se saliese de sus manos. En medio de las negociaciones, las fuerzas del general Carías presentaron un tratado que llamarían el “convenio de Tiloarque” en el cual se proponía como presidente provisional a Fausto Dávila, y el país sería dividido territorialmente bajo la égida de Carías y sus generales.

Al finalizar abril se dio la conferencia de Amapala bajo el auspicio del imperialismo norteamericano. Entre tanto, las tropas del general Carías combaten y toman Choluteca, para unos días después conquistar Tegucigalpa. Formalmente Vicente Tosta sería el presidente provisional, Tiburcio Carías fungiría en la gobernación general, Gregorio Ferrara como Ministro de Guerra y Marina entre otros. Hoy más que nunca, este proceso histórico nos enseña que las burguesías y oligarquías nacionales no son capaces de solucionar los problemas elementales de un Estado nación. Hoy más que nunca, el horizonte sigue siendo el mismo, la reconstrucción de la patria centroamericana bajo el socialismo.

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