Género

Alejandra Kollontai

Por Leia Petty

Muy pocos progresistas y radicales actuales han oído hablar alguna vez de Alexandra Kollontai. Se trata de una de las muchas revolucionarias infravaloradas que contribuyeron de forma práctica y teórica al socialismo y el feminismo de principios del siglo XX, y cuya vida y escritos merecen una lectura más amplia y profunda, así como un análisis y debate renovados.

Cathy Porter, con su libro Alexandra Kollontai: Una biografía, reeditada recientemente por Haymarket Books, invita a conocer y apreciar su vida más extensamente. La biografía de Porter es el producto de una descomunal investigación de archivo que proporciona detalles increíbles acerca de la vida de Alexandra Kollontai y de la interacción del feminismo con el socialismo de principios del siglo XX.

Para aquellos que desean saber más sobre su vida, esta crónica resulta una lectura indispensable. Además, proporciona un informe detallado, accesible y fecundo sobre el movimiento revolucionario en Rusia, tanto de su surgimiento como de su caída, desde la perspectiva privilegiada de uno de sus más prominentes revolucionarias.

Alexandra Mikhailova Domontovich nació en 1872 en el seno de una familia adinerada y conservadora. Fue una niña tímida pero rebelde, a quien impactó profundamente la disparidad entre lo que le habían enseñado y la realidad que la rodeaba. A los 20 años, durante unas vacaciones en Berlín, se escabulló de su familia y descubrió el Manifiesto Comunista. Siempre había mostrado una singular y precoz avidez por la lectura y la historia y, desde entonces, comenzó a devorar todos los libros de política que encontró a su paso.

Se casó muy joven y en contra de la voluntad de sus padres con un ingeniero (de quien obtuvo el apellido Kollontai) que trabajaba en sistemas de ventilación para fábricas. De esta forma, Kollontai pudo experimentar de primera mano las condiciones deplorables de las fábricas que suscitaron las oleadas consecuentes de huelgas en la década de 1890, incluyendo una huelga de trabajadoras textiles en Petrogrado, que la inspiró profundamente.

Se unió a otras mujeres en el Museo Móvil de Asistencia Docente de San Petesburgo, un grupo de radicales y revolucionarias clandestinas que buscaban utilizar los espacios públicos para formar círculos de reunión, dar clases a los trabajadores de las fábricas y captar fondos para apoyar las huelgas. Bajo el disfraz de clases de botánica, distribuían libros revolucionarios de contrabando entre los especímenes botánicos y hacían pases de diapositivas para discutir los boletines socialistas más recientes.

Gracias a estas clases se estableció una relación directa entre las revolucionarias y las mujeres de las fábricas. Las huelgas incrementaron drásticamente en los 90 y pusieron a las revolucionarias, que se organizaban de forma clandestina, en contacto más abierto con los trabajadores de las fábricas, muchos de ellos mujeres. Kollontai se convirtió, a partir de entonces, en una revolucionaria comprometida y organizada ya para el resto de su vida.

En 1905, una oleada de huelgas barrió Rusia y las trabajadoras participaron en la lucha de clases junto a los hombres en cifras colosales. La recién descubierta percepción del poder impactó profundamente en la visión que las mujeres tenían de sí mismas, suscitando una nueva avidez por la igualdad política. Kollontai escribió más tarde en Para una Historia del Movimiento de las Mujeres Trabajadoras en Rusia:

En los años revolucionarios de 1905 y 1906, la mujer trabajadora adquirió conciencia de la realidad que la rodeaba. Estaba en todas partes. Para poder dar testimonio de la participación de las mujeres en aquel movimiento, hacer un listado de ejemplos de la protesta activa y la lucha, y hacer justicia al sacrificio de las mujeres proletarias y su lealtad a las ideas del socialismo, tendría que describir los eventos de la revolución uno por uno.

Kollontai formó parte integral del primer movimiento revolucionario y argumentó siempre que las injusticias específicas hacia las mujeres estaban directamente vinculadas a las cometidas contra el movimiento de la clase trabajadora en su totalidad. Se la conoce principalmente por sus escritos dedicados a la relación entre opresión sexual y clase, aunque esta no sea más que una de sus muchas contribuciones al movimiento marxista de aquel momento.

El movimiento de las mujeres estaba cobrando forma a nivel internacional en esa época y proporcionaba una vía de expresión del nuevo sentido de autoconfianza de las mujeres. Sin embargo, el movimiento feminista de entonces, liderado por mujeres de clase alta que se centraban principalmente en la filantropía y el sufragio para las mujeres adineradas, demostró ser insuficiente a la hora de satisfacer las crecientes exigencias de las mujeres campesinas y trabajadoras, quienes compartían más bien poco con las primeras feministas.

En este contexto, Kollontai libró dos batallas: una contra las feministas «burguesas» que se oponían al movimiento revolucionario porque amenazaba su estatus en la sociedad rusa y otra dentro del propio movimiento revolucionario ruso, para que defendiera las reivindicaciones específicas de las mujeres. Sus éxitos en ambos frentes proporcionan a los revolucionarios actuales un método para entender la naturaleza de clase de la opresión de la mujer y por qué cualquier lucha contra cualquier forma de opresión debe integrarse en una lucha de clases más amplia que aspire a la auto-emancipación.

Kollontai escribió:

El mundo de las mujeres está dividido, igual que el mundo de los hombres, en dos esferas: una radica en las ideas, objetivos e intereses cercanos a la burguesía y la otra en aquellos cercanos al proletariado, cuyas aspiraciones de libertad incluyen la solución integral a la cuestión de la mujer. Por tanto, ambos grupos, pese a que comparten el objetivo general de la «liberación de la mujer», persiguen fines distintos, intereses dispares y métodos de lucha divergentes.

Kollontai emprendió una ambiciosa iniciativa de organización en torno a las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras. Aunque creía que la lucha por el socialismo incluía la «solución integral a la cuestión de la mujer», también pensaba que el trabajo organizativo socialista, particularmente entre mujeres, era necesario para combatir su discriminación directa y sus condiciones de vida.

Estas iniciativas se encontraron frecuentemente con la hostilidad dentro del movimiento socialista, particularmente de aquellos que temían que una organización independiente de mujeres pudiera amenazar de forma inherente la unidad de la clase trabajadora. En el contexto de un feminismo burgués que suponía una amenaza real para la lucha de clases existente, esto resultaba comprensible. Sin embargo, el movimiento revolucionario no era inmune al sexismo desenfrenado de aquella sociedad rusa y Kollontai tuvo que luchar constantemente y de forma autónoma por un «trabajo partidario hacia la mujer», tanto en la teoría como en la práctica, durante toda su vida.

La primera gran iniciativa que se materializó fue un club fundado en 1907 por los incipientes partidos Bolchevique y Menchevique, llamado «Sociedad de Apoyo Mutuo de Mujeres Trabajadoras», situado intencionadamente en las inmediaciones de la oficina central del sindicato de trabajadores textiles. La respuesta a dicha iniciativa fue abrumadora: cientos de mujeres acudieron a las reuniones, conferencias, retiros en el campo y eventos culturales.

El club proporcionó un modelo fundamental del tipo de trabajo político que era posible entre las mujeres trabajadoras. Apoyada por los partidos políticos, pero con ciertas hostilidades por parte de las feministas burguesas, Kollontai comenzó a preparar la confrontación política, en vísperas de una conferencia nacional para mujeres.

Kollontai escribió Los Fundamentos Sociales de la Cuestión Femenina como una polémica para publicar y distribuir antes de la Conferencia, esperando poder utilizar el libro la delegación de mujeres trabajadoras y campesinas para defender las posiciones marxistas en la conferencia nacional de mujeres. Por desgracia, el libro no se publicó a tiempo. Este libro continúa siendo hoy una piedra angular de la comprensión marxista sobre los orígenes de la opresión de la mujer y las formas de luchar contra ella.

En pleno proceso de organización, la policía rusa emitió una orden judicial para arrestar a Kollontai, en base a un panfleto que había escrito llamando a la independencia revolucionaria de Finlandia, obligándola así a vivir en la clandestinidad. Pasó los siguientes nueve años en el exilio en Alemania.

Más conocida históricamente por su aportación al movimiento socialista en la cuestión de la opresión de la mujer, su contribución al movimiento revolucionario en oposición a la Primera Guerra Mundial ha tenido reconocimiento menor. En Alemania, en el momento del estallido de la guerra, Kollontai presenció el devastador voto del Partido Social-Demócrata de Alemania (SPD) (del que era miembro), apoyando la guerra. La Conmoción, la indignación y la confusión se propagaron en el movimiento revolucionario a nivel internacional.

El voto a favor de la guerra del SPD marcó un punto de inflexión en el movimiento revolucionario, planteando cuestiones de gran alcance sobre la naturaleza del imperialismo, el internacionalismo, el socialismo y sobre el tipo de organización revolucionaria que debía construirse. Fue el rechazo inmediato e inflexible de Kollontai a apoyar la guerra lo que la puso en contacto directo con el líder revolucionario ruso Vladimir Lenin. Comenzaron una correspondencia en la que discutieron sobre la naturaleza de la guerra y cómo debían reaccionar los revolucionarios rusos.

Como consecuencia, y junto a la revolucionaria alemana Clara Zetkin, Kollontai colaboró en la organización de una conferencia de la mujer en la que conseguirían el voto femenino contra la guerra. Lenin, quien compartía su rechazo, le pidió que escribiera un panfleto para la agitación que pudiera traducirse y distribuirse internacionalmente. Esperaban que con dicho panfleto, además de una gira internacional de conferencias, ganarían apoyos para celebrar la Conferencia de Zimmerwald para la Paz, primer paso para sustituir a la fracasada Segunda Internacional.

Este panfleto, Quién Necesita la Guerra, se tradujo a diversas lenguas y se distribuyó entre las tropas. Le otorgó un reconocimiento internacional y una invitación del Partido Socialista de EE UU para participar en otra gira. Además de viajar por toda Europa, Kollontai recorrió los EEUU con la campaña antiguerra, dando conferenciaa junto a Eugene Debs y «Big Bill» Haywood en Chicago.

Más tarde describiría así a Debs: «valiente como un león, sus ojos brillan... He estado encantada de ser tratada con tanta calidez por un corazón tan grande y generoso». De Haywood dijo: «después me abrazó como a un viejo camarada. Es poderoso como una torre, un gran narrador y un romántico, además de un luchador bravo y sincero».

Kollontai era cada mejor escritora y mejor oradora, lo cual era poco habitual en aquella época, dado que las mujeres a nivel internacional ni siquiera tenían derecho al sufragio. En los años venideros se convertiría en una de las principales oradoras del Partido Bolchevique, muchas veces enviada a la línea del frente para promover la revolución entre los soldados. Un periodista de un diario socialista sueco escribió lo siguiente tras escuchar a Kollontai:

Esbelta y vestida de negro, sus ojos brillaban con la chispa revolucionaria mientras desplegaba toda su inspiración, su infatigable energía y su infinita pasión. Y cuando quedaba en silencio, se escuchaban tormentas de aplausos que parecía que iban a derribar el trono mismo del Zar.

Cuando estalló la revolución en 1917, Kollontai volvió inmediatamente a Rusia para participar de forma activa en ella. Se unió a los bolcheviques y fue elegida para el comité central, siendo la primera mujer en el mismo. También fue la primera mujer elegida para el Ejecutivo Soviético por los soldados revolucionarios.

Se ha escrito mucho sobre la revolución de 1917 y el papel que desempeñó en ella la mujer. La biografía de Porter, sin entrar aquí en pormenores, confiere vida a este monumental año con detalle milimétrico y proporciona a los lectores una perspectiva única que no se encuentra en otros estudios.

Kollontai fue elegida Comisaria de Bienestar Social y se puso a trabajar inmediatamente para abordar las reivindicaciones directas de las mujeres. El nuevo gobierno revolucionario emitió inmediatamente algunos decretos, incluyendo la abolición de los títulos y distinciones basados en la clase o el sexo, la legalización del matrimonio civil y el reconocimiento legal de los derechos de los niños. Sin embargo, se necesitaba algo más que decretos y Kollontai obtuvo un mandato para organizar una conferencia en la que reunir y analizar las reivindicaciones y necesidades de la mujer en la nueva sociedad.

El Departamento de Bienestar Social organizó giras por las zonas rurales en vísperas de la conferencia. Resultó una iniciativa inspiradora y, además, proporcionó una idea de los obstáculos a los que se enfrentaba la Revolución Rusa a la hora de vehicular las necesidades de las mujeres. Por ejemplo, cuando las mujeres comenzaron a llegar a la conferencia, no había comida suficiente para alimentarlas o espacios para alojarlas. La previsión era de una conferencia de 12 días con 80 delegadas, pero la organización quedó maravillada al ver que acudían más de 500 delegadas, muchas con sus niños y niñas, representando a las 80.000 mujeres de las fábricas, sindicatos y diversos partidos políticos.

Se hicieron llamamientos a la protección de la maternidad, jornadas de trabajo más reducidas, igualdad de salarios y la liberalización del matrimonio y el divorcio, todo lo cual obtuvo un extenso apoyo. Las resoluciones aprobadas se convirtieron en leyes. Kollontai y su compañero fueron una de las primeras parejas en registrar su relación de acuerdo con la nueva ley del matrimonio, con objeto de celebrar su victoria.

A pesar de las enormes dificultades para lograr su éxito, la conferencia fue un estímulo increíble para la organización de las mujeres en Rusia y la importancia de su trabajo tuvo un gran impacto en el seno del partido Bolchevique. Además de las nuevas leyes, se aprobó una resolución para formar un Departamento de la Mujer, el Zhenotdol. La organización independiente de mujeres tenía ahora un nuevo mandato que obtuvo los recursos necesarios gracias a la fundación del Zhenotdol.

Porter escribe:

En muy poco tiempo, todas las provincias de la Rusia europea tuvieron su Zhenotdel y la delegada con pañoleta roja se convirtió en una figura popular que visitaba a las mujeres en sus casas, adoptaba niñas y niños huérfanos y cogía un fusil cuando era necesario combatir en el frente.

En la conferencia continuó el debate sobre si era necesaria una organización específica de mujeres del Partido Bolchevique para garantizar que se lograran las reivindicaciones específicas de las mujeres. Kollontai creía que era necesaria, pero la mayoría de sus colaboradoras estaban en desacuerdo. La mayor parte creía que el establecimiento del Zhenotdol, en el seno del gobierno revolucionario liderado por los bolcheviques, era más que suficiente. Este debate permaneció abierto y se convirtió finalmente en uno de los desacuerdos políticos que la llevaron a abandonar el gobierno en 1922.

Aunque sus desacuerdos fueron numerosos, y por ellos se unió y finalmente desempeñó un papel destacado en la Oposición Obrera de Izquierda, todos ellos giraban en torno al conflicto, ampliamente reconocido, entre las promesas y el potencial que la revolución poseía y la base material para su implementación, enfrentada a la invasión coordinada de aquellos que buscaban destruir el gobierno revolucionario y su obra. En particular, la desesperaban los pocos recursos que se dedicaban al Zhenotdel.

La biografía de Porter ofrece nuevas descripciones de aquellos debates y proporciona una visión general de la posición increíblemente difícil del gobierno revolucionario, la guerra civil y su impacto en la capacidad de continuar con las políticas revolucionarias y la contrarrevolución, que acabó imponiéndose, liderada por Stalin.

Kollontai salvó su vida, al contrario que la mayoría de sus camaradas revolucionarios, y tras dejar el gobierno se le asignó la función de Embajadora del Gobierno Soviético, un final trágico para su vida política que la dejó en un estado de profundo aislamiento. Fue una de los pocos bolcheviques que sobrevivieron a las purgas de Stalin y su distanciamiento y aislamiento de las realidades del régimen estalinista le permitieron continuar su trabajo para el nuevo gobierno con una mezcla de resignación, rechazo y un innegable deseo de sobrevivir.

Le dijo una vez a una amiga suya: «¿Qué podemos hacer? ¿Cómo se puede luchar contra este sistema? ¿Cómo podemos defendernos de sus ataques? En lo que a mí respecta, he apartado mis principios a un rincón de mi conciencia y llevaré a cabo las políticas que se me han impuesto lo mejor que pueda».

Era un mundo en cambio permanente e, irónicamente, fue durante este período cuando escribió algunos de sus mejores trabajos. Yendo más allá de lo expuesto en sus escritos anteriores sobre el fundamento social de la opresión a la mujer, Kollontai comenzó a explorar más profundamente y de forma teórica la relación entre la psicología y los modos de producción, la forma en que las relaciones sociales y sexuales habían ido cambiando históricamente y el potencial de una nueva moral basada en los principios socialistas. Los redactó como respuesta a las cartas que recibía de jóvenes trabajadoras que trataban de dar sentido a las nuevas posibilidades que la revolución proporcionaba socialmente y cómo se correspondían con sus relaciones personales.

En este trabajo, que comprende las tres obras Tesis sobre la Moral Comunista en la Esfera de las Relaciones Maritales, Relaciones Sexuales y Lucha de Clases, y Dejar Espacio al Eros Alado: Una Carta a las Jóvenes Trabajadoras, Kollontai se extiende sobre temas diversos, desde la comprensión marxista de la relación entre la opresión de la mujer y la familia nuclear hasta el impacto de las condiciones materiales en la sexualidad y las relaciones íntimas. Mediante sus escritos, Kollontai mantenía la esperanza revolucionaria, de la que los revolucionarios de hoy podrían aprender enormemente.

Tal y como concluye Porter en su introducción:

Al final de su vida, observamos tanto a la pesimista desconcertada que se enfrenta al desmoronamiento de todas sus creencias, como a la optimista incorregible convencida de que hay una alternativa al capitalismo... En este momento en el que la austeridad está arrojando a millones de personas a la pobreza y las mujeres tienen que sufrir de manera desproporcionada los recortes, su visión de un sistema social mejor y de la lucha colectiva contra las injusticias sigue siendo válida y poderosa, y he tenido la sensación de que había llegado la hora de redescubrirla.