Crítica de Arte

 

Por Gabriel Galeano

No dejó de llamarme la atención, que el ciclo de conferencias de la VI Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano –BAVIC- haya girado en torno al arte en su dimensión ética, no se cual era la intención, no me queda claro si las conferencias se realizaron con el objetivo de polemizar con la obra de Guillermo Vargas -Habacuc- “Eres lo que lees”, o con el propósito de dilucidar la relación de la ética con el arte, por lo menos en el primer ciclo de conferencias las discusiones giraron alrededor de lo primero. Sin embargo, no deja de inquietarme las diversas problemáticas que se plantean a partir de establecer una relación entre ética y arte.

La ética como la ciencia de la norma y como actividad reguladora del comportamiento moral del individuo, no deja de vincularse con la praxis artística, dado que, como cualquier actividad del hombre, se encuentra regulada por un conjunto de normas y principios que tienen la finalidad de asegurar el bien común.

En ese sentido, es posible hablar de un compromiso ético en el arte, y esto más, de una finalidad moral del arte. Por otro lado, si tomamos al arte como una profesión, es decir como actividad acreditada por una institución académica y remunerada, no podemos omitir su relación con la ética deontológica o la ética aplicada, es decir, con la ética que se encarga de aplicar los principios y normas en el ejercicio profesional.

En ese sentido, la ética desde sus principios y prescripciones regularía la actividad creadora. Por consiguiente, es totalmente valido establecer una relación entre ética y arte.

Previo a continuar, me gustaría aclarar un principio capital en torno a la valoración de la obra de arte, dado que esta no debe de realizarse por sus valores morales, una obra nos puede parecer “buena”, educativa, provechosa, de igual manera desagradable, tosca, “mala” en función de nuestros paradigmas morales. Lo cierto es, que la obra es valiosa no solo por que sus significados nos parezcan buenos o malos, correctos o incorrectos, sino por su aporte estético, y por su capacidad de dialogo, es decir, por su interlocución con el espectador, sin embargo una obra puede contener una diversidad de valores, pero, la finalidad de la obra es estética, cognitiva y comunicativa.

No obstante, debemos de tener claro, que aunque la finalidad de la obra sea estética, cognitiva y comunicativa, el artista como ser social, como individuo que vive en sociedad no puede escaparse de un conjunto de normas que la sociedad le impone, esto es, de una moral.

No obstante, muchas obras, por cierto muy significativas para la historia del arte, han logrado romper con los esquemas y valores morales que han imperado en su época. Ante lo anterior, me es muy difícil pensar en una ética deontológica que regule la capacidad creadora del artista, dado que “la búsqueda de la imaginación y de la libertad no debe de sujetarse a ninguna especie de condicionamiento.”

De esta manera, en el buen sentido bretoniano, el artista es el único ser que se le permite ser anárquico. Es lícito señalar, que tal anarquía debe entenderse en el terreno de las ideas o de la imaginación, ya que el artista, no debe de estar en la obligación moral de crear su obra desde los imperativos del Estado, de una clase social, de un individuo, o de una institución, o desde los intereses del mercado del arte.

“Nunca será mas oportuno blandir esta declaración contra quienes pretenden someter la actividad intelectual a fines exteriores a ella misma y, despreciando todas las determinaciones históricas que le son propias, regir, en función de presuntas razones de Estado, los temas del arte. La libre elección de esos temas y la ausencia absoluta de restricción en lo que respecta a su campo de exploración, constituyen para el artista un bien que tiene derecho a reivindicar como inalienable. En materia de creación artística, importa esencialmente que la imaginación escape a toda coacción, que no permita con ningún pretexto que se le impongan sendas.” (1)

Pero volviendo al punto original, que es la de postular una serie de principios de la ética del artista, quiero manifestar que el deber del artista no se reduce al de reclamar su libertad en el proceso creativo, o al de hacer valer la libertad de prensa y critica, sino también en asumir una responsabilidad frente a sus interlocutores. En ese sentido, estoy convencido que al momento de realizar un gesto, acción o construcción artística, se debe de pensar en la relación que la obra tiene con el espectador, esto porque en ultima instancia son sujetos concretos quienes valorarán, rechazarán, y se apropiaran de la obra. Digo esto, porque muchos creadores realizan su obra fuera de este principio, como viles mercaderes tan solo les interesa satisfacer los intereses de los curadores, galeristas, coleccionistas, museos, instituciones promotoras, etc.,

Con esto no estoy señalando que el artista no debe de vender su trabajo, esta claro que un creador requiere de los medios suficientes para asegurarse una vida que le permita gozar de una serie de condiciones para desarrollar su subjetividad.

Sin embargo, estoy convencido que “…debemos de retomar vigorosamente la idea que el joven Marx tenia del papel del escritor. Es claro que esa idea debe abarcar también, en el plano artístico y científico, a las diversas categorías de productores e investigadores. (El escritor –decía Marx- debe naturalmente ganar dinero para poder vivir y escribir, pero en ningún caso debe vivir para ganar dinero…El escritor no considera de manera alguna sus trabajos como un medio. Son fines en si; son tan escasamente medios en sí para él y para los demás, que en caso necesario sacrificaría su propia existencia a la existencia de aquellos…” (2)

Al grupo de artistas que les interesa la fama, figurar en los medios de comunicación para enaltecer su supremacía frente a los demás, y que anteponen su moral ante la realización de sus fines, les recuerdo que “nuestra sociedad exalta al pintor y a sus obras a condición de transformarlos en objetos de cambio.” Olvidados de la responsabilidad de alertar sobre el peligro de la alienación, y de su responsabilidad en la formación de la conciencia moral y social se vuelven cómplices del sistema que atenta contra toda expresión de autenticidad y de libertad.

La moral subyace en la conciencia del artista, este como individuo reproduce las formas ideológicas de la sociedad burguesa, no obstante, el artista comprometido, se revela con su voz crítica y una aptitud transformadora de estas aldabas de la conciencia. Es pertinente manifestar, que el artista debe de asumir su compromiso como sujeto social y político, debe encarnar su historia y su época, así mismo, debe de dar respuestas a los problemas que enarbola su situación histórica.

Situarse en los caminos del arte sin querer beber las contradicciones que genera la sociedad capitalista es cómodo y oportuno, es importante que los creadores nos adjudiquemos una responsabilidad frente a las tareas que la historia nos impone; frente a la censura de la moral burguesa y, a la cercenación constante de la libre creación, se debe asumir la defensa intransigente de la libertad de espíritu. En esa dirección, es importante reconocer que “…el arte, como todas las actividades sociales, además de ser un instrumento de emancipación de la humanidad, es un terreno de lucha para la emancipación humana...” (ver el manifiesto por un arte revolucionario e independiente)

De igual forma, es importante que los artistas exijamos respeto por nuestro trabajo, sobre todo de aquellos, ya sean personas o instituciones, que con fines lucrativos se aprovechan de la sensibilidad y del buen obrar del artista para explotarle y arrebatarle los productos de su actividad.

Finalmente, quiero manifestar que no hacer valer los principios arriba mencionados, que por cierto, perfectamente pueden considerarse como pautas de conducta moral, sobre todo en el ejercicio artístico, estaríamos traicionando los intereses del arte y de la cultura. Sin embargo, el aplicarlos, nos conduciría, en el buen sentido estoico, a una vida feliz.

Notas

1.      De un discurso de Breton publicado en Breton - Trotsky, por un arte revolucionario e independiente, de Valentin Facioles, org.

2.      Rui Costa Pimenta. “La independencia del arte, para la revolución; La revolución para la liberación definitiva del arte”. Cuadernos obreros #7. Pag.20