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Llamamos a luchar por aumento de salarios y congelación de precios

La crisis económica mundial continúa profundizándose y golpeando de manera particular a los trabajadores en Centroamérica. Todos nuestros países viven en constante proceso de degradación económica, acelerada pauperización de la clase media y mayor marginalidad social en las clases populares.

Debido a que la industria manufacturera de la época del Mercado Común Centroamericano (MCCA) fue desmantelada en su mayor parte por la ofensiva neoliberal a inicios de los años 90 del siglo pasado, después de tres décadas de saqueo, la mayoría de los productos de consumo básico son importados. La depreciación del dólar, como moneda de cambio internacional, aparejada con la inflación que importamos al comprar esos productos, se traduce en un constante incremento del costo de la vida.

A lo anterior debemos agregar que el petróleo y sus derivados, la sangre de la economía moderna, también son comprados a precios altísimos, fijados por las corporaciones imperialistas de Wall Street. La guerra en Ucrania, y las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) contra Rusia, han desequilibrado el mercado mundial de hidrocarburos, acelerando la inflación y agudizando la crisis económica mundial.

Es un panorama apocalíptico que afecta especialmente a los trabajadores que dependen de sus salarios, que se devalúan ante la inflación. A pesar de la agudización de la crisis económica, la repuesta de los trabajadores ha sido fragmentada, con la honrosa excepción de los trabajadores de Panamá, quienes, a mediados de este año, protagonizaron heroicas jornadas de lucha.

En el resto de la región, las luchas de resistencia son parciales, atomizadas, dispersas, encabezadas en la mayoría de los casos por los empleados públicos, especialmente del sector salud y educación, sometidos a despidos arbitrarios y despojo de sus conquistas.

La nueva clase trabajadora de las maquilas o zonas francas trabaja en condiciones de esclavitud laboral. El panorama es bastante complejo. Mientras el conjunto de Centroamérica se degrada diariamente, rodando hacia la barbarie, una parte de la población ha encontrado en la migración una salida económica inmediata. Al cerrar el año 2022, en la frontera de Estados Unidos han sido capturados más de 300,000 centroamericanos, y han sido deportados 164.854 hermanos. Estados Unidos deportó 77.383  y México hizo su parte con  86.835 deportados. Si redondeamos las cifras tenemos más de medio millón de centroamericanos que han emigrado en lo que va del año.

Nuestros migrantes van con el sueño de encontrar trabajo y poder enviar remesas para el sustento de sus familias, desconociendo que todos los economistas anuncian una grave recesión económica en Estados Unidos el próximo año, lo que reducirá drásticamente las posibilidades de encontrar trabajo y sobrevivir allá.

La crisis económica del capitalismo mundial que azota a Centroamérica se traduce en inflación y carestía de la vida, en cierre de empleos, y en un deterioro constante del salario real. Ante esta dramática situación, solo queda una única salida: luchar, luchar, luchar.

Aunque por el momento la resistencia es parcial y dispersa, la crisis empujará, cada vez, a las masas a luchar por la sobrevivencia. Por ello, llamamos a fortalecer la organización obrera y popular, desarrollando la más amplia unidad de acción entre los sindicatos, centrales obreras y campesinas, y organizaciones populares, para luchar por aumento general de salarios conforme el costo de la vida, subsidios o renta básica para los sectores más vulnerables, la congelación de precios de la canasta básica, pero también de los combustibles y los servicios básicos (energía, comunicación, transporte, etc) que están relacionados con la canasta básica.

Es la única manera de evitar la pauperización generalizada.