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Las elecciones generales del 2022 y la crisis de la democracia en Costa Rica

A pesar de la crisis estructural de los regímenes que resultaron de los Acuerdos de Paz, en el periodo 1987-1996, la historia no se detiene y en el mes de noviembre del 2021 se produjeron dos procesos electorales en la región con resultados diferentes.

En Nicaragua la dictadura Ortega-Murillo logró imponer un proceso electoral sin competencia, y con ello mantenerse en el poder a pesar del rechazo pasivo de la mayoría de la población, y del creciente aislamiento internacional de esta dictadura.

En Honduras, la situación fue radicalmente diferente: las masas populares se volcaron a favor de Xiomara Castro y con ello pusieron fin, por medio de las urnas, a 12 años de continuismo del Partido Nacional, abriendo una nueva situación política caracterizada por grandes expectativas democráticas

El primer domingo de febrero del año 2022 se realizarán las elecciones generales en Costa Rica, para elegir al presidente de la República, dos vicepresidentes y 57 diputados de la Asamblea Legislativa. La democracia costarricense, ahora sumida en una profunda crisis, fue durante mucho tiempo la gran excepción de Centroamérica. Desde la revolución democrática de 1948, en Costa Rica se instauró una democracia burguesa y un estado de bienestar, que comenzó a declinar gradualmente con la ofensiva neoliberal.

Poco a poco, la democracia en crisis y la situación socio económica de las masas de Costa Rica ha comenzado a parecerse al resto de la región Centroamericana. El desempleo ha aumentado, los salarios se deterioran constantemente, los empleados públicos que por décadas tuvieron enormes beneficios sociales, han visto descender sus niveles de vida. El Estado esta enormemente endeudado, y ya no logra cubrir los gastos sociales mínimos.

Este deterioro de la economía ha tenido una repercusión directa en la situación política. El sistema bipartidista (PLN-PUSC) que se montó después de 1948, se quebró en las elecciones de 2014 cuando salió electo Luis Guillermo Solís (2014-2018), candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC), una disidencia que proviene del Partido Liberación Nacional (PLN).

El gobierno de Carlos Alvarado (2018-2022) fue un gran accidente de la historia. En las elecciones de ese año, surgió un fenómeno derechista, bajo la forma de fundamentalismo evangélico, que le piso los talones en la segunda vuelta a Carlos Alvarado, quien al final resultó electo por el temor que despertó el surgimiento del fundamentalismo evangélico.

En los tres últimos procesos electorales el desencanto de las masas populares con la decadente democracia costarricense se ha expresado en una alta abstención y en el hecho que ninguno de los candidatos supera el 50% de los votos válidos.

Los dos gobiernos del PAC han sido la gran decepción. Las masas populares han vivido una experiencia negativa con el llamado “progresismo”, que en el fondo resulto tan neoliberal como el PLN o el PUSC. Esta decepción fue la que hizo surgir el fenómeno fundamentalista evangélico en las elecciones del 2018. Ahora existe un peligro similar y es que, producto de la mala experiencia, es posible que se produzca un vuelco hacia cualquiera de los corroídos pilares del bipartidismo anterior.

Tampoco se puede descartar que haya un vuelco de masas hacia cualquiera de los 12 partidos políticos que presentan candidatos. Lo que si muestran las encuestas es que prevalece la decepción y que se manifiesta en los bajos índices de intención de voto.

Invitamos a la izquierda costarricense y las direcciones sindicales clasistas a crear mecanismos de discusión y coordinación, para crear una alternativa política ante el evidente deterioro de la democracia burguesa en Costa Rica.