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La crisis de la CIDH, y el rol de la OEA en el ocaso de la protección de los derechos humanos

Acaba de estallar un escándalo sobre la renuencia de Luis Almagro, reelecto secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), de prorrogar el contrato de trabajo a Luis Abrao, secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el que se venció el pasado 15 de agosto.

 

Desde la CIDH, Luis Abrao ha jugado un papel importante en la defensa de los derechos humanos en continente. Cuando se produjo la insurrección de abril del 2018 en Nicaragua, la CIDH jugó un gran papel en la investigación de las denuncias de violación a los derechos humanos.

Producto de la presión internacional, desde la CIDH se conformó el Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (MESENI). Luis Abrao y Antonia Urrejola, estuvieron al frente del MESENI, y fueron los principales ejecutivos que documentaron los asesinatos, secuestros, desapariciones y torturas a los que fueron sometidos los opositores nicaragüenses. Este informe concluyó que la dictadura Ortega-Murillo era responsables de haber cometido crímenes de lesa humanidad contra el pueblo de Nicaragua.

En los últimos años la CIDH ha jugado un rol importante en el seguimiento de las denuncias de las violaciones de derechos humanos en Venezuela, Nicaragua, y también durante las protestas en Chile. Bajo las dictaduras militares que asolaron a América Latina, la CIDH siempre ha jugado un rol, a veces intenso, a veces limitado, de guardián y protector de los derechos humanos.

El pleno de la CIDH ha emitido una fuerte Declaración con fecha 25 de agosto, en la que califica la negativa de Almagro, de no presentar objeciones anteriores y dejar morir el contrato, como “un grave embate contra su independencia y autonomía”.

Esta inusual crisis entre la CIDH y la secretaria general de la OEA pone de manifiesto el control político subterráneo que existe sobre los organismos creados por el llamado sistema interamericano, dominado centralmente por los Estados Unidos.

La Declaración de la CIDH critica la interpretación jurídica que ha hecho la secretaria general de la OEA, porque la CIDH fue creada como un órgano a la par de la secretaria general, no subordinada a ella, autónoma e independiente, con su propio Estatuto, aprobado en Asamblea General de la OEA, con base a lo cual la CIDH aprobó sus propios Reglamentos

El Estatuto de la CIDH contempla que para que el secretario general de la OEA pueda proceder a separar al Secretario Ejecutivo de esta organización, deberá consultar previamente su decisión con la Comisión e informarle de los motivos en que se fundamenta. Pero Almagro hizo un truco, no lo está separando del cargo, sino que dejó vencer el contrato para proceder a organizar otro proceso de selección del nuevo secretario ejecutivo de la CIDH.

La negativa de Almagro de renovar el contrato a Luis Abrao abre todo tipo de especulaciones y sospechas. Sin lugar a dudas, el truco de Luis Almagro, como secretario general de la OEA, reflejará un cambio de políticas de la OEA en relación a la protección de los derechos humanos, más acorde con hacerse de la vista gorda antes las denuncias, como lo ha hecho descaradamente la administración Trump.

No defendemos a Luis Abrao, aunque reconocemos que al menos ha sido más activos que otros funcionarios, solo queremos descubrir las maquinaciones ocultas, que reflejan un indudable giro hacia el abandono de la vigilancia y protección de los derechos humanos en el continente, en momentos en que la crisis económica y la pandemia crean tendencias hacia gobiernos autoritarios, violadores de los derechos humanos.

¿El retiro de Luis Abrao es un mensaje conciliador a las dictaduras de Venezuela y Nicaragua? ¿Unas paladas de tierra a las denuncias de violaciones de los derechos humanos en Chile y Ecuador?

Si algo podemos criticar a los organismos creados por el sistema interamericano es que solo en raras ocasiones han actuado con beligerancia. Estas crisis nos demuestran que la CIDH ya no podrá cumplir ni siquiera mínimamente con las tareas asignadas en los documentos fundacionales, por eso necesitan funcionarios más dóciles que no cuestionen las políticas de Estados Unidos como principal socio de la OEA.