Estas tesis fueron elaboradas por Nahuel Moreno (124-1987), sometidas a votación y aprobadas por la conferencia de fundación de la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LITCI) en 1982 y publicadas en Correo Internacional No 3, febrero de 1982, Bogotá, Colombia.

Los que escribieron las tesis de la CI(CI) creyeron que el problema de la política con que se debía enfrentar a los gobiernos frentepopulistas estaba solucionado por los análisis de Trotsky y con los que el Comité Paritario de la FB y el CORCI habían efectuado respecto al Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua.

La subida de Mitterrand al poder nos ha revelado que no era así, que hay lagunas y graves problemas no resueltos o que se replantean. Como todo problema teórico no resuelto provoca diferencias profundas en la política y la práctica. A esto se agrega el que todos los gobiernos frentepopulistas han provocado respuestas, tanto oportunistas como revolucionarias, por parte de dirigentes, corrientes y organizaciones del propio marxismo revolucionario. Tanto la respuesta oportunista como la revolucionaria han tenido, a lo largo de este siglo, casi las mismas características y hasta las mismas palabras. Debido a la juventud de los cuadros y simpatizantes del movimiento trotskista en general, nos vamos a permitir esquematizar las respuestas, tanto de oportunistas como de revolucionarios, para que sirvan de base a ésta y al reagrupamiento programático que estamos efectuando en la LIT(CI). Veamos cuáles son esas características que se repiten y que podemos generalizar:

  1.  En relación a los gobiernos frentepopulistas.

El punto central que diferencia a los oportunistas de los revolucionarios, y hoy día al revisionismo del trotskismo, es el que tiene que ver con la política respecto a este tipo de gobierno. El oportunismo y el trotskismo se diferencian tajantemente en tres aspectos fundamentales de su política.

El primero es el que tiene que ver con el apoyo o no. Los oportunistas se caracterizan por dar su apoyo al gobierno frentepopulista. Este apoyo puede ser abierto o vergonzante; puede ser a las medidas del gobierno o de hecho, cuando no se ¬opone claramente a esas medidas, o cualquier otra variante por el estilo. En oposición a eso el trotskismo se caracteriza por no dar ningún tipo de apoyo, bajo ninguna circunstancia, ni al gobierno ni a sus medidas. Esto no quiere decir, que no defienda esas medidas cuando son atacadas por la contrarrevolución. En algunas oportunidades Trotsky  -no Lenin-  llamó apoyo a esta defensa, pero se trataba de apoyo frente al ataque de otros. Pero cuando no hay un ataque a esas medidas, nunca las apoyamos cuando el gobierno las propone.

En segundo lugar, los oportunistas se caracterizan por tener un silencio cómplice respecto al gobierno. No lo denuncian como un gobierno burgués y, como todo gobierno burgués, contrarrevolucionario. Es decir, no hay una política de denuncia sistemática, de enfrentamiento y oposición frontal al gobierno.

El revolucionario, en cambio, hace una denuncia sistemática, implacable, del gobierno como burgués y contrarrevolucionario; llama a no creer en ninguna de sus promesas o medidas.

En tercer lugar, el oportunista se caracteriza por no levantar consignas de poder que sean el eje de toda su política y agitación. Es decir, no es el eje de su política la reivindicación de un tipo de gobierno opuesto al existente.

Contra esta línea del oportunista, el eje de la política trotskista es la agitación sistemática de un tipo de gobierno obrero diametralmente opuesto al frentepopulismo, para contraponerlo a él. Son consignas de gobierno que se agitan minuto a minuto, tales como ¡Fuera los ministros burgueses del gobierno!, ¡Gobierno del PS y PC!, ¡Gobierno obrero campesino! Trotsky inclusive ha levantado la consigna de dictadura del proletariado o de gobierno obrero o la más famosa de ¡Todo el poder a los soviets! Siempre, siempre, el trotskismo tiene una gran consigna, que es la fundamental: la consigna de poder para oponer al gobierno frentepopulista. Esto para nada quiere decir que cuando las masas aún confían en el gobierno levante la consigna de voltearlo. Pero esto no significa que le oculte a la clase obrera su caracterización y política. Nos preparamos para echar al gobierno cuando convenzamos a los obreros que es un gobierno contrarrevolucionario y que hay que echarlo. Para convencer a la clase obrera de esta urgente y primera necesidad no hay otro medio que denunciar al gobierno frentepopulista minuto a minuto.

  1.  Frente a la burguesía, el imperialismo y la reacción feudal.

El oportunista sólo denuncia a la burguesía, al imperialismo y a la reacción feudal como enemigos de los trabajadores, callándose sobre el gobierno frentepopulista como si éste no fuera ejecutor de la política contrarrevolucionaria. El oportunista tiene manía por atacar a los partidos burgueses que fueron desplazados por el gobierno frentepopulista. Dentro del partido bolchevique, los oportunistas tenían manía por atacar al zar y por no decir nada sobre el gobierno. Los revolucionarios, en cambio, sin dejar de atacar a la burguesía, al imperialismo y a la reacción feudal, no dejan de denunciar sistemáticamente, aprovechando cada oportunidad, al gobierno que, en última instancia, es agente directo o indirecto de todos ellos.

  1.  Frente al imperialismo

El oportunista no hace agitación en forma permanente sobre el carácter imperialista del gobierno ni del propio país. A partir de que sube el gobierno frentepopulista se produce un silencio criminal en relación a este carácter del gobierno y del país. En contraposición, el revolucionario denuncia el carácter imperialista del gobierno y del país con tanta o mayor fuerza que anteriormente.

  1.  Frente a los movimientos nacionalistas y a las naciones oprimidas que enfrentan la explotación del Imperialismo.

No hay campañas agitativas, ni luchas ni manifestaciones, ni declaraciones en favor de las colonias, semicolonias ni de los movimientos nacionalistas que enfrentan al propio imperialismo, por parte del oportunista. En contraposición, el revolucionario hace más agitación que nunca, debido a que la situación le permite llevar a cabo acciones prácticas en su favor. Levanta sistemáticamente la consigna de independencia de las colonias y de las semicolonias, o el más absoluto derecho a la autodeterminación nacional. Asimismo, reivindica los movimientos nacionalistas, aun cuando discrepe con su política, defendiéndolos incondicionalmente en forma pública y agitativa.

  1.  Frente al aparato del Estado.

El oportunista no denuncia al gobierno como defensor incondicional de la estructura burocrática del estado y, por consiguiente, no hace una agitación permanente por la destrucción del estado burgués. El revolucionario, por el contrario, denuncia sistemáticamente la política del gobierno frentepopulista de defensa del aparato burocrático del estado burgués y llama a destruirlo para imponer un nuevo tipo de estado: comuna según Lenin, soviético según Trotsky.

  1.  Frente a las fuerzas armadas.

El oportunista no denuncia la siniestra política gubernamental de consolidar la estructura jerárquica de las fuerzas armadas, último bastión del régimen capitalista. Por consiguiente, no hace ninguna campaña por destruirlas. El revolucionario, por el contrario, en esta etapa hace una feroz campaña y tiene un programa de transición para destruirlas.

7.- Frente a los partidos obreros contrarrevolucionarios.

Los oportunistas, ni bien los partidos obreros contrarrevolucionarios suben al poder, abandonan toda crítica y denuncia de ellos como contrarrevolucionarios y como la máxima garantía de supervivencia del régimen capitalista e imperialista. Se abandona así una de las tareas primordiales del marxismo revolucionario. Como consecuencia de ello, tiende a diluir las diferencias con los otros partidos en vez de agudizarlas. El revolucionario hace exactamente lo contrario: denuncia más que nunca a esos partidos como contrarrevolucionarios, agentes del imperialismo y la burguesía, y trata por todos los medios de movilizar a las masas para que los enfrenten y luchen contra ellos. Es decir, acrecienta su denuncia y acentúa las diferencias aprovechando que forman parte del gobierno burgués e imperialista. Y así como no apoya ninguna medida del gobierno, lo mismo hace con los partidos contrarrevolucionarios: no pacta acuerdos con ellos para evitar que se oscurezca su repudio.

  1.  Frente a la revolución mundial.

El oportunista ignora la revolución mundial y no tiene política para desarrollarla. Es así como se abandona todo planteo, por parte de Nin como de Molinier Frank, o Karnenev Stalin en Rusia, de desarrollo de la revolución mundial. El revolucionario, por el contrario, le da tanta importancia al desarrollo de la revolución mundial como al proceso revolucionario de su propio país, y denuncia al gobierno como agente de la contrarrevolución mundial, socio fraterno del imperialismo yanqui, gendarme de gendarmes, atacando el carácter chauvinista del gobierno frentepopulista.

  1.  Frente a la IV Internacional.

El oportunista, al abandonar una estricta delimitación de los partidos obreros contrarrevolucionarios, al dejar de denunciarlos diariamente, abandona la principal tarea de nuestro programa que es plantearle al movimiento de masas y a la vanguardia, que repudie a los partidos obreros contrarrevolucionarios, que la principal tarea es la construcción de un partido revolucionario para enfrentarlos. Que este partido no puede ser otro que un partido trotskista o trotskizante con influencia de masas.


Por Nahuel Moreno (1924-1987)

La importancia de la interpretación de George Novack [1]

Las respuestas de Novack a los interrogantes que le plantearon algunos miembros del Grupo Comunista Internacionalista, la organi­zación trotskista mexicana, son de gran importancia teórica para nosotros, los revolucionarios latinoamericanos.

El marxismo latinoamericano se educó bajo la influencia de un seudo marxismo que había abrevado en las fuentes de los historia­dores liberales. Estos pregonaban una supuesta colonización feudal por parte de España y Portugal que había sido el origen de nuestro retraso con respecto a Estados Unidos de Norteamérica. Ese falso esquema de la colonización ha sido suplantado en algunos medios marxistas por otro tan peligroso como el anterior: la colonización latinoamericana fue directamente capitalista. Gunder Frank es une, de los más importantes representantes de esta nueva corriente de interpretación marxista. Como bien cita Novack , éste afirma categóricamente que “ el capitalismo comienza a penetrar, a for­mar, a caracterizar por completo a Latinoamérica y a la sociedad chilena ya en el siglo XVI”.

Leer más…Cuatro tesis sobre la Colonización de América Latina

I. DINASTÍA DE LOS MELÉNDEZ (1912-1927)

 

Febrero de 1920. En una plaza de San Salvador se desarrolla un insólito acto público: una delegación de estudiantes guatemaltecos celebran un encuentro fraternal con estudiantes universitarios salvadoreños al amparo del viejo ideal de la Unión Centroamericana. La causa unionista de Francisco Morazán, de Gerardo Barrios (de El Salvador) y de Justo Rufino Barrios (de Guatemala), que resurge con renovados bríos, aglutina a esos dos sectores de la juventud cuya Patria está dividida en cinco minúsculos Estados: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Toman la palabra los estudiantes guatemaltecos. Su fogosidad, a manera de látigo, fustiga implacablemente los lomos de la oscurantista tiranía del Licenciado Manuel Estrada Cabrera -el "señor Presidente" de la novela famosa de Miguel Ángel Asturias- quien por ese tiempo lleva en el poder veintiún años ininterrumpidos. Se denuncian sus innumerables crímenes y se le señala con índice acusador como uno de los obstáculos para realizar la unión de Centro América. Estrada Cabrera terminaría la larga noche de su despotismo dentro de poco, arrojado de su presidencia vitalicia en una serie de rápidos acontecimientos que principiarían con su deposición pacífica y que terminarían con un levantamiento insurreccional. Llegó el turno de los estudiantes salvadoreños, para responder los discursos de sus colegas guatemaltecos. El tema que domina sus intervenciones es el de la "dinastía de los Meléndez", nombre con el que se conoce el nepotismo que comenzara el 9 de febrero de 1913, cinco días después del asesinato del Presidente Dr. Manuel Enrique Araujo. Este, en menos de dos años de gobierno, había logrado imprimir un sello progresista a su administración. El nepotismo de los terratenientes Meléndez, que sucediera al Dr. Araujo, se prolongaría ocupando catorce años de historia de El Salvador, hasta el 28 de febrero de 1927.

En el momento del encuentro estudiantil, funge como Presidente de la República, el señor Jorge Meléndez, quien meses atrás inaugurara su gobierno. Es el tercero, en orden sucesivo, de "la dinastía".


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