Profundizar la movilización revolucionaria hasta derrotar la dictadura,

reinstalar a Zelaya y convocar la Asamblea Constituyente

Tal como hemos venido advirtiendo, la negociación entre Zelaya y los gorilas responde a la estrategia trazada por el imperialismo para liquidar la insurgencia del pueblo explotado hondureño, que se ha alzado en grandes movilizaciones y una contundente huelga general contra el golpe militar.

Nuestro partido, al mismo tiempo que ha condenado el golpe que el imperialismo y la burguesía hondureña le propinaron al pueblo al derrocar un gobierno legalmente constituido, también hemos denunciado el apoyo velado que Obama ha brindado a los golpistas, al no suspender la cooperación económica con el gobierno espurio de Micheletti, y hemos dicho que la cínica declaración de Obama, al llamar a "todas las partes" a "respetar la democracia", revelaba su intención de colocar en un mismo plano a golpistas y derrocados, y de esta manera presionar para la realización de una negociación en la que los golpistas llevaran una considerable ventaja sobre Zelaya.

Por su parte Zelaya se ha mostrado desde el primer momento conciliador, llamando al pueblo a la calma, e incluso llegando a plantear que de volver a la presidencia enterraría la tentativa de reformar la constitución a través de una Asamblea Constituyente.

La negociación sirve a los golpistas y los intereses del imperialismo

Los operadores del imperialismo han salido de la sombra y han intervenido abiertamente en la situación de Honduras. Obama giró instrucciones para que Hillary Clinton en su reunión con Zelaya pautara el inicio de negociaciones entre el presidente derrocado y el golpista Micheletti, con la mediación del derechista Oscar Arias, presidente de Costa Rica.

Es digna de observar la actitud de los golpistas, quienes se mostraron soberbios y agresivos frente a la OEA y la ONU, pero al recibir instrucciones directas de la Secretaria de Estado Clinton, acataron sin chistar la orden de reunirse con Zelaya. Esto demuestra que el imperialismo siempre movió los hilos de las marionetas gorilas. De igual manera quedó en evidencia la inconsecuencia de Zelaya, quien claudicó en el asunto de la Asamblea Constituyente antes de negociar, y partió directo a Washington luego de fracasar en su intento de aterrizar en Tegucigalpa.

De consumarse una salida negociada con el patrocinio del imperialismo y sus lacayos, se garantizarían en primer lugar los intereses de la burguesía hondureña, la continuidad del régimen político opresivo, la permanencia de las instalaciones militares yanquis en Honduras; y como ha insinuado Zelaya, se desecharía la iniciativa de convocar una Asamblea Constituyente. En otras palabras, Zelaya ejercería una presidencia simbólica durante pocos meses, pero los golpistas continuarían controlando las Fuerzas Armadas, el Congreso, La Fiscalía, y la Corte Suprema de Justicia. No en balde, este ha sido el escenario que ha perseguido el gobierno imperialista de Obama desde el momento del golpe, y ahora lo patrocina directamente, con el concurso de agentes imperialistas como Oscar Arias. No es casual la elección del gobierno de Arias como mediador, pues este gobierno servil al imperialismo se ha mostrado contrario a la suspensión del comercio con Honduras por parte de El Salvador y Nicaragua.

Lamentablemente, el ALBA, con Chávez a la cabeza, no sólo ha consentido esta estrategia imperialista para que haya una salida pactada con los golpistas, sino que incluso la ha pedido a gritos. De hecho, Chávez fue más allá que Obama, cuando planteó la posibilidad de que los cascos azules de la ONU pudieran instalarse en Honduras para normalizar la situación y garantizar la dominación burguesa, tal como ocurre hoy en día en el Haití ocupado por la MINUSTAH.

Chávez también fue enfático al pedir a Obama mano dura en Honduras, y criticar la "blandenguería" del imperialismo. Llegamos así al paroxismo de las contradicciones de aquellos gobiernos que quieren mostrarse como "antiimperialistas" y al mismo tiempo pactar con Obama unas relaciones de coexistencia y cooperación. Como subproducto de esta política nada revolucionaria, ha surgido la tesis reformista de que en EEUU hay dos imperialismos, uno bueno y uno malo; y dos gobiernos, uno bueno y uno malo. Obama encarnaría el lado bueno del imperialismo, y el lado oscuro se movería a través de una conspiración subterránea, en los pasillos del Pentágono y la CIA.

Algo parecido a la tesis fantasiosa de la "derecha endógena", que se usa en Venezuela para justificar las políticas antirrevolucionarias del gobierno de Chávez. Estas fabricaciones están alejadas de la verdad: Obama es el máximo funcionario del imperialismo, cuya existencia, por definición, no puede reportar ningún beneficio a los pueblos del mundo. Si Obama ha tenido que utilizar métodos menos directos en su intervención en Honduras, ha sido por la gran debilidad del régimen que encabeza, luego de las severas derrotas militares que ha sufrido en Irak y Afganistán, así como el profundo desprecio que el gobierno de su país despierta en el mundo luego del mandato de Bush. Una intervención abiertamente pro golpista en Honduras era prácticamente imposible, mientras que semejante intervención habría significado rociar gasolina en el fuego, en un continente con situaciones revolucionarias en Bolivia, Venezuela, Ecuador, y ascensos en las luchas populares en casi todos los países de la región.

Profundizar la movilización anti-golpista y construir una alternativa revolucionaria

El inicio de las negociaciones entre Zelaya y los golpistas, representa una enorme amenaza para la lucha de los trabajadores, los campesinos y en general para el conjunto del pueblo hondureño, así como para todos los revolucionarios y demócratas del continente.

Una "salida negociada" representa la legitimación de los golpistas y una terrible frustración para el pueblo hondureño. De tal forma que la única política correcta consiste en la actualidad desconocer todo tipo de negociación y profundizar la movilización revolucionaria hasta derrotar a los golpistas y castigar severamente a los instigadores de este golpe a las libertades democráticas y los derechos humanos del pueblo salvadoreño.

También es necesario avanzar en construir una sólida alternativa política y organizativa en Honduras, que se ponga al frente de la lucha ante la evidente capitulación de Zelaya, que ha probado con sus acciones, sus declaraciones y su disposición a negociar con los golpistas, que no es una alternativa viable.

El movimiento de masas en Honduras tiene que seguir unido en su su consigna original de restituir a Zelaya, porque lograrlo representaría una derrota a los golpistas, a la oligarquía salvadoreña y sus partidos y también a las intenciones del imperialismo. Pero la unidad alrededor de ese objetivo no puede estar condicionada a un apoyo político a Zelaya, quien ha demostrado su disposición seguir los consejos del imperialismo.

Llegó la hora de construir una alternativa revolucionaria en Honduras, que no genere falsas expectativas en la OEA, la ONU, Obama, o en los gobiernos burgueses que hoy conforman el ALBA, quienes se resisten a ir hasta el final en esta batalla. Una alternativa revolucionaria que promueva la restitución de Zelaya, sólo como la primera conquista en una batalla de más largo aliento, que tiene continuidad en la convocatoria de una Asamblea Constituyente, la ampliación de los derechos democráticos del pueblo hondureño, y que apunta a la conformación de un gobierno de trabajadores y campesinos hondureños para transitar hacia la construcción del socialismo.

Salidas intermedias o de supeditación a la OEA, la ONU, de apoyo a las negociaciones, representan una traición a la valentía de un pueblo que tiene paralizado el país, que se movilizó en forma multitudinaria el pasado domingo hasta el aeropuerto internacional de Tocontín, dispuesto a defender al costo que fuera el retorno del presidente derrocado.

Ese es el desafío planteado en Honduras y hay que enfrentarlo con entereza política y revolucionaria. Dudar, negociar y pactar es enterrar la movilización revolucionaria y entregar sus máximas reivindicaciones. Entre todos, con la movilización solidaria de los trabajadores y explotados de Latinoamérica, impidamos que los golpistas se consoliden y retornemos a las siniestras dictaduras militares en nuestro continente.

Unidad Socialista de Izquierda (USI)