Por Leonardo Ixim

En las últimas semanas ha habido procesos electorales en Colombia y México, coincidiendo ambos eventos, con las victorias de Iván Duque Márquez y Andrés Manuel López Obrador respectivamente, dos candidatos de signos distintos y cuyas repercusiones en Centroamérica serán evidentes.

En ambos casos se registra una crisis social y política, producto de años de profundización del modelo neoliberal, países a la vez marcados por la violencia política y social y que además no formaron parte  del ciclo de gobiernos pos neoliberales, aunque al igual que en ésos, algunos sectores se beneficiaron del aumento del precio de las materias primas.

Ambas naciones han sido pieza clave de los intereses geopolíticos gringos, el caso más evidente es Colombia donde existe varias bases militares del ejército estadunidense con el fin de presionar al gobierno chavista de Venezuela con el que existe una serie de problemas territoriales, como la presencia de bandas y grupos armadas en ambos lados de la frontera y recientemente, el éxodo masivo de venezolanos que huyen de la crisis política y social que vive ese país. El Plan Colombia financiado y ejecutado por los gringos para lucha contra las drogas y que propicio la derrota de la insurgencia colombiana y el reciente anuncio del presidente Jorge Santos de ingresar a la Organización de Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lo cual rompe la neutralidad de los países latinoamericanos

México por su parte, desde el gobierno de Felipe Calderón está inmerso en una guerra contra una serie de carteles del narcotráfico con vínculos en Colombia y toda Centroamérica que ha ocasionado casi 100 mil de muertos, además de los señalamientos hacia el ejército y distintas policías sobre graves casos de violación a los derechos humanos, en ese marco. Más recientemente, los acuerdos entre México y Washington para que el primer país actué como dique de contención a la migración centroamericana y de otras regiones del mundo, con la consiguiente violación a los derechos de los migrantes.

Al encontrase Centroamérica entre ambos países desde la época colonial, los acontecimientos de estos repercuten en nuestra nación; es decir, por un lado, en el Triángulo Norte la influencia mexicana es más marcada; en los restantes países más al sur, la presencia colombiana es mayor. Si desde la colonia los apetitos territoriales y administrativos del Virreinato de la Nueva España por un lado y el Virreinato de la Nueva Granada por el otro fueron evidentes, en la actualidad las inversiones de los grupos empresariales de ambos países en la sub-región se hacen sentir, plasmadas en las firmas de tratados y acuerdos de libre comercio con ambos países.

El triunfo de Duque en Colombia

En una segunda vuelta realizada el 17 de junio el derechista Duque se convirtió en presidente con el 54.3%, es decir 10,398,689, de votos; ganando la mayoría de ciudades a excepción de Bogotá que la gano Petro,  consiguiendo éste el 65.6%, 8,044,449 de votos. De un padrón de mas de 36 millones de votantes, el abstencionismo fue el mas bajo en las últimas elecciones, participando el 53,3 % de los inscritos, mas de 19 millones. En la primera vuelta el voto nulo y el blanco, que en Colombia tienen validez legal, fue de un poco mas de 500 mil; mientras que en la segunda vuelta aumentó a más de un millón de votos, reflejo del llamado que hizo el tercer lugar de la primer vuelta el empresario “progresista” Sergio Fajardo, apoyado por partidos procedentes de la guerrilla del M19, como el Polo Democrático y la Alianza Verde.

Previamente hubo elecciones para ambas cámaras del legislativo, senadores y diputados, el 11 de marzo con una participación 48.8 % de votantes, donde el uribismo y los partidos conservadores y tradicionales lograron mayoría de curules.

El caudal de Duque (el candidato cercano al paramilitar Álvaro Uribe) creció, aunque en menor medida que Petro con respecto a la primera vuelta, siendo votado en su mayoría por las otras fuerzas de la política tradicional como liberales, conservadores y otros que en primera vuelta presentaron sus propios candidatos. El voto por Petro creció en casi el 20 % más que en la primera vuelta porque buena parte de los votantes de Fajardo votaron, desoyendo el llamado al voto en blanco. 

Petro también fue un ex guerrillero del M-19 y fue parte el Polo Democrático, hasta que se separó creando su propia agrupación Colombia Humana, que en esta contienda tuvo el apoyo de la Lista de la Decencia, conformada por sectores radicales del liberalismo, el Partido Comunista Colombiano y la Unidad Popular, así como elementos cercanos a las ex guerrillas de las FARC-EP; algunas organizaciones marxistas llamaron a votar críticamente por Petro, mientras que otras mantuvieron una postura  crítica pero ambigua.

Los núcleos de la oligarquía cerraron filas alrededor de Duque, quien prometió revisar los Acuerdos de Paz con las Farc-Ep y las discusiones para firmar acuerdos con el ELN. Duque fue matizando sus opiniones, desde no aceptar los acuerdos de paz en sintonía con varios de sus partidarios, hasta su revisión; centrándose en aspectos como la Jurisdicción Especial para la Paz sobre crímenes cometidos por las partes en la guerra interna, que ya de por si rompía la cadena mando centrándose en los perpetradores materiales de ambas partes y de terceros civiles, pero quedando por fuera los financistas de paramilitares. Ahora Duque propone que los militares y policías responsables de crímenes de derechos humanos no sean investigados por esta jurisdicción sino por tribunales militares y ordinarios del sistema de justicia.

También propone revisar todo lo relacionado con aspectos agrarios que de por sí, las FARC-EP había rebajado en los Acuerdos de Paz, desde su consigna original de reforma agraria a un programa de transferencia de tierras vía mercado, tal como se aplicó en los acuerdos de paz de Centroamérica, respetando las tierras de las comunidades campesinas e indígenas pero a la vez manteniendo el gran latifundio agro-exportador y terrateniente -este último la base del uribismo- mientras se reactivó la sustitución forzada de cultivos ilícitos que Santos había detenido, ahora  por presión de Trump y las Zonas de Desarrollo Económico. Estas serían territorios exonerados impositivamente donde sobresale la gran minería y en lo cual ni Petro proponía revisar, pese a su política de fomento de la agricultura campesina y la sostenibilidad ambiental con el uso de energías no contaminantes.

Por otra parte, se espera más luchas sociales de diversos sectores que combatieron al santismo y a lo cual la izquierda desarmó por considerar a éste un mal menor para hacerle frente al uribismo, que ahora en el poder prepara una serie de contrarreformas en el plano fiscal, laboral y provisional; bajo la rúbrica de equilibrio fiscal, el pago de la deuda y otros pilares de las políticas neoliberales. De los cuales Petro tampoco presentó una propuesta anti-liberal para hacerle frente a esas políticas imperialistas.

Todo esto mientras que el paramilitarismo combinado con las denominadas Bandas Criminales ligados a los carteles de la droga con la complicidad del Estado, sigue asesinando a luchadores sociales, ex guerrilleros y defensores de los derechos humanos. Según la Defensora del Pueblo, desde enero de 2016 hasta febrero del año en curso han asesinado a 160 personas, más otros 90 hasta junio según medios informativos. Mientras que la Misión de Monitorio y Verificación de Naciones Unidas reporta el asesinato de más de 60 ex guerrilleros de las FARC-EP.

La contundente victoria de AMLO

Calificada de tal forma por el arrollador triunfo del candidato presidencial del Movimiento para la Regeneración Nacional (Morena) López Obrador, partido que obtuvo ficha legal recién en 2012 y por la magnitud de las elecciones parciales que se llevaron a cabo, ya que se sustituyó 128 senadores, 500 diputados, 1,696 alcaldías en 24 estados, 16 mas en la gubernatura en la Ciudad de México, 972 diputados estaduales, las gubernaturas de Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco y Veracruz. En total fueron 18 mil cargos públicos, debido a las reformas electorales que el Instituto Nacional de Elecciones realizó, estando aún por resolverse algunas disputas en Tamaulipas y Nuevo León. Además de ser las elecciones más violentas registradas, con más de un centenar de operadores políticos asesinados.

En México la presidencia se elige en primera vuelta bajo el sistema de mayoría relativa, mientras que para las dos cámaras legislativas del Congreso se aplica tanto el sistema de representación proporcional votados en circunscripciones plurinominales como el de mayoría relativa mediante distritos plurinominales. De un total de 56,611,027 personas habilitados, voto el 63,2%, siendo la de mayor participación en los últimos años, aunque registrándose 1,572,114 de votos nulos. Según los datos del cuestionado Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP).

La coalición Juntos Haremos Historia, conformada por Morena, el Partido de los Trabajadores de origen agrarista y el Partido Encuentro Social conformado por evangélicos conservadores y apoyados por otras fuerzas minoritarias marxistas y reformista, consiguió 30,113,483, el 53.9 % de los votos. Además de lograr 307 diputados y 68 senadores y varios cargos menores en diversos estados. En la Ciudad de México, antigua plaza del desprestigiado Partido de la Revolución Democrática (PRD), este fue desbancado asumiendo por primera vez una mujer, Claudia Sheibaum Pados.

En un segundo lugar la coalición Por México al Frente conformada por el PAN, el PRD y el Movimiento Ciudadano social-liberal, consiguió 12,610,120 con su candidato el panista Ricardo Anaya Cortes. Ubicándose 130 diputados y 38 senadores; cabe mencionar que el PAN viene de tener presencia con 108 diputaciones y 32 senadurías, mientras que el PRD tenía 53 diputaciones y 7 senadurías.

La hasta ahora coalición oficialista Todos por México, conformada por el otrora poderoso Partido de la Revolución Institucional (PRI) y sus dos partidos satélites el Verde Ecologista Mexicano (PVEM) y Nueva Alianza (PANAL), su candidato el ex ministro de hacienda José Antonio Meade Kuribreña  obtuvo  9,289,853, el 16.50 %.  Obteniendo 63 diputaciones y 22 senadurías, cuando en 2012 que volvió a la presidencia después de dos gobiernos del PAN, tuvo 204 diputados y 48 senadores.

Por su parte, los otros dos candidatos independientes José Rodríguez Calderón el Bronco y Margarita Zabala consiguieron el 5.23 % y el 0.05 % respectivamente, considerados ambos reciclajes del PRI y del PAN cada uno.

Un caso especial fue el intento de inscribir otra candidatura independiente por la izquierda, la propuesta por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Consejo Nacional Indígena de la curandera nahua María de Jesús Patricio Marichuy, candidatura que no prosperó porque el INE no reconoció las firmas conseguidas, siendo aún más que las presentadas por los candidatos Rodríguez y Zabala, además de una serie de señalamientos de que muchas de estas fueron falsas. La candidatura de Marichuy consiguió simpatías de la izquierda radical y fuerzas sociales, que de una u otra forma la apoyaron desde partidos marxistas como el Partido Revolucionario de los Trabajadores, la Fracción Trotskista, eurocomunistas como el PCM refundado y partidos estalinistas. Las guerrillas, sobre todo el Ejército Popular Revolucionario manifestaron su rechazo al sistema electoral y en algunos estados como Guerrero y Michoacán, donde tienen presencia, no se realizaron elecciones en algunos municipios. Estas fuerzas son las que han mostrado por la izquierda más dudas acerca de los compromisos democratizantes de AMLO.

Lo evidente, además de la mayoría arrolladora de Morena, es el descalabro del PRI, que fue el factor de dominación en su alianza entre empresarios y burocracias sindicales por más de 70 años, la desaparición del PRD que en algunos estados perdió el registro, quien se consideró la pata izquierda del régimen político. Y la caída del PAN, el otro factor de dominación que hegemonizó la mal llamada transición democrática con los gobiernos de Fox y Calderón, artificies de la sanguinaria guerra contra el narco. Además de que los tres partidos y otros más pequeños, han sido los sostenedores del Pacto por México, programa neoliberal que privatiza la industria petrolera e impone una serie de contrarreformas laborales y educativas.

La caída del PRI

El PRI regresó al ejecutivo federal después de una serie de artificios para evitar el triunfo de AMLO en 2012, con Enrique Peña Nieto. Desde el inicio se encontró con la oposición popular, el Yo soy 132 contra el retorno del PRI, la oposición de la CNTE a la reforma educativa, el gasolinazo y las protestas que ocasionó, el asesinato de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa en Guerrero, las movilizaciones que causaron visualizando hastió a los partidos del régimen, traduciéndose en la votación masiva López Obrador.

Si en 2006 se realizó un fraude contra éste al modificar los resultados del PREP, generando movilizaciones que López no profundizó, reproduciendo los hechos de 1988 y el fraude monumental contra Cuauhtémoc Cárdenas por Salinas de Gortari.  Se puede rastrear la crisis del régimen desde 1988 aunque la transición democrática sirvió para atajarla.

En esta ocasión, para ser potable a segmentos de la burguesía mexicana y bajo su discurso de fortalecer el mercado interno -lo cual demuestra también una crisis al interior de la clase dominante- se acercó a empresarios, algunos con relaciones ya cultivadas como Carlos Slim, atrayendo a una serie de politiqueros corruptos pese a su discurso contra la corrupción de los partidos del régimen. Ha anunciado que a la par del fortalecimiento del mercado interno, la revisión del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica -que de hecho desmanteló la industria y la sustituyó por una industria ensambladora y destruyó la producción agropecuaria- mantendrá el déficit fiscal cero, el control de la banca central por los poderes fácticos y  que no revertirá la política de apertura de la estatal  Pemex;  pero generando políticas sociales asistenciales para tratar de sacar de la pobreza a grandes segmentos de la población, lo cual fue melodía para los hogares mexicanos sumidos en esa situación.

Sin duda la victoria de AMLO despierta simpatía en los trabajadores mexicanos que esperan medidas más contundentes que las anunciadas, como el crecimiento de los salarios, el fin de la importación de gasolina y la construcción de refinerías que anunció, el mejoramiento de las condiciones sociales para detener la migración,  la defensa de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, la reversión de la reforma educativa que también anunció. Pero para evitar una crisis   orgánica, segmentos de la burguesía en su enfrentamiento con Trump necesitan de cierto nacionalismo que López Obrador encarna, las consecuencias  de esta ambivalencia sobre los derechos civiles, sociales, culturales o sexuales-reproductivos, un empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, el mantenimiento de la despojo de recursos naturales  y la esperanzas rotas que puede ocasionar,  puede generar una serie de movilizaciones que la izquierda radical tendría que capitalizar.