Por Úrsula Coj

Si la elección del magnate Donald Trump, un verdadero outsider, fue calificada por la mayoría de observadores políticos y medios de comunicación del orbe como una sorpresa, sus primeras medidas, que en la campaña electoral ya había anunciado, han causado incertidumbre a nivel internacional.

Trump emergió arrolladoramente en la nominación por el Partido Republicano -sin pertenecer a éste- sacando del juego a candidatos afines y pertenecientes a las élites estadunidenses como Jef Bush y otros. Desde ese momento y más en la campaña, se caracterizó por poner en el centro el ataque a la emigración, su misoginia y la islamofobia, el proteccionismo económico ante China y México, en menor medida hacia Alemania, anunciando además que la OTÁN era demasiado costosa y que los socios de Estados Unidos deberían pagar los costos de las operaciones militares y bases en el extranjero; y paradójicamente anunciando un entendimiento con Vladimir Putin sobre todo en el combate al yihadismo islámico.

La toma de posesión el 20 de enero de parte de Trump y su vicepresidente Mike Pence fue recibida por la mayoría del pueblo estadunidense con repudio, realizando grandes manifestaciones el día de la toma y al día siguiente, donde varias organizaciones de mujeres convocaron a masivas concentraciones, que según las organizadoras se sumaron más de un millón de personas, mientras que las concentraciones de Trump llegaron a lo sumo, a 500 mil en todo el país.

El fenómeno Trump

La crisis capitalista mundial iniciada en 2007-2008, con la quiebra de la mega corporación financiera Lehman Brothers, provocó tanto en el plano económico como en el político, una severa crisis disparando los índices de desempleo en los países imperialistas, la caída del crecimiento económico y los índices de productividad, entre otros aspectos; poniendo en tela de juicio proyectos como la Unión Europea y en sí, todo el proyecto de liberalización capitalista promovido por la oligarquía financiera mundial, sobre todo gringa, posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Esta crítica a los efectos de la liberalización con tónica neoliberal implementada en el último cuarto del siglo pasado, ha catapultado a formaciones de extrema derecha en Europa, que tras el triunfo del Brexit, agarraron mayor fuerza con el triunfo de Trump; a la espera estaría el Frente Nacional de Francia y expresiones euroescépticas en Italia. Con el nuevo presidente gringo, toda la chusma fascista y racista de ese país, esta envalentonada y las agresiones contra personas no blancas están a la orden del día. Sin embargo, el triunfo de Trump no contó solo con el voto de la extrema derecha, sino de sectores de la clase obrera blanca que han sido afectados por la internacionalización de los procesos productivos, perdiendo sus empleos, y votaron por sus demagógicas promesas.

Muchos de estos votantes, procedentes del denominado Cinturón del Óxido en los estados de los grandes lagos, la mayoría votantes demócratas, concibieron el voto por el magnate como una forma de repudio al Partido Demócrata. Y es que la promesa de Trump consiste en regresar los empleos industriales a Estados Unidos, de ahí sus amenazas de imponer aranceles a las importaciones mexicanas y chinas, algunas de capital estadunidense. Sin embargo, esta propuesta es un retroceso en la rueda de la historia, porque la denominada internacionalización no solo es producto de la búsqueda de bajos costos salariales para los empresarios, sino de la automatización de los procesos productivos. Así como el hecho de que las trasnacionales deslocalizan la producción en cadenas diseminadas en diversas partes del mundo.

Trump, con un discurso contra las élites de Wall Street, es decir la facción oligárquica del capital financiero, cautivó algunos sectores de los votantes, así como con su promesa de generar condiciones para que la burguesía invierta en infraestructura, vía exoneraciones fiscales y créditos. Pero la conformación del gabinete (al cual en la democracia imperial una comisión bicameral del Congreso le da el visto bueno), sobresalen empresarios o gerentes de trasnacionales. Comenzando por el titular del Departamento de Estado Rex Tillerson ex Ceo de Exxon Mobil, cercano a Putin y socio con la estatal petrolera rusa en inversiones en el Ártico; o Steven Muchin otro ex Ceo de Goldman Sacha, entre otros. Algunos analistas consideran esto como similar a lo que realizó Reagan no sin efectos perniciosos para la economía, en lo que se refiere a la inversión en armamento y aranceles a importaciones japonesas.

¿Hacia un bonapartismo?

Sin embargo, son los cambios en materia de defensa y seguridad los que han provocado reacciones en círculos progresistas y de izquierda. En la cartera de defensa fue nombrado James “perro loco” Mattis, un militar en activo que se lo nombra infringiendo cierta tradición de no nombrarlos. En la Secretaría de Seguridad Interior a Michael Flynn encargado de operaciones de seguridad de las tropas invasoras en Irak y Afganistán, caracterizado por su “islamofobia”, al igual que el nuevo director de la CIA Mike Pompeo. A cargo del poderosísimo Consejo Nacional de Seguridad estará John Kelly, ex comandante del Comando Sur y considerado más cercano a la línea impulsada por Obama, de presionar vía el tema derechos humanos y lucha contra la corrupción. No por nada éste y Tillerson, anunciaron que continuará el Plan Alianza Para la Prosperidad y los acompañamientos a la CICIG, la MACCIH, en Guatemala y Honduras respectivamente, y la cooperación con el gobierno del efemelenista en El Salvador.

En ese sentido Trump reformó los mecanismos en mención, la reforma más importante en 69 años, tanto el Consejo de Seguridad Nacional y el Consejo de Seguridad de la Patria, eran articulados por la Casa Blanca, con el respaldo del Estado Mayor Conjunto y la CIA. Ahora tanto el Estado Mayor Conjunto como en un inicio la CIA estarían solo si el presidente lo solicita; sin embargo, sectores de las élites lo rechazaron y Trump autorizó que el director de la CIA estuviera permanentemente. Esto en un horizonte que se presume de mayor bonapartismo de parte de Trump, para controlar lo que se considera, la columna vertebral del Deep State.

Sin embargo, esta tendencia aun es imprevisible; en las primeras medidas del gobierno de Trump, además de ordenar el inicio de la construcción del muro, decretó que se vede durante un tiempo el ingreso de ciudadanos de varios países musulmanes, entre ellos Siria, Irak, Irán, Libia, Sudan, etc.; medida que generó protestas en aeropuertos y en otras partes, así como cuestionamientos de estos gobiernos. De por sí con Irán la situación había empeorado pues Trump anunció sanciones a este país por las pruebas de misiles de mediano alcance realizadas por la teocracia chií, aunque el acuerdo nuclear no se vaya a detener. Sin embargo, esta medida migratoria fue declarada inconstitucional por un juez federal del Estado de Washington y ratificada por una Corte de Apelaciones, poniendo en evidencia que en materia migratoria como en otras, tal como le pasó a Obama pero desde otro ángulo, existe un conflictos sobre jurisdiccionalidad entre la federación y los estados.

Contra México y la región

Pese a atacar a China -que se muestra ahora paladín del libre comercio-, de haber dado la orden de no proseguir las negociaciones del Acuerdo Transpacífico y que lo mas probable se repita con el Acuerdo Transatlántico, este energúmeno se enfila contra el pueblo mexicano y todo el pueblo latinoamericano que por necesidad económica tiene que emigrar hacia el norte.

Con el cacareado Muro, que de hecho fue iniciado en el gobierno de Clinton, que Bush hijo y Obama continuaron con la militarización de la frontera sur, Trump se propone construir un muro físico, que según algunos analistas mínimo costaría US$ 20 mil millones, además de los daños ecológicos y el costo humano para los compatriotas que pretenden irse para allá. Así, ante la negativa del gobierno mexicano de pagar este muro, éste se costearía con el aumento de los aranceles a las exportaciones mexicanas, además de anunciar la renegociación del Nafta.

Esto ha provocado temor en la burguesía mexicana, sobre todo la que esta interconectada a las inversiones gringas en los estados fronterizos. Ésta y la casta política de ese país y hasta partidos de izquierda como Morena, se llenan la boca de “unidad nacional”; justo ahora que el gobierno de Peña Nieto se encuentra desprestigiado, el PAN y el PRI anuncian un pacto para garantizar las elecciones en 2018.

Esto ante las movilizaciones constantes contra el gasolinazo producto de la apertura petrolera que afecta al monopolio estatal Pemex, en un país exportador de petróleo donde la refinación y elaboración de combustibles ha decaído, importando de afuera. Por tanto, la unidad con un gobierno espurio, responsable del desaparecimiento de los estudiantes de Ayotzinapa, que además hace el trabajo sucio de los gringos contra los migrantes centroamericanos y de otras regiones que buscan moverse para el norte, es inconcebible

La renegociación del Nafta puede implicar mayores beneficios para la facción burguesa que se acuerpa con Trump, sobre los intereses de la burguesía mexicana. Después de este acuerdo de libre comercio estaría la revisión del CAFTA con Centroamérica, pero sobre todo lo que viene es un ataque mayor, contra la clase trabajadora de la región, obstaculizando el deseo de migrar. Manteniendo la política del garrote y la zanahoria, vía traspaso de recursos a las policías y los ejércitos, y a programas de prevención del crimen y de desarrollo social con ONGS al servicio del imperio. En todo esto los gobiernos de Centroamérica -de izquierda y de derecha- tal como el de México, esperan que Trump suavice tales medidas y que sigan llegando las migajas del imperialismo.