Por Fernando Armas

1-  La previsible derrota del kirchnerismo (Frente para la Victoria) es el resultado de un proceso de desgaste del esquema de poder instaurado en el 2003. Con el viento a favor de la reactivación económica, y el aumento sin precedentes en los precios de los cereales, el Gobierno kirchnerista se potenció en su momento como típico régimen bonapartista. Con un extraordinario superávit fiscal y comercial, y pacto social de por medio con la burocracia sindical en sus diferentes variantes, operó como árbitro entre las distintas fracciones de la burguesía, y también entre ésta en su conjunto y la clase obrera y demás sectores explotados de la ciudad y el campo.

2- La disputa interburguesa “campo versus gobierno” marcó el inicio de la pendiente hacia debajo de esa forma política de dominación. La derrota de la resolución 125 fue tan sólo el aperitivo que precedió a la derrota gubernamental del pasado 28 de junio. Pero este conflicto fue tan sólo el emergente de una cuestión más profunda: los realineamientos de las distintas fracciones de la burguesía, de cara a lo que ya se preveía como período de vacas flacas. El desarrollo posterior de la crisis capitalista mundial, su repercusión en Argentina, y el carácter de clase del Gobierno, que le impidió una política coherente “nacional y popular” lo llevó a una sangría imparable, hacia izquierda y hacia derecha, en el marco de una política globalmente burguesa y reaccionaria. El bonapartismo se quedó sin fondos para arbitrar, y sus intentos desesperados (como la estatización de los fondos de las AFJP) no alcanzaron para recobrar fortaleza.

3- Esta sangría se reflejó claramente en las elecciones parlamentarias: Mayoritariamente, hacia la derecha, los beneficiarios fueron Reutemann, Cobos, Macri, entre otros. Minoritariamente, y limitados en algunos distritos, Sabatella, Pino Solanas y Del Frade (entre otros) se beneficiaron hacia izquierda. Nótese que en estos frentes tiene un papel protagónico Libres del Sur (ex Patria Libre), hasta no hace mucho corriente orgánica del Frente para la Victoria.

4- Asímismo, también se vio beneficiado por el desangre kirchnerista el Frente (o Acuerdo) Cívico y Social. No tanto porque capitalizó migraciones del partido gobernante, sino porque logró consolidar una fuerza nacional de centroizquierda basada en el radicalismo, el Socialismo y la Coalición Cívica.

Si repasamos los números, salvo en algún distrito como La Pampa, no hubo un crecimiento electoral de este espacio (incluso hubo un retroceso, como en Capital Federal o  Santa Fe), pero el mantenimiento de su caudal le permitió crecer en bancas, tanto en el Senado como en Diputados.

5- La burguesía agraria logró doce bancas, expresión de que casi el 70% de los votos positivos fueron para los partidos y alianzas que estuvieron “con el campo” en los multitudinarios actos de Rosario y Palermo.

Más allá de la pertenencia partidaria de sus candidatos electos (centroizquierda o centroderecha), es obvio que tiende a conformarse una representación política de uno de los sectores más retrógrados y conservadores de la burguesía, que volverá a la carga en defensa de sus intereses de clase.

6- Desde el punto de vista de la clase dominante, tienden a conformarse dos grandes bloques para reemplazar en el 2011 a Cristina Kirchner:  una centro derecha que crece, y que tratará de absorber a los barones del conurbano bonaerense y demás sectores del aparato del peronismo en los distintos puntos del país. Una centroizquierda consolidada, que tratará de incluir en su seno a todo lo que se derramó hacia su izquierda (Sabatella, Solanas, etc.), y que deberá tragarse el sapo, seguramente, de ser encabezada por Cobos. El encuadre de “centroizquierda” de este bloque tiene algo de arbitrario (sean Cobos, Binner, Juez, Carrió o Stolbizer sus líderes principales), ya que programáticamente son, especialmente en lo socioeconómico, tan reaccionarios como el otro bloque. Pero tienen una base social y un caudal electoral similar a la que captó la  Alianza contra Menem. Cobos es el De la Rúa de nuestros días.

7-Es importante detenernos en la única novedad relativamente progresiva de las elecciones. El crecimiento de Proyecto Sur, y como parte de un mismo fenómeno, aunque en versión más conservadora, el Nuevo Encuentro de Sabatella en la provincia de Buenos Aires. Sólo un sectario incorregible (que los hay) puede despreciar al votante y a la militancia de base que canalizaron estos espacios. Si bien en un sentido son la recreación de proyectos ya fracasados (el capitalismo humanizado del Frente Grande y del FREPASO), también es cierto que configuran un contrapeso a la tendencia claramente hacia la derecha del proceso electoral, el que a su vez es una manifestación, aunque deformada, del conjunto de la situación política.

Nuestra actitud frentista debe priorizar el trabajo en común con el activismo de este espacio, lo cual no nos impide (más bien nos obliga) a una clara y permanente delimitación en términos de clase.

8- Desde el punto de vista de la burguesía, está en discusión la gobernabilidad hasta el 2011. Perdida su capacidad de arbitraje, el Gobierno está obligado a replantear sus relaciones con la UIA, con la Mesa de Enlace agropecuaria, con las centrales sindicales, y también, con la oposición política. En tanto no existe una amenaza revolucionaria al sistema, ni tampoco una posibilidad golpista, está planteado un “gran acuerdo nacional”, una suerte de “pacto de la Moncloa”, que tendrá como escenario público el Parlamento, pero cuyos acuerdos previos se tejerán tras bambalinas, entre los verdaderos dueños (nacionales y extranjeros) de la riqueza argentina.

9- La clase obrera y los trabajadores en general venimos sufriendo la falta de canales de expresión de independencia política. En el caso de las últimas elecciones, esta falta de independencia fue pavorosa.

Quedamos atrapados en la disputa interbuguesa. Contra lo que afirman los delirios de los pregoneros del “voto bronca”, éste prácticamente no existió. El ausentismo electoral tuvo que ver con una mezcla de gripe con indiferencia, especialmente en aquellos distritos donde las cartas estaban marcadas.

En contraste, en aquellas provincias donde algún sector canalizaba ilusiones democráticas (Capital, provincia de Buenos Aires, Córdoba, etc.) aumentó el presentismo, y se redujo al mínimo el voto en blanco o nulo. A diferencia de octubre del 2000, que hubo un verdadero movimiento masivo por el voto bronca, con actos y manifestaciones incluídas, asistimos a una recreación de las ilusiones democráticas, sin mucho entusiasmo, pero con una expectativa en las distintas variantes burguesas, alternativas al gobierno de los Kirchner.

10- Este cuadro de situación repercutió, obviamente, en la perfomance de la izquierda que se reclama socialista revolucionaria. Su estancamiento de conjunto se vio agravado por la dispersión y división. En algunos casos, hubo un retroceso marcado (MST y MIJD de Castells, AyL de Luis Zamora), producto del castigo que su modesto nicho del electorado les propinó por su política oportunista.

El Partido Obrero y el Frente de Izquierda (PTS, Nuevo MAS, Izquierda Socialista) mantuvieron su caudal histórico, con altibajos según el distrito. Reivindicamos nuestro voto crítico a esas fuerzas, al tiempo que luchamos por superar su divisionismo y su sectarismo, para potenciar con la UNIDAD la propuesta de clase, de modo de hacerla políticamente atractiva, inclusive para compañeros con quienes compartimos la lucha cotidiana, y que hoy son tributarios de variantes reformistas y/o ultraizquierdistas.

11- El debilitamiento del Gobierno, el agravamiento de la crisis capitalista, y el estado de gestación que aún tienen las variantes burguesas alternativas, configuran un cocktail conflictivo en la situación económica, social y política. La tarea fundamental del activismo combativo es unirse, agruparse, a partir de la lucha por los reclamos mínimos y elementales. Avanzar en la elaboración de un PLIEGO ÚNICO NACIONAL DE REIVINDICACIONES, construir encuentros y plenarios de delegados y activistas, organizar pacientemente las luchas por venir, debe ser la plataforma para proyectar un PROGRAMA POLÍTICO independiente de los trabajadores.