Los dramáticos acontecimientos que han estremecido a varios países de América Latina y El Caribe en las últimas semanas no dejan lugar a dudas: hay una escalada significativa y evidente de la lucha de clases motivada por la profunda crisis del capitalismo mundial que, tratando de salvar las tasas de ganancia, intenta succionar más plusvalía de nuestros pueblos con draconianas medidas económicas.

    No es casualidad, las impresionantes movilizaciones de decenas de miles, centenas de miles, incluso de millones de personas en Haití, Ecuador, Chile, Honduras y, en menor medida en otros países, tienen un hilo en común: la crisis del sistema capitalista continental y mundial. Crisis que no es solo del llamado “modelo neoliberal”, porque este modelo es la esencia y el alma del capitalismo en crisis.

    El detonante principal de estos estallidos sociales, que constituyen la génesis de procesos revolucionarios, son las drásticas medidas económicas antipopulares: alzas de los servicios públicos, reducciones salariales y de las ya magras pensiones de jubilación, aumento de impuestos como el IVA (ITBMS en Panamá) que afectan más a los pobres, etc.

    Medidas económicas draconianas contra nuestros pueblos que buscan compensar las crisis fiscales de los gobiernos que ven caer sus ingresos por la reducción de la actividad económica dada la crisis capitalista general, que ven disminuir los precios internacionales de nuestras exportaciones consistentes casi todas en materias primas, que padecen fuetes endeudamientos con la banca y organismos de crédito internacional (como el nefasto FMI, Banco Mundial).

    Todo ello en un marco en que los empresarios y las grandes compañías transnacionales y nacionales gozan de privilegios fiscales o abiertas exoneraciones de impuestos. Por ello, todo el peso de la crisis la quieren cargar sobre los hombros de la clase trabajadora, negándose los gobiernos latinoamericanos a hacer los que corresponde: imponer impuestos progresivos a los ricos, que el que gana más, pague más.

    Millones de personas se han lanzado a las calles para defender las ya precarias condiciones de vida con que subsisten y oponerse a esta nueva escalada en la voracidad de los capitalistas y banqueros. La respuesta de los gobiernos, en un primer momento ha sido una feroz represión con su secuela de muertos, heridos y lisiados. Pero esto no ha detenido a la gente, que ha seguido ocupando las calles porque han perdido el miedo, que era lo último que podía perderse.

    Pero estos millones de personas, trabajadores, indígenas, estudiantes, funcionarios, campesinos no se han detenido en las reivindicaciones económicas, han pasado a hacer exigencias políticas contra regímenes pretendidamente “democráticos” pero que no los representan. La gente ha empezado a exigir las renuncias de presidentes como Lenin Moreno en Ecuador, Sebastián Piñera en Chile, o de Jovenel Moïse de Haití.

    La lucha económica se ha transformado en lucha política, porque el debate es quién debe gobernar. Esta lucha popular está derrotando a los gobiernos y partidos de la derecha empresarial y neoliberal, en una especie de retorno a la situación de la primera década del siglo XXI cuando cayeron los gobiernos neoliberales y surgió el “progresismo” latinoamericano. Incluso en países como Argentina, donde la lucha de clases aún no llega al máximo nivel, está amenazado de fracasar electoralmente Mauricio Macri quien encabezaba el gran proyecto político de la derecha y el neoliberalismo.

    La gran pregunta es si el llamado “progresismo” puede postularse para sacar a nuestros países de la grave crisis económica capitalista y sus medidas neoliberales. Ahí surgen fuertes dudas: no olvidemos que el principalmente precedente del momento actual fueron las movilizaciones estudiantiles y populares en Nicaragua contra las reformas neoliberales a las pensiones del gobierno del FSLN de Daniel Ortega, y la feroz represión que ha desatado contra su pueblo con centenares de muertos y miles de exiliados.

    Tampoco ha sido capaz de salvar de la crisis al pueblo venezolano el gobierno de Nicolás Maduro-PSUV. Aunque ha derrotado el plan intervencionista y golpista  de la derecha y Estados Unidos, encabezado por Juan Guaidó, el gobierno ha permitido la destrucción de las conquistas económicas y sociales de la clase trabajadora, sin tocar un ápice los intereses de los grandes capitalistas y sin combatir la grave corrupción de la que lucran burgueses opositores, como la familia Mendoza (la Polar) tanto como de la “boliburguesía” afín al gobierno.

    El problema del “progresismo” es que es incapaz de ir más allá de los límites del capitalismo y su modelo neoliberal. A lo sumo aspira a un capitalismo con algunas medidas y programas sociales sin tocar el corazón del sistema capitalista. La incapacidad para ofrecer una alternativa al capitalismo neoliberal y de enfrentar revolucionariamente a la ofensiva derechista, porque el progresismo es parte integral del sistema capitalista, es lo que hizo fracasar al PT brasileño, al Movimiento Ciudadano en Ecuador, incluso al kirchnerismo en Argentina, o del gobierno del PAC-Alvarado en Costa Rica.

    La crisis requiere una alternativa revolucionaria al capitalismo neoliberal, es decir, una alternativa SOCIALISTA y REVOLUCIONARIA. Aunque algunos hallan abjurado y otros predicho la desaparición de esta alternativa, el viejo fantasma, del que hablaban Marx y Engels, vuelve porque no hay solución a la crisis económica, social, ambiental y política dentro del sistema de propiedad capitalista y su antihumana ley de la ganancia.

    La tarea del momento es la construcción de alternativas políticas anticapitalistas, socialistas, que no teman señalar con el dedo el verdadero corazón del mal que enferma a la humanidad y al planeta: el sistema capitalista. Alternativas que no pueden ser sectarias y que estén dispuestas a acompañar pacientemente el proceso de maduración política de la clase trabajadora y el pueblo. Las autoproclamaciones de algunas sectas no sirven para nada y se convierten en parte del problema.

    Polo Ciudadano advierte que Panamá padece los mismos síntomas de los problemas que ya han estallado en otros lados: un sistema económico de los más desiguales del planeta, una crisis fiscal creciente con altas exoneraciones para la burguesía, colapso de los servicios públicos de educación, salud, agua y recolección de basura, alto desempleo juvenil, un régimen político corrupto hasta el tuétano y desprestigiado, etc.

    El caldo de cultivo para un estallido social está dado en Panamá, y ya han empezado a manifestarse algunos síntomas: miles de estudiantes, administrativos y docentes universitarios han salido a las calles para defender la universidad pública contra reformas constitucionales que la amenazan, lo que ha detonado una ola de movilizaciones estudiantiles, juveniles y obreras contra el paquete constitucional del gobierno y la Cámara de Comercio. También los campesinos de Río Indio y del Barú se han movilizado en defensa de sus tierras.

    El Polo Ciudadano levantando un programa anticapitalista, lucha a su vez por la unidad de los sectores populares contra el modelo político corrupto y oligárquico y sus medidas económicas. Por principio, propiciamos la unidad en la diversidad de las organizaciones sindicales y populares por construir una alternativa política distinta a los partidos del régimen oligárquico y antipopular. Nuestro pueblo más temprano que tarde seguirá el ejemplo de nuestros hermanos de Haití, Chile y Ecuador.

Panamá, 24 de octubre de 2019.

Polo Ciudadano