1. Es un hecho aceptado por la antropología y la historia que la división de la sociedad humana en clases sociales ha sido acompañada de todo tipo de prácticas opresivas y prejuicios pretendidamente morales que se han utilizado para “justificar” la explotación y opresión de unos seres humanos sobre otros. El establecimiento de estructuras sociales y mentales de tipo patriarcal, en la que el sexo masculino se ha asegurado por siglos el control del espacio público y político sobre el femenino, hace parte de los esquemas de opresión social junto al racismo, el chauvinismo, el nacionalismo, etc.

2. Pese a los innegables avances democráticos de la modernidad, muchos de los cuales se deben a la lucha sistemática del movimiento obrero y socialista mundial, como el derecho al voto universal masculino y femenino, siguen existiendo prácticas patriarcales que operan en desmedro de las mujeres, anulando o mediatizando considerablemente la “igualdad de derechos” formal que existe en nuestras leyes. Esquemas patriarcales que subsisten (al igual que el racismo) no sólo por inveterados prejuicios, sino porque la sociedad moderna también es una sociedad dividida en clases, el capitalismo.

3. La aspiración a una sociedad sin explotación económica, es decir, sin división de clases sociales, está íntimamente ligada a la lucha por la real y completa igualdad entre todos los seres humanos, de todas las etnias y de ambos sexos. La lucha contra la explotación y la opresión van de la mano y son simultáneas, no puede existir una sin la otra. Quien pretenda asumir una sin la otra está destinado al fracaso.

4. Panamá no escapa a esa realidad opresiva, ya que su Código Electoral y las prácticas políticas concretas consagran la desigualdad política: a favor de los partidos de la oligarquía contra los trabajadores y trabajadoras; de las minorías blancas sobre la inmensa mayoría indígena, afrodescendiente  y mestiza; y del género masculino sobre el femenino. Es evidente que en todos los órganos del estado se mantiene un esquema de dominación de la oligarquía blanca masculina sobre el conjunto de la población panameña.

5. Los principios de igualdad de derechos, para elegir y ser elegidos, consagrados en la Constitución Política son nulos en la práctica porque el Código Electoral actual, incluyendo las reformas aprobadas en la CNRE hasta ahora, sostienen el poder del dinero como pilar de la estructura política. Incluso conquistas como la cuota femenina, que exige un tercio, al menos, de participación femenina no se cumplen ni en los partidos, ni en los órganos de gobierno, expresando una extremada sub representación de las mujeres, pese a que constituyen la mitad de la población.

6. Por todas las razones expuestas, el Partido Alternativa Popular único de los partidos representados en la CNRE realmente comprometido en la lucha por la plena igualdad entre todos los panameños y panameñas, ha propuesto una reforma integral al Código Electoral que empiece por limitar el control que el poder económico posee sobre nuestro sistema político, a la cual se han resistido los partidos que controlan el sistema político actual y son mayoría en la CNRE.

7. En ese marco general, el Partido Alternativa Popular apoya el establecimiento de una representación paritaria (50%) de hombres y mujeres postulados a los órganos de elección popular porque, sin que sea la panacea que obtendrá la igualdad real de derechos, constituye un paso importante en la lucha por eliminar la discriminación por razones de sexo.

8. Sin embargo señalamos con toda claridad que la cuota femenina por sí misma no ayudará a aumentar la participación de las mujeres en el quehacer político de Panamá si se mantiene un modelo económico y social que carga sobre sus espaldas el peso de la miseria social y el desempleo.

9. Advertimos al pueblo panameño, y en particular a las mujeres, de no dejarse engañar por la doble moral de voceros y voceras de los partidos oligárquicos quienes se presentan como “demócratas”, apoyando la cuota del 50%, pero a la vez desde el gobierno y la asamblea, imponen a la mayoría de las mujeres la pobreza, el alto costo de la vida, malos servicios de salud, mayores tasas de desempleo que a los varones, discriminación salarial, inexistencia de guarderías, se oponen sistemáticamente al libre ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, reprimen brutalmente a su pueblo y se expresan de manera racista contra nuestro 10% de pueblos originarios.

10. A las mujeres que de manera sincera luchan por los derechos iguales para su género, pero lo hacen en esos partidos oligárquicos, racistas y patriarcales, les exhortamos a reflexionar, pues están en el lugar equivocado, ya que al apoyar a los políticos dirigentes de esos partidos, están apoyando a los enemigos de la mayoría de las mujeres panameñas.


Panamá, 21 de septiembre de 2010.

PARTIDO ACCIÓN POPULAR (PAP)