Por Aquiles Izaguirre.

La historia de los universitarios ha cambiado estrepitosamente, en un abrir y cerrar de ojos, miles de jóvenes han salido a la vida política nacional, sufriendo un parto prematuro, doloroso y cruento, en más de diez años la juventud universitaria no se movilizaba de la forma en que lo hizo en estos meses contra la dictadura Ortega Murillo. La represión generada por los consortes ha sido sistemática y sangrienta, cientos de estudiantes apresados, otros perseguidos, sumidos en la clandestinidad y decenas de muertos nos ha costado salir de la caverna y llegar a la luz como lo expresaba el filósofo griego platón.

Desde abril, los estudiantes universitarios y jóvenes han sido la columna vertebral de la lucha por el rescate del INSS y luego, para derrocar a los Ortega Murillo. Contrario a los mitos que implanta el gobierno y algunos sectores estudiantiles, este proceso no inicia buscando como derrocar al régimen, todo lo contrario, es un movimiento espontaneo de cientos de jóvenes en Managua en contra del robo del INSS, la impunidad, las reformas de Ortega, pero, sobre todo, representó el hartazgo de la juventud por la represión constante a cualquier tipo de protesta.

Para analizar una sociedad y sus sectores, es necesario ver como se desarrollan las luchas y las tendencias que hay. Caracterizar como está un sector y su dinámica en la sociedad es fundamental para determinar las estrategias y tácticas para afrontar las luchas que se vienen. Sin una caracterización clara se corre el riesgo de no afrontar los retos planteados.

La masacre de abril y la represión subsiguiente.

Siendo honestos, nadie en el país se imaginó que la respuesta de los Ortega fuese una represión tan sangrienta. El 19 y 20 de abril parecía que vivíamos una realidad bestializada, en donde la policía sembró el terror por toda Managua. Sin embargo, la respuesta de los jóvenes y Nicaragua en general estuvo a la altura, miles de jóvenes se insurreccionaron desbordando la genocida intención del Orteguismo. Florecieron por todo el país las protestas, barricadas y tomas.

Desde las masacres de abril el panorama cambió radicalmente, los estudiantes se acomodaron a su realidad concreta, hubo tomas de recintos universitarios, intentos de tomas, recintos cerrados para evitar que sus estudiantes se organizaran, etc. La realidad ha sido extremadamente volátil, cambiante e inesperada configurando enormes retos para la población en general y particularmente para los estudiantes.

Espionaje e infiltrados

El sandinismo y UNEN provienen de una misma placenta, el Orteguismo dará su lucha para mantener el control de las universidades, un movimiento independiente no es tolerable, ya que la historia demuestra que en las universidades se gestan los movimientos políticos que luego darán la lucha nacional, o como ha sido parte de nuestra tradición, las universidades han sido los semilleros de futuros grupos armados. Es seguro que el gobierno y UNEN mandaron infiltrados a las tomas y reuniones, el objetivo no es simple, es dejar que se organicen los estudiantes y luego desarticular las organizaciones que nacen de sus senos, eso sí, ya identificado los grupos y su periferia. Así actúan los órganos de inteligencia, basta estudiar un poco los mismos y uno comprenderá que no hay organización que no sea permeable a las labores de espionaje, mientras más difícil de infiltrar es porque menos trabajo abierto se hace. La de ellos es una labor sutil y de paciencia, con la lógica de capturar información, rastrear redes organizacionales, caracterizar cuales son los elementos más afines, radicales, etc.

Las tomas de recintos.

Es importante analizar el tema de la represión y los métodos de lucha no solo como ejercicios de memoria, sino para analizar que fue lo que pasó, y cuales fueron las consecuencias. Las tomas se vieron vigorosas y fuertes porque fueron apoyadas por una buena parte de la población universitaria y los ciudadanos en general. La lucha interna en los recintos tomados pasaba por varios temas, entre ellos si la lucha era contra la dirigencia de UNEN o el régimen, pero podemos decir, que la fuerza motriz de estas tomas fue la lucha contra el gobierno, de ahí la persistencia de los atrincherados y la población en general que miraba como héroes a los atrincherados.

A medida que la resistencia en general se profundizaba, las tomas se volvían un peligro para el gobierno, no por su capacidad militar, sino por el símbolo político que significaba para todo el país. El Ortegismo no se quedó con los brazos cruzados, tenía políticas para desgastar la lucha, infiltrarla, levantar perfiles de los atrincherados, sabotearlas, meter gente a fotografiar, atacar con batería fuerte para desarticular a los estudiantes y meter agentes como provocadores fuera del control de los estudiantes. El sonado caso Viper ilustra muy bien como trabaja el Orteguismo, atacando criminalmente las tomas, golpeándolas militarmente para luego infiltrar con provocadores y agentes infiltrados que levanten perfiles de los cabecillas. El trabajo es aprovechar la inexperiencia de los estudiantes y golpearlos de todas las maneras posibles, llegando a ser tan bizarra la situación, que ellos atacaban con armas de fuego para guerra y denunciaban a los universitarios por supuestamente estar armados.

Pocos analizan la forma en que el Orteguismo ha trabajado y como la represión influye en los métodos de lucha. Con el desalojo de los estudiantes atrincherados la dinámica nacional cambió, no fue fortuito que la UNAN fuese desalojada brutalmente días antes que Monimbó. Dejaron los dos picos de resistencia para el final y celebrar con bombos y platillos haber vencido en una guerra que ellos afrontaron con armamento pesado y la población escasamente armada, sin posibilidades reales de ser un ejército.

El desalojo y la desobediencia.

El 13 de julio en medio de negociaciones con las autoridades para la entrega del recinto, la guardia Orteguista decidió atacar brutalmente, el desalojo tenía la intención clara de desarticular e impedir un repliegue estratégico de los estudiantes y jóvenes atrincherados. EL objetivo era desarticular el movimiento estudiantil anti gobierno y anti UNEN, mandarlos a la clandestinidad y ya con perfiles de dirigentes, perseguir y apresar a los estudiantes que dirigieron las tomas.

El cambio en la realidad nacional es palpable, si las movilizaciones y barricadas de abril cambiaron las condiciones políticas en el país. La brutal represión hecha por los paramilitares abrió nuevas condiciones. Acrecentado el poder de la dictadura, y planteando diferentes modelos para trabajar, unos más abiertamente que otros, sin embargo, es responsabilidad de los dirigentes hacer lo posible para conservar la seguridad de todos los miembros que se han involucrado en la organización estudiantil. Parece que la población estudiantil entiende instintivamente lo que viene, ellos no regresaran a clases, como lo hicieron el 7 de mayo, las condiciones actuales presentan un panorama no conveniente para el trabajo de masas en las aulas, ya que se sincronizaría con el pico más bajo en las movilizaciones contra el gobierno y, en consecuencia, contra sus lacayos.

Es un error pensar que solo por el hecho que nos presentemos a las aulas los estudiantes lo harán, hasta el momento hemos sido la vanguardia, pero forzar la realidad política de los estudiantes atribuyendo nuestros propios sentimientos es un error político que costará mucho. Los estudiantes no sienten seguridad en las calles, no sienten seguridad en los recintos menos en las aulas de clases, León es un parámetro y nos muestra la tendencia que hay por el momento en la comunidad universitaria. Avocar por el regreso a clases y no ser escuchado es un riesgo grande, que se puede tomar en otro momento sin arriesgar tantos compañeros. En este momento la mejor política es la desobediencia, ya que es proteger no solo a muchos estudiantes que están siendo perseguidos, sino a los estudiantes en general, planteando la problemática y que entiendan las razones.

Ya habrá tiempo del trabajo organizacional, y, aun así, no implica la victoria contra UNEN y el gobierno, dependerá del trabajo que se realice y como lo ejecuten los estudiantes, pero sobre todo, que como esta nueva generación de dirigentes y jóvenes se diferencien de los males que combatimos. En los hechos, si primamos nuestras percepciones personales a la seguridad de nuestros compañeros, somos igual que UNEN, utilizando el prestigio ganado sin tomar en cuenta lo que se puede perder, que es mucho.

La desobediencia estudiantil significa preservar la integridad física de todos los estudiantes, esperar tácticamente un panorama un poco más favorable para la labor organizacional, protestar en contra de la pérdida de la autonomía, comprendiendo que, aunque llamemos a las clases, la mayoría de los estudiantes no ven el regreso a clases como una opción, por lo menos a corto plazo. Aprovechar esa pasividad como una bandera política puede dejar posicionados estratégicamente de cara a que se abra una nueva coyuntura un poco más favorable.