Por Oliverio Mejía

Entre los meses de marzo y abril de 1829 se producían los sucesos que ponían fin a la primera guerra civil entre dos facciones de las clases dominantes centroamericanas, disputada por los bandos fiebres o exaltados contra los moderados o cacos, pero a su vez por las disputas entre aquéllas desde el control de los Estados de El Salvador y Guatemala y en menor medida Honduras.

Debates historiográficos

Estos bandos, caracterizados como proto-partidos, para la  historiografía eran las facciones que posteriormente se denominarían liberales y conservadores; sin embargo, algunos enfoques recientes, según Rodolfo Galeotti, ambas estaban identificadas con las ideas liberales, configuraciones que tienen su raíz tras las posturas asumidas después de la independencia tanto de España en 1821 como la separación de México en 1823, en torno al comercio con el Imperio Británico y otras potencias, del cual eran partidarios de una liberalización total sin importarle la pequeña producción artesanal.

Por otro lado, los Aycinena, asentados en Guatemala dueños de algunas haciendas agrícolas, se habían convertido en los intermediarios para exportar la producción agrícola de las distintas provincias hacia la metrópoli española, generando discrepancias sobre todo con los latifundistas de añil de El Salvador. Tras la independencia, estos se sumaron al carro del libre comercio, sabiendo la posición ventajosa que este clan había adquirido monopolizando el comercio en la recién creada República Federal de Centroamérica, desde Guatemala, que se mantenía como capital federal.

Otra situación que es importante destacar es que, en los recientes enfoques historiográficos se resalta que estas facciones se afincan en distintas ciudades, hecho que, según historiadores como Luis Pedro Taracena, convirtió estos conflictos en disputas entre ciudades, trasformando éstas como el actor principal de la guerra, sobre todo Guatemala y San Salvador, centros de poder de las distintas facciones en pugna; mientas que otras mas pequeñas fueron subsidiarias de tales poderes principales.

Otra característica que resaltan los nuevos enfoques historiográficos y es mencionada por Taracena, es el hecho de que surgieron nuevos sujetos en la disputa existente entre los comerciantes terratenientes de Guatemala y los productores de añil de El Salvador, los mineros en Honduras y ganaderos en este país y en Nicaragua; por ejemplo, con el surgimiento del Ejército Aliado Protector de la Ley (EAPL) al mando del general José Francisco Morazán Quezada.

Éste retoma la bandera de los fiebres, los cuales son obligados a agruparse tras el control político que los cacos, en contubernio con el presidente de la Federación, Manuel José de Arce y Fagoaga, asumen, al desplazar a los primeros del control del Estado de Guatemala, fortaleciéndose entonces los fiebres en el Estado de El Salvador con el apoyo de las élites de Tegucigalpa, las cuales, a diferencia de las de Comayagua, apoyan a los cacos.

Estas disputas de hegemonía territorial se reproducirán entre las élites de los otros Estados, y, aunque periféricas al conflicto central, generan luchas, por ejemplo, entre León y Granada y la emergencia de Managua en Nicaragua; y entre Heredia y Cartago y la emergencia de San José en Costa Rica. Disputas que determinarán la configuración de los centros políticos dominantes en estos Estados y de cara posteriormente a la separación de éstos y el desmembramiento de la Federación.

Pero volviendo a la emergencia del EAPL, éste estuvo conformado por una base de indios, mestizos, mulatos y pardos que se suman al ejército morazánico con la promesa de ser considerados iguales en derechos bajo las ideas liberales y de revindicar sus necesidades por el acceso a la tierra, aunque los liberales nunca avanzaron en un programa de justicia social redistributiva como sí impulsaron facciones de éstos en otros países como la de José Artigas en Banda Oriental (Uruguay) o Ezequiel Zamora en Venezuela.

Es más, la falta de sensibilidad ante esa problemática, debida a los intereses de clase de la facción exaltada posteriormente liberal en lo que respecta a las reivindicaciones por la tierra de las masas campesinas, fue otro factor principal para el desmoronamiento de la Federación. Con el hecho que, para finales de la década de los treinta del siglo XIX, estas masas se sumaron al bando anteriormente conocido como moderado ahora conservador, que con el caudillo Rafael Carrera al frente de un ejército en Guatemala, puso fin a la presidencia de Morazán y separó al Estado de Guatemala de la Federación.

Un caso especial fue el de Mariano Gálvez al frente del Estado de Guatemala que, a finales de la década de los treinta, impulsó un proyecto de registro de propiedad agraria para obtener recursos fiscales. Muchos pueblos de Los Altos –en su mayoría indígena- no querían eso porque les ponía en riesgo de perder control sobre sus ejidos y permitía la entrada de ladinos y terratenientes en sus tierras.

La guerra se fue configurando cuando el presidente de la Federación, el salvadoreño Manuel de Arce, en contubernio con los cacos guatemaltecos, sobre todo el clan Aycinena, disuelve el Congreso Federal y el Senado en 1826 dominado por los fiebres, esto en el contexto del asesinato del exaltado Cirilo Pérez en Quetzaltenango, vicepresidente del Estado de Guatemala el cual era odiado por la población maya por ser representación del terrateniente explotador, fracción de las élites que buscan convertir la región occidental de Guatemala, en el sexto Estado de la Federación y eran enemigas de las élites guatemaltecas especialmente moderadas. La muerte de Cirilo también fue un ajuste de cuentas, porque era partidario de las elites exaltadas federales; así durante la guerra, la región de Los Altos fue la retaguardia política y económica de los serviles de Guatemala.

Los hechos de la primera guerra civil

La acción de Manuel de Arce acelera el enfrentamiento y genera la emergencia del EAPL como nuevo actor con Morazán a la cabeza, que en alianza con los sectores que dirigían el Estado de El Salvador buscaban reequilibrar la situación rota por los moderados y por de Arce. Estos, a su vez, una vez roto ese equilibrio para lograr asegurar la retaguardia, realizaron un golpe de Estado en el Estado de Guatemala imponiendo un gobierno caco nombrando a Mariano de Ayicenena y Piñol como presidente de Guatemala, logrando asimismo controlar el congreso estadual de Guatemala.

De tal forma que una vez impuesto este nuevo gobierno inicia la persecución contra los exaltados tanto de la Ciudad de Guatemala como de Quetzaltenango; los primeros logran refugiarse en Antigua, que se convierte en su baluarte, convirtiéndose en una ciudad fundamental al momento de la invasión del EAPL en 1829.

El primer enfrentamiento se dio en territorio hondureño, donde las disputas de las ciudades y la toma de partido por los bandos en pugna fue el catalizador para el conflicto. En Comayagua, la capital del Estado simpatizaba con Morazán y sus pares de San Salvador, así el ejército federal encomendó al general José Justo Milla destituir al gobierno de Dionisio de Herrera, las tropas federales tenían el respaldo de las élites asentadas en Tegucigalpa, que disputaban el control del Estado con las élites de Comayagua.

En un primer momento, Milla logra tomar Comayagua haciendo dimitir a Herrera, posteriormente con el avance del ejército morazánico, éste logra derrotar el ejército federal en la batalla del Valle de Trinidad y asegura su posición tomando las dos principales ciudades del Estado, poniendo nuevamente al frente de Honduras a Herrera, aunque posteriormente en noviembre de 1827 es nombrado Morazán presidente del Estado de Honduras. De esa forma se aseguraba una importante retaguardia, vital para avanzar sobre Guatemala y con ello las fuentes de ingresos del Estado de Honduras, sobre todo en los rubros de minas y tabaco.

Ante esa victoria, las facciones dominantes en el Estado de El Salvador, intentan entrar en territorio guatemalteco en marzo de 1827 para socavar el poder de los moderados, pero no contaban con que la ciudad de Sonsonante, situada al occidente salvadoreño, que controlaba el importante puerto de Acajutla, iba a unirse al bando guatemalteco. Tal situación hace que tropas guatemaltecas y federales logren repeler la invasión salvadoreña y los derroten, imponiendo un gobierno provisional en San Salvador afín a los moderados al mando del general Manuel de Arzú.

Ante ese panorama, Morazán tiene que cambiar la estrategia y se encamina desde Honduras hacia El Salvador, entrando por el oriente salvadoreño, derrotando a las tropas mandadas por Arzú desde San Salvador en la hacienda El Gualcho en Nueva Granada, Usulután. Desde Usulután y la ciudad de San Miguel, Morazán se hace fuerte y, ante un intento de Arzú de mover contingentes hacia Honduras para reagrupar a los afines al bando moderado en ese territorio, Morazán, ubicado en el Rio Lempa por San Vicente, avanza hacia San Salvador, cuando se entera que las tropas de Arzú se rinden en Mejicanos ya en las orillas de la capital salvadoreña.

El 23 de octubre de 1828 entra triunfante Morazán a San Salvador, de donde rápidamente se enfila hacia Ahuachapán, donde derrota a las fuerzas moderadas, encaminándose hacia el Estado de Guatemala. Ante esas noticias, el jefe de Estado de Guatemala, Ayicenena y Piñol, pretende negociar con el EAPL, pero Morazán se niega y continúa por el oriente de ese Estado, derrotando la resistencia de ciudades salvadoreñas afines al bando de los cacos.

Pese a no contar con todos los hombres que necesitaba y pretendía que el Estado Salvadoreño los facilitara, con 2000 mil soldados al mando del coronel José Prem, ingresa a la ciudad de Chiquimula, la cual Morazán consideraba era una base fuerte de aliados, logrando tomarla a finales del diciembre de 1828. En Guatemala se le encomienda a Vicente Domínguez salir al encuentro de las tropas morazánicas y el 15 de enero de 1829 se enfrentan en Zacapa, que se suma al bando morazánico, venciendo al ejército guatemalteco y federal en tal ciudad. 

En Antigua Guatemalteca se organiza un gobierno afín a Morazán e inicia el cerco a la ciudad de Guatemala. Por su parte, éste, con el grueso de su ejército, se instala en un primer momento en Santa Catalina Pínula, con el fin de que, desde esos dos puntos, bajo la estrategia de pinza, logre tomar Guatemala ciudad.

La estrategia de Morazán posteriormente fue mover el grueso de tropas hacia el occidente para que con el respaldo de Antigua avanzar por esa dirección, mientras que las que se quedaron en Pínula se dedicaran a desgastar la defensa de la ciudad con pequeñas escaramuzas. Sin embargo, el 15 de febrero de1829 el grueso de tropas morazánicas son derrotadas en Mixco, a las puertas de la ciudad; eso fue aprovechado por el ejército federal, que pretendió desde El Tejar avanzar sobre las tropas morazánicas acantonadas en Antigua, pero la operación falló y son derrotados el 6 de marzo.

Consecuencias de la guerra

De tal forma que el EAPL avanza en su ofensiva final derrotando a los federales en la hacienda de Las Charcas en las entradas de la ciudad. Ayicenena ordenó el 18 de marzo de 1829 que se aplicara la pena de muerte a todo aquel que ayudara al enemigo, hizo una proclama en la que invocaba la defensa de la “santidad de los altares” y emitió una disposición legal por la que los líderes exaltados fueran declarados enemigo de la patria.

El EAPL sigue avanzando hasta ingresar a la ciudad, la cual se rinde el 12 de abril de 1829, inmediatamente ordena que el presidente Arce, Mariano Aycinena, Mariano Beltranena, y todos los funcionarios moderados que habían tenido algún papel en la guerra fueran enviados a prisión; con respecto al Clan Aycinena, impone la pena de muerte a todos los miembros de éste que se hubieran involucrado en la guerra.

Morazán gobierna de facto por tres meses, hasta que se conforma un nuevo Congreso Federal que elige 26 de junio a Juan Barundia presidente de la Federación, siendo éste, un exaltado vinculado a las élites latifundistas de las provincias, y enemigo acérrimo de los comerciantes terratenientes monopolistas de los Aycinena. Posteriormente Morazán asumirá la presidencia federal en 1831 y cambia la capital de Federación a San Salvador, a su vez se generarán nuevos conflictos entre estas facciones ya autoidentificadas como liberales y conservadores, lo cual dará inicio a la larga segunda guerra civil que ensangrentará la naciente nación y agotará sus recursos económicos.