Por Orson Mojica

La historia de Nicaragua está plagada de regímenes dictatoriales, pero también es rica en conspiraciones revolucionarias y tradiciones insurreccionales, fallidas y triunfantes. La experiencia amulada con muchos de los fracasos, hizo posible el triunfo de la insurrección popular en 1979.

El boom económico y el bipartidismo de la dinastía somocista

La dinastía somocista gobernaba Nicaragua prácticamente desde 1934 cuando Anastasio Somoza García asesinó al general Augusto C. Sandino, y cuando encabezó el golpe de Estado contra Juan Bautista Sacasa en 1936. Estos golpes audaces de Somoza le permitieron controlar al Partido Liberal Nacionalista (PLN), convirtiéndolo en un aparato electoral a su servicio. Pero para consolidar su dominio y hegemonía, Somoza García y después sus hijos firmaron varios pactos con la oposición conservadora, creando y consolidando un régimen bipartidista, bajo la hegemonía de la familia Somoza.

El dictador Anastasio Somoza García, sobrevivió a la conspiración revolucionaria del 4 de abril de 1954, pero finalmente fue ajusticiado el 21 de septiembre de 1956. Sus hijos asumieron el poder. Anastasio Somoza Debayle fue nombrado Jefe de la Guardia Nacional (GN), y su hermano Luis Somoza Debayle, presidente del senado, asumió la presidencia de la república, conforme estaba establecido en la Constitución de 1950.

Nicaragua cosechaba los beneficios del boom de la economía capitalista de la postguerra, pero los sectores burgueses y pequeño-burgueses, ligado al Partido Conservador de Nicaragua (PCN), que eran arruinados por este proceso de acumulación y concentración de capitales, se radicalizaban y se enfrentaban a la dinastía somocista, algunas veces con las armas en la mano.

El PCN estaba dividido en dos alas. El ala oficial, era uno de los pilares del bipartidismo. Representaba los intereses del “gran capital” de la oligarquía granadina, encabezada por Emiliano Chamorro, compartía el 50% de los altos cargos en el Estado y por disposición constitucional tenía la mitad de los diputados y senadores dentro del Congreso Nacional

El ala “jacobina” (que reflejaba el sentimiento de las masas populares) compuesta por oligarcas arruinados y por la Juventud Conservadora (JC), cuyos principales dirigentes eran Pedro Joaquín Chamorro y Reynaldo Antonio Tefel. La base social de estos sectores era la nueva clase media, no era la oligarquía. Estos sectores, juntos o por separado, habían organizado varias conspiraciones contra el somocismo.

Estos “jacobinos” conservadores manejan una concepción de que, iniciada la conspiración militar, asaltando los cuarteles más importantes, se apoderarían de las armas y el pueblo les seguiría. Esta era una concepción predominante en América Latina. El mismo fracasado asalto militar de Fidel Castro al cuartel Moncada en Cuba, en el año 1953, era parte de estas tradiciones insurreccionales de la burguesía, heredadas de la lucha contra el colonialismo español.

El impacto de la revolución cubana

Estos acontecimientos de 1958 en Venezuela y 1959 en Cuba tuvieron una incidencia directa en alentar la lucha contra la dinastía somocista. En 1959 la triunfante revolución cubana todavía no se había enfrentado al gobierno de Estados Unidos ni había definido su rumbo socialista.

En ese periodo se formó la Unión Nacional Opositora (UNO) como una alianza electoral conformada por el ala jacobina del PCN, por el Partido Liberal Independiente (PLI) dirigido por Enrique Lacayo Farfán, y otros sectores de revolucionarios al interior de Nicaragua y en el exilio. Querían repetir en Nicaragua las acciones revolucionarias iniciadas con Fidel Castro en 1956 con el desembarco del Granma en las playas de Cuba. Por ello, un sector de la UNO, en conjunto con exiliados nicaragüenses, viajó a La Habana para platicar directamente con Fidel Castro y conseguir apoyo en una nueva aventura revolucionaria

Fidel Castro y el Che Guevara mostraron desconfianza

La delegación de los conspiradores nicaragüenses, estaba encabezada por Pedro Joaquín Chamorro, Enrique Lacayo Farfán y Reynaldo Antonio Tefel (que seria 20 años más adelante ministro de seguridad social durante la revolución 1979-1990) se alojó la casa No 28, 5a. Avenida 28, Miramar, en La Habana. En esa casa estaban también alojados otros revolucionarios nicaragüenses: Francisco Ibarra, Chester Lacayo, la doctora Concepción Palacios, Simón Delgado, Mario Alfaro Alvarado y el profesor Edelberto Torres Rivas.

La ansiada entrevista con Fidel Castro se produjo en la casa de habitación de Ernesto Che Guevara. Sobre este hecho, según Roger Mendieta Alfaro, Pedro Joaquín Chamorro (PJCH) expresó: "La entrevista con Fidel Castro fue brevísima, apenas una ligera presentación y enterado de que nosotros éramos nicaragüenses, nos hizo pasar a ver a Guevara. Este se refirió al Prof. Edelberto Tórres en términos encomiásticos, diciendo que era un hombre bondadosísimo que en una época le había tendido la mano cuando él pasaba apuros, y que además tenía una indudable capacidad política". (Mendieta Alfaro, pág. No 45)

Sobre la fracasada reunión, Mendieta Alfaro cita otro comentario de PJCH: “Con Fidel y el Che, hablamos sobre el caso de Nicaragua, y nos dijo concretamente que Cuba no podía ayudar a los nicaragüenses, porque los Estados Unidos estaban vigilantes de cualquier acción cubana en el Caribe, para caerles encima. Además, tuvo algunas expresiones bastante escépticas acerca del pensamiento político de lo que en Nicaragua se conoce como conservadores o como liberales, diciendo entre otras cosas que era una forma anacrónica sin contenido revolucionario, y que por ninguno de los cuales valía la pena hacer una Revolución". (Mendieta Alfaro, pagina No 53)

Mendieta Alfaro también cita a Reynaldo Antonio Tefel, sobre los resultados de la entrevista con el Che Guevara: “(…) Al hablar concretamente de Nicaragua, afirmó que para él ya existía un Comité que representaba la unidad del pueblo nicaragüense, y que era al único que prestaría ayuda. Se notó en él cierta aprensión por nosotros”. (Mendieta Alfaro pág. No 44)

Aterrizajes en Olama y Mollejones

Decepcionados por la negativa de apoyo militar por parte de Cuba, los rebeldes buscaron apoyo en Venezuela y Costa Rica, quienes les brindaron un apoyo casi simbólico.

Después de muchas peripecias, una parte de las tropas rebeldes salieron del aeropuerto Las Sabanas, en las cercanías de San José, hacia Punta Llorona, provincia de Puntarenas, Costa Rica. Ahí se reunieron con los restantes, y el avión se dirigió, el 31 de mayo de 1959, al valle de Olama, en la parte sur del departamento de Matagalpa, que colinda con el departamento de Boaco, una zona cuya población campesina se consideraba fiel al Partido Conservador. No hubo una labor organizativa previa, los rebeldes creían que con su sola presencia bastaba para que el campesinado se les uniera.

Al aterrizar ese mismo día, el avión comenzó a hundirse en el lodo de la improvisada pista, tuvieron que buscar una yunta de bueyes para rescatar el aparato, el que terminó delatando la posición de los insurgentes. Los servicios de inteligencia del somocismo, ya habían detectado los movimientos previos a la invasión, y las tropas de la Guardia Nacional se dirigieron a la zona, a enfrentar a los revolucionarios.

Otro contingente de revolucionarios aterrizó en Mollejones, departamento de Boaco. El 1 de junio, Luis Somoza decretó la suspensión de las garantías constitucionales, y comenzaron los combates. Semanas antes de la invasión, se organizó un Comité de Acción Cívica en Managua, que quiso convocar a una Huelga General, pero no tuvo la fuerza ni el arrastre social suficientes.

Las dos columnas guerrilleras, tanto de Olama como Mollejones, actuaron sin coordinación, mientras que la G. N si tenía un plan para acabar con los insurgentes, rodeándolos, bombardeando desde los aviones, estrechando a cada momento el cerco. En los pocos combates que hubo, los rebeldes peleaban a la defensiva. Nunca llegó el abastecimiento del “Frente Interno” sencillamente porque nunca existió. Las provisiones y las balas pronto se terminaron, la guerrilla estaba languideciendo.  Las discusiones internas eran reflejo de la creciente desmoralización.

La rendición

Finalmente, el 10 de junio de 1959, en la zona conocida como Fruta de Pan, el primer grupo de 45 combatientes decidió rendirse en Santo Domingo, departamento de Chontales. Reynaldo Antonio Tefel, nos expone como ocurrió: "La decisión de rendirse fue una cosa tan rápida, que me dejó totalmente anonadado (…) el gobierno había distribuido hojas sueltas pidiendo nuestra rendición. Francamente, en esos momentos, no hubo tiempo de pensar (…)” (Mendieta Alfaro, pág. 143-144).

Un grupo de 15 rebeldes, entre los que estaban Pedro Joaquín Chamorro, Reinaldo Téfel y Luis Cardenal, decidió no rendirse, y continúo deambulando hambriento por las montañas, pero cinco días después, en el lugar conocido como Banadí, este grupo también se rindió ante la G.N.

Cuba apoyó al CLN, pero también hubo fracasó en El Chaparral

Fidel Castro y el Che Guevara le negaron apoyo militar a los conservadores, pero confiaron en la otra modesta delegación de revolucionarios nicaragüenses, organizados en el Comité para la Liberación de Nicaragua (CLN), siendo uno de sus componentes más importante la Juventud Democrática Nicaragüense (JDN), fundada a inicios de 1959 por Silvio Mayorga, Tomás Borge y el ya legendario Carlos Fonseca Amador, quienes organizaron, con otros sectores del ala jacobina del Partido Conservador, la fracasada invasión guerrillera desde Honduras.

Aunque el CLN recibió apoyo logístico de Cuba, también fue un fracaso militar. Antes de pisar territorio nicaragüense, el 27 de junio de 1959, los rebeldes fueron emboscados en sus campamentos de El Chaparral, departamento de Choluteca, Honduras, a una todavía considerable distancia de la frontera con Nicaragua. La invasión no llegó a consumarse, nueve guerrilleros murieron en combate o fueron ejecutados por el Ejercito de Honduras, otros 15 fueron heridos y trasladados a hospitales, incluyendo a Carlos Fonseca Amador.

Consejo de Guerra y Amnistía

Aunque no hubo fusilamiento ni ejecuciones de los prisioneros, Luis Somoza montó un Consejo de Guerra contra los prisioneros de la fracasada guerrilla de Olama y Mollejones: 197 civiles fueron procesados en tribunales militares, acusados de rebelión y traición a la patria. Solo hubo dos absueltos. En 1961, antes de finalizar su mandato presidencial y para reconciliarse con las familias de la oligarquía conservadora, cuyos hijos habían participado en la aventura revolucionaria, Luis Somoza decretó una amnistía general.

La guerrilla de Olama y Mollejones fue la última intentona revolucionaria del ala jacobina del Partido Conservador.

Jacobinos conservadores y guerrilla del FSLN

Carlos Fonseca hizo un balance crítico y objetivo del fracaso de la guerrilla en Olama y Mollejones: “Ocurrió en junio de 1959 la invasión llamada de Olama y Los Mollejones encabezada por Pedro Joaquín Chamorro, Luis [G.] Cardenal y Reynaldo Téfel. La lucha armada en Nicaragua requiere inusitados sacrificios que solamente se pueden soportar siendo dueños los combatientes de un alta moral, nacida del profundo interés en el derrocamiento de la tiranía, la transformación de la miserable y horrorosa vida que flagela a nuestros amados compatriotas. Tales elementos no podían darse en las personas mencionadas…” (“Breve análisis de la lucha popular nicaragüense contra la dictadura de Somoza”, febrero, 1961)

A partir de 1961, Carlos Fonseca fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Muchos conservadores jacobinos terminaron participando en la guerrilla sandinista, especialmente después de la masacre del 22 de enero de 1967. En 1976, los hijos de este sector jacobino de la oligarquía conservadora constituyeron la base social de la tendencia tercerista del FSLN que fue el eje de la victoria de la insurrección popular contra el somocismo en 1979.

La metamorfósis de los comandantes sandinistas en una nueva burguesia, especialmente despues de 1990, y la degeneracion del orteguismo en una nueva dictadura es otra historia, que merece ser analizada en un ensayo aparte.