Por Rolando Canizales Vijil

Resumen:
Generalmente cuando se habla de movimientos guerrilleros en Centroamérica se piensa al instante en El Salvador, Nicaragua y Guatemala. A Honduras se le considera como un país que se mantuvo al margen de los sangrientos conflictos de la década de los ochenta del siglo XX. Sin embargo, es necesario aclarar que esto sólo es cierto hasta cierto punto. En Honduras –tal vez no en el mismo grado que en los países vecinos hay que aceptarlo –también se produjeron manifestaciones de violencia política. Por otro lado, son pocos los que han dado importancia a explicar las causas que determinaron una relativa estabilidad política en Honduras durante el período en referencia.
Aún con todas las falencias de las organizaciones guerrilleras hondureñas, no se debe soslayar el hecho de la existencia de las mismas en una sociedad cuyos sectores sociales dominantes intentaban proyectar una imagen de “oasis de paz”, en medio de toda una región sumergida en la guerra. Este es el caso de una de esas organizaciones, que llevó a cabo una serie de acciones dirigidas a poner de relieve las contradicciones sociales que prevalecían –y prevalecen –en Honduras.
1. Naturaleza de los Movimientos Guerrilleros Revolucionarios
Entenderemos por movimientos guerrilleros revolucionarios aquellas organizaciones político-militares que pretenden generar, mediante actos de violencia, un clima de agitación política de tal forma que se den las condiciones adecuadas para la insurrección de los sectores sociales dominados. Son guerrilleros porque emplean la modalidad de combate conocida como guerra de guerrillas que significa “la guerra del débil contra el fuerte –una campaña de hostigamiento y agotamiento emprendida por unas fuerzas inferiores, deficientemente equipadas, contra los ejércitos convencionales” (Moss, 1973. p. 21). La guerra de guerrillas significa el empleo de estrategias y tácticas distintas a las de un cuerpo armado regular. Por ejemplo: evitar choques frontales con el enemigo, máxima movilidad, pequeños grupos de combate, etc.
El ámbito geográfico de los movimientos guerrilleros puede ser tanto el área rural como el área urbana. En el primer caso, el conocido guerrillero Ernesto Guevara de la Serna expuso que “La lucha guerrillera…es una lucha lenta, donde las batallas se suceden con una secuencia también muy lenta, donde las dificultades mayores no son la acción directa del enemigo si no la lucha contra la inclemencia del clima, contra la falta de provisiones, contra la falta de medicamentos” (1). No obstante el área rural ofrece algunas ventajas a la lucha guerrillera como la utilización misma de la geografía para evadir a las fuerzas enemigas y hasta atacarlas.
El terreno de la ciudad presenta también obstáculos a los combatientes guerrilleros. Usualmente las poblaciones de gran tamaño también concentran una mayor densidad de efectivos de los cuerpos armados represores estatales y paramilitares. La unidad organizativa que caracteriza a un movimiento guerrillero en la zona urbana es la célula, compuesta por un reducido número de personas, que raras veces sobrepasa el número de diez. Cada célula actúa con relativa independencia, debido a la necesidad de guardar el máximo grado de clandestinidad. Como dijera un estudioso del tema: “la compartimentalización son al guerrillero urbano lo que un campamento secreto en la jungla a su contrapartida rural. No necesita saber más de lo necesario…, no conoce más lugares de los necesarios para sus operaciones, no sabe más nombres que lo necesarios, incluso de sus camaradas” (2).
Desde el punto de vista político, los movimientos guerrilleros revolucionarios se proponen una transformación radical de la sociedad. Para ello cuentan con incorporar a los segmentos dominados de la población. El movimiento guerrillero revolucionario es, por tanto, una organización político-militar. En 1980 el Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (MPL-C) daba por sentado que su estrategia se dividía en “dos líneas que actúan interdependientemente”: línea política de masas y línea militar de masas (3). La primera consistía en “la constitución de la fuerza revolucionaria para la toma del poder” a través de “la activación y movimiento de amplias mayorías del pueblo, o sea de clases y capas sociales alrededor de la clase obrera como eje histórico” (4). Esto se lograba, según el documento del MPL-C, desnudando las injusticias sociales y realizando una constante labor de agitación política en el seno de las masas (5).
La línea militar de masas era en esencia la actividad militar encaminada a lograr “la incorporación del movimiento popular a las acciones y tareas de la lucha armada” que daría lugar a la formación de un “Ejército Popular de Liberación” y de esa forma “quebrar el poderío militar del enemigo” (6).
La estrategia político-militar del MPL-C coincide con la propuesta de la mayoría de movimientos guerrilleros revolucionarios de Latinoamérica. Esta estrategia y los objetivos políticos trazados los diferencia enormemente de los grupos armados que emplean tácticas guerrilleras, pero con fines políticos totalmente distintos. Para el caso, no es muy dada una comparación entre los movimientos guerrilleros de los años ochenta y grupos armados de finales del siglo XIX y principios del XX que, aunque hayan protagonizado combates con características de luchas guerrilleras, vistas desde la perspectiva táctico-militar claro está; sus objetivos políticos y razones de existencia difieren históricamente de los que explican a los movimientos guerrilleros de fechas más contemporáneas (7).
2. Las Raíces Históricas de los Movimientos Guerrilleros de la Década de los Ochenta: Violencia Política, Reformismo y Movimiento Popular en la Historia de Honduras (1921-1978)
Entender el origen de los movimientos guerrilleros revolucionarios de los años ochenta nos remite a comprender la historia de lo que ha sido el movimiento obrero y campesino en Honduras y la influencia de la ideología marxista, debido a que dichas organizaciones político-militares se originan al interior de órganos políticos que se autoproclaman marxistas y que llevan a cabo cierta agitación política entre sindicatos, asociaciones campesinas, organizaciones estudiantiles y gremiales, etc.
En Honduras las primeras organizaciones de tipo gremial y artesanal surgen desde inicios del siglo XX. Las primeras huelgas se producen en el enclave minero, establecido desde finales del siglo XIX al amparo de las políticas de apertura de puertas a la inversión extranjera que fue promovida por el gobierno de Marco Aurelio Soto (1876-1883). Luego, con el desplazamiento del polo de desarrollo capitalista hacia la costa norte, gracias al afianzamiento del enclave bananero, las incipientes manifestaciones de protesta social se ubican en esta región (8).
En la zona central de Honduras, también existieron manifestaciones de rechazo al estado liberal concesionario, especialmente provenientes de una clase intelectual que rechazaba las consecuencias de la Reforma Liberal. (Barahona, 2005. p. 80). Eran los intelectuales que veían con preocupación la pérdida de la soberanía nacional ante el poderío económico de los Estados Unidos, en particular por la soberbia de sus agentes de penetración económica como lo eran las empresas transnacionales del enclave bananero y minero.
Los más conocidos representantes de esa intelectualidad de la década de los veinte, con un discurso nacionalista y, por ende, antiimperialista, fueron Froilán Turcios y Alfonso Guillén Zelaya (9). Este último en 1944 dijo que “generalmente se ha dado a los guerrilleros el sobrenombre de bandidos o cuando menos de aventureros. Pero estos bandidos llenan la historia y la iluminan con el eterno resplandor de su heroísmo y de su culto, algunas veces contradictorio, pero siempre sincero por la libertad y la justicia” (Guillén, 2000. p. 203). Según algunos autores, las ideas del sector más progresista de esta generación de intelectuales centroamericanos de las décadas de 1920 y 1930, se fusionarían con las ideas marxistas para inspirar a los distintos movimientos revolucionarios de Centroamérica de las décadas posteriores (Casús y García, 2005. p. 296).
El gobierno dictatorial de Tiburcio Carías Andino (1933-1949) significó un período adverso para el desarrollo de la protesta social. En las postrimerías de la dictadura cariísta, grupos radicalizados del Partido Revolucionario Democrático Hondureño (PRDH) de inspiración socialdemócrata, hacían llamados para derrocarla por medio de un “movimiento armado” (10). Algunos de estos grupos pasarían a reorganizar el Partido Comunista de Honduras (PCH) a inicios de 1954 ante la marcada tendencia política moderada del PRDH (11).
La huelga general de los trabajadores hondureños en 1954 puso de relieve, para los sectores dominantes, la existencia de un actor social, marginado, ignorado y reprimido desde finales del siglo XIX: la clase trabajadora. Paralelamente a este reconocimiento se produce una importante campaña de adoctrinamiento anticomunista que en el plano sindical se refleja con la participación de organizaciones sindicales representativas del llamado “sindicalismo libre y democrático” (12) en el proceso de organización y consolidación del sindicalismo y del movimiento campesino en Honduras, desde la década de los 50 hasta la década de los ochenta.
Así se explica que las principales organizaciones del sindicalismo y campesinado hondureño, que se conforman inicialmente entre las décadas de los 50 y 60 se inscriban dentro de tendencias marcadamente anticomunistas: el Sindicato de Trabajadores de la Tela Railroad Company (SITRATERCO), la Federación Central de Sindicatos de Trabajadores Libres de Honduras (FECESITLIH), la Federación Sindical de Trabajadores Nacionales de Honduras (FESITRANH) y la Asociación Nacional de Campesinos de Honduras (ANACH).
En el contexto social del represivo gobierno del coronel Oswaldo López Arellano (1963-1971), se produce un intento para organizar movimientos armados y derrocar su gobierno.
Miembros del Partido Comunista de Honduras (PCH), reorganizado en 1954, patrocinan el asentamiento de un grupo guerrillero en las montañas próximas a El Progreso, Yoro, entre finales de 1963 e inicios de 1964.
El grupo fue denominado como Frente de Acción Popular (FAP) el cual entabló relaciones con otros grupos armados opositores del Partido Liberal (13)–que también fue víctima de la represión de las Fuerzas Armadas. De acuerdo a lo expresado por Mario Berríos, estos conatos de insurrección “no tenían el liderazgo, la disciplina de ejército clandestino ni la logística apropiada para conducir operaciones insurgentes de gran envergadura” (14).
De igual forma la Central de Inteligencia Americana (CIA) no lo consideraba un problema de gran magnitud. El órgano de inteligencia de los Estados Unidos opinaba para el año de 1964 que “en el corto plazo, la única amenaza al régimen militar en Honduras sería una desavenencia entre sus líderes…Aislados actos terroristas ciertamente continuarán, pero, a menos y hasta que los comunistas y pro-castristas mejoren sus capacidades para la subversión y obtengan la cooperación de los Liberales depuestos y de otros grupos políticos, el régimen puede manejar cualquier amenaza subversiva que ellos traten de montar” (15).
La CIA contabilizaba las fuerzas del PCH, poco antes del golpe de 1963, en unos 2 mil miembros “incluyendo alrededor de mil jóvenes de la Juventud Comunista (JC). De estos sólo unos 250 podían haberse considerado parte del núcleo principal. En adición habían algunos 3 mil simpatizantes” (16). A pesar de esta fuerza de militantes, que señalaba la CIA, factores de carácter interno como las constantes divisiones internas impedían que el PCH se convirtiera en un peligro a la estabilidad del sistema político y económico.
La CIA consideraba que todo eso se agravaba por la debilidad teórica de los militantes del PCH e incluso aseguraba que “no ha sido un partido revolucionario, habiendo evitado la subversión u otra acción provocativa con el fin de obtener un grado de tolerancia bajo (el gobierno de Ramón) Villeda”. No obstante todo lo anterior, tomando en cuenta la presencia en Honduras de los males sociales característicos de los países que experimentaban procesos de lucha revolucionaria, la CIA concluía que a largo plazo el PCH si podía representar una amenaza a tener muy en cuenta, especialmente cuando su sector más radical, compuesto por jóvenes de la JC, clamaban por el paso a formas de lucha más violentas. A esto se añadía un gradual mejoramiento de la calidad de los cuadros políticos con el “envío a Cuba, en los pasados dos años de algo más de un centenar de hondureños, algunos de los cuales recibieron entrenamiento guerrillero allí” (17).
El 30 de abril de 1965 el grupo guerrillero del PCH que operaban en las montañas de la Comunidad de El Jute, jurisdicción de El Progreso, Yoro recibió un golpe fatal cuando una patrulla del ejército sorprendió a siete guerrilleros desarmados y los asesinó, incluyendo al dirigente campesino Lorenzo Zelaya, uno de los fundadores de la Federación Nacional de Campesinos de Honduras (FENACH) en 1962 (18).
De la experiencia de El Jute, el PCH tendría una de sus primeras escisiones: el grupo que había apoyado el establecimiento de la guerrilla en las montañas decide formar otro partido conocido como Partido Comunista Marxista Leninista de Honduras (PCMLH) (19).
Según el historiador Darío Euraque, a mediados de la década de los sesenta, específicamente a partir de 1966 –o sea al año siguiente de los sucesos de El Jute –se reactiva un beligerante movimiento campesino con lo que la sociedad rural comienza a presentar síntomas de una polarización social parecida a la de El Salvador, Guatemala y Nicaragua (20). La referida polarización, nos explica el citado autor, es producto del desarrollo del capitalismo en el país que se refleja en la diversificación de la producción y la aparición de una burguesía rural, sobre todo en la zona sur gracias al cultivo del algodón (21). Todo esto permite comprender como surge la alianza entre las organizaciones de trabajadores y algunos sectores progresistas de la naciente burguesía industrial de San Pedro Sula para oponerse al gobierno de Oswaldo López Arellano, a finales de la década de los sesenta. A su vez nos conduce a traer a colación un fenómeno crucial para dilucidar las causas explicativas de la relativa estabilidad política de la década de los ochenta en Honduras, y el poco éxito en cuanto a la adhesión de las masas que experimentan los movimientos guerrilleros revolucionarios. Estamos hablando del reformismo militar que tiene su mayor expresión en el segundo gobierno de Oswaldo López Arellano (diciembre 4 1972-abril 22 1975), luego del breve interregno del gobierno civil de Ramón E. Cruz (junio 6 de 1971-diciembre 4 1972).
¿Cuál es el papel que juega el reformismo militar en atenuar las contradicciones sociales que presenta la sociedad hondureña, principalmente en lo referente a la tenencia de la tierra? Es obvio, que el reformismo con sus medidas de repartición de tierras incultas (Decreto No. 8 y Ley de Reforma Agraria) genera enormes expectativas entre el campesinado hondureño. Por otra parte, no observamos en los países vecinos procesos similares de reforma durante el mismo período. Para 1973, el gobernante militar explicaba la necesidad del reformismo, porque de lo contrario “la situación degeneraría en violencia”, y le planteaba a los empresarios si querían “una revolución pacífica” o una revolución violenta” (22).
La situación no era para menos. En el breve período de Ramón E. Cruz, la beligerancia del movimiento campesino había aumentado, lo que unido a la política conservadora de este gobierno produjo el 18 de febrero de 197 la masacre de campesinos en la aldea La Talanquera, jurisdicción de Olancho, donde efectivos del Cuerpo Especial de Seguridad (CES), asesinaron a seis personas que reclamaban tierras a un terrateniente de la zona (23). Unos días después, el representante de la Iglesia Católica de Olancho, Monseñor Nicolás D’Antonio, informó que el 26 de febrero en Juticalpa “cuatro bombas de dinamita estallaron…siendo colocados los explosivos en las calles cercanas de las residencias de los ganaderos en conflicto” (24). La autoría de estos hechos nunca fue esclarecida.
En el marco del reformismo, también sobresale un apoyo más abierto de la Iglesia Católica a la organización de los campesinos. La institución religiosa desde principios de la década de los sesenta realizaba un trabajo de educación popular con las “Escuela Radiofónicas” y los “Celebradores de la Palabra” en la zona sur (Richard y Meléndez, 1982. pp. 325-326). En la plenitud del reformismo militar hondureño (año 1973) el padre jesuita Guadalupe Carney, luego de convivir entre los campesinos del departamento de Yoro, se sentía profundamente impactado con el golpe militar derechista que en el mes de septiembre había derrocado el gobierno socialista de Salvador Allende en Chile. Este hecho, según su sentir, le hizo dar “el salto más grande, un salto cualitativo, en mi metamorfosis…ya dudé seriamente que los métodos no violentos de Gandhi, de pacifismo, de resistencia activa, de desobediencia civil, de manifestaciones pacíficas podían cambiar el sistema capitalista y liberar a un país del imperialismo…al fin me convencí de que sólo hay un camino para hacer en un país dependiente una verdadera revolución de liberación del capitalismo e imperialismo: la vía armada” (25). En julio de 1983, Guadalupe Carney perdería la vida al formar parte de una columna guerrillera del Partido Revolucionario Centroamericanista de Honduras (PRTCH), que en las montañas de Olancho fue aniquilada por el ejército.
En el contexto de la protesta social de la década de los setenta destacaba también la actividad de los estudiantes de secundaria, organizados principalmente alrededor de dos organismos: la Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza (FESE), fundada en 1970; y, los Comités de Lucha de Estudiantes de Secundaria (CLES), fundados pocos años después de la FESE. Ambas organizaciones tenían claras influencias de las dos tendencias principales de la izquierda: el PCH y el Partido Comunista Marxista-Leninista (PCMLH), este último de tendencia maoísta (Rodríguez, 2005. p. 110. y Barahona, Op. Cit. p. 216). Los estudiantes se convertirán en un soporte fundamental para los movimientos guerrilleros de los años ochenta. En el seno de la UNAH, aparecerán con especial fuerza personas que promueven ideas de lucha armada para derrocar al orden social dominante.
En 1974, al año siguiente de que el sacerdote Carney concluyera que el recurso armado era la única opción para lograr el cambio, el reformismo militar en Honduras daba muestras de vacilaciones ante la oposición de los sectores más conservadores de la élite terrateniente y el capital extranjero (Arancibia, 1994. p. 81). Generalmente se considera que el reformismo militar llega a su fin cuando Oswaldo López Arellano es depuesto de la jefatura del Estado, el 22 de abril de 1975. Hay otros que matizan este hecho, especificando que el reformismo militar llega a su fin a partir del año 1977, con una serie de hechos represivos realizados por el gobierno de Juan Alberto Melgar Castro (1975-1978) que golpean a sindicatos y organizaciones campesinas (26). Lo cierto es que el proyecto reformista no fue abandonado abruptamente por los militares, y menos a nivel de discurso político. El verdadero proceso de abandono del reformismo, a mi parecer, inicia a finales de los años setenta con el gobierno del triunvirato militar (1978-1980), compuesto por Policarpo Paz García, Domingo Alvarez Cruz y Amílcar Zelaya Rodríguez. Ya con Gustavo Álvarez Martínez vemos el corolario del triunfo de una política mucho más conservadora en las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la legislación de la Reforma Agraria se mantuvo incluso toda la década de los ochenta. La ley de Reforma Agraria del gobierno reformista sólo fue neutralizada hasta 1992 con la emisión de la Ley de Modernización Agrícola. Esa desarticulación del reformismo, que se hizo de manera gradual, acompañada de la “contrarreforma” que trasladó a grandes contingentes de población a zonas despobladas del Valle del Aguán en el gobierno de Melgar Castro (27) mantuvo vivas las expectativas de la población campesina sobre la posibilidad de acceder a un pedazo de tierra pues la repartición, si bien es cierto se hizo mucho más lenta, no se detuvo totalmente. Es, por tanto, otro factor a tener muy en cuenta al momento de explicar por que en Honduras existió una relativa estabilidad política y porque el campesino hondureño no apoyó significativamente los movimientos guerrilleros revolucionarios.
3. Orígenes del Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (1979-1981)
Sólo resta agregar, para poder entender del todo el proceso social que da origen a los movimientos guerrilleros hondureños, la influencia que indudablemente ejerció la revolución sandinista, cuyo acceso al poder se verifica el 19 de julio de 1979, y la agudización de la guerra de liberación emprendida por los movimientos guerrilleros de El Salvador (28). Los sucesos de los países vecinos, como ha sido norma en el devenir histórico de Honduras, determinan con especial fuerza el curso de su historia.
Al interior del PCH ya eran evidentes profundas contradicciones entre un sector que consideraba apropiado el inicio de una lucha armada para derrocar a las tradicionales clases dominantes y aquellos que todavía consideraban prudente esperar para iniciar una lucha de ese tipo. Un ex miembro del PCH como Tomás Nativí Gálvez exponía, en 1981, que era necesario que las masas respondieran a la violencia gubernamental con un derecho legítimo e irrenunciable: “la violencia popular” (Nativí Gálvez, Tegucigalpa. 2004. p. 44). De manera autocrítica el dirigente del PCH, Rigobierto Padilla Rush, señalaba que al momento del triunfo de la revolución sandinista “nuestro partido seguía atrapado en la telaraña creada por nuestra propia estrategia de acumulación de fuerzas…acumulando fuerzas para construir ese bloque social nos pasamos los años…De alguna manera estábamos frenando el proceso revolucionario; se imponía entonces una solución que era más dramática y radical: irse a las armas” (29).
Tomás Nativí y Fidel Martínez, ambos líderes muy reconocidos, abandonan formalmente las filas del PCH entre finales de 1979 y principios de 1980. El primero dará vida a la Unión Revolucionaria del Pueblo (URP), el segundo a la organización que es objeto de la presente reseña: el Movimiento Popular de Liberación Cinchonero (MPL-C) (30). Fidel Martínez era un ingeniero agrónomo graduado en el Centro Universitario Regional del Litoral Atlántico, de la ciudad de La Ceiba. Mario Berríos nos dice que el MPL-C fue fundado el 7 de septiembre de 1979 (31), o sea a poco menos de dos meses de haberse dado el triunfo de los sandinistas. Recibe su nombre en honor al rebelde olanchano Serapio Romero, más conocido como “Cinchonero”, que en 1868 dirigió una rebelión contra el gobierno de José María Medina (1864-1872). Romero atacó haciendas y casas de las familias más poderosas de la cabecera departamental de Olancho, en lo que fue calificado por una historiadora como el motín “producto del odio hacia los ricos de Juticalpa” (Martínez, 2002. p. 112).
El MPL-C no sería la única organización guerrillera, ya que por esas mismas fechas surgen también las Fuerzas Populares Revolucionarias “Lorenzo Zelaya” (FPR-LZ), el Frente Morazanista para la Liberación de Honduras (FMLH), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTCH) y, un poco más tarde, el Frente Patriótico Morazanista (FPM). Estos son los grupos que hasta el momento se han identificado como resultado de la presente investigación.
Ya se explicó brevemente lo que era la línea política de masas y la línea política militar del MPL-C. Solamente agregaremos que el surgimiento estuvo marcado por un elemento muy particular del contexto de la sociedad hondureña: la transición a gobiernos, nominalmente civiles, pero en los hechos fuertemente supeditados a ciertos intereses del militarismo derechista. Los primeros documentos del MPL-C critican los procesos electorales que comenzaron el 20 de abril de 1980 con la elección de diputados a una Asamblea Constituyente. Por ejemplo, en documento que explica los fundamentos de su línea política dice:
“Indudablemente la burguesía tiene todavía un arsenal de palabras seductoras para atraer electoralmente, pero ni una posibilidad puede exhibir ya para solucionar los problemas que se le vienen con el flujo popular; de ahí planteos de elecciones “participativas” (que) pueden servirle de cartel temporal para un juego de oposición mediatizada y de utensilio de soborno a la izquierda tradicional, pero más temprano que tarde los revolucionarios legítimos tendremos que realizar nuestra labor en condiciones en la que tendrá primacía la ilegalidad sobre las formas legales de actividad revolucionaria” (32).
Las elecciones de 1980 estuvieron marcadas por la represión del ejército que llevó a cabo una serie de patrullajes en las ciudades y detenciones de miembros del Frente Patriótico Hondureño (FPH), que era una coalición de varios grupos de izquierda y organizaciones gremiales que pretendió sin éxito alguno participar en el proceso electoral (33). Unos meses antes los miembros del FPH decían que “no serán partidarios de la guerra, la anarquía o el terrorismo. Es a quienes dirigen el Estado y a sus voceros a los que corresponde la tarea de concretar iniciativas históricamente posibles para superar este momento difícil en un clima de paz y tranquilidad. Si las puertas para el que se expresa continúan cerradas, el pueblo habrá adquirido el derecho a la insurrección” (34). El 17 de abril, a tres días de las elecciones se había producido el frustrado secuestro de Arnold Quiroz, gerente en Honduras de la transnacional del petróleo TEXACO (35). Por ese hecho fue capturado José María Reyes Mata, miembro del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTC-H), quien unos años después, en julio de 1983, penetraría al mando de una columna guerrillera de aproximadamente 90 hombres (36). La mayoría de estos fueron muertos por tropas del ejército.
Una de las primeras acciones del MPL-C, registrada en los medios de comunicación principales, fue la detonación el 26 de enero de 1981 de dos bombas de propaganda (37) en el Parque La Libertad y el Mercado San Isidro de Comayagüela. El mensaje de las hojas volantes esparcidas por los artefactos condenaba la cooperación de los ejércitos de Guatemala, El Salvador, Estados Unidos y Honduras para combatir al FMLN en El Salvador (38). A través del mensaje, se puede también percibir cómo influía en sobremanera a los movimientos guerrilleros hondureños el desarrollo de la lucha guerrillera en el país vecino. El identificarse constantemente con la causa de los guerrilleros salvadoreños será un rasgo del MPL-C en sus primeros años.
Precisamente, la siguiente acción, de mayor envergadura, que acaparó la atención nacional e internacional estuvo vinculada con el movimiento guerrillero salvadoreño (39).
El 27 de marzo de 1981 El Comando “Lempira” del MPL-C secuestra en pleno vuelo un avión de la empresa hondureña Servicios Aéreos de Honduras S.A. (SAHSA), cuyo destino final era New Orleáns, habiendo partido del aeropuerto de Tegucigalpa. La aeronave es llevada al aeropuerto “Augusto César Sandino” de Managua. Las peticiones de los secuestradores consisten principalmente en la liberación de dirigentes del FMLN capturados en territorio hondureño, entre los que destaca Facundo Guardado (40). También reprueban el intervencionismo del ejército hondureño en Nicaragua y El Salvador que busca –según el comunicado de los guerrilleros –preparar el terreno para una invasión al primero e impedir el triunfo de la revolución en el segundo (41).
Hay que aclarar que no todas las solicitudes tenían que ver con la problemática regional. Además protestaron por la amenaza a muerte que pendía sobre varios dirigentes populares y políticos hondureños de parte de los escuadrones de la muerte (42). Algunos de los que aparecieron en esa lista proporcionada por los militantes del MPL-C, fueron víctimas de los escuadrones de la muerte en los meses y años siguientes: Tomás Nativí, Fidel Martínez (ambos el 11 de junio de 1981), Dagoberto Padilla (29 de marzo de 1982), Héctor Hernández (24 de diciembre de 1982) y Rolando Vindel (18 de marzo de 1984). Los guerrilleros incluyeron demandas de cese a la represión a dirigentes populares y miembros de la Iglesia Católica de Santa Rosa de Copán, así como atender la demanda de padres, maestros y estudiantes que en esos días exigían la oficialización de 20 colegios de secundaria (43).
El 28 de marzo con la intercesión del presidente de Panamá, se produce un acuerdo. Las autoridades hondureñas, que habían negado hasta entonces tener a los prisioneros reclamados, aceptan liberarlos.
Los guerrilleros mientras tanto parten rumbo a La Habana, con escala en Panamá (44). En apariencia, el éxito coronó la misión de los “Cinchoneros” pues los prisioneros salvadoreños son liberados.
Sin embargo, la respuesta de los cuerpos represores no se hizo esperar. El 11 de junio de 1981 el fundador del MPL-C es asesinado en una vivienda de la capitalina colonia El Hogar. Según el testimonio de los testigos, Fidel Martínez es asesinado por hombres encapuchados que luego cubren su cuerpo con sábanas y lo trasladan a un lugar que hasta el día de hoy es desconocido (45). Junto a él, también es víctima Tomás Nativí Gálvez, líder de la Unión Revolucionaria del Pueblo (URP). Un viejo miembro del MPL-C asegura que la pérdida de Fidel Martínez fue decisiva para que la organización político-militar experimentara un vacío de liderazgo, lo que a finales de la década de los ochenta produjo conflictos, que en algunos casos llegaron a traducirse en luchas internas y hechos violentos que afectaron a los mismos miembros del MPL-C (46).
De esa forma, el MPL-C, con una valiosa pérdida en sus órganos de dirección, tiene que enfrentar al año siguiente (1982) el ascenso de un gobierno civil conducido por el liberal Roberto Suazo Córdova, que va de la mano con la agudización de la trágica Doctrina de Seguridad Nacional. Las Fuerzas Armadas culminan lo que algunos llaman un proceso de derechización –y otros de ultraderechización (47) –gracias al nombramiento de Gustavo Álvarez Martínez como jefe de la institución castrense.
4. La Guerra de Liberación que no se Materializa en Honduras y el Declive del Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (1982-1990)
A mediados de septiembre de 1982 una noticia le da la vuelta al mundo. El 17 de ese mes, mientras miembros connotados de la clase empresarial del país y altos funcionarios del gobierno se reunían en la sede de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés (CCIC), en la norteña ciudad de San Pedro Sula, para discutir políticas económicas, doce guerrilleros pertenecientes al comando “Patria o Muerte” se toman el edificio, poniendo bajo condición de rehenes a las más de 100 personas que se encontraban reunidas allí (48) . El MPL-C daba a conocer sus demandas de libertad para varios presos políticos, entre ellos Tomás Nativí y Fidel Martínez; el rechazo a la presencia de tropas y asesores militares extranjeros en el país y la derogación de un decreto aprobado meses antes en el Congreso Nacional que penalizaba las protestas sociales (Cáliz, 1985. pp. 327-330) (49). En los primeros días se suceden intermitentes tiroteos entre los guerrilleros y las fuerzas de seguridad del Estado que permanecen a la expectativa en las afueras de la CCIC, esto como parte de la guerra psicológica que se inicia para provocar el cansancio en los secuestradores (50).
Como parte de ese hostigamiento, las autoridades del gobierno, apoyadas por el sindicalismo “democrático”, organizaron el 21 de septiembre en San Pedro Sula una multitudinaria manifestación pública para condenar la toma de la CCIC. Los mensajes de las pancartas que portaron los manifestantes eran del siguiente tipo: “Terroristas a fregar a su tierra”, “Gobierno, Pueblo y Ejército estamos unidos para combatir el terrorismo”, “Comunismo no, viva la democracia” (51). Entre las organizaciones que participaron estaban: el SITRATERCO, la Asociación de Empleados Públicos de Honduras (ANDEPH), el Frente Unido Universitario Democrático (FUUD) y la FECESITLIH. El presidente Roberto Suazo Córdova también se hizo presente en la movilización anticomunista (52).
Luego de casi ocho días de intensas negociaciones, los integrantes del Comando “Patria o Muerte” liberan a los últimos rehenes y toman un avión rumbo a La Habana, nuevamente gracias a los buenos oficios interpuestos por el gobierno panameño. No consiguen que el gobierno cumpla con sus peticiones. No obstante, la acción tiene una publicidad tal que desvirtúa momentáneamente la imagen de “oasis de paz” que las élites hondureñas intentan difundir a nivel nacional e internacional.
Durante los años 1983 y 1984, las actividades más notables del MPL-C se reducen a atentados dinamiteros contra objetivos políticos varios en las principales ciudades de la costa Norte y en Tegucigalpa. Algunos de esos hechos, reivindicados plenamente por el MPL-C, aparecen en el cuadro anexo. Los atentados dinamiteros responden básicamente a dos coyunturas del movimiento guerrillero y popular. Los atentados de agosto-septiembre de 1983 es producto de las acciones tendientes a distraer a las fuerzas militares que estaban concentradas en destruir la columna guerrillera del PRTCH en la zona selvática del departamento de Olancho. Las acciones del MPL-C de dichos meses se inscribían en el marco de colaboración y unidad de los movimientos guerrilleros hondureños, conocido como Dirección Nacional Unitaria (DNU) (Rodríguez, Op. Cit. p. 174).
A principios de 1984 se produce la reactivación del movimiento popular (53). En el mes de marzo de 1984 los trabajadores del sindicato de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) llevaron a cabo manifestaciones que provocaron centenares de detenciones en protesta por la desaparición del presidente de la organización, Rolando Vindel, acontecida el 18 de marzo (54). Todavía los historiadores y analistas políticos no han considerado el peso que tuvieron estos hechos en la caída de Álvarez Martínez el 31 de marzo de 1984.
A finales de 1985 el MPL-C se propone establecer una guerrilla en el área rural. Varios campamentos son establecidos por esas fechas, en las montañas de la sierra Nombre de Dios, que señalan los límites de los departamentos de Yoro y Atlántida, esto según el testimonio de un ex miembro de la organización (55). En los primeros días del mes de marzo del año siguiente (1986), un campesino informa a las autoridades de La Ceiba de la presencia de extraños grupos de hombres armados. Enseguida, la Fuerza de Seguridad Pública (FUSEP), sin especificar el día exacto, informó de un enfrentamiento con guerrilleros que dejó como saldo la muerte de un efectivo y dos policías heridos (56). Por su parte, el entrevistado asegura que ellos sufrieron la muerte de un compañero (57).
A pesar de que ha sido identificada la zona de operación del MPL-C, se continúan con los preparativos para dar vida a un guerrilla en las montañas de Nombre de Dios. Entre junio y julio de 1986 se envía un nuevo contingente. Con esto el grupo que permanece “enmontañado” alcanza el número de doce (58). El 11 de octubre un nuevo enfrentamiento se produce entre militares y guerrilleros, cerca de la aldea de Yaruca, a 35 kilómetros de La Ceiba, departamento de Atlántida. Dos guerrilleros y un soldado pierden la vida (59). En los siguientes días, el ejército despliega un cerco militar que cubre toda el área entre La Ceiba y la ciudad de Tela. Con la colaboración de Pablo García Flores, desertor de la columna guerrillera, el ejército ubica unos siete campamentos del MPL-C después de un mes de búsqueda (60). En ese mismo período mueren por lo menos tres guerrilleros y un soldado más en combates intermitentes (61). Asimismo la policía asesina a Hermes Aguilar, dirigente campesino, por considerarlo colaborador de la guerrilla (62).
Al final, según nos cuenta el entrevistado, lograron salir de las montañas para dirigirse a la ciudad de San Pedro Sula. Sin embargo, el 24 de noviembre el grupo guerrillero, que se ha reducido a 5 personas, es interceptado por una patrulla de policías y un nuevo enfrentamiento se produce en el centro urbano. El resultado: tres policías son heridos, dos de ellos de suma gravedad, pero los militantes del MPL-C logran escapar (63).
El 22 de julio de 1989 –casi tres años después de lo hechos narrados –en represalia por su traición, Pablo García Flores, el desertor de la columna, es asesinado por un comando del MPL-C en la comunidad Campo Caimito, a 15 kilómetros al norte de La Lima, Cortés (64).
Otro hecho importante a resaltar en la década de los ochenta y que tuvo como protagonistas a miembros del MPL-C fue el asesinato del ex jefe de las Fuerzas Armadas y uno de los principales promotores de la Doctrina de la Seguridad Nacional: Gustavo Álvarez Martínez. El 25 de enero de 1989 fue emboscado en la colonia Florencia Norte de Tegucigalpa (65). El comunicado del MPL-C expuso que cumplía con un “deber revolucionario” al darle muerte a través de la operación “Mártires de la Revolución Hondureña”, ejecutada por el Comando “Lempira” (66).
Sobre la autoría de la muerte de Álvarez Martínez se han tejido una serie de conjeturas. Algunos, como el escritor y ex miembro del PCH Longino Becerra, ponen en duda que haya sido el MPL-C el ejecutor y considera a miembros de las mismas Fuerzas Armadas y de los grupos dominantes como los culpables del hecho, debido a la antipatía que se ganó Álvarez por su autoritarismo mientras fue jefe de las Fuerzas Armadas y también por presuntas intenciones de revelar interioridades sobre la política represiva del Estado (Becerra, Op. Cit. pp. 266-271), cosa que personalmente dudamos pues hasta el momento no se han encontrado pruebas que sostengan la posible revelación por parte del asesinado de secretos del cuerpo armado.

A nuestro juicio, es mucho más objetivo, ver en el asesinato de Álvarez Martínez, la complacencia de algunos elementos de las Fuerzas Armadas para con la acción del MPL-C. Porque sin lugar a dudas, se había ganado muchas enemistades entre los militares. Por tanto, los ejecutores directos fueron miembros del MPL-C cuya operación no fue aparentemente obstaculizada por un sector del ejército. Esto es apoyado en testimonios de antiguos miembros de la organización y la reciente publicación de Mario Berríos, obra basada en archivos policiales y experiencias propias del autor (67). (Berríos, Op. Cit. pp. 203-204). Asimismo por la actividad de los grupos paramilitares derechistas de los meses siguientes, es de suponer que ciertos sectores de derecha no recibieron con agrado el asesinato de una de sus personalidades. Una semana después del 25 de enero, las instalaciones de Radio América son ametralladas. Esta radioemisora fue de las pocas que difundió con amplitud el comunicado del MPL-C (68). El día anterior la casa del principal defensor de los derechos humanos para la época, Ramón Custodio, también había sido ametrallada (69). Unos meses después, el 4 de julio, es asesinado el dirigente estudiantil Edgardo Herrera en San Pedro Sula y el 6 del mismo es asesinado el dirigente sindical Salomón Vallecillos. Este último era presidente del Sindicato de Trabajadores de la Tabacalera Hondureña (SITRATAH) (70).
Para concluir con la breve reseña que se ha hecho del MPL-C, es necesario advertir que para principios de los noventa, en el contexto de la desintegración del bloque socialista, la ya visible derrota de la Revolución Sandinista y las discusiones al interior de la guerrilla salvadoreña para acceder a las negociaciones de paz, se podría creer equivocadamente que el MPL-C ya estaba desintegrado, luego de los intentos frustrados de constituir una guerrilla rural y de profundas divisiones entre el grupo de los que se mantenían exiliados en Nicaragua y los que permanecían en territorio hondureño (71). Sin embargo, todavía el MPL-C intenta hacer, con trágicos resultados, una de sus últimas actividades.
Nos referimos al asalto del 15 de agosto de 1990 a una agencia bancaria de la comunidad de El Zamorano, distante 32 kilómetros al oriente de la ciudad capital. Por los relatos de los testigos, en esa oportunidad, la policía y fuerzas militares prepararon con antelación una emboscada al grupo guerrillero, seguramente enterados de la operación por algún agente policial infiltrado (72). No obstante, lo que en apariencia sería una tarea fácil para el ejército, apoyado hasta por un helicóptero, se convirtió en un sangriento enfrentamiento que dejó un civil, seis guerrilleros y cinco agentes de seguridad muertos, entre ellos un miembro de las Fuerzas Especiales (73). Con doce muertos en total fue considerado como “el más sangriento asalto bancario en la historia de Honduras” (74).
Lo que siguió a los hechos de El Zamorano fue una descomposición de la organización que tendría como efecto la sucesión de hechos calificados por el entrevistado como “vergonzosos”, que dejaron mal parado al MPL-C ante la población hondureña (75). Las rencillas personales entre los dirigentes adquirieron tintes extremadamente violentos. Muestra de ello es que el 26 de mayo de 1991, Roger Eludín Gutiérrez, uno de los dirigentes del MPL-C, es tiroteado y gravemente herido en San Pedro Sula por guerrilleros supuestamente pertenecientes a una facción contraria del MPL-C. Gutiérrez había regresado ese año del exilio y había aceptado las condiciones de paz impuestas por el gobierno de Rafael Leonardo Callejas (Berríos, Mario. Op. Cit. pp. 210 y 213).
5. Conclusiones
Aunque a inicios de la década de los ochenta existían los síntomas en la sociedad hondureña que podían hacer creer en la posibilidad de una convulsión social general (agudización de la represión, crisis económica, miseria generalizada, preeminencia del poder autocrático militar, marcada injerencia de los Estados Unidos, etc.), la sociedad rural hondureña no se había polarizado lo suficiente, gracias al reformismo militar, que no fue abandonado ni siquiera en los posteriores gobiernos militares, de manera dramática (76). Esto explica porque el MPL-C fue un movimiento prácticamente restringido al área urbana, con un carácter de organización conspirativa.
El MPL-C nace en el contexto antes descrito, donde unas elecciones excluyentes de fuerzas democráticas alternativas (FPH y Democracia Cristiana, por ejemplo), aseguraban el nacimiento de una democracia supeditada al autoritarismo militarista. Con las elecciones de inicios de los ochenta, se demuestra que Honduras poseía un sistema político, basado en un antiguo bipartidismo, muy estable que fue capaz de canalizar, hasta cierto punto, por medios “legales” las diferencias existentes en la sociedad hondureña. El influjo de los acontecimientos en El Salvador, Nicaragua y, en menor medida, Guatemala son de vital importancia para comprender el MPL-C como una organización que nace fuertemente influenciada por los movimientos revolucionarios de estos países, de tal forma que sus primeras reivindicaciones dan especial énfasis a la situación de revolución en toda la región. Las élites hondureñas intentaron durante toda la década proyectar la imagen de un “oasis de paz” en Honduras, alejada de la violencia de todo tipo. Por eso, los medios de comunicación pretendieron hacer creer que las acciones eran realizadas por movimientos revolucionarios de países vecinos. Sin menoscabo de la participación de salvadoreños y nicaragüenses en acciones de los movimientos guerrilleros hondureños, y de la también importante participación de hondureños que pelearon en las filas del FMLN y el FSLN, podemos concluir que los movimientos guerrilleros hondureños fueron un fenómeno concreto que no puede ser ignorado por la ciencia histórica.

Notas

1. Guevara de la Serna Ernesto. Influencia de la Revolución Cubana en la América Latina. Obras Escogidas en Único Tomo. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2003. p. 480.

2. Moss Robert. Op. Cit. p. 280. Las negritas son nuestras.

3. Fundamentos de Nuestra Línea Política. Material mimeografiado. Sin editorial y fecha. Suponemos que este documento fue elaborado en 1980, por algunos hechos a los que hace referencia.

4. Ibid. p. 2.

5. Ibid. p. 4.

6. Ibid. p. 9.

7. Agradezco al historiador Oscar Zelaya Garay por haberme recordado esta notable rasgo de los movimientos guerrilleros revolucionarios que los diferencia de los otros grupos armados irregulares que participaron en las luchas caudillescas de las primeras décadas del siglo XX.

8. Para mayores detalles sobre el surgimiento de las primeras organizaciones obreras y de la actividad al interior de las mismas de los núcleos comunistas iniciales se puede consultar Meza Víctor. “Historia del Movimiento Obrero Hondureño”. Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). Segunda Edición. Tegucigalpa. 1997. p. 36; y Villars, Rina. Porque Quiero Seguir Viviendo. Habla Graciela García. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1991. p. 138.

9. Otros que integraban ese grupo eran: Luís Andrés Zúniga, Céleo Dávila, Matías Oviedo, Porfirio Hernández, Vicente Mejía Colindres, Alberto Úcles, Esteban Guardiola, Miguel Oquelí Bustillo, Miguel A. Navarro, Manuel S. López, Samuel Laínez, Manuel G. Zúniga, Rómulo E. Durón, Eduardo Martínez López, Félix Salgado, Ricardo Aluvín, Salvador Zelaya, Luís Landa, Tito López Pineda, Carlota Membreño, Manuel Adalid y Gomero, Inés Navarro, Adán Canales, Octavio R. Ugarte, Ángel Fortín y Gonzalo Sequeiros. Citado en Barahona, Marvin. Op. Cit. p. 80. nota 91.

10. Citado en Meza, Víctor. Op. Cit. p. 63.

11. El PDRH, en 1949 expresaba a través de su órgano de comunicación oficial “Vanguardia Revolucionaria” lo que esperaba con el apoyo a las luchas sindicales: “esas decenas de miles de hondureños que trabajan en las compañías extranjeras, podrán obtener un poder adquisitivo más alto que permita elevar su nivel de vida y poder ser buenos consumidores de los productos vendidos por los otros sectores sociales hondureños […] la elevación del nivel de vida material de los trabajadores traería como consecuencia una mayor capacidad física para el trabajo. Con trabajadores técnicos y bien nutridos, las empresas mismas obtendrán mayores rendimientos y mejores beneficios”. En Posas, Mario. Luchas del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial Centroamericana Universitaria (EDUCA). San José, Costa Rica. 1981. pp. 189-190. Se observa el planteamiento claramente reformista del PRDH. Un reformismo que también se acercaba al nacionalismo, en contra del monopolio absoluto del capital extranjero.

12. A finales de 1954 destaca la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), luego en los siguientes años el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (IADSL) y la American Federation of Labor (AFL). Para mayores detalles consultar las siguientes obras de Mario Posas: Las Sociedades Artesanales y los Orígenes del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial de la Escuela Superior del Profesorado. Tegucigalpa. 1977; Lucha Ideológica y Organización Sindical en Honduras (1954-1965). Editorial Guyamuras. Tegucigalpa, 1980; y Luchas del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial Centroamericana Universitaria (EDUCA). San José, Costa Rica. 1981. También la ya citada obra de Víctor Meza, Historia del Movimiento Obrero Hondureño. Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). Segunda Edición. Tegucigalpa. 1997.

13. Rigoberto Padilla Rush (1929-1998), uno de los más importantes dirigentes del PCH, en sus memorias cuenta cómo en los días que organizaban el grupo guerrillero, se les acercó Roberto Suazo Córdova, futuro presidente de Honduras de 1982 a 1986, con el fin de dar a conocer sus intenciones de proveerlos de armas. Ver Padilla Rush, Rigoberto. Memorias de un Comunista. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 2001. p. 217. Antes de eso, en la década de los cincuenta se habían producido algunos acercamientos entre miembros del PCH y militantes del Partido Liberal pertenecientes a las tendencias de izquierda. Rodríguez, Edgardo. La Izquierda Hondureña en la Década de los Ochenta. Ediciones Guardabarranco. Tegucigalpa. 2005. pp. 34-35.

14. Berríos, Mario. Los Comandantes. Editorial Olanchito. San Pedro Sula. 2005. p.26. Agrega que muchas de las armas fueron incluso obtenidas de las bodegas militares pero no las usaron adecuadamente al carecer de suficiente preparación.

15. The Danger of Subversion in Honduras. January, 16, 1964. p. 1. www.foia.cia.gov. Página oficial de la CIA con documentos desclasificados.

16. Ídem. p. 4

17. Ídem. p. 4.

18. Para más detalles de este grupo guerrillero ver García, Luís. El Jute. Redacción, Prologo y Notas de Longino Becerra. Editorial Universitaria. Tegucigalpa 1991.

19. Padilla, Rush. Op. Cit. pp. 248-260.

20. Euraque, Darío. El Capitalismo de San Pedro Sula y la Historia Política Hondureña (1870-1972). Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 2001. p. 280. A finales de los sesenta, el movimiento obrero-campesino en Honduras había alcanzado un nivel tal de organización que Arturo Jáuregui, el secretario general de la ORIT, se enorgullecía de decir que “el sindicalismo de la costa norte es uno de los más avanzados de la América Central” ver Meza, Víctor. Op. Cit. p. 129. En efecto el sindicalismo hondureño podía enorgullecerse de poseer una gran cantidad de afiliados y de un crecimiento sostenido de las organizaciones sindicales, lo que inexorablemente conducía a concederle al movimiento obrero-campesino una importancia política apreciable.

21. Euraque, Darío. Op. Cit. p. 281.

22. Citado en Salomón Leticia. Militarismo y Reformismo en Honduras. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1982. p. 85. Ver También Posas, Mario y Del Cid, Rafael. La Construcción del Sector Público y del Estado Nacional en Honduras (1876-1979). Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA). Segunda Edición. San José. 1983. p. 275. Las negritas son nuestras.

23. Fúnez, Matías. Los Deliberantes. Editorial Guaymuras. Segunda Edición. Tegucigalpa. 2000. pp. 265-266. Además: El Día. 14 de marzo de 1972. p. 1.

24. El Día.1 marzo 1972. p. 2.

25. Carney Guadalupe. Metamorfosis de un Revolucionario. Memorias de un Sacerdote en Honduras. Publicación del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTC-H). Septiembre de 1983. pp. 160-162. Agradezco a la Dra. Olga Joya por haberme proporcionado este material.

26. Ibid. p. 91.

27. En el período 1975-1978 se entregaron a grupos campesinos 89 mil hectáreas de tierra. De ellas el 45% estaban ubicadas en el Valle del Aguán. Ver Posas, Mario y Del Cid, Rafael. Op. Cit. p. 318.

28. Estos grupos para octubre de 1980 se unifican para conformar el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

29. Padilla Rush, Rigoberto. Op. Cit p. 408.

30. Ibid. p. 409. Nota 190. y Rodríguez, Edgardo. Op. Cit. p. 200.

31. Berríos, Mario. Op. Cit. p. 51.

32. Fundamentos en Nuestra Línea Política. Estrategia General del MPL “Cinchonero. s.f. s.r. p. 6. Material mimeografiado. 16 páginas. Inferimos que este documento tuvo que haber sido hecho a inicios de 1981, por la mención de algunos hechos que acontecieron en Honduras en ese período. El subrayado y las comillas son del original.

33. Sobre las detenciones de miembros del FPH ver Tiempo. 16 de abril de 1980. p. 13.; Tiempo. 18 de abril de 1980. p. 9. y Tiempo.10 de abril de 1980. p.20.

34. Tiempo. 22 de febrero de 1980. p. 5.

35. Para el caso del secuestro de Quiroz ver Tiempo. 18 abril 1980. p. 4; Tiempo. 19 abril 1980. p. 3 Tiempo. 24 abril 1980. y Tiempo. 29 de junio de 1980. p. 7.p.3. También Mario Berríos. Op. Cit. pp. 63-69.

36. Más detalles sobre lo que fue la columna guerrillera del PRTC-H, destruida en septiembre de 1983, pueden hallarse en Martínez, Juan Ramón. Oficio de Caníbales. Militares y guerrilleros en el Patuca (1983). Ediciones 18 Conejo. Guardabarranco. Tegucigalpa. 2006.

37. Artefactos explosivos que únicamente dispersan propaganda política impresa, hojas volantes generalmente.

38. Tiempo. 28 de enero de 1981. pp. 4 y 8.

39. El escritor hondureño Longino Becerra, veterano miembro del PCH, a pesar de que el comando se proclama miembro del MPL-C, adjudica esa acción al FMLN, sin mencionar siquiera el nombre de la organización. Ver Cuando Las Tarántulas Atacan. 5ª Edición. Editorial Baktun. Tegucigalpa. 1999. p. 163. Sin embargo, creemos más lógico considerar, por el contenido del comunicado que refiere a asuntos particulares del movimiento popular hondureño, que el comando que realizó el secuestro tuvo que haber sido del MPL-C, sin descartar, por supuesto, el apoyo o incluso la posibilidad de la participación de algunos guerrilleros salvadoreños.

40. Tiempo. 20 de marzo de 1981. p. 3.

41. Tiempo. 28 de marzo de 1981. p. 5.

42. Ibid. p. 5. Entre los nombres que aparecían en la lista estaban: el Dr. Juan Almendarez, rector de la UNAH; Profesor Felícito Montalván, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH); Dr. Ramón Custodio; Lic. Víctor Meza; Prof. Tomás Nativí, coordinador general de la URP; Teniente Coronel Mario Maldonado Muñoz; Lic. Gautama Fonseca; Periodista Ventura Ramos; Ingeniero Fidel Martínez Rodríguez; los hermanos Carlos Roberto y Jorge Arturo Reina; Dr. Enrique Aguilar Paz, diputado del PINU; Lic. Adalberto Córdova, dirigente de la URP; Napoleón Acevedo Granados, dirigente sindical; Héctor Hernández Fuentes, dirigente sindical; Marcial Euceda, presidente del FUNACAMH (Frente de Unidad Campesina de Honduras) y de la UNC; Fausto Orellana, dirigente campesino; Atilio Villalobos, dirigente de la EACI; Dagoberto Padilla, dirigente sindical; Rolando Vindel, dirigente sindical; Fausto Milla, sacerdote; José Luis Rivera y otros más.

43. Ibid. p. 5.

44. Tiempo. 30 marzo 1981. p. 11.

45. Tiempo. 13 de junio de 1981. p. 3. Aparece un relato similar en Becerra, Longino. Cuando Las Tarántulas Atacan. 5ª Edición. Editorial Baktun. Tegucigalpa. 1999. pp. 163-66.

46. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

47. Editorial de Víctor Meza. Tiempo. 8 de agosto de 1980. p. 6.

48. Entre los funcionarios del gobierno estaban dos ministros: el señor Gustavo Adolfo Alfaro del Ministerio de Economía, y el señor Arturo Corleto Moreira del Ministerio de Hacienda y Crédito Público. Ver La Prensa. 26 de septiembre de 1982. pp. 2-3. y también Flores Ponce, Mario. La Toma. Crónica del Secuestro Masivo más Largo de la Historia de Centroamérica. Alin Editora. Sin lugar. 1996. pp. 101-105.

49. La Prensa. 26 de septiembre de 1982. p. 8.

50. Flores Ponce, Mario. Op. Cit. p. 13. y Cálix Suazo, Miguel. Op. Cit. pp. 80-81.

51. La Prensa. 22 de septiembre de 1982. pp. 2-3.

52. Tiempo. 23 septiembre de 1982. pp. 8 y 10.

53. En marzo de 1984, pocos días antes de las huelgas de los sindicalistas de la ENEE, se había conformado el Comité Coordinador de Organizaciones Populares (CCOP), aglutinando a diversas organizaciones sindicales, estudiantiles, obreras y de defensa de los derechos humanos. El CCOP era sucesor del Frente Unidad Popular 25 de Junio que en julio de 1982 se había organizado, pero que fue desarticulado al poco tiempo por la represión de Álvarez Martínez. Ver Posas Mario. Notas sobre las Luchas Recientes del Movimiento Popular Hondureño (1984-1986). Boletín Bimestral de Análisis de Coyuntura. Año I. No. 1. Julio 1987. Departamento de Ciencias Sociales UNAH. pp. 36-37

54. Ver Tiempo. 22 marzo 1984. pp. 2-3 y Tiempo. 29 marzo de 1984. p. 2.

55. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005.

56. Tiempo. 8 de marzo de 1986. p. 8.

57. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005.

58. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005

59. Tiempo. 13 octubre de 1986. p. 14.

60. Tiempo. 14 noviembre 1986. p. 2.

61. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005. También Tiempo.4 de noviembre de 1986. p. 2; Tiempo. 20 noviembre de 1986. p. 2 y Tiempo. 21 noviembre de 1986. p. 16.

62. Ver testimonio de ex miembro del grupo paramilitar de derecha 3-16, José Barrera Martínez en Comisionado Nacional de Protección de los Derechos Humanos. Los Hechos Hablan por Sí mismos. Informe preliminar sobre los Desaparecidos en Honduras (1980-1993). Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1994. p. 340. También Tiempo. 25 octubre de 1986. p. 5.

63. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005; Además Tiempo.26 noviembre 1986. pp. 8-9 y Tiempo.29 noviembre de 1986. p. 8.

64. Tiempo. 24 julio de 1989. p. 8.

65. Tiempo. 26 enero 1989. p. 3.

66. Tiempo. 26 enero 1989. p. 8. Recordemos que el Comando “Lempira” también se hizo responsable del secuestro del avión de SAHSA en marzo de 1981.

67. Los testimonios son: Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005. y Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

68. Tiempo. 2 de febrero de 1989. p. 4.

69. Idem. p. 16.

70. Tiempo. 5 de julio de 1989. p. 8. y Tiempo. 7 julio 1989. p. 4. Mario Berríos dice que ambos eran parte del comando del MPL-C que dio muerte a Alvarez Martínez. Op.Cit. pp. 207-208.

71. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

72. Tiempo. 18 agosto 1990. p. 6. y Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006

73. Veáse los cuatro diarios principales de Honduras de la fecha 16 de agosto de 1990.

74. Tiempo. 16 de agosto de 1990. p. 2.

75. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

76. Por otra parte, las claves para comprender ese reformismo particular de Honduras se encuentran en el singular proceso de Reforma Liberal de finales del siglo XIX que es explicado por el historiador Darío Euraque en su artículo: La Reforma Liberal en Honduras y la Hipótesis de la Oligarquía Ausente 1870-1930. Revista de Historia. Vol. No. 1. No. 23 Enero-Junio 1991. Editorial de la Universidad de Costa Rica. pp. 7-56. El referido historiador concluye en ese estudio que “lo distintivo de la historia moderna hondureña surge de las características específicas de las élites rurales del país, sus relaciones con el poder estatal, y las relaciones de estos sectores y la historia de los sectores económicos y sociales que no formaban parte de las élites”. pp. 38-39.

77. La mayoría de hechos reseñados fueron reivindicados por el MPL-C. Algunos se adjudican a este grupo con base a las informaciones de la policía dadas a conocer en la prensa local.

 

BIBLIOGRAFÍA

Arancibia, Juan. (1994). Honduras: ¿Un Estado Nacional? Editorial Guaymuras. Tegucigalpa.

Barahona, Marvin. (2005.). Honduras en el Siglo XX. Una Síntesis Histórica. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa.

Becerra, Longino. (1999). Cuando Las Tarántulas Atacan. 5ª Edición. Editorial Baktun. Tegucigalpa.

Berríos, Mario. (2005). Los Comandantes. Editorial Olanchito. San Pedro Sula..

Cálix Suazo, Miguel. (1985). Cárcel de Horizontes. Crónica sobre el Asalto Guerrillero a la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés. 2ª Edición. Industrias Gráficas Tulin. Tegucigalpa.

Carney Guadalupe. (1983). Metamorfosis de un Revolucionario. Memorias de un Sacerdote en Honduras. Publicación del Partido Revolucionario de los Trabajadores
Centroamericanistas de Honduras (PRTC-H). Septiembre.

Euraque, Darío. (2001). El Capitalismo de San Pedro Sula y la Historia Política Hondureña (1870-1972). Editorial Guaymuras. Tegucigalpa.

Flores Ponce, Mario. (1996). La Toma. Crónica del Secuestro Masivo más Largo de la Historia de Centroamérica. Alin Editora. Sin lugar.

Fúnez, Matías. (2000). Los Deliberantes. Editorial Guaymuras. Segunda Edición. Tegucigalpa.

Fundamentos en Nuestra Línea Política. Estrategia General del MPL “Cinchonero. Sin referencia y fecha. Material mimeografiado. 16 páginas.

García, Luis. El Jute. (1991). Redacción, Prologo y Notas de Longino Becerra. Editorial Universitaria. Tegucigalpa.

Guevara de la Serna, Ernesto. (2003). Influencia de la Revolución Cubana en la América Latina. Obras Escogidas en Único Tomo. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.

Guillén Zelaya, Alfonso. (2000). Conciencia de una Época. Tomo II. Editorial Universitaria. Tegucigalpa,

Martínez, Juan Ramón. (2006). Oficio de Caníbales. Militares y guerrilleros en el Patuca (1983). Ediciones 18 Conejo. Guardabarranco. Tegucigalpa.

Martínez, Yesenia. (2002). Alzamientos y Guerras Civiles en la Honduras Decimonónica: El Caso de Olancho 1864-1868. Tesis Previa a la Investidura de Licenciada en Historia. Ciudad Universitaria. UNAH. Tegucigalpa. Mayo
Meza, Víctor. Historia del Movimiento Obrero Hondureño. Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). Segunda Edición. Tegucigalpa. 1997.

Moss, Robert. (1973). La Guerrilla Urbana. Editora Nacional. Madrid,

Nativí Gálvez, Tomás. (2004). La Fuerza Social Revolucionaria. Editorial Utopía. Tegucigalpa.

Posas, Mario. (1977). Las Sociedades Artesanales y los Orígenes del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial de la Escuela Superior del Profesorado. Tegucigalpa.

Posas, Mario. (1980). Lucha Ideológica y Organización Sindical en Honduras (1954-1965). Editorial Guyamuras. Tegucigalpa.

Posas, Mario. (1981) .Luchas del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial Centroamericana Universitaria (EDUCA). San José, Costa Rica.

Posas, Mario y Del Cid, Rafael. (1983). La Construcción del Sector Público y del Estado Nacional en Honduras (1876-1979). Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA). Segunda Edición. San José.

Rodríguez Edgardo. (2005). La Izquierda Hondureña en la Década de los Ochenta. Ediciones Guardabarranco. Tegucigalpa.

Salomón, Leticia. (1982.) Militarismo y Reformismo en Honduras. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa.

Richard, Pablo y Meléndez, Guillermo (Editores). (1982). La Iglesia de los Pobres en América Central. Un Análisis Socio-Político y Teológico de la Iglesia Centroamericana (1960-1982). Departamento Ecuménico de Investigaciones. San José, Costa Rica.

Diarios: EL TIEMPO, LA TRIBUNA, EL HERALDO.

Artículos

- Euraque, Darío. La Reforma Liberal en Honduras y la Hipótesis de la Oligarquía Ausente 1870-1930. Revista de Historia. Vol. No. 1. No. 23 Enero-Junio 1991. Editorial de la Universidad de Costa Rica. pp. 7-56.

- Posas, Mario. Notas sobre las Luchas Recientes del Movimiento Popular Hondureño (1984-1986). Boletín Bimestral de Análisis de Coyuntura. Año I. No. 1. Julio 1987. Departamento de Ciencias Sociales UNAH. pp. 32-41.

Webibliografía:

www.foia.cia.gov The Danger of Subversion in Honduras. January, 16, 1964. Página oficial de la CIA con documentos desclasificados.