Por Sebastián Ernesto González

A menos de un mes del proceso electoral del 28 de noviembre pareciera que el panorama se va despejando y los astros se van alineando. Los escandalosos casos de corrupción de la administración de Juan Orlando Hernández y el involucramiento en el narcotráfico ya no le es posible invisibilizar o minimizar en los medios de comunicación, ni siquiera en los medios que reciben millonarias cantidades a cambio de publicidad porque son orillados por la realidad virtual a la inevitable transmisión de los sucesos cotidianos.

El desfile de figuras del partido Nacional por las cortes de New York o de personajes ya con veredicto de culpables cumpliendo condena por el resto de lo que dure nuestra generación ha pesado mucho en la recomposición de las columnas que han sostenido esta narco dictadura, quitándole el apoyo que antes le juraban tener en amor eterno cuando creyeron que ser dueños de un país era una realidad sin fin. La indignación de la población es inmedible ante la forma aberrante en que han conducido al país en estos últimos 12 años, un poder absoluto que entregaron a Juan Orlando Hernández los grupos fácticos con el único argumento que los comunistas del siglo 21 se iban a comer a los niños o que les quitarían su casa a los trabajadores.

El país es una olla tapada con agua hirviendo, en el que el “melismo”, ha jugado su papel principal en esta tragicomedia al mantener la olla tapada hasta conducirla por el proceso electoral, día en que toda esa indignación se va manifestar en un voto de castigo para la narco dictadura. Se huele a recomposición política y sin duda alguna que, en la próxima administración, se lograrán los cambios en la selección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Fiscal General. Lo cierto es que con 12 años de asfixiar a toda la población ya nadie quiere nuevamente un conflicto interno que paralice al país, la factura pagada desde el golpe de Estado del 2009 ha sido muy cara para los ciudadanos y extremadamente beneficiosa para los delincuentes, muy apegados al “juanorlandismo”.

El Cardenal Rodríguez ¿Será que ya se arrepintió?

Un personaje férreo defensor del dictador e implacable detractor de las movilizaciones del pueblo en esta lucha interminable ha sido el Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, quien desde el púlpito utilizó el nombre de Dios para manipular al pueblo y ofrecer apoyo incondicional a los delincuentes que ahora ya nadie quiere. El Cardenal lleva varios meses vertiendo interesantes frases disfrazadas de santidad en que implícitamente acepta que Juan Orlando Hernández es la reencarnación de Lucifer y que es una obligación purificar el Estado. El domingo 7 de noviembre en la Homilía dominical ha predicado lo siguiente: “Nos preocupa en primer lugar que hay indiferencia, no salir a votar es pecado de omisión”. “Una persona indiferente es cómplice que no se lleven a cabo los cambios en democracia”. Proceso Digital (7/11/2021). La frase descubre en si misma dos llamados muy importantes; el primero es que los ciudadanos acudan a votar so pena de cometer pecado si no lo hacen, y, el segundo, es que hay que hacer un cambio en la democracia, es decir, cambiar al régimen, lanzando el calificativo de que el “indiferente” se vuelve “cómplice” de la dictadura.

El Cardenal, luego añade una frase lapidaria al dictador, “No hay voto que valga una gota de sangre de ningún hermana y hermano hondureño, no tienen por qué haber violencia, muerte y confrontación, eso no es un estado democrático”, en clara alusión a la violencia ejercida desde el Estado mismo por la banda criminal que gobierna actualmente el país.

Queda la duda si el Cardenal lo hace desde el corazón o lo hace del diente al labio obligado por una realidad que ya no se puede detener, el cambio de este régimen sanguinario, corrupto y delincuencial se ha vuelto impostergable y la comunidad internacional también lo ha percibido, el país no puede entrar nuevamente en una crisis de violencia con repercusiones económicas porque el mayor perjudicado es el pueblo.

Las cadenas nacionales del régimen todos los días y la campaña muy torpe basada en absurdos anuncios publicitarios solo son síntomas de una dictadura que pronto se encontrará enfrente, seguramente, de una corte de New York. La iglesia católica ya se ha desmarcado y un sector de la empresa privada también, lo han demostrado al acercarse a la candidatura de Xiomara Castro. Al parecer, todo avanza a un cambio en que los astros se están alineando.