Por Maximiliano Fuentes

En Honduras se registran los mayores índices de violencia y criminalidad en el mundo; aun cuando los funcionarios del actual gobierno han anunciado a través de varios medios de comunicación una reducción significativa en la tasa de asesinatos, los distintos medios anuncian las distintas proyecciones del fenómeno. Durante todas las semanas ocurren delitos que escandalizan la vida social, asesinatos de jóvenes, profesionales de la comunicación, policías, ciudadanos comunes, etc.

Medidas paliativas

Los últimos gobiernos de turno han tomado una serie de medidas en aras de contener el enorme flagelo de la violencia, entre las que se destacan: creación de organismos policiales: Policía militar, Fuerza de seguridad institucional (FUSINA), Policía Tigres y militarización de la sociedad a través de múltiples operaciones. Sin embargo la política del Estado en materia de seguridad, a pesar de haber aumentado el presupuesto y haber creado nuevos impuestos para obtener los ingresos para frenar la delincuencia, ha sido insuficiente. Las políticas del gobierno de Juan Orlando no han logrado tener un impacto significativo en la reducción de la criminalidad y de la delincuencia, pese a que ha sido uno de sus principales ejes de campaña y una de las prioridades de la agenda presidencial.

En Honduras se registran amplios márgenes de desigualdad y de exclusión social, grandes sectores de la juventud se encuentran sin trabajo y sin posibilidades de poder recibir educación. Las alternativas que tienen estos jóvenes y niños es la de emigrar hacia los Estados Unidos u organizarse en maras y de esa forma obtener los ingresos que sus familiares requieren a través de extorsiones, sicariato, narcomenudeo y otras formas delictivas. Según datos del Ministerio de Trabajo, en el país hay cerca de un millón de jóvenes que no tiene empleo y la mayoría vive en situaciones económicas críticas, lo que los obliga a emigrar a otro país o a delinquir para subsistir.

Existe un grado de asociación muy significativa entre pobreza y delincuencia. En la medida que han aumentado las cifras de personas que viven por debajo de la línea de la pobreza, se han elevado los índices de criminalidad y violencia. La sociedad capitalista ha generado formas sociales que atentan con la condición humana, ha logrado degradar el supuesto orden racional configurado por la burguesía revolucionaria a inicios de la modernidad.

La violencia y su reproducción

Dentro de este contexto de inseguridad, donde amplios sectores de la sociedad han tenido que cerrar calles, avenidas, barrios y colonias, reforzar la seguridad privada en zonas residenciales para proteger sus bienes, se ha logrado configurar una patología, una especie de fobia social producto del temor generalizado de perder la vida o ser víctima de la violencia generalizada. El desempleo y la agobiante crisis económica ha ocasionado que muchos trabajadores lleguen a los hospitales psiquiátricos en busca de tratamientos contra los trastornos mentales que van desde el estrés hasta la depresión, enfermedades que podrían llevarlos al suicidio.

Múltiples factores sociales han hecho que las enfermedades mentales aumenten en el país al grado de obtener cifras alarmantes, y que según los especialistas, las autoridades deben poner atención a este problema.

De acuerdo a la especialista en Psiquiatría Alicia Paz, la cifra de pacientes psiquiátricos va en aumento exorbitante. Paz explicó que los bajos salarios, el hostigamiento laboral y la fatiga también forman parte de las causas por la que una persona empieza a padecer de estrés y otras enfermedades como las que se han señalado. La situación de estrés y de fobia social se manifiesta de diversas formas, y en algunos casos ha logrado alterar el orden social y cobrar vidas humanas. Tal es el caso del diputado del partido Libertad y Refundación (LIBRE) Luis Galdámez, quien en un momento de rabia acabó con la vida de Marvin Alexander Sánchez. Este tipo de situaciones evidencian el estrés colectivo y las patologías sociales de los hondureños; son muy comunes los crímenes por discusiones absurdas, por desacuerdos políticos, accidentes de tránsito o simplemente por observar a alguien.

Desde el PSOCA sostenemos que la única vía para lograr una mejor calidad de vida y acabar con los crímenes violentos es modificando el orden social existente, solo en una sociedad democrática, igualitaria e incluyente puede lograrse una vida mejor.