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APORTE AL DEBATE SOBRE EL

“FRENTE AMPLIO” EN HONDURAS

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Por: Juan Pablo Coto


 

INTRODUCCION

 

En el marco del proyecto unitario de la Izquierda Socialista de Honduras, se ha abierto un debate sobre la conformación de un Frente Amplio como alternativa al actual esquema de dominación burguesa nacional.

 

El debate no ha girado sobre la importancia o sobre la necesidad de apuntalar una política de unidad de la izquierda con otros sectores sociales. No ha habido grupo que niegue la necesidad de esa unidad, habida cuenta de que el desarrollo de la lucha de clases en Honduras es un terreno propicio para procesos unitarios, que hoy se ven en espacios como la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular, el Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia, o la misma Izquierda Socialista y en el terreno práctico, en los Paros Cívicos y la huelga de hambre de los fiscales, entre otros.

 

El debate se ha dado sobre tres aspectos: En primer lugar, sobre la naturaleza de clase de esa unidad; en segundo lugar, sobre si constituye una táctica electoral o un planteamiento estratégico para los revolucionarios; y en tercer lugar sobre su viabilidad o no en la coyuntura actual.

 

 

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En torno a la naturaleza de clase de la unidad

El primero de esos debates se ha establecido entre la posición de quienes consideran que una Política de Frente no debe establecerse con sectores de clase que no sean la clase obrera, los destacamentos de campesinos pobres y de otros sectores desposeídos (desempleados, pobladores pobres y otros similares) cuyas organizaciones en general se encuentran representadas en la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular y las centrales obreras; lo que excluiría a representaciones políticas, sociales o religiosas de clases medias y, en especial, si se trata de algún tipo de formación burguesa. Esta posición es defendida por el Partido Socialista de los Trabajadores, y una posición similar, es defendida por el Movimiento Político Los Necios.

La otra posición sobre este mismo aspecto es la de quienes abogan porque la unidad sea lo más amplia posible, de carácter policlasista, incluyendo a todos los sectores que coincidan en desarrollar una lucha, electoral o no, en contra de los grupos de poder oligárquicos enquistados en las cúpulas de los partidos Liberal, Nacional y su comparsa demócrata cristiana, así como en las cúpulas empresariales, los sectores económicos vinculados al imperialismo, las políticas privatizadoras, y, en general, a la aplicación “dura” del neoliberalismo.

En esta segunda posición hay a su vez dos variantes: La primera, moderada, que incluiría en un proyecto unitario a los grupos representativos de las clases populares como en el caso anterior, pero también a sectores políticos de las llamadas “clases medias” (pequeña y mediana burguesía urbana y rural), tales como las organizaciones de pequeños y medianos propietarios, profesionales independientes, ONGs, las iglesias evangélicas que participaron en la huelga de hambre de los fiscales y sectores políticos como el PINU y disidentes de la Democracia Cristiana, que desarrollan un discurso democrático burgués en contra de las expresiones más recalcitrantes de las cúpulas oligárquicas, como son. Se identifican con esta posición la Tendencia Revolucionaria (TR), el Movimiento Democrático del Pueblo (MDP) –estos dos miembros del Partido Unificación Democrática--, así como el Movimiento Nueva Democracia (MND) y el núcleo fundador del Partido Popular Revolucionario (PPR).

La segunda vertiente lleva ese planteamiento policlasista a un nivel más profundo, incluyendo en su concepción, además de los sectores populares y clases medias, a agrupamientos políticos al interior de los partidos burgueses oligárquicos, especialmente los llamados “Patricios” en el Partido Liberal --actualmente compartiendo el poder con un sector oligárquico vinculado a Rosenthal y a Mel Zelaya--, pues, según este esquema, son partidarios de un neolibealismo no extremo, sino “blando”, y plantean una propuesta de “poder ciudadano” que la izquierda debería considerar; también incluyen en su concepción a grupos descontentos o marginados de los partidos tradicionales en el actual proceso electoral como consecuencia de las contrarreformas electorales y las maniobras antidemocráticas de distinta índole en dichas cúpulas. El Movimiento Pueblo Unido (MPU), también miembro del Partido Unificación Democrática (UD), defiende esa posición.

En torno a si es una táctica o una estrategia

Por un lado, están quienes conciben al Frente Amplio como una propuesta coyuntural táctica de naturaleza electoral, únicamente con el propósito de debilitar o desestabilizar en el Congreso y las alcaldías a las fuerzas del bipartidismo tradicional (introduciendo un número suficiente de diputados que se conviertan en el fiel de la balanza), como el primer acto de un avance hacia la conquista del poder por medio de las elecciones, al estilo de los triunfos electorales de frentes amplios en Suramérica. En este punto son pocos los que han manifestado claramente sus puntos de vista, entre los cuales están algunos compañeros del MDP y los miembros del MPU.

Y por otro lado, quienes lo plantean como parte de una estrategia más general de construcción y conquista del Poder político de la izquierda en su trayectoria hacia la revolución democrática. En esta línea se inscribe el MND.

En torno a su viabilidad en la coyuntura actual

El tercer debate se ha establecido entre quienes consideran que el Frente Amplio es viable en la coyuntura actual, debido a las tendencias unitarias expresadas en las luchas sociales y políticas del momento, y quienes consideran que no existen condiciones para su realización debido a que son muy pocos los sectores que conscientemente han manifestado interés en constituirlo.

A la primera posición se suman el MND, MDP y PPR. A la segunda la TR, MPU, Los Necios.

PRIMERA PARTE

1. CONSIDERACIONES TEORICAS GENERALES

El asunto de la unidad es, para los revolucionarios, una función de la matriz conceptual de la que nos nutrimos y de los análisis que hacemos de la realidad.

Sin pretender hacer un análisis exhaustivo del tema, es necesario que, como marxistas, hagamos algunas reflexiones que iluminen nuestra toma de posición sobre este tema.

1.1 LA TRADICION MARXISTA LENINISTA DE LAS ALIANZAS

1.1.1 Las alianzas de la clase obrera con otras clases en Marx y Engels

En el marxismo el problema de la unidad de los revolucionarios con otras formaciones sociales y políticas de clase esta planteado desde el mismo Manifiesto Comunista.

En este escrito Marx y Engels dejan bien claro que el meollo de su política respecto a otras fuerzas sociales políticas es la siguiente:

En primer lugar, destacan claramente el carácter proletario de su identidad de clase:

“Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros. No tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado. No proclaman principios especiales a los que quieran amoldar el movimiento proletario.

Eso llevó a Marx y Engels a luchar a la par de otras organizaciones o movimientos proletarios, aún cuando no coincidieran totalmente con sus concepciones científicas, como ser los anarquistas, lassellistas, y sindicalistas de todo tipo.

En segundo lugar, establecen su carácter de avanzada, es decir, constatan ser su sector más consciente de los intereses generales de la clase:

Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.

En tercer lugar, destacan que, fuera de la clase obrera, los comunistas somos conscientes que existen otras fuerzas, sociales y políticas, en unión a las cuales es posible el logro de nuestros objetivos:

En resumen, los comunistas, apoyan por doquier todo movimiento revolucionario contra el régimen social y político existente.

En fin, los comunistas trabajan en todas partes por la unión y el acuerdo entre los partidos democráticos de todos los países.

Y en cuarto lugar, aclaran que por sobre cualquier tipo de unidad, los revolucionarios no dejamos de plantear nuestra lucha frontal contra el capitalismo y que hacemos prevalecer el principio de la independencia de clase de la clase obrera y de los comunistas como su sector representativo de avanzada.

En todos estos movimientos (los comunistas) ponen en primer término, como cuestión fundamental del movimiento, la cuestión de la propiedad, cualquiera que sea la forma más o menos desarrollada que ésta revista.

… jamás, en ningún momento, se olvida este partido de inculcar a los obreros la más clara conciencia del antagonismo hostil que existe entre la burguesía y el proletariado, …

De lo anterior se deduce que para los maestros del marxismo lo fundamental esta en lo siguiente:

  • En que la unidad natural primigenia que promovemos los comunistas es con la clase obrera, que es la matriz de clase de donde proviene nuestra concepción revolucionaria.
  • En reconocer que debemos respaldar toda fuerza social o política que luche objetivamente contra el régimen social y político existente, en coincidencia con el interés de la clase obrera de derribarlo.
  • En no discriminar a ningún sector social o político con quienes hacer esa unidad; desde las formaciones obreras propiamente dichas hasta las formaciones burguesas.
  • En que los comunistas en todo momento destacamos la contradicción de los intereses de las clases poseedoras con los interés del proletariado; enfilamos nuestras baterías contra el corazón del sistema: la propiedad privada; y nunca ocultamos nuestros objetivos. Es decir, actuamos con total independencia política.

Esta conclusión no fue producto de una iluminación repentina. Fue el producto, por un lado, de un análisis profundo hecho por Marx sobre el modo de producción capitalista, gracias al cual descubrió que la única clase social cuyos intereses objetivos la confrontan directamente contra la burguesía, y por tanto, la única clase que puede llevar una luchas sostenida y consecuente hasta el final, es decir, hasta la abolición de la dominación burguesa y terrateniente, es la clase obrera o proletariado, tanto urbano como rural (campesinos si tierra). Las demás clases sociales, aunque algunas de ellas son más afectadas que otras por la explotación y la dominación capitalista, no tienen el mismo tipo de contradicción social con este sistema y algunas son más proclives a su alianza con la gran burguesía y la clase latifundista. Este es el ABC del materialismo histórico.

Por otro lado, esas conclusiones de Marx y Engels también son el producto de las durísimas lecciones teñidas con la sangre de decenas de miles de trabajadores que pagaron caro su confianza en la política burguesa, durante las jornadas revolucionarias anti dictatoriales del siglo XIX, en las que la burguesía utilizaba al proletariado para ir a las calles para arrancar concesiones a la monarquía pero terminaba traicionando a los obreros (insurrecciones obreras de 1836 y 1848). Pero también es el producto del otro extremo: de la dolorosa experiencia de la Comuna de París (1871) en la cual la clase obrera parisina gobernó sola durante unos meses la capital francesa sin el apoyo del resto del pueblo francés.

Por consiguiente, desde sus inicios el marxismo contempla la posibilidad y la necesidad de unirse a otros sectores no obreros y no comunistas para mejor llevar a cabo los objetivos de la revolución socialista, pero a condición de mantener su independencia política como comunistas y de la clase obrera como tal, debido a que este criterio se constituye en un criterio de vida o muerte para el futuro de la lucha revolucionaria.[1]

De ahí que Marx y Engels trabajaran toda su vida para construir, en primer lugar, la unidad de la clase trabajadora (bajo el lema “Proletarios de todo el mundo, Uníos”), construyendo la primera gran organización obrera del mundo, la Asociación Internacional de los Trabajadores o Primera Internacional, y sólo cuando esto estaba asegurado, trabajaban en establecer las alianzas necesarias con organizaciones no comunistas o representativas de otras clases sociales.

1.1.2. La alianza con los campesinos en los fundadores del marxismo

Una de esas otras clases sociales con las cuales Marx y Engels se planteaban una alianza estable era con el proletariado agrícola (campesinos sin tierra) y con el pequeño propietario rural (campesino pobre), a los cuales aspiraba a organizar en las formaciones comunistas. Con el primero porque su carácter proletario le hacía un miembro natural, y con el segundo porque tiene más cercanía con el obrero artesano que con el latifundista y porque así se evita que se sume a la alianza burgues-terrateniente[2].

En cambio, aunque Marx rechazó la posibilidad de que las clases medias del campo pudieran entrar en la organización comunista y hacer gobierno con ellas --ya que veía a estos sectores más proclives al latifundismo y la burguesía-- no descartaba “luchar a su lado” en “ciertas cuestiones” debido a que aquellas entran en conflicto con éstas en determinados momentos.

Niego rotundamente que el partido obrero socialista de ningún país tenga la misión de recoger en su regazo, además de los proletarios agrícolas y de los pequeños campesinos, a los campesinos medianos y grandes, y menos aún, a los arrendatarios de grandes fincas, a los ganaderos capitalistas y demás explotadores capitalistas del suelo nacional. Todos ellos podrán ver en el feudalismo latifundista a su enemigo común, podremos marchar de acuerdo con ellos en ciertas cuestiones y luchar a su lado durante algún tiempo para determinados fines. Pero en nuestro partido, en el que caben individuos de todas las clases sociales, no puede tener cabida en modo alguno ningún grupo que represente intereses capitalistas de la burguesía media ni de la categoría de los campesinos medianos”.

Es decir que Marx concibió la idea de una alianza permanente o “estratégica”, diríamos ahora, entre la clase obrera y el campesinado pobre; y una alianza táctica o unidad de acción con las clases medias rurales, de carácter temporal y puntual.

1.1.3 La necesidad de las alianzas con sectores no obreros en países semicoloniales

Dicho lo anterior, es importante reconocer que los clásicos originales del marxismo vivieron en una Europa en pleno desarrollo capitalista industrial, donde la clase obrera era (y sigue siendo) numerosa y predominante sobre el resto de clases sociales populares –a pesar de lo cual veían la importancia de ganar a otros sectores sociales. Pero no sucede así en los países semicoloniales, donde el peso de la clase obrera es minoritario y donde el campesinado o sectores urbanos no obreros constituyen la mayoría de la población. Sin embargo, a pesar de ello, dichas sociedades no dejan de ser capitalistas, configurando un tipo de capitalismo al que se le ha denominado de diferentes formas: “subdesarrollado”, “dependiente” o “atrasado”.

A pesar de esta circunstancia objetiva, para el marxismo y posteriormente para el leninismo, el problema no es cuantitativo sino cualitativo. Aún en condiciones de minoría, mientras en un país el modo de producción capitalista sea predominante –y hay que decir que desde 1918 es predominante en todo el globo terráqueo—la clase obrera es el único Sujeto Social que puede llevar la revolución hasta el final, por las razones arriba expuestas. Esta es la cuestión estratégica que no cambia de un país capitalista desarrollado a uno atrasado.

Sin embargo, es obvio que no se puede tener la misma táctica donde la potencia del proletariado es relativamente menor que donde es mayor. La unidad del proletariado en los países industrializados es principalmente con otros sectores obreros y secundariamente con otras clases sociales, por lo cual la táctica del Frente Obrero tiende a ser más estable; en cambio en los países semicoloniales, donde el proletariado es una minoría, la realidad impone la táctica de alianzas con otras clases sociales de carácter temporal, bajo la forma de acuerdos, rupturas, agrupamientos y reagrupamientos. En este caso el reto para la preservación de la independencia política de las formaciones proletarias es más dificil por cuanto se trata de un campo en el cual es fácil para la clase obrera, diluir sus intereses en el marco de un frente policlasista más amplio. No obstante, una organización revolucionaria no puede eludir esa tarea a nombre del “purismo” obrero, si no quiere verse aislada de los procesos de lucha sociales y políticos en países subyugados al imperialismo y a oligarquías nacionales, como es el caso de Honduras.

Aquí es donde la ciencia no puede sustituir el arte.

Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como “Lenin”, el gran dirigente de la Revolución Soviética en Rusia, fue un maestro de la estrategia y la táctica. El nos indica que este problema sólo pudo ser solucionado por el Partido Bolchevique mediante una inteligente combinación de alianzas tácticas temporales con diferentes sectores de clase, tanto con formaciones sociales y políticas pequeño burguesas y burguesas republicanas, pero sin ceder un ápice en sus planteamientos anticapitalistas.

En su trabajo “El Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”, Lenin respondió las críticas de la oposición de izquierda alemana que lo acusaba de hacer “pactos” con sectores burgueses y pequeño burgueses:

No es posible que los izquierdistas alemanes ignoren que toda la historia del bolchevismo, antes y después de la Revolución de Octubre, está llena de casos de maniobra, de acuerdos, de compromisos con otros partidos, sin exceptuar los partidos burgueses! (…)

Obtener la victoria sobre un adversario más poderoso únicamente es posible poniendo en tensión todas las fuerzas y utilizando obligatoriamente con solicitud, minucia, prudencia y habilidad, la menor "grieta" entre los enemigos, toda contradicción de intereses entre la burguesía de los distintos países, entre los diferentes grupos o diferentes categorías burguesas en el interior de cada país; hay que aprovechar igualmente las menores posibilidades de obtener un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro, condicional. El que no comprenda esto no comprende ni una palabra de marxismo ni de socialismo científico contemporáneo, en general. El que no ha demostrado en la práctica, durante un intervalo de tiempo bastante considerable y en situaciones políticas bastante variadas, su habilidad para aplicar esta verdad en la vida, no ha aprendido todavía a ayudar a la clase revolucionaria en su lucha por librar de la explotación a toda la humanidad trabajadora. Y lo dicho se aplica tanto al período a n t e r i o r a la conquista del Poder político por el proletariado, como al p o s t e r i o r. Nuestra teoría no es un dogma, sino una guía para la acción. (…)

Pero la característica de esas alianzas era que, por parte de los bolcheviques, las mismas estaban preñadas de contradicciones.

Los socialdemócratas revolucionarios de Rusia aprovecharon antes de la caída del zarismo frecuentemente la ayuda de los liberales burgueses, es decir, contrajeron con ellos innumerables compromisos prácticos, y en 1901-1902, aun antes del nacimiento del bolchevismo, la antigua redacción de "Iskra" (en la que estábamos Plejánov, Axelrod, Sasúlich Mártov, Pótresov y yo) concertó (no por mucho tiempo, es verdad) una alianza política formal con Struve, jefe político del liberalismo burgués, sin dejar de sostener al mismo tiempo la lucha ideológica y política más implacable contra el liberalismo burgués y las menores manifestaciones de su influencia en el interior del movimiento obrero.

Los bolcheviques siguieron practicando siempre esa misma política. Desde 1905 defendieron sistemáticamente la alianza de la clase obrera con los campesinos, contra la burguesía liberal y el zarismo, no negándose nunca, al mismo tiempo, a apoyar a la burguesía contra el zarismo (en los empates electorales, por ejemplo); y prosiguiendo asimismo la lucha ideológica y política más intransigente contra el partido campesino revolucionario burgués de los "socialrevolucionarios", a los cuales denunciaban como demócratas pequeñoburgueses que se presentaban falsamente como socialistas. En 1907, los bolcheviques constituyeron, por poco tiempo, un bloque político formal con los "socialrevolucionarios" para las elecciones a la Duma.

Con los mencheviques hemos estado muchos años formalmente, desde 1903 a 1912, en un partido socialdemócrata unido, sin interrumpir nunca la lucha ideológica y política contra ellos, como contra agentes de la influencia burguesa en el seno del proletariado y oportunistas. Durante la guerra concertamos una especie de compromiso con los "kautskianos", los mencheviques de izquierda (Mártov) y una parte de los "socialrevolucionarios" (Chernov, Natanson). (las negrillas son de la redacción)

Como puede apreciarse en estas extensas citas, el más duro marxista de nuestra época hizo de la política revolucionaria un arte y una ciencia: Por un lado, aplicó una zagas táctica de palanquear la revolución, apoyándose en acuerdos temporales con “x” o “y” sectores no obreros, y, por otro lado, no abandonó nunca su visión estratégica fundamental de plantear sus críticas al régimen capitalista, es decir, sin ceder los principios a sus aliados coyunturales, porque su objetivo era llevar al poder al proletariado y hacer la revolución socialista.

Eso indica que las alianzas con esas otras clases eran más bien acuerdos temporales y no estables, para no comprometer la independencia del partido y de la clase en los mismos.

El secreto de esta forma exitosa de entender las alianzas y pactos estriba en dos cuestiones: a) en que dichas alianzas y pactos se establecían solo si ayudaban realmente a avanzar hacia el objetivo general del proceso; en cambio si fortalecían al enemigo de clase, no eran algo progresivo, sino reaccionario; y , b) en que se mantenían por el tiempo estrictamente necesario para lograr su objetivo, pero finalizaban cuando no servía para ello, cuando mediatizaba las luchas o cuando la independencia política proletaria comenzaba a verse comprometida.

1.1.4 La cuestión de las alianzas en el debate sobre el carácter de la revolución en los países capitalistas atrasados

Pero en la historia del marxismo, esta solución al tema de la alianza y unidad de acción de clases no siempre se planteó de la misma forma. Frente a esta manera principista de concebirlo, hubo toda una corriente de pensamiento político entre los revolucionarios rusos que defendía la necesidad de esas alianzas con otras clases, pero desde un enfoque diametralmente opuesto, ya que su objetivo no era llevar al proletariado al poder y realizar la revolución socialista, sino llevar al poder a la burguesía y realizar la revolución democrático burguesa.

Esta diferencia no fue casual, sino que tenía una base objetiva. Rusia era un país atrasado, casi feudal, y contaba con una clase obrera muy reducida pero altamente concentrada en los centros urbanos claves. Para los revolucionarios rusos de la época esa compleja realidad implicaba que no se podía aspirar a realizar la revolución socialista propiamente dicha desde sus inicios, sino que lo viable era una revolución democrática que resolviera problemas históricos del desarrollo nacional postergados por la incapacidad de la burguesía de afrontarlos, como el problema agrario, el desempleo, la democracia, la liberación nacional, etc. En ese sentido, el carácter social de la revolución se planteaba, de inicio, como una clásica revolución democrático burguesa. Hasta ahí había consenso entre los socialistas rusos.

En el punto en que se dividieron –y esa división sigue aún presente en muchos movimientos y partidos de izquierda hoy día— era en la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cuál debía ser el Sujeto Social que conduciría esa revolución? Para los Mencheviques, la revolución democrático burguesa debía ser dirigida por la burguesía liberal y por tanto debía atravesar un largo período histórico (una etapa histórica) sin realizar tareas socialistas; en consecuencia la tarea de los revolucionarios sería ayudar a la burguesía liberal “progresista” a tomar el poder, y esperar décadas hasta que el proletariado estuviera en condiciones de hacerlo, mientras tanto la clase obrera sería una aliada de aquella. En cambio, para los Bolcheviques, la burguesía liberal era incapaz de afrontar esa tarea y la misma debía ser resuelta por el proletariado como líder de la nación oprimida, desarrollando medidas socialistas. Para los primeros, el Sujeto Social de la Revolución era la burguesía, para los segundos era el proletariado.[3]

Lenin lo planteó de la siguiente forma:

El desenlace de la revolución depende del papel que desempeñe en ella la clase obrera: de que se limite a ser un mero auxiliar de la burguesía, aunque sea un auxiliar poderoso por la intensidad de su empuje contra la autocracia, pero políticamente impotente, o de que asuma el papel de dirigente de la revolución popular. (Lenin: Dos Tácticas de la Socialdemocracia en la Revolución Democrática)

Esta diferencia estratégica fundamental antes de la revolución, continuó manifestándose bajo otra formulación teórica después de la revolución, al dividirse el Partido en la polémica entre José Stalin, ideólogo de la teoría de la “Revolución por Etapas” –afín al planteamiento de los mencheviques-- y León Trotsky ideólogo de la teoría de la Revolución Permanente, más afín al planteamiento leninista.

Esta distinción es importante porque detrás de un planteamiento de alianza con otras clases sociales puede haber una concepción estratégica diferente del proceso revolucionario, el cual debe ser explícito. Si no se es explícito el problema es que aparentemente podríamos hablar el mismo lenguaje y referirnos a cosas distintas.

1.1.5. La Alianza Obrero Campesina bajo el liderazgo del proletariado

Sobre el tema de la alianza de los obreros con otras clases sociales en un país semicolonial, veamos la cita siguiente de Trotsky:

Para mí no era discutible --digan lo que durante estos últimos años han difundido versiones absurdas sobre este particular-- que la revolución agraria, y, por consiguiente, la democrática en general, sólo podía realizarse contra la burguesía liberal por las fuerzas mancomunadas de los obreros y los campesinos. Pero me pronunciaba contra la fórmula "dictadura democrática del proletariado y de los campesinos", por entender que tenía un defecto, y era dejar en pie la cuestión de saber a que clase correspondería, en la práctica, la dictadura. Intenté demostrar que los campesinos, a pesar del inmenso peso social y revolucionario de esta clase, no eran capaces ni de crear un partido verdaderamente revolucionario ni, con mayor motivo, de concentrar el poder revolucionario en manos de ese partido. Del mismo modo que en las antiguas revoluciones, empezando por el movimiento alemán de la Reforma (en el siglo XVI), y aún antes, los campesinos, en sus levantamientos, apoyaban a una de las fracciones de la burguesía urbana, decidiendo muchas veces la victoria, en nuestra revolución burguesa retrasada podían prestar un sostén análogo al proletariado y ayudarle a llegar al poder, dando el empuje máximo a su lucha. Nuestra revolución burguesa --decía yo como conclusión- sólo puede cumplir radicalmente su misión siempre y cuando el proletariado, respaldado por el apoyo de los millones de campesinos, consiga concentrar en sus manos la dictadura revolucionaría.

Lo sustancial aquí es que, al igual de cómo lo plantearon Marx y Engels, no sólo Lenin sino también Trotsky proponían que la alianza obrero campesina es fundamental para la revolución en un país atrasado, pero a condición de que esté bajo el liderazgo de la clase obrera.

1.1.6. Las Tácticas del FUO y del FUA por la Internacional Comunista

La Internacional Comunista en época de Lenin no limitó su concepto de las alianzas a la alianza con el campesinado. La organización comunista mundial concibió dos tácticas que reflejan la aplicación de los mismos principios arriba descritos a otros sectores: En el caso de Europa en la coyuntura de la post Ia Guerra Mundial, promovió la táctica del Frente Unico Obrero (FUO) de los partidos comunistas con los partidos de la socialdemocracia cuando era evidente el avance del fascismo a comienzo de los años 20s.[4] Y en el caso de los países semicoloniales y coloniales, sometidos al vasallaje imperialista y donde existen movimientos nacionalista burgueses, propuso la táctica del Frente Unico Antiimperialista (FUA)

No procurar esas alianzas a nombre de defender la “pureza” de los intereses de la clase trabajadora o esconder los intereses de ésta en nombre de preservar la “Unidad Nacional”, eran posiciones por igual catalogadas de oportunismo por la Internacional leninista.[5] Es decir que los revolucionarios comunistas no debían evadir la necesidad de construir alianzas pero de actuar en base a principios en esas alianzas.

En el caso del FUO la meta no sólo era defensiva frente a la amenaza fascista, sino procurar la conquista del poder conjuntamente con la socialdemocracia para desarrollar un programa obrero mínimo. En el caso del FUA las metas eran dos:

(…) por una parte, lucha por una solución radical de los problemas de la revolución democráticoburguesa cuyo objeto es la conquista de la independencia política; por otra parte, organización de las masas obreras y campesinas para permitirles luchar por los intereses particulares de su clase, utilizando para ello todas las contradicciones del régimen nacionalista democrático burgués. (IV Congreso IC, Capitulo V, Los Objetivos Generales de los Partidos Comunistas de Oriente)

Como se ve, el énfasis del FUA estaba en ubicar al proletariado en la contradicción principal contra el imperialismo, táctica que tenía una dedicatoria especial para los países donde los Estados tenían o tienen regímenes muy subyugados a algún imperio y donde existe una burguesía con intereses nacionalistas.

Pero tanto el FUO como el FUA tenían un propósito suplementario que era clave para ganar a las masas obreras y populares al lado de la revolución, y era desenmascarar la inconsecuencia de las facciones socialdemócratas y burguesas nacionalistas en la lucha socialista y antiimperialistas, respectivamente.

Así como la consigna del Frente Único Obrero ha contribuido y contribuye todavía en Occidente a desenmascarar la traición cometida por los socialdemócratas contra los intereses del proletariado, así también la consigna del Frente Antiimperialista Único contribuirá a desenmascarar las vacilaciones y las incertidumbres de los diversos grupos del nacionalismo burgués. (IV Congreso IC, Capitulo VI, El Frente Unico Antiimperialista)

Es decir que ni una ni otra táctica tenían como propósito terminar en una “luna de miel” sino servir a los objetivos comunistas, ya sea defender las posiciones ganadas por la clase obrera o ganar al conjunto del proletariado y del pueblo hacia las posiciones del socialismo, proceso en el cual los comunistas no debían dar ninguna tregua incluso a sus aliados.

Reconociendo que ciertos compromisos parciales y provisorios pueden ser admisibles e indispensables cuando se trata de tomar un respiro en la lucha de emancipación revolucionaria llevada a cabo contra el imperialismo, la clase obrera debe oponerse con intransigencia a toda tentativa de un reparto de poder entre el imperialismo y las clases dirigentes autóctonas, ya se haga abierta o disimuladamente, pues tiene por objetivo conservar los privilegios de los dirigentes. (IV Congreso IC, Capitulo VI, El Frente Unico Antiimperialista)

Como veremos más adelante, tanto la táctica del FUO como del FUA han dejado un gran vacío en aquellos países que, como es el caso de la mayoría de países centroamericanos, hace mucho que dejaron de ser colonias pero donde hace mucho que no cobran vida facciones nacionalistas burguesas como, en cambio, sí sucede hoy día en Brasil, Argentina, Chile, o Venezuela misma.

1.2.

LA RUPTURA DE LA ORTODOXIA COMUNISTA: DEL ULTRAIZQUIERDISMO AL OPORTUNISMO “FRENTEPOPULISTA”

1.2.1 El abandono de la tradición marxista leninista

Este hilo conductor principista que viene desde Marx hasta los Cuatro primeros Congresos de la Internacional Comunista, sufre una ruptura cuando dicha organización internacional cae en manos de la facción de José Stalin, tras la muerte de Lenin y el exilio de Trotsky. La IC comienza un giro zigzagueante en la política de alianzas, que tiene su máxima expresión en dos posiciones extremas: la táctica del Frente de “Clase contra Clase” y la táctica de colaboración de clases, que en determinado momento se denominó la política del “Frente Popular”.

En esa época la revolución obrera en Europa no logró triunfar y los ojos de la IC se posan en Oriente. Ahí, consecuente con su esquema de la “Revolución por Etapas”, Stalin incide para que los partidos comunistas busquen acercamientos con los partidos burgueses nacionalistas, en el caso de las colonias y semicolonias, produciendo efectos muy negativos. Tal vez el caso más conocido de esta desastrosa política fue el fracaso de la primer revolución china entre 1925 y 1928.[6]

Pero el primer giro colectivo de los PCs a nivel mundial se produce con la política ultraizquierdista del VI Congreso Mundial (1928) que, justificado en la amarga experiencia china, llama a los comunistas a romper todo tipo de alianzas en todo el mundo, pero a tal extremo que se propuso romper la alianza de los comunistas con la socialdemocracia establecida en la táctica del FUO, obligando a los comunistas a enfrentar solos al fascismo (Frente de “Clase Contra Clase”). Esta política terminó en otro estrepitoso fracaso porque, precisamente, cuando la unidad obrera para enfrentar al fascismo era más necesaria en los países donde este iba en crecimiento, Stalin ordena enfrentar a las grandes organizaciones socialdemócratas como si fueran enemigas, facilitando el ascenso del fascismo al poder en Alemania e Italia.

El segundo giro se produce en el VIIo Congreso Mundial de la IC (1935) que llama a los comunistas a hacer todo lo contrario: a formar lo que se llamó “Frentes Populares” con las burguesías republicanas que resistían al fascismo a nivel mundial, para que fuera esta burguesía la que tomara el poder, y así, supuestamente, cerrarle el paso a la amenaza fascista. Esta última táctica, cuyo máximo intelectual fue Georgi Dimitrov, tenía como condición que los Partidos Comunistas debían abandonar todo intento de actuar y propagandizar en pro de los intereses del proletariado, renunciando a la revolución, y subordinarse totalmente al programa y la política de las facciones burguesas con las cuales se hacia Frente Popular.

También esta última táctica terminó en un estruendoso fracaso porque las burguesías que formaban parte del Frente Popular le temían más a la movilización antifascista de los trabajadores que al mismo fascismo y terminaban preparando el terreno para el triunfo de éste.

Eduardo Molina nos explica algunos ejemplos:

En 1936 el Frente Popular ganó las elecciones en Francia y en España, al calor de profundos proceso revolucionarios. En ambos llevó al desastre.

En Francia el gobierno del FP, dirigido por el “socialista” León Blum y que incluía al PC y al Partido Radical. Este gobierno se esforzó por calmar a los obreros –que habían protagonizado levantamientos revolucionarios en varias ciudades y una extraordinaria oleada de ocupaciones de fábrica- con algunas concesiones laborales. Al mismo tiempo, mantuvo intacto al imperio colonial, protegiendo a las Fuerzas Armadas e impidiendo que se afectara a la gran patronal francesa. Gracias a esta política, la reacción recuperó fuerzas, ganando apoyo entre la clase media arruinada por la crisis económica y exasperada por la ineficacia del Frente Popular. Los obreros se desmoralizaron. Pasado el peligro de un estallido revolucionario, la burguesía francesa se deshizo de León Blum y lanzó al país a la preparación de la guerra imperialista. La función política del FP fue impedir el desarrollo de la revolución y convertir a los obreros franceses en carne de cañón de la burguesía imperialista.

En España, después de que el levantamiento espontáneo de las masas derrotó el golpe militar del 18 de julio de 1936, comenzó la guerra civil. El Gobierno republicano, con el apoyo de socialistas, comunistas y anarquistas, se negó a hacer la reforma agraria, a dar la libertad a las colonias o la autodeterminación a los pueblos como el vasco o el catalán, con el argumento de que “primero había que ganar la guerra contra los fascistas de Franco”. Cuando los obreros catalanes se insurreccionaron en mayo de 1937, los aplastó, lanzando una “guerra civil” interna contra la vanguardia obrera y los opositores de izquierda. Así los obreros y campesinos, que habían dado todo, se vieron imposibilitados tomar en sus propias manos y con sus propios métodos la lucha. Por tanto, el triunfo del fascismo se hizo inevitable.”[7]

También este mismo autor nos explica cómo funciona la lógica del Frente Popular:

El mecanismo político esencial es bastante simple: La política del “frente popular”, como lo demuestran los ejemplos de España, Francia y otros países, consiste en subordinar al proletariado al ala izquierda de la burguesía” e impedir que siga un curso revolucionario independiente.


Los dirigentes de las organizaciones obreras y campesinas, así como los partidos reformistas buscan un acuerdo con algún sector de la burguesía, al que embellecen como “democrático”, “patriótico”, etc. con el argumento de que es necesario enfrentar al campo de la reacción o el imperialismo. En nombre de este bloque o frente, tratan de frenar la lucha de masas y postergar las reivindicaciones obreras y campesinas para no “asustar” a los eventuales aliados.


El “frente popular” es por tanto un recurso útil para la burguesía cuando se trata de frenar o desmontar procesos revolucionarios y salvar al capitalismo en situaciones de crisis extrema.


El gobierno frentepopulista entonces pide “calma y paciencia” a las masas, e incluso reprime al ala izquierda de éstas, cuando comienzan a apartarse de la dirección e intentan desbordar los marcos del régimen burgués.

El resultado final ha sido invariablemente el mismo, o los explotados y oprimidos se desmoralizan y desmovilizan al no encontrar solución a sus demandas; o al verse con las manos atadas por el “gobierno popular” y los partidos que lo apoyan, no pueden prepararse para enfrentar a la conspiración burguesa e imperialista, y sufren sangrientas derrotas”. [8]

No obstante los resultados negativos de esta política, el “frentepopulismo” fue, después de la muerte de Stalin, la política que más recomendaba la posterior dirigencia soviética a los partidos comunistas que le eran afines, sobre todo en situaciones de agudización extrema de la lucha de clases.

Los críticos más duros de la burocracia soviética, han afirmado que esta política sobrevivió hasta el fin del PC de la URSS, como resultado de su política de “detente” o “coexistencia pacífica” con el imperialismo norteamericano, con el propósito de cuidar un equilibrio geopolítico por el cual la revolución era abortada ahí donde Moscú tenía influencia.

Sin embargo, esta política duró tanto tiempo que se han convertido en una especie de cultura política a la que recurre la izquierda educada en los parámetros históricos del modelo soviético.

1.2.2 Antecedentes del Frente Popular en América Latina

La política frentepopulista también tuvo una existencia importante en América Latina, bajo cuatro modalidades distintas pero con una misma esencia: un frente de colaboración de clases que prepara el fracaso de procesos revolucionarios o su desvío para que no culminen en una revolución socialista.

En primer lugar, como frente de organizaciones burguesas con organizaciones comunistas y socialistas fuertes, como fue el Frente Popular en Chile de los años 1938-1947.

En segundo lugar, como gobiernos nacionalista burgueses sin la presencia de organizaciones obreras o socialistas, pero contando con su apoyo incondicional, como fue el caso del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de Bolivia en 1952.

En tercer lugar, como frente de organizaciones socialistas y comunistas sin una presencia significativa de organizaciones burguesas, pero asumiendo totalmente un programa nacionalista burgués, como fue el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en el período 1970-73.

Y en cuarto lugar, como frente de organizaciones pequeño burguesas radicalizadas en alianza con sectores burgueses no nacionalistas, como fue el caso del gobierno sandinista de Reconstrucción Nacional del período 1979 – 1989.

a) El Frente Popular en Chile (1938-1947):

En Chile, en medio de un gran ascenso social, los comunistas hicieron una alianza electoral con el Partido Radical (nacionalista burgués) llevando al poder a Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), sucedido tras su muerte en el gobierno por Juan Antonio Ríos Morales (1941-1946). Durante estos gobiernos, aparte de crear más de mil escuelas, desarrolló la industria, la electrificación y la producción agrícola en beneficio de la burguesía chilena, pero no hubo un avance significativo en la solución de los problemas estructurales del país. Posteriormente, el sucesor de este, Gabriel Gonzalez Videla (1946-1952), cogobernó con el Partido Comunista, pero en abril de 1947 expulsó a los comunistas de los cargos gubernamentales y rompió relaciones con la Unión Soviética y Yugoslavia. En septiembre de 1948 impulsó la denominada Ley de Defensa Permanente de la Democracia, reprimió las luchas obreras e ilegalizó al Partido Comunista de Chile, eliminando sus miembros de los registros electorales.

b) El frente populismo en Bolivia[9]

En abril de 1952, la clase obrera boliviana inició una clásica revolución. Todo estaba dado para que los trabajadores tomaran el poder. Pero cuando los obreros eran dueños de la situación, el MNR se apoyó en el cogobierno con la COB y los “ministros obreros” para reconstruir el estado burgués. En 1970, el gobierno nacionalista de J.J. Torres buscó comprometer a los sindicatos para que lo apoyaran, y si bien estos no entraron formalmente al gobierno, se mantuvieron en una línea de presión que impidió a los trabajadores prepararse para enfrentar al golpe de Banzer. En 1982, tras la caída de la dictadura militar, el gobierno de la UDP, integrado por el MNR de izquierda, el MIR y el PCB, frustró las expectativas de las masas movilizadas, desprestigió completamente a la izquierda y terminó favoreciendo el acceso de la derecha neoliberal al gobierno. Lechín, Genaro Flores y la COB, aunque se mantuvieron fuera del gobierno, actuaron como una “segunda línea” del FP, encerrando a los obreros y campesinos en una política de presión impotente para dar salida a la crisis nacional.

c) El segundo frente popular chileno: La Unidad Popular[10]

El gobierno de la Unidad Popular estaba formado por los partidos Socialista y Comunista y algunas corrientes menores. La burguesía existía sólo como “una sombra”: algunos representantes del viejo Partido Radical, algunos demócrata cristianos. Pero la subordinación al orden burgués estaba garantizada por la propia dirección reformista y sus relaciones con el aparato político y militar del Estado.
Aunque la Unidad Popular impulsó una reforma agraria limitada y estatizó el cobre y algunas empresas, se opuso frontalmente a los intentos de los trabajadores de avanzar hacia expropiaciones más generalizadas. En reacción a estas medidas, la ultraderecha en contubernio con la CIA organizó una conspiración golpista. Los obreros tomaron cientos de fábricas, extendieron el control obrero, crearon organizaciones muy poderosas denominadas “Cordones Industriales” como embriones de poder obrero, y al enterarse de los movimientos de los militares, solicitaron armas al gobierno de Salvador Allende. Este y el Partido Comunista trataron de devolver algunas de las fábricas a los patrones y llamaron a los militares a integrarse al gabinete. Fue Allende quien puso a Pinochet al frente del Ejército, llamando a confiar en la “profesionalidad y patriotismo” de las FF.AA. Así, la Unidad Popular desarmó a los obreros para enfrentar el golpe que se avecinaba. El resultado es conocido por todos: la sangrienta dictadura militar impuesta el 11 de septiembre de 1973.

d) El frentepopulismo en Nicaragua

La revolución nicaragüense de 1979 derrocó a la dictadura somocista e hizo ascender al Frente Sandinista al gobierno. Pero éste no tomó solo el poder, aunque tenía todas las condiciones para hacerlo, sino que lo hizo en alianza con sectores burgueses en el denominado Gobierno de Reconstrucción Nacional, que pusieron límites a la profundización de la revolución. La medida más radical del nuevo gobierno fue la nacionalización de la banca y el inicio de una amplia reforma agraria. Sin embargo, los burgueses en el gobierno lo abandonaron y el Frente Sandinista prácticamente gobernó solo, pero respetando los parámetros sociales y económicos del frentepopulismo: no pasar de crear un sector de economía de estado pero respetar la propiedad privada, con algunas excepciones (somocistas exiliados). En 1984 Daniel Ortega fue electo Presidente, pero en lugar de profundizar la revolución orientándola hacia el socialismo, la restringe en el marco de la democracia burguesa, sometiéndose a un fuerte desgaste militar frente a la agresión norteamericana. En 1990, en el contexto de un pueblo cansado de la guerra y de no ver mejorar su situación económica mientras los ricos seguían con sus posesiones y privilegios, gana el poder una coalición de derecha que desplaza al Frente Sandinista, sin que las estructuras económicas y sociales hayan superado el esquema oligárquico que aún prevalece en este país.

Probablemente las experiencias frente populistas del pasado hayan sido generalizadas en América Latina[11] --en la segunda parte haremos un rápido recorrido por las actuales variantes de esta política-- dando resultados distintos, pero es sintomático que el único proceso revolucionario que en el continente llegó al Socialismo fue aquel que no subordinó los intereses populares a un frente con ningún sector burgués: la revolución cubana.

Baste lo anterior para extraer las siguientes conclusiones:

  1. La política frente populista aparentemente cambia las relaciones de poder para no cambiar nada en la realidad, pues el sistema económico y el estado burgués continúan intactos.
  2. El frente populismo otorga algunas concesiones inmediatas a las masas populares para justificarse y ganar base social, pero al no tocar las estructuras económicas y socales que permiten la explotación y la acumulación capitalista, tropieza con un límite que lo llevan a un callejón sin salida, es decir, a la crisis económica.
  3. El frente populismo permite a la derecha reagruparse al no ser privada de sus bases económicas, sino que, en algunos casos, las expande.
  4. El movimiento de masas sufre un desgaste y desmoralización, desaprovechado la movilización social que le da base.

En base a todo lo anterior, el frente populismo prepara el terreno para que los sectores más recalcitrantes de la burguesía recuperen la estabilidad política, retomen el control del Estado, en el mejor de los casos mediante derrotas electorales a la izquierda o, en el peor de los casos, mediante el ascenso del fascismo.

(Más adelante, la segunda parte de este articulo)

Dado en la ciudad de Tegucigalpa, M.D.C. a los 21 días del mes de julio de 2008



[1] Eso llevó a los fundadores del socialismo científico en el siglo XIX a sumarse en Francia al “Partido Socialista Democrático (obrero) contra la burguesía conservadora y radical, sin renunciar, sin embargo, al derecho de criticar las ilusiones y los tópicos legados por la tradición revolucionaria”; “En Suiza apoyan a los radicales, sin desconocer que este partido se compone de elementos contradictorios, en parte de socialistas democráticos, al estilo francés, y en parte de burgueses radicales”. “Entre los polacos, los comunistas apoyan al partido que ve en una revolución agraria la condición de la liberación nacional: es decir, al partido que provocó en 1846 la insurrección de Cracovia”. “En Alemania, el Partido Comunista lucha al lado de la burguesía, en tanto que ésta actúa revolucionariamente contra la monarquía absoluta, la propiedad territorial feudal y la pequeña burguesía reaccionaria” (Manifiesto Comunista) .

[2] Las siguientes citas son esclarecedoras, todas extraídas de El problema Campesino en Francia, escrito por Marx: (El partido socialista) “hace ya mucho tiempo que ha adivinado el lobo que se esconde debajo de la piel de cordero del gran terrateniente disfrazado de amigo importuno de los campesinos, ¿va este partido a dejar tranquilamente al campesino, condenado a la ruina, en manos de sus falsos protectores, hasta que se convierta de adversario pasivo en un adversario activo de los obreros industriales? Con esto, hemos entrado de lleno en el problema campesino.”

“La población campesina a la que nosotros podemos dirigirnos está formada por elementos muy diversos, que a su vez varían mucho según las diversas regiones.(…) ¿Cuáles de estas categorías de la población campesina se pueden ganar para el partido socialdemócrata? (…) Comencemos por el pequeño campesino. Este no sólo es el más importante de todos los campesinos en el occidente de Europa en general, sino que además nos suministra el caso critico de todo nuestro problema. Una vez que veamos clara nuestra actitud ante el pequeño campesino, tendremos todos los puntos de apoyo necesarios para determinar nuestra posición ante las demás categorías de la población campesina. Por pequeño campesino entendemos aquí el propietario o arrendatario —principalmente el primero— de un pedazo de tierra no mayor del que pueda cultivar, por regla general, con su propia familia, ni menor del que pueda sustentar a ésta. Este pequeño campesino es, por tanto, como el pequeño artesano, un obrero que se distingue del proletario moderno por el hecho de hallarse todavía en posesión de sus medios de trabajo; es, por consiguiente, un vestigio de un modo de producción propio de tiempos pretéritos…

 

[3] Decía Trotsky en “La Revolución permanente”:

Plejánov, Axelrod, la Sasulich, Mártov, y con ellos, todos los mencheviques rusos, partían del punto de vista de que, en la revolución burguesa inminente, el papel directivo sólo podía pertenecer a la burguesía liberal, en su condición de pretendiente natural al poder. Según este esquema, al proletariado no le correspondía más papel que el de ala izquierda del frente democrático: la social-democracia debería apoyar a la burguesía liberal contra la reacción, y, al mismo tiempo, defender los intereses del proletariado contra la propia burguesía. En otros términos, los mencheviques concebían la revolución burguesa principalmente como una reforma de tipo liberal-constitucional.

Lenin planteaba la cuestión en términos completamente distintos. Para él, la emancipación de las fuerzas productivas de la sociedad burguesa de los cepos en que las tenía aprisionadas el régimen servil, significaba ante todo la solución del problema agrario, con la liquidación completa de la clase de los grandes hacendados y la transformación revolucionaria de la propiedad de la tierra. Con esto, estaba íntimamente ligada la destrucción de la monarquía. Lenin planteó con una audacia verdaderamente revolucionaria el problema agrario, que tocaba a los intereses vitales de la inmensa mayoría de la población, y condicionaba al mismo tiempo el problema del mercado capitalista.

Como la burguesía liberal, hostil a los obreros, está unida por numerosos lazos a la gran propiedad agraria, la verdadera emancipación democrática de los campesinos sólo podía realizarse, lógicamente, por medio de la unión revolucionaria de los campesinos y los obreros, y, según Lenin, el alzamiento conjunto de ambos contra la vieja sociedad conducirla, caso de triunfar, a la instauración de la "dictadura democrática de los obreros y campesinos".

 

[4] Ver el trabajo de Dimitrov, “El Frente Unico de la Clase Obrera contra el Fascismo”. También la IC bajó la siguiente linea a sus secciones: “Bajo ciertas circunstancias los comunistas deben declararse dispuestos a formar un gobierno con los partidos y las organizaciones obreras no comunistas” (Resolución sobre táctica de la IC, IV Congreso, 1922). Ver:

 

[5] “La negativa de los comunistas de las colonias a participar en la lucha contra la opresión imperialista bajo el pretexto de la “defensa” exclusiva de los intereses de clase es la consecuencia de un oportunismo de la peor especie que no puede sino desacreditar a la revolución proletaria en Oriente. No menos nociva es la tentativa de apartarse de la lucha por los intereses cotidianos e inmediatos de la clase obrera en nombre de una “unificación nacional” o de una “paz social” con los demócratas burgueses” (IV Congreso IC, Capitulo V, Los Objetivos Generales de los Partidos Comunistas de Oriente)

 

[6] Stalin forzó al PC Chino a hacer una alianza con la burguesía nacionalista del “Kuomintang”, dirigida por Sun Yat-sen, luego sustituido por Chiang Kai Chek. Este último, temeroso del fortalecimiento comunista en Shangai, Cantón y otras ciudades (el PCCh llegó a tener 57 mil militantes en 1927), provocó una ruptura con éste y ejecutó una terrible masacre de miles de comunistas en esas ciudades, erradicándolos por espacio de veinte años. El PCCh se afincó en 1930 en la provincia de Jiangxi donde gobernó, pero también ahí fue aplastado sangrientamente por el Kuomintang en 1934. A partir de ese año el PCCh desarrolló un retroceso que lo llevó a una “Larga Marcha” de 15 años hacia las provincias del norte hasta que la Guerra Chino Japonesa le permite una oportunidad de recuperarse.

 

 

[7] Molina, Eduardo, “El Frente popular, Un obstáculo estratégico en el camino de la revolución obrera y campesina”

 

[8] Molina, Idem.

[9] Idem

[10] Idem

[11] Pensamos por ejemplo, en el caso del ascenso de experiencias nacionalistas burguesas apoyadas por la izquierda como el ascenso del peronismo en Argentina, el APRA peruano, Vargas en Brasil, Cárdenas en México, etc. lo cual ameritaría un estudio particular.