Por Armando Tezucún

Mientras la epidemia del Coronavirus avanza implacable, otra epidemia igual de desastrosa progresa silenciosamente. Las medidas de contención decretadas por el gobierno para enfrentar la crisis sanitaria, han dado como efecto colateral una crisis alimentaria que se está extendiendo más allá de las regiones que año con año son afectadas por el hambre estacional, como el corredor seco. La suspensión de actividades económicas no esenciales, el distanciamiento social, la interrupción del transporte público urbano y extraurbano, el toque de queda desde horas de la tarde hasta la madrugada del día siguiente; todas estas medidas han interrumpido las actividades laborales por medio de las cuales decenas de miles de personas usualmente llevan el sustento a sus familias.

Más allá de que las disposiciones tomadas por el gobierno sean o no las más adecuadas, sus efectos han sido agravados por el injusto e inequitativo sistema capitalista que impera en Guatemala, con las particularidades que tiene de haber creado una pequeña élite multimillonaria que concentra un enorme porcentaje de la riqueza producida, una bajísima creación de empleos, un Estado débil con una raquítica recaudación fiscal, salarios que no cubren las necesidades vitales de las familias, sistemas de salud y educación sumamente ineficientes, entre otras cosas. En otras palabras, durante siglos este sistema ha creado una población altamente desprotegida, sin acceso a empleos dignos, servicios de salud y educación dignos, con un 61.1% de las personas viviendo en situación de pobreza, 50% de los niños con desnutrición y un 70% de la población económicamente activa sin empleo formal. Es esta falta de protección social la que ha conducido a una situación de hambruna, que después de ocho semanas de medidas de contención, se está extendiendo del campo a las ciudades.

El símbolo de esta nueva epidemia son las banderas blancas que enarbolan las personas que se han quedado sin medios para adquirir alimentos, pidiendo ayuda. Al inicio las banderas eran colocadas en las puertas o ventanas de las casas, pero al no llegar la ayuda, las gentes han salido a las calles, a la orilla de las carreteras, a las esquinas de los semáforos, para suplicar asistencia.

Haciendo gala de insensibilidad, el presidente Alejandro Giammattei en una de sus alocuciones acostumbradas acusó a estas personas de ser acarreadas, aludiendo a la costumbre de los partidos políticos burgueses de trasladar seguidores en camiones de una localidad a otra para nutrir sus mítines en los períodos de campañas electorales. Pero grupos de mujeres que salen a pedir ayuda con banderas blancas lo contradijeron. Estos grupos en particular proceden de asentamientos cercanos a la carretera al Pacífico, alrededor del kilómetro 14.5, y denunciaron que tampoco tienen agua potable. Afirmaron ser madres solteras y viudas, que trabajan como domésticas y perdieron sus empleos; otras tenían ventas de comida y tortillas en las paradas de los buses, pero con las medidas tomadas por el gobierno se quedaron sin clientes (El Periódico 4/05/2020).

La falta de alimentos no se está dando solo en la capital. Se ha reportado que en la cabecera departamental de Quiché, hay niños con banderas blancas en las esquinas solicitando víveres o dinero; han sido enviados por sus madres, y una de ellas expresó que trabajaba de lavar ropa ajena, pero por la pandemia del coronavirus ya nadie la contrató; otros niños dijeron que son lustradores, pero ya no pudieron ingresar al parque a trabajar debido a las restricciones (Prensa Libre 7/05/2020).

El gobierno anunció desde inicios de abril 10 programas para apoyar a las familias y aliviar la crisis económica; para ello cuenta con Q 13 mil millones aprobados por el Congreso de la República entre readecuaciones presupuestarias y deuda, tanto interna como externa. El ejecutivo esperaba empezar a distribuir esos apoyos a partir del 20 de abril, pero hasta ahora la única ayuda distribuida son paquetes de víveres producto de donaciones, que camiones del ejército han estado entregando, y son insuficientes. Un laberinto burocrático ha impedido hasta ahora la entrega de los Q 1 mil mensuales  (cantidad exigua que no cubre las necesidades) a las familias afectadas, haciéndose evidente además que decenas de miles de personas no alcanzarán el beneficio.

Exigimos al gobierno que agilice la entrega de la ayuda económica, el hambre no espera. Llamamos a las comunidades a que se auto organicen en comités para enfrentar los efectos de la crisis, y a las centrales sindicales, campesinas e indígenas, estudiantiles y populares a emprender la tarea de coordinar la organización comunitaria; en caso de que el gobierno empiece a abrir las actividades, organizar gradualmente acciones de protesta y lucha.