Por Ramona Itzep

A principios de diciembre de 2014, el diputado de Marvin Osorio, del partido Libertad Democrática Renovada (LIDER), luego de haber celebrado un servicio religioso en el Salón del Pueblo del Congreso de la República, dio declaraciones acerca de la intención de promover una iniciativa de ley para obligar a que se brinde enseñanza bíblica en todos los centros educativos, tanto públicos como privados. Este acto es todas luces un paso de la oligarquía, militares y otros interesados en continuar fortaleciendo al estado represivo y fundamentalista religioso que se ha mantenido en Guatemala; esto con la intención de seguir manteniéndonos al margen del ejercicio real de la ciudadanía y aceptar los “designios de dios”, para que sigamos diciendo, “sólo dios y la oración pueden hacer que mejoren las condiciones de nuestra amada Guatemala”.

El discurso fundamentalista, tanto religioso como patriarcal, ha permeado en el imaginario social en países como Guatemala, debido a la falta de acceso a la educación. Ahora, además del poco acceso que tenemos las y los guatemaltecos a una educación gratuita y de calidad, se pretende obligar a la lectura de un libro fantasioso que nos dice cómo vivir, cómo comportarnos en lo individual, familiar y colectivo, como si para ello no contáramos ya con una Constitución y un sin fin de leyes que regulan el comportamiento individual y las relaciones sociales, claro está, en beneficio de los poderosos.

La Laicidad es el ejercicio de derechos de acuerdo a tres elementos básicos: respeto a la libertad de conciencia, autonomía de lo político frente a lo religioso e igualdad de las y los individuos y sus asociaciones ante la ley, así como no discriminación (Blancarte, Roberto J. (2008) Para entender el Estado Laico, México Nostra ediciones). Esta es una conquista democrática que debe ser defendida por las trabajadoras y trabajadores; la separación entre Estado e iglesia debe ser profundizada en el programa de la revolución socialista.

Feministas en un gran número de países alrededor del mundo han analizado los desafíos y retos que conlleva la lucha contra los fundamentalismos religiosos. Entre ellos, “la pobreza nacional” como uno de los factores más importantes detrás del apogeo de los fundamentalismos religiosos, debido a que la población empobrecida suele sumarse a estos movimientos como una estrategia de sobrevivencia, pues comúnmente prometen mejorar su economía, con el sermón o discurso de prosperidad y abundancia, si confían en Dios y son fieles a su palabra. Esta constante pugna entre la fe y el ejercicio de ciudadanía, se inclina por lo más cómodo, la fe, y dejan de lado su capacidad de analizar y cuestionar, lo cual le viene muy bien a los gobiernos burgueses y al patriarcado.

La brecha entre ricos y pobres representa una ventaja para el oportunismo de los fundamentalismos religiosos. Al encontrarse con una población que no cuenta con servicios de calidad y gratuitos que se brinden y garanticen por parte del Estado, son las iglesias quienes se prestan a “ayudar” con programas sociales, claro eso sí, con la única y exclusiva condición de que aceptes a Cristo en tu corazón (y que sea quien maneje tu vida, conciencia y voluntad).

¿Qué de peligroso tiene aceptar y profesar una religión? Pues se dirá que nada, en la medida en que sea una decisión propia, no manipulada por funcionarios públicos, de quienes esperamos actúen de acuerdo a la ley y no de acuerdo a sus creencias personales, las cuales no deben intervenir el ejercicio de sus funciones. ¿Pero qué de peligroso tienen los fundamentalismos religiosos? Para toda la población es un riesgo, pero hay segmentos de la población contra quienes los fundamentalismos religiosos se ensañan. Es en nuestros cuerpos de las mujeres y la decisión sobre ellos en donde más influencia tienen; con la creencia errónea de que es voluntad de dios la maternidad, la castidad, la fidelidad, la sumisión, se nos violentan nuestros derechos fundamentales.

Ahora otro diputado, Gregorio Nolasco del Partido Patriota (PP), se suma a apoyar esta iniciativa de la lectura bíblica obligatoria. Estos diputados afirman que ese proyecto vendría a disminuir “las pandillas”, además reduciría la violencia porque los estudiantes tendrán presente la “palabra de Dios”. Esta es una propuesta por demás cómoda para los grupos dominantes, pues pasa por alto que la violencia juvenil es resultado, no de la ausencia de religión, sino del fracaso de la sociedad capitalista neoliberal, que no ofrece a nuestros jóvenes oportunidades de empleo digno, ni educación integral, ni acceso a un sistema de salud gratuito y de calidad.

Llamamos a las organizaciones feministas y sindicales a defender la conquista de un estado laico y a luchar porque se cumpla con los derechos democráticos que implica, contra la intención de los grupos oligárquicos de utilizar la religión para controlar mejor a los oprimidos y explotados.