Por Joseph Manuel A. Herrera

Inclusive el Imperio romano se desmoronó bajo el influjo de las masas bárbaras del centro de Europa; ¿porque no va desplomarse el Imperio Norteamericano bajo el influjo de las masas bárbaras de Centroamérica, América Latina y resto del mundo?

La profunda crisis del orden imperial neo colonial establecido después de derrotada la revolución centroamericana (1979-1996), es hoy a todas luces un hecho consumado. Las pigmeas burguesías finqueras después de muchos intentos, solo han podido echar adelante un puñado de débiles Estados nacionales, siempre al borde de la bancarrota económica o de la disolución política bajo la fuerza de las contradicciones sociales por ellas creadas.

Esta situación ha derivado en una crisis social que solo es equiparable a la de países en guerra. Esto no es raro, pues lo que se esconde bajo las fuerzas vivas de la sociedad, no es otra cosa que el reinicio de la guerra civil pausada hacia el último cuarto del siglo pasado, entre las minorías sectarias que ejercen el poder y las mayorías populares que sufren ese ejercicio, la lucha entre la patria de los ricos y la patria de los pobres. La pax burguesa establecida después de la firma de los acuerdos de paz está hoy tomando sus últimos hálitos de oxígeno, pues vive ya tiempo prestado.

Una crisis de dirección de la sociedad

Las enanas burguesías nacionales centroamericanas no gobiernan Estados, administran la bancarrota económica y el caos social que han creado.

La masiva migración hacia el centro del imperio –los Estados Unidos– desde la periferia rural centroamericana, es solo el síntoma más palpable de la enorme olla en ebullición que es Centroamérica en estos días. Las marejadas de personas desterradas por las convulsivas sociedades centroamericanas responden a la bancarrota de un modelo económico dependiente, productor de materias primas, acentuada por la bruta administración de la burguesía, históricamente reticente a pagar impuestos, cargando el peso de los invertebrados Estados burgueses sobre las clases medias y la pequeña burguesía comercial y de servicios, cada día más pobre. Guatemala y Costa Rica son ejemplos palpables de países donde los más ricos, son los que menos impuestos pagan.

Toda esta mediocridad de la clase dirigente encaminada al desmantelamiento del Estado a su mínima expresión, bajo la lógica del saqueo neoliberal privatizador, desde finales del siglo XX ha reducido al Estado y los servicios básicos que éste brinda a las masas explotadas, y que ayudaban suavizando las contradicciones de clase, producidas por la dictadura del capital sobre el trabajo en sociedades atrasadas como la nuestra. Este rapaz saqueo hoy continúa; el caso del pueblo hondureño defendiendo la salud y la educación es ejemplar, sin olvidar El Salvador, donde la lucha en defensa al derecho del agua manifiesta el eje de estos combates; todo esto atizado por una crisis climática que se ha acentuado con varios años de sequías en las tradicionales economías agro-exportadoras del istmo, quebrando el eje comercial de las pequeñas burguesías campesinas con poca o con ninguna tierra, a lo largo y ancho de la rural Centroamérica. Y a la sombra de las grandes propiedades latifundistas y de monocultivo.

El cambio climático es un hecho, aunque el Führer Trump se empecine en ignorarlo, y este cambio hará aún más hondos los barrancos que separan a ricos y pobres, sobre todo en sociedades tan poco diversificadas económicamente como las centroamericanas. La pobreza se extenderá aún más y el peso de las masas bárbaras centroamericanas hacia el corazón del imperio, no serán detenidas ni por los muros, ni por la guardia rural del imperio que ahora adopta el nombre de: Guardia Nacional de México.

Todo esto a grandes rasgos puede explicar el agotamiento de todo un modelo de dominación de las incultas burguesías del trópico en Centroamérica. La crisis política –sin caer en doctrinarismo ortodoxo– encuentra parte de su origen en el quiebre del modelo económico agro-exportador dependiente, que ya se manifiesta en ramas tradicionales del agro centroamericano, como lo es el café, el azúcar y el banano. La débil industria ligera (embazadoras, empacadoras y maquilas) siempre atada a los vaivenes climáticos, sociales y de lucha por la tierra que trastoca la rudimentaria economía agraria, ha hecho que las burguesías centroamericanas viren sin éxito su mirada hacia la diversificación de ramas de la economía de expolio, como lo son el enclave palmero, la extracción minera y los mega proyectos energéticos vinculados al mercado regional colombiano o mexicano, ramas que en lugar de dinamizar la economía, la paralizan más ante la salida sistemática de las ganancias producidas hacia el extranjero, sin la necesaria circulación local de capital que haga más dinámicas sus contradicciones estructurales por medio de la distribución de la renta, que incremente el poder adquisitivo de las masas.

La repuesta del Imperio Estadounidense y su caporal mexicano

El primer rey de Roma fue Rómulo, y el último emperador fue Flavio Rómulo Augusto

El imperialismo norteamericano se sacude y se desbarata por sus eslabones más débiles, no es raro que ahí donde el orden neocolonial impera, como distorsión alejada del centro metropolitano capitalista, sea donde las contradicciones son más profundas, donde la crisis económica y política alcanza todos los niveles de la sociedad.

Ahí donde el orden neocolonial fue restituido y no transformado, después de que fueran aniquilados o subvertidos todos los movimientos nacionalistas revolucionarios del siglo pasado. La crisis hoy es irreversible. La tradicional migración ilegal temporal de latinoamericanos en general y centroamericanos en particular –promovida por la propia economía gringa, que requiere de la fuerza de trabajo barata del migrante ilegal- no puede integrar rápidamente en la economía el desbordamiento de la fuerza de trabajo de la bárbara periferia rural centroamericana; pero tampoco lo quiere así.

Este torrente humano incluso choca directamente con la restauración industrial promovida por la administración Trump, que ha optado por regresar al territorio estadounidense la industria deslocalizada por sus padres políticos neoliberales a finales del siglo XX, que promovieron en su momento la desindustrialización dirigida hacia mercados donde la mano de obra era más barata como México, Colombia, Brasil y China. La agresiva reindustrialización por medio de penalizaciones económicas de las compañías que tengan más de la mitad de sus operaciones fuera de territorio estadounidense, busca promover la contratación de los trabajadores que son ciudadanos norteamericanos, para menguar el empobrecimiento de la clase media blanca, que es el fuerte de la base social que ha votado por Trump y que derivado de la caída histórica de los índices del desempleo, le reelegirán para un segundo mandato. Esto atizará aún más las contradicciones entre el decadente imperialismo metropolitano norteamericano y sus tradicionales aliados, socios periféricos.

Pero los intereses de la administración Trump de restaurar el dominio imperial estadounidense sobre su periferia, también choca con los propios intereses de esa periferia y de su clase dirigente nativa. El caso más evidente es la justa en la cual el flamante gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que desde el discurso se pintaba como el regreso del cardenismo decimonónico, pero que en la realidad ha sido poco más que una alfombra pisada por Trump y sus halcones económicos, en una batalla más de su agresiva política internacional que mezcla a dos tiempo el Big Stick –Gran Garrote– y la Diplomacia del Dólar, que si no logra doblegar por medio de la presiones económicas y arancelarias, domina por medio de la presión política.

Esto último ha colocado a AMLO en una situación que contradice su discursiva patriótica, asemejándolo mas a un caporal que por medio de su nueva Guardia Nacional ha asumido la vigilancia rural de la frontera imperial. Trump ha logrado lo que hemos sostenido en anteriores números, que no es otra cosa que erigir el muro fronterizo que prometió durante su campaña y en los hechos lo han pagado los mexicanos, pues ahora el muro de la frontera sur de Estados Unidos es la totalidad del territorio de México. En la actual etapa de la lucha diplomática el imperialismo pasa de arrodillar al enemigo más fuerte que es México, a desarticular por la presión diplomática y política a los débiles gobiernos burgueses de Centroamérica. En esto el imperialismo ha encontrado de todo un poco, empezando por el clásico servilismo de Nayib Bukele, que primero se arrodilló ante AMLO saludando las inversiones de empresas de capital mexicano en la zona sur de México para la contratación de los migrantes y que al cierre de este periódico recibía al encargado de la diplomacia Norteamérica, Mike Pompeo en El Salvador.

La tiranización centroamericana: Del bonapartismo a las dictaduras tropicales

“Sucede a veces que el vencido es el que impone su cultura al vencedor”.

Lenin

En Centroamérica la degradación del modelo económico ha derivado en una degradación del régimen político, las formas y las instituciones por las cuales la burguesía ejerce su poder sobre el conjunto de la sociedad, que no son ni serán las mismas de los tiempos precedentes de relativa paz social.

El caso de Honduras, Nicaragua y Guatemala son los más clarificadores. En el caso de Honduras el régimen se trasmutó del bonapartismo del Partido Nacional (PN) a una dictadura sostenida sobre las instituciones armadas y cuerpos represivos del Estado. La crisis social ha llegado a tal nivel que la burguesía ya no puede asegurar su supremacía sobre las demás clases, sino es por la vía de la represión continuada. Similar caso ocurre en Nicaragua desde el aplastamiento militar de los tranques por la burguesía sandinista. El fin de la bonanza económica asegurada por las inversiones de la boliburguesía chavista se ha acabado; esto ha abierto un período similar al de la dictadura cachureca hondureña, solo que aquí la sistemática represión la ejercen las instituciones al mando de la ex dirigencia sandinista vuelta dinastía familiar.

En Guatemala el desarrollo desigual y combinado de la crisis ha llevado a que la evolución del bonapartismo tradicionalmente enmarcado en la figura de una fuerte presidencia, sea más lento. Pero la crisis del régimen democrático burgués de 1985 en lugar de aminorase se ha profundizado después del 16 de junio pasado, cuando se celebró la primera vuelta de las elecciones generales. El gobierno que surja de estas atípicas elecciones, solo podrá ser de carácter bonapartista, pues al igual que el del actual presidente Jimmy Morales transitará entre la disyuntiva de aplacar la crisis con la cada vez más grande concentración del poder, en la figura de la presidencia.

Cada vez se le hace más difícil a las débiles burguesías nacionales mantener el control de las clases oprimidas. Por ejemplo, en la “democrática” y desmilitarizada Costa Rica el presidente Carlos Alvarado no escatima arengas que llenen de furia a la policía para reprimir a los trabajadores públicos en lucha, contra los recortes sociales y beneficios estatales.

Al cierre de esta edición, Bukele ya había dado el espaldarazo a Mike Pompeo asegurándole que tienen el respaldo del gobierno del El Salvador para detener la irreductible marcha de los migrantes que rumbo al norte buscan escapar de la pesadilla de la que las burguesías, como de la que él forma parte, son artífices. Por otro lado, el jocoso comediante que cuenta ya sus últimos meses en la presidencia de Guatemala ha perdido la iniciativa, y ha tenido que dar marcha atrás a sus planes de volver a Guatemala sala de espera del servicio de migración de los Estados Unidos, una suerte de cárcel de migrantes a las puertas de México.

Trump ha dado su última amenaza vía las redes sociales, advirtiendo que, ante la negativa del gobierno de Guatemala de aceptar un acuerdo de tercer país seguro, los Estados Unidos deberán subir los gravámenes que sobre las remesas que los más 3 millones de guatemaltecos que viven en EU envían a sus familias y que forman parte importante de la economía nacional.

En adelante podemos asegurar con certeza que la crisis económica en Centroamérica se profundizará. Las medidas anti migrantes promovidas por Trump, en lugar de detener a los desterrados, seguirán promoviendo su justa causa de gozar de los beneficios del imperio no como ciudadanos de tercera y cuarta categoría, sino plenamente. Como en los últimos días del Imperio Romano de occidente, el imperialismo gringo se debate entre aplastar a los cipayos estados que engendró a la sombra de su victoria militar sobre los centroamericanos, a riesgo de negarse a sí mismo. Para los centroamericanos se vienen tiempos aún más difíciles; los nubarrones que hoy se alzan sobre el pueblo centroamericano solo serán batidos bajo el peso de las batallas que la historia aun prepara para nosotros. Estamos ante la posible disolución de los débiles Estados burgueses en Centroamérica o ante la construcción de una nación en la que quepamos todos y cada uno de los que en esta tierra han nacido. Pero esto solo será posible con largas jornadas de lucha por la supervivencia de Centroamérica y de los centroamericanos.