Medio Oriente


Por Liev Contreras

Hace más de 18 meses, durante el clímax de la “Primavera Árabe” (Egipto, Yemen y luego Libia) iniciaron las movilizaciones en Siria en contra el régimen de Bashar Al Assad, cabeza y símbolo del régimen que controla dicho país desde la década de los 70 del siglo pasado. Hoy, en medio de una cruenta guerra civil, emergen una serie de datos y hechos que necesitan ser analizados. ¿Está Siria en una situación revolucionaria? ¿Cuál es el papel del imperialismo?, para finalmente: ¿Qué posición debe mantener la izquierda revolucionaria en el proceso Sirio?

 

La definición más básica dentro del marxismo de “situación revolucionaria” es cuando los de arriba no pueden y los de abajo no quieren. Lo que en palabras terrenales significa: “(…) una colosal crisis política, económica del régimen. Quizás también cabría la de un vuelco masivo a la revolución de la pequeño burguesía, aunque no haya una colosal crisis del régimen” (Moreno, Nahuel “Revoluciones del Siglo XX”, pág. 84) Cabe analizar: ¿Esta Siria en una situación revolucionaria? Creemos que sí. Analicemos las premisas primordiales.

El “crack” económico

En el año 2001, Siria transformó su estructura económica. La burguesía Siria (representada directamente por Al Assad y la etnia alawí) enmendó la Ley de Inversión, que permitió la repatriación del 100% de las ganancias a los capitales transnacionales. El 10º Plan Quinquenal para el período 2005 – 2010 fue dirigido primordialmente a mantener bajos niveles de inflación, reestructuración de las empresas públicas y transformarlas en corporaciones, revisar los subsidios y adoptar un austero manejo fiscal, la liberación gradual de precios y los mercados, apertura de las fronteras al comercio a través de la reducción o eliminación de aranceles aduaneros, y finalmente alentar la inversión extranjera.

Estas medidas político-económicas implicaron la apertura indiscriminada de los mercados de estos países a la inversión extranjera y a la importación de productos de fabricación foránea ante cuya presencia los capitales locales en la mayoría de los casos se retiraron por falta de competitividad, provocando una desindustrialización generalizada. A esto se sumó el aumento de los precios de los alimentos. Según un índice confeccionado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, siglas en inglés), los precios para una canasta internacional de alimentos que incluyera lácteos, carne, azúcar, cereales y oleaginosas se dispararon en más del 30% entre junio y diciembre del 2010 (5). Este aumento impactó de modo estrepitoso, pues durante las últimas tres décadas el "mundo árabe" en general experimentó una fuerte disminución en su producción agrícola.” (http://www.voltairenet.org/Notas-para-desmenuzar-el-conflicto)

En otras palabras, la burguesía siria en busca de ser “competitiva” a nivel regional y global adoptó las recetas “fabricadas” desde 1991 en el “Consenso de Washington” como una forma hábil y oportunista de “lavarse la cara” ante el imperialismo yanqui y las potencias Occidentales.

El “crack” político

La tesitura del régimen no es distinta a la que hasta hace poco imperaba en Egipto, Yemen y Libia: la presencia de un fuerte caudillo (en este caso Bashar Al Assad), una economía de mercado relativamente abierta, asistencialismo estatal, usufructo y abuso de la renta petrolera por una minoría, etc. Así mismo, en dos casos particulares, en un grupo minoritario confluían la condición de burguesía y de etnia: los Gadadfa (Libia) y los Alawi (Siria). La mayoría de la población que no pertenece a estas etnias, son doblemente explotados: como trabajadores y como miembros de una etnia religiosa distinta.

En los hechos esta división genera claros rezagos de discriminación de hecho y/o derecho entre los miembros de un “clan” o “confesión” y los que no pertenecen a ella. Esta desigualdad funciona como un perfecto catalizador al descontento por la situación material. El propio Vladimir Putin no guarda nada al señalar: “Está claro que los jefes de estos países pasaron por alto la necesidad de cambios, no notaron las tendencias que existían en sus propios países y en el mundo y no realizaron las reformas necesarias a tiempo. Ante todo es el resultado del estado de las cosas (…) al fin y al cabo, a pesar de todo, los pueblos de estos países, cansados de los regímenes pasados, esperan de los gobiernos nuevos decisiones eficaces ante todo de sus problemas sociales y económicos. Pero si no hay estabilidad política estos problemas no podrán ser resueltos.” (http://www.voltairenet.org/Putin-el-escudo-antimisiles-de)

El papel del Imperialismo

El imperialismo (yanqui, ruso, etc.) ha seguido muy de cerca el proceso. Si bien es cierto, Rusia y China han actuado desde el Consejo de Seguridad como “defensores de la autodeterminación” Siria, su postura no nos debe confundir. Rusia comercia armas a Siria desde hace tiempo, pero más aún, su aliado Al Bashar es una garantía para Moscú en el mapa geopolítico en la región.

Este impase entre las potencias imperiales (EE.UU. y Rusia) por la “salida” a la cuestión siria, no debe conducirnos a pensar que el imperialismo ruso es más “respetuoso” o “progresivo”. Lo que existe actualmente es una batalla por lo bajo, dado que el desenlace de la guerra en Siria puede significar pérdida de aliados en el área para uno (Rusia) o ganar posiciones estratégicas para otro (EE.UU.)

El imperialismo en su conjunto, desde el día uno del conflicto pretendió llegar a un acuerdo satisfactorio para todas las partes, el propio Putin lo confirma al señalar: “En Ginebra propusimos a nuestros socios del proceso de negociaciones una reunión. Efectivamente, todos se reunieron allí y elaboraron una «hoja de rutas» de lo que habría que hacer para que en Siria se lograra la paz y la situación llegue a la vía de un desarrollo constructivo. Prácticamente todos estuvieron de acuerdo con nosotros, les dimos a conocer los resultados al gobierno sirio; pero después los rebeldes, en sí, no quisieron reconocer estas decisiones y muchos de nuestros socios del proceso de negociaciones abandonaron esta posición silenciosamente.” (Ídem)

Guerra Civil desmonta los planes imperialistas

El imperialismo en esa línea montó el llamado “Plan Annan” a través de la ONU, mismo que intentó implementar el ex Secretario General de la ONU. Este plan contemplaba un alto al fuego para no romper el estatus quo regional y aplicar “El modelo Yemení”: la creación de un “Gobierno de Unidad Nacional” que sustituyera pacíficamente al Gobierno desgastado.

Esta posibilidad se desvaneció tanto por la intransigencia de Al Assad de deponer el poder, como por las características propias de la insurgencia siria: “Pero ese no es el caso en el seno de una oposición siria que se caracteriza todavía hoy por la fragmentación y el creciente peso de unos Hermanos Musulmanes que no acaban de contar con la confianza internacional.” (El País, 27/08/2012) “Sin embargo, como el ELS dista de ser un conjunto homogéneo, este movimiento aún no ha podido ser completado. El núcleo dirigente del Consejo Nacional Sirio, con asiento en Turquía, está formado por sirios exiliados principalmente en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos y, en su mayor parte, son kurdos y sunnitas (muchos de estos últimos pertenecientes a la Hermandad Musulmana que en la actualidad preside Egipto), aunque también hay presencia de algunos alauitas. Hasta el 10 de junio de 2012, el Consejo Nacional Sirio estuvo liderado por Burhan Ghalioun, un académico sirio liberal residente en París luego, Ghalioun fue remplazado por el exiliado en Suecia, Abdulbaset Sida, perteneciente a la minoría kurda.” (http://www.voltairenet.org/Notas-para-desmenuzar-el-conflicto)

Ante la imposibilidad de aplicar la “hoja de ruta” pactada por el imperialismo en su conjunto, es que Rusia y EE.UU. entran en un atolladero, pues cada uno pretende defender sus intereses geopolíticos, sobre todo Rusia, preocupada por el Escudo Anti Misiles que EE.UU. proyecta perfeccionar en Europa del Este.

Hacia una posición antimperialista y socialista

Existe una situación revolucionaria en Siria, el régimen combate en una ardua guerra civil, una guerra irregular en donde a diario se intercambian posiciones entre el ejército sirio y el ELS o las guerrillas anti gobierno. Que el imperialismo yanqui pretenda incidir en la oposición siria, no debe conducirnos a la falsa impresión que se trata de una “Revolución Inducida” por el imperialismo. La lucha armada es una realidad… no se trata de una “guerra fabricada por la propaganda”. Como marxistas revolucionarios responsables debemos esgrimir una clara posición clasista para la clase obrera siria.

En la lucha existe unidad de acción en contra del régimen: guerrillas cristianas, salafistas, desertores del ejército, incluso se mencionan miembros de Al-Quaeda; por lo que se necesita avanzar a la institución de una Dirección Política. No cualquier dirección, sino una dirección de los trabajadores sirios, que deponga las diferencias étnicas y religiosas; que esgrima un programa revolucionario. Luchar por derrocamiento de Bachar Al Assad en sí mismo no es suficiente, se debe abolir el régimen (económico, político, etc.), y avanzar a la fundación de un Estado laico y no racista; con un amplio régimen de libertades democráticas: de expresión, de prensa y sobre todo de organización. Sólo una dirección clasista y revolucionaria permitirá derrocar al Al Assad y sobre todo destruir el sangriento régimen de explotación sobre el que se asienta.