Medio Oriente

Por Orson Mojica

La oleada de revoluciones democráticas que sacudió el mundo árabe, tradicionalmente plagado de dictaduras, reinados y regímenes totalitarios, ha terminado cambiando el mapa político en Medio Oriente. Siria ha sido, por el momento, la excepción a la regla.

El peso de Siria en Medio Oriente

El régimen de los Assad comenzó como un movimiento nacionalista revolucionario en los años 60 del siglo XX, y en el transcurso del tiempo, igual que Gadafi en Libia, se transformó en una dinastía familiar. El gobierno Sirio ha sido un aliado incondicional de Rusia, y  una pieza clave para la estabilización del convulso Medio Oriente.

Siria tiene fronteras con Israel, Líbano, Irán, y tradicionalmente ha sido un área de influencia, primero de la URSS y ahora de Rusia, siendo el único país del mediterráneo que alberga una base naval militar rusa.

Estas vinculaciones internacionales, el hecho de ser aliado de Irán, así como la heterogeneidad étnica y religiosa en Siria, dividida en alauitas, sunitas, kurdos, chiitas, cristianos, etc, complican cualquier salida negociada, pactada y decidida por el imperialismo, y le dan cierto margen de maniobra al régimen de Bashar Al Assad, quien aprovecha cada instante para aplastar a sangre y fuego la rebelión popular

Diferentes momentos

La rebelión popular en Siria ha pasado por varios momentos. Las iniciales manifestaciones de protesta fueron brutalmente reprimidas, convirtiéndose rápidamente en insurrección y en una guerra de guerrillas, que se defiende con las uñas de las incesantes masacres y del genocidio, hasta convertirse en una abierta guerra civil, en una lucha a muerte por el poder político. El temor al triunfo de la insurrección popular, es decir, que se repita la experiencia de Libia, hizo que el imperialismo norteamericano y europeo, junto a las burguesías árabes, buscaran salidas negociadas a la guerra civil, aceptando incluso la sobrevivencia del régimen dictatorial, bajo el compromiso de realizar ciertas reformas políticas.

Bashar Al Assad aprovecho el impasse y los temores, para reconquistar el terreno perdido. Las masacres en Siria han contado con la complicidad de todas las potencias imperialistas, que hipócritamente derraman lágrimas de cocodrilo por los civiles muertos. Los grupos insurgentes pelean con el poco armamento clandestino que llega desde Qatar y Arabia Saudita, dos reinos sunitas que son enemigos mortales del régimen de Bachar Al Assad, de confesión alauita (un desprendimiento del chiismo)

Después de superar muchas contradicciones, se produjo un acuerdo secreto entre Estados Unidos y Rusia de evitar el derrocamiento revolucionario de la dictadura de Bashar Al Assad, siempre y cuando impulsara las reformas y se lograra un cambio pacifico de gobierno y régimen. Este acuerdo dio origen a la Misión de Observadores de la ONU, la que se mostró impotente ante las sistemáticas masacres

Poco a poco, la intensidad de la rebelión popular, a pesar de las continuas masacres, fue creando una situación militar adversa al ejército sirio, que ha tenido que combatir en el propio Damasco.

Las deserciones debilitan al ejército sirio. Han desertado miles de soldados, que pasan a formar parte del campo contrario. Al menos una treintena de generales y altos oficiales han desertado, siendo la más relevante la del general Manaf Tlass, quien comandaba una unidad de la temible Guardia Republicana. Tlass es visto por la oposición siria y por los imperialismos como una persona que puede dirigir un gobierno de transición.

La Oposición burguesa en Siria

Dentro del campo de la oposición siria se distinguen dos ramas: una política, compuesta por el Consejo Nacional Sirio (CNS) y el Comité Nacional por el Cambio Democrático (CNCD), y otra militar, el Ejército Libre de Siria (ELS), compuesta por oficiales y soldados desertores del Ejército sirio, mas milicianos que se les suman, que dirige el coronel Riad al Asad, asentado en territorio turco.

Después de muchas diferencias, presionados por la Liga Árabe, se inició un proceso de unificación de la oposición política que comenzó en junio del 2011, en la ciudad turca de Antalya. El CNS a principios de diciembre del 2011 se  alió con el ELS.

El CNS, liderado por Burhan Ghalioun y considerado la oposición en exilio -tanto por su composición como por tener su base en Estambul, Turquía-, agrupa a una serie de partidos políticos, al grupo de intelectuales de la llamada “Declaración de Damasco”, a los Hermanos Musulmanes y a una serie de activistas kurdos y caldeos. Las minorías alauitas, cristianos y drusos apenas tienen representación.

Por su parte, el CCNS, un bloque de la oposición interna compuesto por trece partidos políticos de tendencia secular y nacionalista, está presidido por Hassan Abdel Azim y apoyado por históricos opositores como Michel Kilo, Fayez Sara y Samir al Eitta. El CCNS también cuenta con el respaldo de tres coaliciones dentro del país, derivadas de los originarios comités locales creados por los activistas para publicitar el levantamiento: el Consejo Superior de la Revolución Siria (de tendencia islamista), la alianza Ghad y la Comisión General de la Revolución Siria.

Hasta hace poco, el principal punto de división era el dialogo con el régimen de Bashar Al Assad y la composición del futuro gobierno. El CCNS maneja una postura mucho más “pragmática”, se ha mostrado dispuesto a dialogar con el régimen siempre y cuando retire a sus tropas de las calles, cese todo ataque contra los manifestantes y libere de las cárceles a los prisioneros políticos. El CNS ha manejado una posición mas dura, pero estas diferencias parecen haber desaparecido después de la reciente reunión de El Cairo.

El fracaso del Plan de Kofi Annan

La inoperante Liga Árabe ha emitido varias declaraciones de condena a las masacres perpetradas por el ejército sirio contra la población civil, pero no realiza ninguna actividad real para detenerlas. Todos claman al cielo, pero permiten las masacres. Al final, todas las burguesías árabes se alinearon con el Plan de Paz promovido por Kofi Annan, que alentaba una transición ordenada, es decir, esperarían que Bashar Al Assad pacificara el país e impulsara desde arriba la reforma democrática del régimen político.

El Plan de Paz de Annan de 6 puntos, apoyado por Rusia, incluían el cese de la violencia, ayuda humanitaria, apertura política y liberación de preses políticos, libertades democracias, liberta de prensa, etc. Lo más que llegó a hacer la ONU, fue renovar por tres meses mas la Misión de Observación en Siria, a pesar de que las masacres han adquirido ribetes apocalípticos

Los intereses estratégicos de Rusia

A diferencia de Libia, en donde el imperialismo norteamericano en pocos meses logró formar un consenso mundial contra el régimen dictatorial de Gadafi, arrastrando a Rusia y China,  dos países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, en el caso de Siria la situación se ha tornado mucho más compleja.

Pero la actitud de Rusia, que denunció a posteriori el engaño sufrido en Libia, cuando el nuevo gobierno libio no reconoció sus anteriores concesiones petroleras, ha dificultado los planes imperialistas de pacificación y estabilización de Siria. Rusia, al igual que China, como imperialismos emergentes, no solo han vetado en dos ocasiones (febrero y julio 2012) dentro del Consejo de Seguridad de la ONU cualquier intervención militar en Siria, sino que ha mostrado con firmeza que no esta dispuesta a abandonar a su suerte a su aliado incondicional, Bashar Al Assad, sin antes garantizarse la salvaguarda de sus intereses geopolíticos en Siria.

Sergey Lavrov, ministro de relaciones exteriores de Rusia, ha defendido vehementemente su veto en la ONU: “Aprobar una resolución en este momento supondría dar apoyo directo al movimiento revolucionario. Si esto es una revolución, el Consejo de Seguridad de la ONU no tiene nada que hacer en ella”. (El País, 18/07/2012).

Pero debido a la firmeza, intensidad y prolongación de la rebelión popular en Siria, Rusia ha comenzado a deslizarse suavemente hacia un distanciamiento de su antiguo aliado Bashar Al Assad. Recientemente Rusia comenzó a hablar de limitaciones en la entrega de armas al ejército sirio. Vyacheslav Dzikaln, vicepresidente del Servicio Federal de Cooperación Técnico Militar de Rusia, anunció que “hasta que la situación no se estabilice [en Siria] no habrá nuevas entregas de armas”. (El País, 09/07/2012)

En un inusual movimiento político, Serguei Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores, recibió a una delegación del opositor Consejo Nacional Sirio en el exilio.

China busca áreas de influencia

China, otro imperialismo emergente, mantiene fuertes lazos económicos con Irán. Este es un vital abastecedor de gas y petróleo a China. Las empresas chinas impulsan proyectos eléctricos y de carreteras en Irán. Por ello, la diplomacia China sirve de mediadora entre Irán y las potencias imperialistas occidentales, sobre el tema nuclear.

En ese contexto, la caída abrupta del régimen Bachar Al Assad, dejaría un camino abierto para posibles incursiones militares en Irán, algo que China quiere evitar a toda costa. Esta diplomacia contrarrevolucionaria no es nueva, es la misma que se aplicó en vida de Mao Tse Tung, cuando China reconoció diplomáticamente al régimen de Pinochet, en 1973.

Buscando la “transición pacifica”

A pesar de las decenas de miles de civiles masacrados por el ejercito sirio, todas las potencias imperialistas, incluidas Rusia y China, ante la radicalización de la insurrección popular, buscan desesperadamente evitar lo que ocurrió en Libia, cuando la intransigencia de Gadafi hizo que la rebelión se generalizara, triunfara y la proliferación de milicias populares terminara desarticulando al Estado burgués.

Leon Panetta, ministro de defensa norteamericano, declaro recientemente que la situación en Siria se “está descontrolando rápidamente y, por ello, es muy importante que trabajemos con los demás países para ejercer la mayor presión posible sobre El Asad con el fin de que abandone el poder y permita una transición pacífica (…).

El ministro ruso Lavrov, por su parte ha declarado que “En vez de calmar a la oposición, algunos socios están fomentando una escalada mayor. Es una política de callejón sin salida para apoyar a la oposición. El Assad no se marchará por su propia voluntad y nuestros socios occidentales no saben qué hacer”. (El País, 18/07/2012)

Apoyar militarmente a la insurrección popular

El deber de todos los revolucionarios antimperialistas y socialistas del mundo, es apoyar militarmente a la insurrección popular en Siria, para que derroque al gobierno de Bashar al Assad, y con ello mandar al basurero los acuerdos secretos de Estados Unidos y Rusia, quienes conspiran para evitar el triunfo de la revolución.