Europa
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(El rol y desafíos de los sectores populares)

Por Sergio Barrios Escalante

Científico Social e Investigador. Escritor. Editor de la RAF-Tulum.

En el fondo de todas las diferentes crisis que enfrentamos yace una enorme crisis moral, una gran crisis de valores y principios éticos. En una u otra forma o medida, todos hemos traicionado los valores emanados de nuestras respectivas tradiciones religiosas o ético filosóficas. Nos hemos traicionado a nosotros mismos al caer en la tentación capitalista, y al asumir sus valores anti-vida, de odio y egoísmo, nos hemos convertido en los peores depredadores, enemigos de nuestra Madre Tierra, nos hemos deshumanizado al olvidar nuestra vocación de mayordomos”.

Intervención de Miguel D’Escoto Brockmann, Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas a la Reunión Ministerial del Movimiento de Países No Alineados. La Habana 29 de abril 2009

Introducción:

Con justificada razón se ha dicho que lo importante es transformar la realidad, más que interpretarla. Sin embargo, para ello se requiere de forma ineludible, conocer y reconocer a fondo la naturaleza, esencia, mecanismos, lógicas de funcionamiento, alcances, limitaciones y tendencias generales de los fenómenos o aspectos sobre los que se pretende incidir.

Y nada de lo anterior se logra sin el auxilio del análisis abstracto sobre la realidad concreta. Dado que no existen respuestas sencillas (e inmediatas) a problemas complejos (y de larga duración), el simple y rutinario “análisis concreto de la realidad concreta” no sirve de mucho en ciertos casos, pues la exclusiva observancia de dos o tres “arbolitos” (por muy exhaustivo que sea su estudio), no permite ver la densa e intrincada realidad interna del inmenso bosque.

Por ello es que, en relación a la incorporación efectiva de los sectores populares al proceso de integración regional autonómico, soberano, latinoamericano y latinoamericanista, soy de la opinión que deben atenderse previamente al menos cuatro condicionantes básicas, las cuales serían las siguientes: la condicionante macro-histórica; la socio-política; la medioambiental; y la ideológica-moral.

El acometimiento y resolución de estas cuatro condicionantes no es un asunto meramente teórico o académico. Abarca mucho más, hasta penetrar los ámbitos de la concepción y práctica política cotidiana, colectiva e individual.

Esbozar brevemente algunos rasgos sobresalientes de éstas condicionantes, referidas en particular, al proceso de inserción efectiva de los sectores populares al proyecto histórico de la integración regional latinoamericana, es el principal objetivo del presente artículo.

Primera condicionante: el proceso macro-histórico.

Como se sabe, los grandes sistemas económicos y políticos son ríos que se desenvuelven en una corriente más amplia, compuesta por el devenir histórico, el cual, a su vez, discurre a través de largos períodos o etapas más o menos diferenciadas y diferenciables.

El primer desafío que impone el proceso macro-histórico, es encontrar el lugar exacto de los acontecimientos particulares dentro de su devenir general. Resulta crucial encontrar su período o fase exacta, pues si se parte del principio del carácter cíclico de los procesos históricos (ciclos que siempre retornan a su punto de partida pero con tendencia espiral, es decir, con cierto grado de variación), aceptaremos entonces que los grandes sistemas económicos y políticos también están sujetos a ciertos ritmos homologables a la gestación, crecimiento, expansión, maduración y fenecimiento.

Si la anterior premisa fuese un craso error (o un simple “reduccionismo biologista”), habría que aceptar el desplazamiento lineal del devenir histórico (algo propio de la visión cartesiana y positivista ahora en crisis), y resultaría entonces sumamente difícil explicar las razones del por qué en Rusia y China (por ejemplo), el socialismo fue una experiencia anterior al capitalismo industrial avanzado, o en otra ilustración más reciente, no habría forma de explicar el paso regresivo (cronológicamente hablando), desde el liberalismo monetario a ultranza (en su versión neoliberal del siglo XXI), hacia el neo-keynesianismo propio de mediados del siglo XX, impulsado ahora por el presidente Obama y otros mandatarios de la euro-zona.

Dicho lo anterior, cabe argumentar que si el sistema-mundo capitalista representa todo un ciclo macro-histórico, que cronológicamente iría desde fines del siglo XV hasta inicios del XXI, y acordamos que su trayectoria cíclica marca actualmente un indudable tránsito por una aguda fase de transición sistémica, reconoceríamos entonces que la naturaleza de la presente crisis general del capitalismo tiene un doble carácter; es histórica y a la vez estructural.

Lo histórico devendría por el hecho de que gran parte de su crisis se explica por el insoluble fallo esencial que este sistema arrastra desde su génesis cual si fuera pecado original, es decir, la irresoluble contradicción entre la naturaleza social de sus relaciones de producción y el carácter privado de la apropiación de los frutos (rentas o ganancias) de tales relaciones económicas.

Y la naturaleza estructural de la actual crisis del sistema-mundo capitalista (SMC), devendría por la reiteración crónica y periódica de una de sus fallas cardinales, como lo es, la recurrencia inevitable de sus crisis de sobre-producción o sobre-cumulación (1,666, 1,789, 1,840, 1878, 1929-30, 1973, 1981, 1997, 2001), factor causal que se haya detrás de la presente y previas situaciones de estancamiento.

Si recordamos, una típica crisis de sobre-producción representa “la tendencia del capitalismo a generar, en el contexto de una aguda competición inter-capitalista, una tremenda capacidad productiva, la cual rebasa holgadamente la capacidad de consumo de la población debido a las desigualdades de ingreso que limitan el poder adquisitivo popular. Lo que trae consigo una erosión de la rentabilidad y conduce a una espiral económica bajista” (“La crisis capitalista y la respuesta política de la izquierda”: Walden Bello: Sin Permiso, marzo, 2009).

Según el autor citado, para tener una cabal comprensión del presente colapso mundial del capitalismo, se debe partir de la llamada “Edad de Oro” del capitalismo (1945-1973), período de gran crecimiento económico, gracias al repunte provocado por la reconstrucción de Europa y del Este asiático luego de la II Guerra Mundial, a las oleadas de creación, difusión y aplicación de tecnologías de punta orientadas hacia nuevos y antiguos procesos productivos, y a la incorporación de Brasil, China, Taiwán, Corea del Sur y otras regiones periféricas del mundo a la gran competición dentro de los mercados mundiales (W. Bello, art. C.).

Según esta línea de interpretación, todo este rápido crecimiento de nueva capacidad productiva incrementó la presión competitiva global, pero simultáneamente incrementó las desigualdades y limitaciones de consumo para enormes regiones del mundo, erosionando la rentabilidad global del capitalismo, y sumiéndolo en un estancamiento económico del cual el SCM no se ha podido recuperar desde entonces.

El autor citado observa el hecho de que el crecimiento promedio global en los 60s fue de 3.5 %; en los 70s de 2.4 %; en los 80s de 1.4 %; y en los 90s de 1.1 % (W. Bello, art. C.). Esto en varios aspectos está vinculado a cierta tendencia decreciente en el rendimiento de las tasas de ganancia dentro del sistema capitalista.

Cabe aquí entonces preguntarse, por una parte, acerca de las limitaciones y condiciones concretas que tal estancamiento económico del SMC conllevan e imponen, tanto para el proceso de integración regional latinoamericano en general, como para la incorporación de los sectores económicos populares en particular.

Por otra parte, una segunda interrogante al respecto, se relaciona con las posibilidades reales de “desenganche”, que el proceso de integración regional pueda ofrecer a las naciones y pueblos latinoamericanos, y en particular, frente al problema del estancamiento crónico, crisis y colapso del SMC, de tal forma que éstos puedan buscar y crear nuevos circuitos de comercio e intercambio intra y extra regional.

En esto no existe aún consenso previo y en el nivel de acceso a los mercados financieros y de préstamos también se producen ciertas contradicciones. Por ejemplo, hay interés al interior de varias naciones que conforman el Alba, por crear y operacionalizar una nueva moneda común alterna al dólar y al euro, pero al mismo tiempo, algunas de éstas mismas naciones buscan como “amarrarse” a nuevos créditos con los tradicionales y criticados entes de préstamos internacionales (FMI y BID entre otros).

Esta situación ambigua y un tanto esquizoide, también afecta a su modo a numerosas expresiones organizadas del llamado “campo popular”. Por un lado, sueñan con alternativas y nuevas relaciones productivas y políticas no-capitalistas, y por otro, buscan “aferrarse” al sistema inter-estatal (fundamentalmente pro-capitalista), por la vía de la demanda de atención a sus reivindicaciones sociales.

En lo personal no tengo la respuesta a esta situación, pero dejo aquí planteada la contradicción, para que podamos entre todos debatir al respecto.

Segunda condicionante: la realidad socio-política.

Uno de los aspectos relevantes de la realidad socio-política latinoamericana es la profunda fragmentación interna de sus sociedades.

La hiper-estratificación se impone casi hasta lo infinito, en una multiplicidad de ámbitos y niveles que van desde lo económico hasta lo étnico y cultural.

Ello se acentúa aún más con la elevada heterogeneidad estructural de las economías latinoamericanas, que genera fenómenos sociales y económicos altamente complejos y polarizantes, tales como las enormes desigualdades entre lo urbano y lo rural, el desacople interno y asimétrico de los subsistemas económicos a nivel nacional y subnacional (así como entre las economías locales-populares y las transnacionales), la inexistencia o insuficiencia de mecanismos propios de generación de procesos de acumulación y reproducción de capital, la enorme dependencia externa en el ámbito tecnológico y financiero, y la excesiva apertura, desprotección y debilidad de sus economías, etc.

Siempre en relación a la incorporación y articulación efectiva de los sectores populares al proceso de integración regional latinoamericano, el desafío específico de ésta segunda condicionante se expresa en la siguiente interrogante: ¿es posible el desarrollo endógeno de la pequeña y mediana economía popular, al margen de los absorbentes mecanismos de la gran empresa oligárquica nacional y transnacional?

Y si la respuesta a la anterior pregunta fuese positiva, habría que derivar un segundo cuestionamiento: ¿cuáles serían las formas y mecanismos de eslabonamiento de las economías populares locales dentro del contexto de una integración regional continental y autonómica? ¿Podría, por ejemplo, un pequeño agricultor de hortalizas de Chimaltenango (Guatemala), vincularse comercial y provechosamente con un consumidor de la región del Putumayo?

Tercera condicionante: la emergencia medioambiental.

En general, tal y como ya es ampliamente conocido, dentro del curso de desarrollo de cinco siglos de explotación continua de los recursos naturales, en especial, bajo la lógica depredadora del sistema-mundo capitalista, los principales mecanismos de protección y regeneración de la biósfera y atmósfera del globo terrestre han sido colocados a nivel de tensión extrema.

Ello ha colocado al SMC al borde de otra limitación objetiva y adicional a sus fallas histórico-estructurales arriba citadas. En tal sentido, la incorporación y articulación de las pequeñas y medianas economías populares al proceso latinoamericano de integración regional, debe de resolver la forma a partir de la cual se pueda evitar cargar más estrés sobre el medio ambiente y sus recursos naturales, los cuales ahora están en peligro de agotamiento irreversible.

Cuarta condicionante: la alienación ideológica y la degradación moral.

Tal y como se sabe (y se experimenta a diario en todos los rincones de América Latina y naciones del Caribe), este macro-ciclo histórico compuesto por cinco siglos de dominación colonial y neo-colonial encabezado por el SMC, ha significado un período de profunda alienación ideológica y cultural, del cual no se ha escapado prácticamente ningún estrato social de nuestra región.

En relación a los sectores populares, millones de hombres y mujeres latinoamericanos se encuentran atrapados en la alienación ideológica (expresada básicamente en la identificación y defensa de intereses completamente ajenos - y a veces diametralmente opuestos- a los de sus raíces sociales y/o culturales), y por otra parte, vastas porciones de seres humanos participan también de manera activa en extensos y profundos procesos de descomposición social y moral (ver por ejemplo:“La crisis nuestra de cada día”: Raúl Zibechi: La Jornada: 08 Mayo, 2009).

De tal manera que, en América Latina como en otras regiones del mundo, los fenómenos de la corrupción y la descomposición general abarcan no sólo a las élites económicas y políticas (nuevas y tradicionales), sino también, a muchos segmentos poblacionales pertenecientes a la base piramidal de tales sociedades (hoy en día, se sabe de muchos lugares de Latinoamérica donde comunidades campesinas hacen alianzas con carteles de la droga).

En tal sentido, el desafío específico de ésta cuarta condicionante es el siguiente: la incorporación real y efectiva de amplios sectores populares al proceso latinoamericano y autonómico de integración regional (pequeño y mediano campesinado, artesanos, obreros fabriles y rurales, micros y pequeños comerciantes del sector informal, cuenta-propistas, trabajadores asalariados, estudiantes pobres, pobladores marginales etc.), requiere ineludiblemente de un enorme salto cualitativo en los niveles de conciencia social y política de estos millones de ciudadanos, lo que conlleva no otra cosa (y desafío) de crear un nuevo sujeto social, desde la perspectiva gramsciana de la llamada “reforma moral”.

“Para Gramsci o Pasolini, es la nueva cultura forjada por los individuos de abajo, en continuidad con las culturas anteriores, no las culturas manipuladas por los medios de comunicación y la industria de bienes de consumo, la que crea sujeto nuevo…” (“Las formas de vida como praxis política”: Joaquín Miras (Sin Permiso; mayo 2009).

El articulista citado continúa profundizando en el mismo orden de ideas de la siguiente manera:

“Esas ideas de alternativa, desarraigadas de las bases culturales que las elaboran y dan sentido, son imaginaciones de individuo inmaduro. Thompson, George Rudé, al estudiar en sus obras de la historia de las luchas de clase en el siglo XVIII, se refieren a la “multitud”. Hablan de “autonomía moral”, pero nada que ver con el “autonomismo” de nuestros días. Estos términos que proceden del pasado y se usaban para referirse a los “de abajo” y a sus culturas, hablan de comunidad solidaria, de valores compartidos, de respeto entre iguales, de no robar, de cumplir. Esta es la cultura que se denomina de la “multitud” en el siglo XVIII. Nada que ver con el individualismo ciego de la multitud autonomista, metropolitana, el egoísmo, el cínico desprecio de los principios morales como “trampa” para débiles mentales tendida por los poderosos y como hipocresía de los poderosos. Todo ello está en otro horizonte: el nietzscheanismo…” (J. Miras: art. Cit.).

Las condicionantes y el papel de las hipótesis predictivas.

Desde una perspectiva autonómica, soberana e independiente, concebir, edificar y desarrollar con éxito las bases del proceso de integración regional latinoamericano, es una tarea histórica de enorme importancia y complejidad, que rebasa las posibilidades y capacidades de equipos tecnocráticos y burocráticos especializados.

En tal sentido, se requiere indiscutiblemente del diseño de “hojas de ruta” para poder construir los distintos escenarios posibles a enfrentar, y ello difícilmente se puede realizar sin el auxilio de hipótesis predictivas, lo cual le otorga sentido al ejercicio previo realizado con relación a las cuatro condicionantes básicas que ya hemos citado en el presente artículo.

Porque sencillamente la resolución de éstas condicionantes ayudan, entre otras cosas, a la clarificación de las probables tendencias generales previsibles para el sistema mundial capitalista en el futuro inmediato y mediato.

Hipótesis predictiva A:

Como estrategia de sobrevivencia y recuperación, el capitalismo se orientará hacia un nuevo pacto (“neokeynesiano verde” o ambientalista), con “armonización” entre el trabajo y el capital, algo que ha sido acuñado por W. Bello como “Socialdemocracia Global” -SDG- (W. Bello: art. Cit).

Bello argumenta que al centro hegemónico del SMC le han fallado sus tres más importantes estrategias de escape a la grave y prolongada crisis de sobreproducción (la reestructuración neoliberal, la globalización y la financiarización o “securitización”).

Ante ello, sostiene que está ya en marcha una respuesta de oxigenación o refundación del capitalismo global, proyecto que según su opinión, está actualmente siendo impulsado por gente como Gordon Brown, George Soros, Jeffrey Sachs, Kofi Annan, David Held, Joseph Stiglitz y Bill Gates, entre otras figuras prominentes (W. Bello: art. Cit.).

Este “capitalismo de consenso” (especie de “tercera Vía” conceptualmente ampliada), sostendría, según el mismo autor, una actitud más “amable” hacia la clase trabajadora y hacia el medioambiente, siempre dentro de un contexto de economía de mercado relativamente regulado y cierto énfasis en el accionar del Estado como redistribuidor de la riqueza y reductor de las desigualdades sociales (W. Bello: art. Cit.).

La principal crítica de Bello respecto a la SDG, es la pervivencia de su visión sobre la globalización de los mercados como eje central de los mecanismos de producción, distribución y consumo, aduciendo que la argumentación sobre una hipotética mayor regulación eficaz de tal proceso (junto a una supuesta mayor “integración social global”), no neutraliza el carácter destructor y desvertebrador (social y ecológicamente hablando), de la globalización capitalista (W. Bello: art. Cit.).

Por ello, es importante decir y advertir, que si la SDG como virtual nuevo proyecto global entrara efectivamente en marcha, los principales actores y fuerzas motrices de la integración regional latinoamericana, tendrán que dilucidar hasta dónde pueden apoyarse o no en las relativas virtudes que emanen de su puesta en práctica en América Latina.

En esta misma línea predictiva como tendencia general del sistema-mundo capitalista en el corto y mediano plazo, se encuentra también E. Hobsbawm (“Si el socialismo fracasó y el capitalismo está ahora en bancarrota: ¿qué viene después?”), y ciertos analistas de The Economist (“Birth Pains: A new economic system is coming into existence”: May 14 th, 2009).

Ellos prevén la emergencia de un híbrido sistémico, mitad economía de mercado combinado con políticas públicas keynesianas, ambas normadas por un Estado que retorna a sus viejas funciones reguladoras y redistributivas.

Hipótesis predictiva B:

La profundización de la crisis del sistema-mundo capitalista es de tal magnitud, que éste sistema únicamente puede ser sostenido en base a la instauración de la represión policial-militar y del fascismo global (“Globafascistización: un concepto nuevo para un problema viejo”: S. Barrios: Alainet); (“El riesgo creciente de un apartheid mundial”: S. Ferrari), y también, el mismo W. Bello (art. Cit.). Dichos autores prevén tal posibilidad, en caso fracase el proyecto de la SDG y el vacío sea llenado por la derecha extrema populista, que subyace solapada y amenazante en varias partes del mundo.

Hipótesis predictiva C:

El proyecto de la SDG logra parcialmente oxigenar y reconfigurar el atribulado sistema mundial capitalista, esto en al menos ciertas zonas y regiones del mundo, mientras el fascismo se extiende a otras áreas donde la SDG no pudo implantarse ni triunfar.

Respecto a esta tercera posibilidad, aún no he encontrado ningún analista que sostenga ésta hipotética combinación de A y B, pero pienso que quizá podría ser un eventual escenario “mixto” en el cual desemboque la actual crisis del SMC.

Conclusión

Dentro del esquema de impulso efectivo al proyecto autonómico de integración regional latinoamericano, tanto los sectores populares progresistas y los gobiernos de igual cuño, necesitan ineludiblemente explorar las posibles tendencias generales por las que habrá de discurrir el sistema-mundo capitalista a partir de su presente crisis histórica y estructural.

Para ello, convendría atender las condicionantes aquí citadas en el sentido ya explicitado, en orden de poder crear los posibles escenarios a enfrentar en el corto y mediano plazo, empleando para ello un conjunto de hipótesis predictivas (algunas de ellas disyuntivas o excluyentes entre sí), para estar en condiciones de poder construir las respectivas “hojas de ruta”, que faciliten los caminos para la instauración exitosa de la compleja integración financiera-monetaria, económica, política, social y cultural de la gran patria latinoamericana y caribeña.

En todo caso, urge que los equipos tecnocráticos y burocráticos de la integración regional latinoamericana, cedan espacios de discusión y propuesta, para que las instancias más representativas de los sectores sociales puedan dar sus aportes, en especial, como fuerzas motrices y sujetos sociales de nuestro gran proyecto histórico.

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