Manifestación del Tea Party frente a la Casa Blanca, portando la bandera de la Confederacion esclavista

Por Nassar Echeverría

El cierre parcial del gobierno federal en Estados Unidos, por falta de acuerdo entre los partidos Demócrata y Republicano, es un hecho cada vez más común en Estados Unidos. Desde 1977 hasta el 2013, el gobierno federal ha sido cerrado parcialmente en 17 ocasiones.

Las actividades del gobierno de Estados Unidos fueron cerradas parcialmente a partir del 1 de Octubre, cuando comienza el nuevo año fiscal, por falta de acuerdos en el Congreso que permitiera aprobar el presupuesto del año 2014.

El Shutdown

A diferencia de los cierres parciales anteriores, el último “shutdown” mostró con mayor nitidez la bancarrota económica de Estados Unidos, y una creciente parálisis política que amenaza terminar con 200 años de democracia burguesa.

Las diferencias entre republicamos y demócratas, los dos pilares del sistema imperialista, están centradas en torno al mejor método para enfrentar la crisis económica y la bancarrota fiscal. Los republicanos, cuya base social es la clase media privilegiada, insisten en reducir el endeudamiento a través de recortes al presupuesto.

Los demócratas, que ha aplicado serios recortes al presupuesto, reduciendo los gastos sociales, consideran que en este periodo de crisis capitalista, los recortes pueden tener un efecto recesivo, perjudicando la débil recuperación económica.

Las diferencias son sustanciales. Excesivos recortes significarían mayor reducción del nivel de vida, bastante golpeado por la actual crisis. Sin conquistas materiales que ofrecer, el imperialismo perdería su base de apoyo social. Contradictoriamente, sin beneficios sociales a sus privilegiados ciudadanos, estos tendrían que pasar a luchar por las cosas más elementales, iniciando la temida revolución social. En su época de esplendor, el imperio romano ofrecía pan y circo a sus ciudadanos. En la actualidad, el imperialismo norteamericano comienza a tener serios problemas para ofrecer pan y circo. La crisis es más que evidente

Endeudamiento y crisis imperialista

La enorme deuda de Estados Unidos no es un fenómeno nuevo. Casi desde su fundación, el Estado federal siempre ha tenido que recurrir a altos nieles de endeudamiento para financiar sus proyectos de desarrollo como imperialismo. No se puede comprender la transformación de Estados Unidos en la principal potencia imperialista durante el siglo XX, sin tomar en cuenta esa gigantesca y creciente deuda.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, la deuda pública de Estados Unidos alcanzó su nivel más elevado cuando llegó a representar el 120% del PIB. Sin ese escandaloso nivel de endeudamiento, Estados Unidos no podría haber logrado la superioridad militar sobre las potencias fascistas del Eje (Alemania, Italia y Japón).

Bajo el efecto del boom económico de la postguerra, la deuda pública de Estados Unidos disminuyó progresivamente hasta situarse en el 34% del PIB en 1980. Pero a finales de los años 70 del siglo XX, cuando se produjeron los primeros grandes crujidos de la crisis del capitalismo mundial, se produjo un retroceso y la deuda de Estados Unidos comenzó a crecer nuevamente a un ritmo acelerado.

Bajo la administración Reagan se puso en boga la teoría de que el endeudamiento ayudaba al crecimiento económico. Al recortar los impuestos a los más ricos, disminuyeron los ingresos tributarios y los gastos del Estado federal se financiaron con más deuda.

Actualmente, la deuda de Estados Unidos iguala al PIB del país (14,3 billones de dólares), con la diferencia de que los intereses crecen mucho más rápido que la producción y la recaudación tributaria. Por eso esta deuda se encuentra en un punto de no retorno, complicando la recuperación de toda la economía mundial.

En 1979 la deuda pública de Estados Unidos era de 826.519 millones de dólares. En 30 años esa deuda se multiplicó 17 veces hasta llegar a los 16.699 billones de dólares actuales. En 2013 esta deuda representa el 103% del PIB de Estados Unidos. En pocas palabras, lo que Estados Unidos produce en un año equivale a la deuda pública.

El 70% de esta deuda proviene principalmente de los fondos de pensiones y la seguridad social. El restante 30% se debe a naciones o empresas extranjeras que colocan su dinero en la compra de bonos del Tesoro de Estados Unidos. Entre ellos podemos mencionar a China, Japón, Inglaterra, Brasil, países de la OPEP (Ecuador, Venezuela, Indonesia, Bahrein, Irán, Irak, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Argelia, Gabón, Libia y Nigeria), etc.

El papel del dólar

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como la potencia económica dominante a nivel mundial y el dólar se convirtió en la gran divisa internacional. Pero a inicios de 1970 el boom económico de la postguerra había llegado a su fin. Ante la crisis y la falta de respaldo en oro de la divisa norteamericana, la administración de Richard Nixon, en 1971, decidió terminar con el patrón oro que había sido definido en la conferencia de Bretton Woods en 1944, dejando flotar la moneda, pero con una descomunal ventaja: las imprentas donde se imprimen los dólares están en Estados Unidos.

Este proceso de endeudamiento de Estados Unidos ha sido facilitado por la utilización del dólar como moneda que solo tiene respaldo en el poderío de la locomotora norteamericana.

El Tea Party

El surgimiento del “Tea Party” dentro del Partido Republicano no es una casualidad. Este movimiento representa el ala más derechista y reaccionaria que ha cobrado auge a partir de la crisis del capitalismo iniciada en 2008.

El Tea Party representa al naciente fascismo dentro de Estados Unidos. Los movimientos fascistas evolucionan y crecen en el contexto de la crisis del capitalismo. Si hasta el momento no han utilizado métodos violentos contra la clase obrera y los sindicatos, es porque estos no han pasado a la lucha generalizada en Estados Unidos. La batalla la libran todavía dentro de las desgastadas instituciones como el Congreso.

La paralización del gobierno federal es un síntoma de que los mecanismos de la democracia burguesa en Estados Unidos se están agotando. La bancarrota económica hará colapsar tarde o temprano a la democracia burguesa.

Las negociaciones en el Senado: respiro temporal

Una de las grandes tradiciones políticas en Estados Unidos es que los problemas del imperialismo se resuelven por medio del “consenso bipartidista”. No se debe entender por consenso la unión monolítica de los partidos Republicano y Demócrata, que comúnmente aparecen dándose golpes bajos ante el público, sino la alianza que se produce entre sectores o fracciones de ambos partidos. Estos reagrupamientos logran establecer acuerdos temporales o estratégicos, según las circunstancias, a través de concesiones mutuas, para mantener el statu quo a lo interno, y la hegemonía del imperialismo norteamericano en el mundo.

La crisis fiscal de Estados Unidos produjo intensas negociaciones en el Senado, organismo constituido por una aristocracia política de 100 miembros (dos senadores por cada Estado), que posibilita negociaciones menos ruidosas y más efectivas. Harry Reid, líder de la mayoría demócrata, y Mitch McConnell, líder de la minoría republicana, encabezaron la propuesta conciliadora: aumentar el límite de endeudamiento de Estados Unidos de manera temporal hasta el 7 de Febrero del 2014, fecha en que probablemente se producirá una nueva crisis política.

Triunfo pírrico de Obama, la crisis continúa

Obama mantuvo una posición firme ante los republicanos, exigiendo que terminara el cierre del gobierno federal y hasta después negociar. John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes y líder de los republicanos en el Congreso, se quejaba amargamente: “Lo que ha dicho el presidente es que o hay una rendición incondicional de los republicanos o no hay negociación (…) Eso es inadmisible, así no es como se gobierna (…) Inevitablemente vamos a tener que sentarnos a negociar (…) “Ningún presidente se había negado nunca a negociar un presupuesto que evite la parálisis de la función pública, ninguno, hasta este”.

Esta posición aparentemente dura de Obama, que desconcertó a los republicanos, tenía un frío cálculo político: en el año 2014 se deben realizar las elecciones para la Cámara de Representantes. La preocupación generalizada por el cierre del gobierno, y por el peligro real de caer nuevamente en la recesión, acentuó el rechazo de la mayoría del pueblo norteamericano a los “políticos de Washington”. Este era un factor que Obama y el Partido Demócrata explotaron al máximo, con los riesgos que implicaba.

Fragilidad del imperialismo norteamericano

Pero el enfrentamiento entre republicanos y demócratas mostró la enorme fragilidad del imperialismo norteamericano. Obama reconoció con amargura que “Esta crisis ha envalentonado a los enemigos y deprimido a los amigos (…) nada ha dañado más la credibilidad de EEUU que el espectáculo ofrecido en las pasadas semanas (…) La buena noticia es que nos hemos levantado, como hacemos siempre (…) debemos concentrarnos en la tarea que nos encomendaron los estadounidenses, crear mejores puestos de trabajo con mejores pagas".

Y como tratando de espantar al fantasma del fascismo, Obama recomendó utilizar siempre los mecanismos de la democracia burguesa: "los fundadores de este país no nos dieron el autogobierno para atacar a la Administración (…) Si no les gusta el presidente, cámbienlo en las elecciones, pero no destruyan lo que tardó dos siglos en construirse”

Y no deja de tener razón: la crisis económica, el descomunal endeudamiento y la bancarrota del Estado federal, el surgimiento de corrientes fascistoides como el Tea Party, muestran el declive del imperialismo norteamericano y las primeras grandes grietas de su democracia burguesa.