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Por Mercedes Gallego

Los colegios públicos de Wisconsin llevaban ayer tres días cerrados por falta de profesores. Los senadores demócratas en paradero desconocido, con la policía estatal pisándoles los talones por órdenes del gobernador. Madison ya no evocaba una historia de amor tejida por Clint Eastwood, sino los ecos de una revolución. La que intentaban llevar a cabo los 30.000 manifestantes acampados en la plaza del Capitolio, como si fuera la mítica plaza Tahrir de Egipto.

Pero el título que aquí suena, ‘Kill the Bill!’ tampoco es una película de Quentin Tarantino, sino un grito contra la ley antisindicatos, disimulada en los presupuestos, que negará a los trabajadores el derecho a negociar contratos colectivos e impedirá que las cuotas sindicales se deduzcan de sus nóminas. Había que remontarse a las manifestaciones contra la guerra de Irak en 2003 o a las antiglobalización de Seattle en 1999 para encontrar en EE UU protestas de este calibre. Quienes medían fuerzas no eran solo los sindicatos de profesores que prendieron la chispa, sino el Partido Demócrata engrasando la maquinaria para las próximas elecciones y el Tea Party, determinado a recuperar el capitalismo puro.

Es fácil rastrear las donaciones de los siniestros hermanos Koch tras los cargos electos que impulsaban la ley con la excusa de la crisis. Los 137 millones de agujero presupuestario que alegan palidece con los 117 millones en impuestos que el mes pasado perdonaron a las corporaciones. Pero también es fácil identificar los autobuses cargados de funcionarios de Organizing for America, la organización en la que Obama depositó el entusiasmo de sus voluntarios de campaña.

Ayer los dos hermanos de la industria petrolera texana ganaban dentro del Capitolio de Madison, mientras buscaban atajos legales para saltarse el quorum requerido para la votación, imposible sin los catorce senadores demócratas y dos republicanos desaparecidos en combate. Pero en la calle ganaba Obama, que sorprendió al invitar a una emisora local de Milwaukee a la Casa Blanca para una entrevista en exclusiva. «Algunas de las cosas que he escuchado salir de Wisconsin, donde solo se está haciendo más difícil la negociación colectiva de los funcionarios, parecen más un asalto a los sindicatos», afirmó el presidente en contraste con su cautela habitual. «Creo que es importante recordar que los funcionarios son nuestros vecinos, nuestros amigos».

Los funcionarios públicos, entre los que no se ha incluido a policías y bomberos, dicen estar dispuestos a considerar un recorte económico siempre que no atente a sus libertades sindicales, pero el gobernador no les ha dado la opción. Walker sacó ayer a la calle a sus partidarios como los agresivos proMubarak.