Economía

Hillel Ticktin, profesor de la Universidad de Glasgow, Inglaterra, y editor de la Revista "Crítica de la Teoría Socialista"

Por Hillel Ticktin

Este artículo fue publicado en la revista Estrategia Internacional No 25, Diciembre 2008, de donde hemos tomado la versión en español.

Un momento decisivo en La historia de La Posguerra

“A juzgar por las últimas cifras de desempleo, lo más probable es que la recesión en Estados Unidos sea profunda y prolongada. Estados Unidos perdió más empleos en noviembre que en cualquier otro mes en los últimos 34 años, según las cifras publicadas el viernes 5 de diciembre por el Departamento de Estadísticas Laborales. La pérdida de 533.000 puestos de trabajo es mucho peor que lo que planteaban los pronósticos más pesimistas. No sólo la pérdida de empleos ha sido peor que lo previsto, sino que éstos se han perdido en casi todas las áreas de la economía”(1).

Estamos en un momento decisivo de la historia mundial. Tenemos que ver la presente recesión como una crisis que ocurre durante la declinación del capitalismo.

¿Por qué es un momento decisivo? El término se ha vuelto casi banal cuando se aplica a los tiempos actuales. Se nos dice que vivimos tiempos históricos. A la vez se nos dice que son tiempos de austeridad, y que tenemos que estar agradecidos de que el gobierno esté usando las otrora despreciadas medidas keynesianas y opte por hacer obras públicas aumentando los beneficios sociales.

Para la mayoría siempre son tiempos de austeridad cuando se trata de salarios y gastos del Estado. Sin embargo, cuando el gobierno rescata los bancos, las automotrices e, implícitamente, pequeñas empresas, y de hecho el conjunto de la economía, estamos evidentemente en un nuevo período. Un artículo en el Financial Times, del viernes 28 de noviembre de 2008, se lamentaba del hecho de que, como resultado, se hayan perdido las conquistas obtenidas bajo el gobierno de Thatcher. Efectivamente, el nuevo período del capital financiero está en sus momentos finales y no hay una alternativa.

Entonces es un punto decisivo, en primer lugar, porque la estrategia del capital de usar las finanzas ha alcanzado un final lógico. Es un punto decisivo también porque el capital no tiene una nueva estrategia, lo que implica por lo tanto, que estamos en un período de inestabilidad sistémica, de desintegración o de ambos.

En segundo lugar, es un punto de inflexión porque el largo período de relativa estabilidad, basado en el stalinismo y la Guerra Fría, finalmente perdió su impacto.

Llegó a su fin hace unos 16 años cuando desapareció la Unión Soviética, pero un mundo congelado por la naturaleza contrarrevolucionaria del stalinismo necesita algún tiempo para descongelarse, tanto objetiva como subjetivamente. El aspecto subjetivo ha sido el más difícil porque la desaparición de los partidos comunistas, ya sea física o nominalmente, no ha conducido a que la extrema izquierda, o los marxistas, encontraran algo nuevo, ni en la teoría ni en la práctica.

En tercer lugar, se trata de un momento decisivo porque, como ya lo planteara Trotsky mucho tiempo atrás, en una situación revolucionaria la izquierda enfrenta nuevas tareas y los viejos partidos son inadecuados y, por lo tanto, tienen que cambiar. No hay una situación revolucionaria pero nos estamos dirigiendo en ese camino a medida que el viejo sistema falla y es esperable que junto con esto, cambie el clima intelectual y cotidiano. El viejo respeto por el mercado, ya sea como fundamentalismo de mercado o como mercado socialdemócrata, ha desaparecido. Una vez más no hay reemplazo, pero los intentos por parte de los conservadores en el Reino Unido y la derecha republicana en EE.UU. que bregan por dejar que los bancos y las automotrices quiebren, han llevado a políticos normalmente conservadores a ridiculizar los argumentos de la selección natural socioeconómica.

En cuarto lugar, se trata de un momento decisivo porque la caída del capital en el centro de la economía mundial automáticamente ha generado crisis en todos los países, debido justamente a su naturaleza globalizada e integrada, lo que en términos marxistas sería la naturaleza altamente socializada del capital global. Si los gobiernos no intervienen es bastante probable que las economías sólo alcancen equilibrios con niveles de desempleo como los del tercer mundo, si es que son capaces de lograr algún equilibrio. El peligro político ha preocupado mucho al gran capital desde el principio. Esta es la importancia de mantener al Laborismo en el poder y de elegir a Obama. Ambos representan lo que se podría llamar el capital central a diferencia del capital marginal. En este punto el capital tiene mucha más conciencia de clase que la clase obrera, y sus principales integrantes entienden el daño hecho en el último período y la necesidad de resarcir para poder sobrevivir. Por lo tanto están evaluando formas limitadas de concesiones. Pero esto no va a funcionar.

Entonces, la presente crisis es una crisis del sistema. Sin embargo, hay otro aspecto que podemos considerar a partir de lo anterior. Se trata de un punto de inflexión porque abre un nuevo período de inestabilidad sistémica. La razón yace en el fin de la forma anterior de estabilidad que hemos resumido como stalinismo, Guerra Fría y capital financiero. De hecho, es más amplio que esto, estamos hablando de imperialismo, guerra, stalinismo, capital financiero y Estado benefactor. Dicho de otra manera, un capitalismo declinante es inherentemente inestable, pero se las ha arreglado para encontrar una serie de formas que le han permitido sobrevivir. Estas formas han sido generalmente inhumanas y bárbaras como el imperialismo, la guerra y el stalinismo. Las formas social demócratas son de un orden diferente pero el sistema se dio cuenta de que no podía vivir con ellas y se volcó hacia el capital financiero, que ahora ha implosionado.

¿Por qué el sistema necesita estas formas? Precisamente porque está en declinación. Un sistema declinante no tiene que ser uno en el que la producción

o las innovaciones se estanquen, aunque esto puede ocurrir. Esto no ha sucedido anteriormente y no hay razón para pensar que es lo que le ocurrirá al capitalismo. Basta con que su ley fundamental, la ley del valor, funcione cada vez peor tanto en extensión como en profundidad.

En este sentido, Marx llama al sistema capitalista un sistema senil por su tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Yo rechazo la costumbre que existe en ciertos círculos de hacer un fetichismo del concepto, pero creo que podemos considerarla como una tendencia de largo plazo que puede llevar a formas alternativas para aumentar las ganancias, como son el imperialismo o el capital  financiero. No podemos calcular las tasas de ganancia de manera adecuada, en parte porque no se registran de manera correcta en la contabilidad, como bien se sabe, y en parte porque esta contabilidad no está en términos de valores. El trabajo productivo e improductivo, siendo este último parte de la plusvalía, no puede ser fácilmente calculado. Por eso rechazo los argumentos simplistas que sostienen que la presente crisis sólo está ocasionada por una caída de la tasa de ganancia, excepto en un muy largo plazo. Podemos considerar la caída de la tasa de ganancia como la causa de un vuelco hacia el capital financiero a finales del siglo XIX en el Reino Unido, pero hasta ahí llega.

En cambio, me inclino a ver la situación actual en los términos del concepto de Trotsky de onda larga, tanto metodológicamente como en la realidad. El marxismo no transforma sus categorías en entidades que funcionan por sí mismas por encima de la humanidad, aun cuando el mercado coloca las entidades económicas por encima de la sociedad. En el segundo caso, el sistema capitalista se eleva sobre la humanidad pero lo hace defendiendo los intereses del capital y de la clase capitalista y, por lo tanto, cuando observamos el movimiento de categorías tenemos que verlas tanto en términos de clase como históricos. Trotsky plantea de manera convincente que los repuntes ocurren cuando la clase capitalista ha triunfado sobre sus enemigos y las condiciones para la utilización del capital son favorables. Pone como ejemplos la guerra y la revolución. En este caso, yo plantearía que las fuerzas favorables a la clase dominante se han agotado. Aunque en este momento no hay militancia obrera, la clase obrera no ha sido derrotada. Cada curva de la onda larga es única porque depende de la configuración particular de las circunstancias políticas existentes. Resumiendo, la perspectiva global para la clase dominante no es muy buena, aunque la fuerza de trabajo mundial no sea una clase y no haya una dirección política aceptada. La razón política es que las estrategias previas del stalinismo, la social democracia y el capital financiero están acabados. Hay momentos en los que las fuerzas históricas actúan por fuera de la conciencia humana y obligan a la humanidad a buscar soluciones.

La recesión

Concretamente, pareciera que el mundo ha entrado en lo que probablemente podríamos llamar la tercera gran depresión, si consideramos la larga depresión de fines del siglo XIX como la primera y la depresión de 1929 como la segunda. Engels remarcó hacia el final de su vida que las crisis se hacían más profundas. Esto se ha demostrado correcto. La verdadera pregunta que hay que hacerse es por qué no hubo depresiones desde la Segunda Guerra.

En el período desde la posguerra hasta los años ‘60 hubo casi un consenso entre los marxistas de diferentes tradiciones, alrededor de que la ausencia de una depresión tenía que ver con la adopción del keynesianismo militar y los acuerdos de Bretton Woods. La economía mundial había sido dominada por el imperialismo británico hasta la década de 1920, cuando Estados Unidos avanzó agresivamente para relevarlo y se transformó en el poder imperial aplastante durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, el destino de la economía mundial estaba determinado por el progreso de la economía de EE.UU. y permaneció estrechamente dependiente de la producción militar durante todo el siglo XX. Los marxistas no diferían sobre la importancia del sector militar sino sobre el grado de la misma.

De manera algo extraña, esta visión pareciera haberse perdido en el período actual debido a que su lógica lleva a ver que el final de la Guerra Fría debía conducir al regreso de las crisis clásicas. De hecho, la Guerra Fría era más que keynesianismo militar, era también un sistema global de control en el cual el stalinismo era un enemigo a la vez que un socio de hecho. Sin el stalinismo, la economía política global del período, vigente desde la última guerra mundial, hubiera sido muy diferente. El stalinismo brindó las bases para la ideología anticomunista que fue altamente efectiva tanto para mantener la Guerra Fría como para controlar a la clase obrera durante este período. Los partidos comunistas stalinistas jugaron su papel al evitar que la clase obrera buscara una acción más militante. El control sobre los trabajadores fue crucial para permitir que la clase dominante aceptara la premisa de los acuerdos de Bretton Woods, que significaba aceptar el crecimiento como objetivo económico con el pleno empleo como corolario, y un Estado benefactor limitado en los países desarrollados.

El fin del stalinismo y de la Guerra Fría fue también el fin del equilibrio de la posguerra en las relaciones entre las clases.

Declinación

El segundo aspecto crucial del marxismo clásico, con frecuencia olvidado particularmente en los países desarrollados, es que el capitalismo está en declinación.

Una formación social en declinación es necesariamente inestable porque está en un proceso de transformación y transición hacia una nueva entidad socioeconómica. Todas las entidades nacen, maduran, declinan y mueren. En el caso del capitalismo, su declinación se manifestó en su giro hacia el monopolio, el control gubernamental, la guerra y el capital financiero, todos los cuales han emergido a fines del siglo XIX. El imperialismo se volvió su característica dominante, combinando todos esos elementos. El resultado, al igual que en todas las formaciones declinantes, fue que su ley fundamental, la ley del valor, estaba en declinación y el sector improductivo creció enormemente, cuyo ejemplo más obvio es el capital financiero.

La declinación no excluye el crecimiento ni la continuada innovación. Hay una diferencia entre una declinación absoluta, por lo tanto terminal, y una declinación relativa. El capitalismo no alcanzó aún su límite. Sin embargo, hay una brecha cada vez más grande entre lo que la humanidad necesita y lo que realmente se produce, entre lo que se podría producir y lo que se produce, tanto en calidad como en cantidad, y entre el plusproducto real y el potencial. Esta cuestión es obvia cuando pensamos en las medicinas que la humanidad necesita y lo que las compañías farmacológicas producen, es decir, sólo aquellas que le son redituables, lo que excluye las drogas para los pobres y la mayoría en los países subdesarrollados. El clima y la contaminación también son dos ejemplos obvios. Si la innovación es el criterio, ésta es insuficiente y tiende a ir en la dirección equivocada.

En principio, la declinación puede ser un proceso de transformación en el cual el viejo orden, luego de perder una serie de batallas, reconoce a la nueva clase dominante, y el período transicional puede ser más o menos pacífico. Esto no ha sucedido en el pasado y el período de transición actual, entre el capitalismo y el socialismo, se caracterizó por una violenta supresión de la clase ascendente, la clase trabajadora. No obstante, también hubo concesiones, bajo la forma del Estado benefactor, introducido usualmente por la socialdemocracia. En la medida en que la clase dominante haga concesiones dentro del sistema, como la abolición del ejército de reserva de trabajadores, la concesión de planes de viviendas sociales, etc., el sistema se debilita pero la clase obrera se fortalece. Durante un tiempo, sin embargo, se establece un equilibrio entre las clases. Los aspectos de la declinación nombrados más arriba se volvieron un medio de estabilidad para el capitalismo y le dieron un equilibrio temporario. De hecho, el capitalismo ha estado involucrado en guerras desde finales del siglo XIX, con dos guerras mundiales y una Guerra Fría. La cuestión es, sin embargo, que todos estos aspectos se han vuelto menos relevantes o menos importantes en la actualidad. Las razones no son todas las mismas. La Guerra Fría llegó a su fin porque la URSS dejó de existir, lo que tuvo que ver con su naturaleza inviable, no con el capitalismo, por más que la derecha diga lo contrario. El imperialismo sigue en pie, pero es menos poderoso que lo que era. El neocolonialismo continúa, pero la extracción del producto excedente es más bajo que en el colonialismo directo. La guerra, a su vez, ha llegado a su límite para la potencia capitalista dominante, Estados Unidos. La población no continuará peleando en Irak o Afganistán por mucho más tiempo y, sin ninguna duda, no combatirá en otra guerra. A diferencia de lo que ocurrió en Vietnam, EE.UU. ha renunciado al reclutamiento y tuvo que mantener un ejército mercenario.

Otros países sólo tienen contingentes simbólicos. El stalinismo y la socialdemocracia están agotados.

En otras palabras, la presente recesión refleja el fin del período de la estabilidad de la Segunda Guerra Mundial. Deberíamos, por lo tanto, esperar una serie de crisis a lo largo de un prolongado período hasta que se establezca un nuevo equilibrio, a menos que la clase obrera se haga del poder.

La naturaleza particular de la crisis actual

Todas las crisis empiezan con una burbuja financiera. Así fue la depresión de 1929 y así es la presente recesión, pero el estallido financiero actual ha sido más profundo y más extenso tanto en el tiempo como en el espacio. Una crisis debería ser entendida como una ruptura del equilibrio entre las clases, incluso si las características superficiales no demuestran de manera inmediata la realidad subyacente.

En este caso estamos hablando del crecimiento del capital excedente durante un período de más de veinte años, desde el momento en que la burguesía se pasó al capital financiero a finales de los años ‘70 hasta 2007. El capital excedente puede ser considerado como capital que no puede encontrar una salida a largo plazo para la inversión productiva a una tasa de ganancia que sea aceptable para la clase capitalista. Se diferencia del término sobreacumulación de capital en que representa capital que es innecesario para la reproducción del capital al momento de retirarlo. Su retiro de la circulación en sí mismo no altera el proceso.

En el caso de la sobreacumulación de capital, hay una ruptura del proceso de reproducción del capital, ya sea porque su funcionamiento falla o porque se retira el capital. En un sentido, el capital excedente puede ser considerado como un aspecto de la sobreacumulación de capital, pero que puede estar fuera de la inversión productiva por un período más prolongado, sin que esto produzca una crisis inmediata. Se puede decir que representa un aplazamiento temporal de la crisis. El dinero retenido por los bancos en los llamados Assets Management Funds (administración de fondos de clientes), hedge funds (fondos de alto riesgo), etc. son ejemplos de capital excedente. Cuando vemos que sólo el UBS de Suiza tenía casi 3,2 billones de francos suizos en concepto de capital excedente en junio de 2007, podemos darnos cuenta de la extensión de estas tenencias. Esto representa más que el conjunto de las tenencias en moneda extranjera de China.

Fue la presión de tales tenencias lo que llevó a los bancos de inversión y comerciales a competir para vender hipotecas y otros activos financieros. Presionaron a los trabajadores para que saquen préstamos. No fue al revés: es decir, no sucedió que una enorme cantidad de personas aceptaron riesgos muy difíciles de cumplir. Podían, de esta manera, vender a su vez los llamados “préstamos securitizados” en distintos paquetes, creando una enorme extensión

del crédito para la economía mundial, en particular para los países anglosajones.

El Reino Unido había sido la primera potencia capitalista financiera y siguió siendo un socio menor del país dominante, Estados Unidos. Francia y Alemania y los países asociados de Europa continental se mantuvieron más anclados en el capital industrial y, consecuentemente, participaron menos en la expansión del crédito. El aumento de estos derivativos alcanzó los 596 billones de dólares a fines de 2007, de 115 billones de dólares en 2001, lo que muestra el frenesí de los derivativos en los últimos seis o siete años.

Como se mencionó más arriba, el capital se había volcado hacia las finanzas a finales de los años ‘70 con el objetivo de contener la militancia de la clase obrera. Por esta razón, el crecimiento industrial fue más limitado y el capital fue a las finanzas, pero las finanzas no producen valor y por lo tanto ha tenido que invertir donde pudo. Un resultado fue la vasta expansión de activos que incluían viviendas residenciales, propiedades comerciales, obras de arte, entre otros. La ventaja de estos ejemplos yace en el hecho de que eran fácilmente negociables y que sus precios estaban separados de sus valores. Mientras hubo capital excedente disponible, los precios aumentaron, aunque hubo bajas ocasionales. El índice estadounidense Dow Jones de los precios de las acciones subió de 2.000 a 14.000 en un plazo de veinte años, entre 1987 y 2007. Al mismo tiempo, las recompensas al capital financiero se dispararon; “Mientras la industria financiera prosperaba, su porción en el mercado bursátil norteamericano escaló de 5,2% en 1980 a 23,55% el año pasado”(2).

En la actualidad se habla mucho de las burbujas, como si los directores de la Reserva Federal, Greenspan y Bernanke, hubieran cometido errores al no elevar las tasas de interés a niveles mucho más altos y frenar el aumento de los precios de los activos. Esto es una tontería. Sabían que, de hacerlo, la recesión hubiera ocurrido antes. El estado de la economía mundial ya era frágil hacia el fin de la Guerra Fría. Estuvo el crash de 1987, seguido por la desaceleración de 1989-92, de la cual Japón en realidad nunca se recuperó. Se podría decir que la militancia de los ‘70 había hecho más inestable la economía mundial, en particular desde que el stalinismo y la socialdemocracia ya no eran viables. Sin embargo, aunque la burguesía se recuperó con su nueva estrategia del capital financiero, sólo podía tener éxito por un período limitado.

Las medidas implementadas, conocidas como neoliberalismo, redujeron el Estado benefactor, limitaron los impuestos al capital, reintrodujeron el desempleo y aumentaron el poder de los ejecutivos. Como resultado se aumentó la tasa de plusvalía: las ganancias aumentaron a expensas de los trabajadores.

Se pudo hacer esto a través del poder del capital financiero para racionalizar fábricas, sectores productivos enteros e incluso países. Los altos ejecutivos, particularmente en las finanzas, adquirieron enorme poder y riqueza, y entraron a formar parte de la burguesía. El resultado fue una mayor polarización del ingreso y riqueza y la erradicación de gran parte de la “clase media”. Muchas pequeñas empresas fueron barridas o puestas bajo el ala de las compañías más grandes, incluso cuando el sistema proclamaba la importancia de las pequeñas y medianas empresas. El capital excedente aumentó.

Esta polarización en los ingresos y la riqueza con la eliminación de las capas medias fue en sí misma altamente peligrosa para el sistema capitalista, particularmente porque ocurrió a escala mundial. Empezó a reconocerse el daño hecho a los países del tercer mundo, sus elites y clases medias. El FMI y el Banco Mundial cambiaron su política en los últimos años admitiendo el fracaso de su estrategia.

También se reconoció que la explotación de los trabajadores de los países centrales tenía un límite. El efecto fue invertir más dinero en las finanzas extendiéndolas a los niveles absurdos descriptos más arriba. Para volver a la cuestión de las burbujas: este fue un proceso que sólo podría haber sido frenado por alguien dispuesto a poner el sistema cabeza abajo.

De hecho, en los años ‘90 el dinero fue al Sudeste Asiático, y las economías colapsaron. Luego fue al Long Term Capital Managment, que se hundió. Le siguió el boom de las “puntocom”, que explotó en marzo de 2000, precipitando la desaceleración que es la madre de la recesión actual.

La cuestión del desacople

Durante algún tiempo se especuló con que los países asiáticos, en particular China y la India, continuarían creciendo prácticamente a los mismos niveles y, de esa manera, ayudarían a sacar a la economía de su actual depresión. Esta visión se ha demostrado completamente errónea, ya que los países asiáticos se han vuelto parte del problema y de ninguna manera han sido una solución.

Los informes dicen que en China se cerraron más de 67.000 fábricas y hubo conflictos obreros (3).  Las ilusiones en la relativa independencia de China y su habilidad para crecer sin las exportaciones se han hecho añicos. La realidad es que el exceso de capital llevó a la clase capitalista de Estados Unidos y Europa a invertir en China, debido al relativo bajo precio de la mano de obra china y las condiciones favorables al capital que brindaba el Partido Comunista Chino.

Dada la necesidad de mantener el crecimiento a un nivel superior al 8% para poder emplear a los trabajadores que emigraban de las aldeas, una crisis en China es inevitable. La desaceleración industrial está en sus inicios y es muy probable que muchas más fábricas estén en problemas. Los 2 billones de dólares de reservas en moneda extranjera no durarán mucho tiempo si China tiene que financiar el desempleo de masas que vendrá.

Japón salió de la deflación durante algunos años pero nuevamente retornó a su depresión casi permanente. Su PBI se contrajo de manera mucho más rápida en el tercer trimestre de lo que se había pensado en un primer momento, poniendo de relieve la debilidad de la segunda economía mundial en un momento de caos financiero internacional.

“Los datos revisados del PBI que se dieron a conocer el martes muestran una caída del 0,5% de un trimestre a otro durante los tres meses hasta septiembre, comparado con una estimación preliminar publicada el mes pasado que hablaba de una caída del 0,1%” (4)..

La declinación de Japón es principalmente el resultado de una reducción de las exportaciones, en particular a China, y su relativo crecimiento ha tenido la misma fuente, las exportaciones a China. Otros grandes proveedores, como Corea del Sur, sufrieron el mismo efecto. La razón por la cual estos países fueron muy afectados se debe, por supuesto, a que los chinos en gran parte, no fabrican componentes sino que ensamblan productos traídos desde Japón y Corea del Sur en particular.

El dominio de Estados Unidos

No hay ninguna duda de que la economía de Estados Unidos sigue siendo dominante en la economía mundial aunque esté en declinación. La relación de Estados Unidos con China es más que la de una metrópolis y una semicolonia, que es producir bienes baratos para la exportación destinados a los trabajadores de la metrópoli, cuyos salarios reales pueden subir debido a la caída en los precios de compra. Al mismo tiempo, China está prácticamente obligada a convertir su excedente en moneda extranjera para comprar los bonos del gobierno de EE.UU., aun cuando el valor de éstos se deprecia con la caída del dólar estadounidense.

Japón tenía la misma relación estructural con la diferencia muy importante de que sus bienes eran en gran parte manufacturados en ese país. Es obvio que el control económico de EE.UU. ha sufrido otro golpe con la recesión-depresión. Sin embargo, la “guerra contra el terrorismo” y la guerra en Irak oscurecieron la realidad. El aumento del déficit externo norteamericano fue acompañado por el flujo de dinero desde EE.UU., que ahora ha sido parcialmente repatriado. El dólar ha aumentado pero se espera que baje y también se espera que vuelva a fluir dinero de Estados Unidos hacia el exterior.

La forma de control es la del capital financiero, que es el que ha implosionado, por lo que el poderío norteamericano se ha debilitado automáticamente.

No obstante, no hay una potencia alternativa ni un desafío inmediato al sistema capitalista mismo. Podemos esperar que las potencias europeas jueguen un papel más importante en el futuro, pero dada la ausencia de una Europa unitaria, EE.UU. solamente puede permanecer dominante. El hecho es que EE.UU. sigue siendo la potencia industrial más importante en varias ramas y su mercado es crítico para esos países europeos.

Capital financiero

Llegado este punto, es importante definir el capital financiero. Capital financiero es un concepto marxista, que, con frecuencia, se entiende mal y se lo teoriza de forma insuficiente. Se define como capital abstracto: esto quiere decir, que es abstraído de sus condiciones y localidad y por lo tanto, es automáticamente global, a diferencia del capital industrial, que está confinado a una localidad o a una cierta cantidad de localidades. El capital financiero se vuelve independiente y dominante durante el proceso de acumulación. No produce valor y por lo tanto debe extraerlo del sector productivo. Es depredador y parasitario en el sentido de que se transfiere capital a sí mismo desde donde éste ha sido acumulado originalmente. Luego invierte donde puede obtener el máximo retorno en el menor tiempo posible. Por lo tanto, invierte en áreas no productivas como la especulación de la vivienda, de commodities, de valores y bonos, como también especulación sobre sí mismo, en derivativos de todo tipo. Luego invierte en la industria pero, al hacer esto, distorsiona la economía y la industria a favor de sus propios intereses para poder obtener el máximo de ganancia tan pronto como sea posible. Por lo tanto, tiene todos los incentivos para burlar las reglas, cambiar las prácticas contables y evitar impuestos. En el período actual, ha extendido la práctica de comprar empresas para después vender sus acciones y hacer una diferencia, siendo el ejemplo más obvio las inversiones en empresas que no cotizan en bolsa. Evita invertir en innovaciones que requieran compromisos de largo plazo, y prefiere la industria que le da beneficios más altos de manera rápida. Aun, cuando la industria no pide créditos de capital las reglas las establece el capital financiero. En general, el capital financiero es global y está dominado por la principal potencia económica, Estados Unidos, con la asistencia del Reino Unido, pero no todos los países se ajustan igual, como lo demuestran Alemania y Francia.

En la década de 1970, como ya se mencionó, el capital financiero volvió a su rol anterior, reemplazando al capital industrial como el sector dominante del capital. La teoría del monetarismo fue su política económica mientras el llamado “neoliberalismo” fue su estrategia político-económica. Este fue un vuelco deliberado con el objetivo de contener a la clase obrera, que estaba exigiendo más control sobre la producción, salarios más altos y mejores condiciones. El crecimiento industrial empezó a decaer, el desempleo aumentó, el gobierno se encontró con déficit fiscal, y por lo tanto redujo el Estado benefactor y otros gastos públicos. Los niveles de desempleo se escondían poniendo a los desocupados crónicos en otras categorías. Por ejemplo, en el Reino Unido, reciben beneficios por invalidez, los mayores de 50 años reciben pensiones y los jóvenes continúan en planes de capacitación. La realidad es que la cantidad de personas económicamente inactivas aumentó de casi un 1% en 1970 a cifras que oscilaban entre 10 y 20%, dependiendo de los años a los que nos refiramos. Por otra parte, las ganancias crecieron, y los ingresos de los ejecutivos aumentaron muchas veces. Como es ampliamente conocido, la distribución de los ingresos nunca ha sido tan sesgada desde la Segunda Guerra Mundial.

Por una parte, había grandes cantidades de dinero para invertir pero, por otra, había oportunidades de inversión muy limitadas. Esto se agudizó aún más una vez que la Guerra Fría llegó a su fin. En 1997, los gastos militares oficiales en el presupuesto norteamericano, como porcentaje del PBI, cayeron muy por debajo de la mitad de los niveles de 1986. Las guerras en Irak y Afganistán han duplicado la cifra de esos gastos pero como porcentaje del PBI son apenas más de la mitad de lo que había sido en 1986.

La crisis actual y su desenlace

La caída de los precios de las commodities, incluyendo el petróleo en particular, precedió la amenaza de la debacle. El petróleo cayó casi la mitad, pasó de 147 dólares en julio a 70 dólares en octubre. El ímpetu detrás del aumento en los precios fue al mismo tiempo la razón del quiebre crediticio y de la caída general del excedente de capital en áreas de inversión rentables. El capital financiero se volcó a los derivativos, donde parecía tener un refugio, y así implícitamente, a los distintos tipos de paquetes de préstamos. Mientras la prensa se dividía entre los que opinaban que la escasez empujaba los precios hacia arriba y los que le echaban la culpa al impacto de la especulación, se supo que la Reserva Federal ayudó a bajar los precios de las commodities (5).

Pero es claro que la especulación jugó un rol central en el aumento de los precios, aunque la escasez también. La división entre los europeos occidentales y los anglo-americanos sobre cuáles eran las razones del aumento de los precios, es una división entre los países donde el capital financiero es dominante y aquellos cuyas economías siguen siendo principalmente industriales.

Hay que decir que estaban dadas todas las señales que indicaban que el gobierno de EE.UU. necesitaba intervenir en la economía mundial para poder asegurar su propia estabilidad tanto interna como internacionalmente. Vaya manera en la que el mercado traía por sí mismo orden y estabilidad. La nacionalización de Fannie Mae y Freddie Mac ha hecho que este punto se vea bien claro. Parece que la administración de Bush no quería hacerlo y que por lo tanto tardó más de lo aconsejable para poner las dos firmas bajo protección. El hecho de que la administración conservadora haya tenido que intervenir para salvar a Bear Stearns y los dos gigantes hipotecarios además de AIG se ha justificado con el argumento de que se trataba de medidas temporarias. Sin embargo, analistas como Martin Wolff del Financial Times, han señalado que la privatización llevará un largo tiempo y, ciertamente, no serán dos años (6).

Es posible que la subsiguiente amenaza de debacle no hubiese ocurrido si el gobierno de Estados Unidos hubiese actuado más rápido y salvado a Lehman Brothers. No hay duda de que la ideología de mercado les impidió actuar hasta que ya fue muy tarde. En un sentido, fue demasiado tarde porque los resultados finales han sido una extinción de los bancos de inversión combinados con el panorama de un régimen regulador estricto, sobre los bancos parcial o totalmente nacionalizados. El capital financiero no podrá jugar su rol previo. La votación del Congreso de un Programa de Asistencia para los activos con problemas [TARP por sus siglas en inglés] fue tildada de socialista y atacada por la derecha, y la izquierda se ha divertido mucho con los congresistas ultramontanos, que veían el fin de la libertad con el advenimiento de la “intervención socialista”. Sin embargo, hay un aspecto serio en sus quejas, en que la intervención del gobierno sí limita la operación del mercado y por lo tanto el funcionamiento del capital. Lleva a la expansión del gobierno y también de la burocracia bajo el capitalismo. Sin ninguna duda, esta es una solución mucho mejor que una profunda contracción o una depresión. Al mismo tiempo, el Congreso y la clase capitalista se enfrentan con la elección entre dos males, desde su punto de vista. Pero sólo gente realmente estúpida o políticos ciegos podrían querer “tirarse piedras contra el propio tejado” (7) y negarse a rescatar el sistema bancario, y de esta manera precipitar una posible repetición de 1929.

Los efectos de la solución

Hay dos resultados que surgen de esta situación. El primero es la cuestión de la ideología. Las doctrinas propuestas por el capital financiero conocidas bajo el nombre de “neoliberalismo” en el mejor de los casos parecen antiguas y, en el peor, un fracaso. Sin la intervención gubernamental, el mercado no actúa mejor y de hecho colapsa. Como la contracción de la economía casi con seguridad dure varios años, con la probabilidad de más intervenciones de los gobiernos, esas cuestiones continuarán en primer plano. Los gobiernos fueron empujados a intervenir y continuarán siendo obligados a hacerlo para ayudar a las personas desalojadas de sus casas y que viven en la absoluta pobreza, mientras continúan nacionalizando bancos y probablemente firmas industriales, para evitar el colapso del sistema. Los países, en particular los del tercer mundo, tendrán que recibir ayuda para sobrevivir y para evitar un efecto dominó. Los analistas hablan de la socialización de los riesgos y de la privatización de las ganancias. De hecho, esto siempre fue así, pero el absurdo reclamo thatcherista, de que uno no puede oponerse a los mercados, sacó a luz la realidad.

Con la continuidad de la recesión, podemos esperar que el “fundamentalismo de mercado” e incluso el “laissez faire” pierdan su dominio. El keynesianismo ha vuelto, al menos en las palabras. Sam Brittan, un editor del diario Financial Times, anunció que “No habrá un mañana asegurado” para los principios del

libre mercado en el próximo período (8).

La segunda cuestión concierne la naturaleza extrema de los peligros que enfrenta el sistema capitalista. De nuevo, está claro que sin la nacionalización de las compañías inmobiliarias y de AIG existía el riesgo de que muchos bancos no estadounidenses, que habían invertido en esas compañías, estuvieran en graves problemas. Dado el hecho de que bancos como el suizo UBS ya habían sufrido fuertes pérdidas, esto podría haberlos puesto al borde del abismo. Esta situación se aplica a los fondos de cobertura y a otras instituciones financieras.

El peligro para el sistema de conjunto era de una magnitud considerable y exigía una respuesta rápida. De hecho, llevó un tiempo que el gobierno se decidiera, y que el Congreso votara la ley propuesta por la administración, prolongando así los riesgos y la agonía. Las nacionalizaciones combinadas con la propuesta del gobierno de comprar la “deuda tóxica”, proveer dinero a los mercados y comprar acciones de los bancos en problemas tranquilizaron el mercado monetario y el sistema de crédito por un tiempo. Si el gobierno norteamericano hubiera seguido el consejo de su ala derecha y hubiera dejado la solución en manos del mercado, el crack de 1929 hubiera parecido un picnic. La afirmación de Engels de que cada crisis es peor que la precedente se demostró correcta. El fracaso inicial en la aprobación de la ley llevaba precisamente a estos temores: “Aterrorizada por la caída catastrófica de Wall Street, la Cámara aprobó el viernes un rescate sin precedentes del 700.000 millones de dólares –y el presidente Bush rápidamente lo convirtió en ley–” (9).

Keynesianismo y socialdemocracia

Aunque los analistas acepten las críticas al capitalismo, siguen atados al sistema. Will Hutton habla por ellos cuando plantea que la cuestión no es el capitalismo sino la necesidad de una forma más justa y redistributiva (10). Sin embargo, la clase capitalista no volverá voluntariamente a la forma socialdemócrata del período inmediato a la posguerra, porque esto sería muy peligroso para el propio sistema. El pleno empleo, las altas tasas de crecimiento, la suba del nivel de vida, la salud y la educación gratuitas, y el acceso a la vivienda pueden ser un trampolín para que la clase obrera exija un mayor control sobre su propia vida, mejores condiciones de trabajo y salarios más altos. En términos marxistas, la abolición del ejército industrial de reserva y la remoción del fetichismo de la mercancía dejan al sistema sin control sobre la fuerza de trabajo.

Sólo funcionó en ese período porque la clase obrera había sufrido un período mucho peor de fascismo, depresión y guerra y todavía estaba contenida dentro de la Guerra Fría.

Las referencias frecuentes al “riesgo moral” indican que la ideología de mercado sigue en pie. El hecho de que hayan retrocedido las vacilaciones sobre las nacionalizaciones debido al “riesgo moral” muestra que esa ideología está perdiendo algo de su poder.

La estrategia del capital financiero ha entrado en crisis y no hay reemplazo. La fase inicial de esta crisis abarcó las finanzas. El comienzo de la próxima fase, de la plena recesión, está ahora en curso. Esta fase implica la caída en la producción industrial, las ganancias de conjunto y una suba muy importante del desempleo. Los gobiernos están hablando de invertir en infraestructura. Will Hutton señala que es adecuado subir los subsidios para el desempleo (11). Al mismo tiempo, la ideología económica contemporánea impone un presupuesto equilibrado, o al menos el menor déficit posible. No hay dudas de que los gobiernos pueden inyectar dinero en la economía, nacionalizar empresas cuando sea necesario y limitar la caída económica. Sin embargo, es poco probable que se apoye el concepto de aumentar los salarios obreros para incrementar el poder de compra, ya que esto obviamente reduciría la ganancia no sólo en lo inmediato sino por algún tiempo en el futuro.

La clase dominante está dividida alrededor de la solución para la recesión a medida que ésta se profundiza. Los republicanos de derecha en Estados Unidos y los conservadores en Gran Bretaña reflejan el debate dentro de la clase dominante.

La derecha prefiere dejar que la depresión siga su curso, con quiebras masivas y desempleo a gran escala en nombre de la “creación destructiva” de Schumpeter. Tiene la ventaja de que esto servirá como un medio para derrotar a la clase obrera por toda una generación y abrir así un período provechoso para el capital. El peligro obvio es que la clase obrera y la “clase media”’ cada vez más proletarizada se rebelen. Una simple derrota no será suficiente para asegurar la derrota de toda la clase. Debería ser ejemplar. Dado que un sector sustancial de la clase capitalista, la elite ejecutiva y las capas pequeño burguesas, que ya están afectadas, perderán en este proceso, probablemente no apoyen esta perspectiva en el próximo período. La clase dominante correrá entonces el riesgo de enfrentarse a la vasta mayoría de la población, suponiendo que ésta se pudiera unir. Como resultado, está claro que el núcleo central de la burguesía ya ha decidido limitar la caída económica y evitar otro 1929, rescatando a los bancos y sus principales industrias, como la automotriz.

La solución militar. ¿Una nueva Guerra Fría?

La alternativa usual de aumentar los gastos militares no es una opción en este momento por el fracaso de la Guerra de Irak y la ausencia de una Guerra Fría. Es posible que el ruido de sables sobre la invasión rusa a Georgia sea visto como una alternativa, planteando el espectro de una nueva Guerra Fría. Sin embargo, la idea de que la Rusia actual puede llevar adelante una Guerra Fría es tan absurda que uno se pregunta si las oficinas de política exterior de Gran Bretaña y Estados Unidos sabían lo que estaban haciendo. Rusia hoy es una potencia débil. Sus tropas entraron a Osetia del Sur, en Georgia, en gran parte por su debilidad. Su frontera sur es inestable. Chechenia sigue ocupada. La elite rusa aprovechó la oportunidad para mejorar su posición entre un sector de la población en esa área y advertir al resto. Sin duda la elite rusa alberga tendencias expansionistas pero eso no significa que estén por invadir antiguos países soviéticos. Las fuerzas militares rusas y las armas termonucleares no son las de la URSS. Están venidas abajo y el personal militar sigue desmoralizado.

La guerra contra el terrorismo nunca ha sido una guerra y la terminología ahora ha cambiado.

El futuro

Como ya se ha señalado estamos en el comienzo de una espiral descendente de la economía real. Podemos esperar la quiebra de un número creciente de empresas, recortes en la producción, cierre de fábricas y despidos de gerentes y de trabajadores. En última instancia, esto aumentará los problemas para las instituciones financieras que no podrán recibir el repago de sus préstamos.

Prestarán menos y quebrarán más bancos. La suba del desempleo reducirá la demanda de bienes y así hará que los comercios de venta minorista reduzcan sus stocks y sus trabajadores. Con una menor demanda de sus productos, más fábricas disminuirán su producción y despedirán trabajadores. El proceso se retrolimentará a menos que los gobiernos intervengan en una escala mucho mayor de lo que lo han hecho hasta ahora. Aunque los rescates han mantenido al sistema, no frenaron la recesión y la deflación. Más arriba planteé que el núcleo de la burguesía ha rechazado hasta el momento la confrontación, pero enfrenta más exigencias de intervención y no está claro cuán lejos llegará.

Los eventos en Grecia casi con certeza son los precursores de explosiones mayores en países cruciales de Europa, a menos que la burguesía impulse un proceso de vuelta a la inflación a gran escala. Esto, desde mi punto de vista, está descartado por las razones que expuse anteriormente. Tienen miedo del retorno del período de los años ’60 y ’70, cuando la militancia obrera amenazó al sistema, bajo condiciones de pleno empleo. Por otro lado, se enfrentan con un proceso real de deflación, que podría llevar a la misma confrontación. Estos serán tiempos duros y tendrán alcance mundial.

Conclusión

En términos teóricos, argumenté que el capitalismo ha alcanzado los límites de su estabilidad. En gran parte fue estabilizado por el stalinismo, la Guerra Fría y el Estado benefactor. Todo esto terminó, y en el caso del Estado benefactor, fue reducido. Durante un tiempo el capital financiero con su política llamada “neoliberalismo” y su absorción desenfrenada del capital excedente ha evitado la crisis. El capital financiero implosionó. Estamos en una crisis clásica. Todos los aspectos de la crisis, subconsumo, desproporcionalidad y caída de la tasa de ganancia están funcionando. Como en cualquier crisis, hay un desencadenante que fueron las llamadas hipotecas subprime y como en toda crisis hay una forma dominante que he llamado capital excedente. Desde un ángulo eso puede ser considerado como subconsumo y desde otro ángulo como una cuestión de una producción insuficientemente rentable, y de ahí la caída en la tasa de ganancia (personalmente, rechazo la insistencia ahistórica y simplista sobre la caída de la tasa de ganancia basada en el aumento de la composición orgánica del capital como la única teoría de la crisis). La economía política marxista siempre es una interrelación entre la historia, la lucha de clases y el movimiento obrero; y el movimiento de las categorías de la economía política.

Hace tiempo los marxistas predijeron la inestabilidad del capitalismo. Tenían razón, incluso cuando muchos de ellos no comprendieron la estabilidad temporal del capitalismo inducida particularmente por el stalinismo. El próximo período será duro pero la izquierda crecerá porque sólo el marxismo puede entender la crisis y ayudar a las personas a actuar en común, como clase obrera, para superar la barbarie de un sistema basado en la desigualdad y la guerra permanente.

Notas:

1.-“A growing line of the jobless”.

2.- “A short history of modern finance: Link by Link”, The Economist, 16/10/2008.

3.- “La caída en las exportaciones contribuyó al cierre de al menos 67.000 fábricas a lo largo de toda China en la primera mitad del año, según estadísticas gubernamentales. Se vieron conflictos obreros y protestas a causa de salarios adeudados, lo que infundió miedo entre los oficiales locales”. Edward Wong, “Factories Shut, China Workers Are Suffering”, New York Times, 13/11/2008.

4.- Mure Dickie , “Japanese economic slowdown worse than thought”, Financial Times, 9/12/2008.

5.- Este informe hace referencia a la decisión del 11 de julio de 2008 de apoyar a Fannie Mae y Freddy Mac. Según Coxe, el objetivo final de la Reserva Federal era provocar un repunte en los mercados financieros, lo que, en teoría, ayudaría a los bancos golpeados por la crisis crediticia a acumular capital nuevo y reparar sus balances. Para lograr esto, la decisión de apoyar a Fannie y Freddie fue deliberadamente anunciada un día domingo, lo que tenía el efecto de maximizar la reacción de las acciones financieras que operaban débilmente en el exterior. Debido a que muchos hedge funds usaban enormes apalancamientos financieros para desplazarse a las commodities, cuando los mercados norteamericanos abrieron y los bancos repuntaron al principio, los fondos fueron obligados a cubrir sus deudas financieras. Al mismo tiempo, el dólar estaba repuntando porque el riesgo de quedarse con las acciones de Fannie y Freddie había disminuido. El dólar en alza, a su vez, hizo menos atractivas a las commodities, dándole a los fondos, que ya estaban repuntando para cubrir sus descubiertos financieros, otra razón para que dejaran el petróleo, granos y otros bienes. Las pérdidas fueron veloces y dramáticas. El viernes anterior al anuncio del 11 de julio, el barril de crudo cerró a US$145. En los cinco días siguientes, cayó 11% . “El apalancamiento se fue desacelerando rápidamente”, dijo Coxe en una conferencia telefónica convocada la semana pasada. “Teníamos pánico de verdad”. Mientras el petróleo y otros bienes estaban yéndose cuesta abajo, los miedos sobre una desaceleración global de la economía iban creciendo, dándole a las materias primas otro empujón hacia abajo. Esto estaba a tono con los deseos de la Reserva Federal, porque una rebaja en los precios de las commodities ayudaría a disipar los miedos de una inflación. “The fed is long financial/short commodities”, Ft.com/Alphaville, 11 de septiembre de 2008.

6.- Martin Wolff: Financial Times, 10th September 2008, pág.2.

7.- Refrán inglés. Mediante la acción que busca dañar a otro, uno termina haciéndose daño a sí mismo.

8.- Samuel Brittan, “Capitalism and the credit crunch”, Financial Times, 11 de septiembre de 2008.

9.- “House of Representatives passes controversial $ 700 billion Wall Street bailout”, New York Daily News, 5 de octubre de 2008.

10.- Will Hutton, Observer, 19th October 2008, pág. 29.

11.- Op. cit..

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